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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.24 no.39 Santa Fé jun. 2015

 

DOCUMENTOS

Crédito y banca

 

Karl Marx

 

La existencia personal del dinero como tal -y no sólo como relación interior, íntima, oculta, de comunicación o de jerarquía de las mercancías entres sí- esta existencia corresponde tanto más a la naturaleza del dinero cuanto que es abstracta y que la relación del dinero con las otras mercancías es menos natural; más el dinero aparece como el producto del hombre y no obstante también como el no-producto del hombre, menos su existencia es espontánea; es una creación del hombre o, para emplear el lenguaje de los economistas, lo es tanto más cuanto la relación de su valor como dinero es inversamente proporcional a su valor de cambio o al valor monetario de la materia bajo la cual existe. Es por ello que el papel moneda y el gran número de papeles representativos del dinero (como las letras de cambio, los mandatos, las obligaciones) son una forma perfeccionada del dinero en tanto tal, y un momento necesario en el progreso del desarrollo del dinero.
En el sistema de crédito, cuya expresión completa es el sistema de la banca, se tiene la impresión de que la presencia del poder ajeno, material, está fracturada, que el estado de alienación es abolido y que el hombre se encuentra de nuevo en relaciones humanas con el hombre. Engañados por esta apariencia, los saint-simonianos consideran al desarrollo del dinero, de las letras de cambio, de billetes de banco, de la sustitución del dinero por el papel, del crédito, de la banca, como una abolición progresiva de la separación del hombre y de los objetos, del capital y del trabajo, de la propiedad privada y del dinero, del dinero y del hombre -el fin de la separación del hombre con el hombre. Tienen así por ideal el sistema bancario organizado. Pero esta supresión de la alienación, este retorno del hombre a sí mismo y entonces con los demás, no es otra cosa que una ilusión. Se trata de una alienación de sí, una deshumanización tanto más infame y más pujante cuanto su elemento no es más la mercancía, el metal, el papel, sino la existencia moral, la existencia social, la propia intimidad del corazón humano que, bajo la apariencia de la confianza del hombre en el hombre, es la suprema desconfianza y la total alienación. ¿Qué es lo que constituye la naturaleza del crédito? Hacemos aquí por completo abstracción del contenido del crédito, que es siempre el dinero. No consideramos el contenido de esa confianza, según el cual un hombre reconoce a otro por el hecho de que le adelanta valores. En el mejor de los casos, es decir cuando él no recibe el pago de su crédito, cuando no es un usurero, señala su confianza al prójimo al no considerarlo como un bribón, sino como un hombre "bueno". Por "bueno" y como Shylock, el acreedor entiende "solvente".
El crédito puede concebirse bajo dos relaciones y bajo dos condiciones diferentes. He aquí las dos relaciones: un rico otorga crédito a un pobre a quien él considera como un hombre trabajador y honesto. Este género de crédito pertenece a la esfera romántica, sentimental, de la economía política, a sus extravíos, sus excesos, sus excepciones, y no a la regla. Pero aún si suponemos esta excepción, aún si admitimos esta posibilidad romántica, veremos que la vida del pobre, sus talentos y sus actividades son a los ojos del rico una garantía del reembolso del dinero prestado; dicho de otro modo, todas las virtudes sociales del pobre, el contenido de su actividad social, su propia existencia, representan para el rico el reembolso de su capital y de los intereses habituales. La muerte del pobre es entonces el peor incidente para el acreedor. Es la muerte de su capital y de sus intereses. Piensen en todo lo que hay de abyecto en el hecho de estimar un hombre en dinero, como es el caso del crédito. Es obvio que, además de las garantías morales, el acreedor dispone en cuanto a su hombre de garantías y de coacciones jurídicas, sin hablar de otras garantías más o menos reales. Cuando quien recibe el crédito es él mismo pudiente, el crédito no es más que el intermediario cómodo del intercambio, es decir el dinero mismo elevado a una forma completamente ideal. El crédito es el juicio que la economía política porta sobre la moralidad de un hombre. En el crédito, en lugar del metal y del papel, es el propio hombre que deviene el mediador del intercambio, no en tanto hombre sino en tanto que existencia de un capital y de sus intereses. Así entonces, abandonando su forma material, el medio del intercambio ha realizado sin duda un retorno al hombre y se ha reinstalado en el hombre, pero única
mente porque el hombre es él mismo arrojado fuera de sí y porque ha devenido para sí mismo una forma material. No es el dinero que es abolido en el hombre en el seno del sistema de crédito; es el propio hombre que se cambia en dinero, dicho de otro modo el dinero se encarna en el hombre. La individualidad humana, la moral humana se transforman a la vez en artículo de comercio y en existencia material del dinero. En lugar del dinero, del papel, mi existencia personal, mi carne y mi sangre, mi virtud social y mi reputación social son la materia, el cuerpo del espíritu-dinero. El crédito talla el valor monetario no en el dinero sino en la carne humana, en el corazón humano. Es en ese punto que todos los progresos y todas las consecuencias en el seno de un falso sistema son la agresión suprema y la suprema consecuencia de la abyección.
En el seno del sistema de crédito, la naturaleza alienada del hombre se afirma doblemente bajo la apariencia de la suprema estimación económica del hombre: 1° entre el capitalista y el obrero, entre el gran capitalista y el pequeño capitalista, la oposición aumenta, porque el crédito no se otorga sino a quien ya posee, de donde surge para el rico una nueva oportunidad de acumulación, mientras que el pobre, cuya existencia depende de esa oportunidad, la ve toda ella afirmada o negada por el rico según su juicio del momento; 2° la falsedad, la hipocresía y el engaño recíprocos son impulsados a su colmo; quien no tiene crédito no es juzgado simplemente como un pobre, sino además, y moralmente, como alguien que no merece ni confianza ni estima, como un paria, un malhechor; por encima de sus privaciones, el pobre sufre la humillación de rebajarse a mendigar el crédito del rico; 3° gracias a esa existencia completamente ideal del dinero, el hombre se encuentra en medida de practicar la falsificación no ya sólo con una materia distinta, sino aún con su propia persona: obligado a crear moneda falsa con su propia persona, debe simular, mentir, etc., para obtener crédito; así, el crédito deviene, tanto del lado de quien acuerda la confianza como de quien la solicita, un objeto de tráfico, de engaño y de abuso recíprocos. Por añadidura, aparece con claridad que según la economía política en la base de esta confianza se encuentra la desconfianza, el cálculo suspicaz de saber si corresponde o no acordar el crédito; el espionaje de secretos vinculados a la vida privada del solicitante, etc.; la divulgación de dificultades momentáneas, susceptibles de eliminar a un rival destruyendo su crédito, etc.; todo el sistema de quiebras, de empresas falsas. En el crédito público, el Estado ocupa la misma posición que acabamos de definir para el hombre particular. En el juego sobre los valores públicos, se ve cómo el Estado ha devenido el juguete de los comerciantes, etc.; 4° finalmente, el sistema de crédito encuentra su culminación en el sistema de la banca. La creación del banquero, el poder público de la banca, la concentración de la fortuna entre sus manos, ese areópago económico de la nación, he allí la digna coronación del sistema monetario. Porque, en el sistema de crédito, la evaluación moral de un hombre, así como la confianza en el Estado, etc., ha tomado la forma del crédito, el misterio que se oculta bajo la mentira de esa estimación, la infamia inmoral de esa moralidad tanto como la hipocresía y el egoísmo de esa confianza en el Estado, se exhiben a plena luz y aparecen tal como son en realidad.

