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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.27 no.45 