Notas

1 Traducción del francés de Santiago Funes. Este es un fragmento de uno de los Extractos de lectura que registran las reflexiones de Marx en el período de sus primeros trabajos de economía en 1844, luego de los dos ensayos publicados en los Anales franco-alemanes (La cuestión judía y la Introducción a una crítica de la filosofía del derecho de Hegel). Maurizio Lazaratto cita ese fragmento en su libro La fábrica del hombre endeudado (Amorrortu, Buenos Aires, 2013) y lo toma de la traducción francesa de Maximilian Rubel publicada en C. Marx, Oeuvres, Économie II, Gallimard, 1968: 19-23. Esta es la versión que aquí traducimos. Existe otra versión en español de esas notas de lectura que se encuentra en K. Marx, F. Engels, Obras, Volumen 5, Grijalbo, 1978: 279-282, traducción del alemán a cargo de José M. Ripalda, en la sección Extractos de lectura y como parte de la nota dedicada por Marx al libro de James Mill Éléments d´économie politique, trad. de J.S. Parisots, Paris, 1823. Es de señalar que en la edición francesa el fragmento aparece bajo el subtítulo de Crédit et banque, mientras que en la española de Ripalda tal subtítulo no existe. En una nota colocada al fin del último párrafo del fragmento, M. Rubel apunta que "No estamos aquí ante un análisis científico, sino frente a una vehemente acusación contra una institución que es el símbolo de la alienación humana causada por el dinero: la Banca. Algunas páginas del Libro III de El capital, escritas más de veinte años después sobre el tema del crédito reflejan la misma santa cólera." Por su parte, el traductor al español señala que "[...] las glosas toman a veces -como en el extracto de Mill- el carácter de comprimidos trabajos, cuya importancia en modo alguno es inferior a los que Marx había destinado a la publicación."

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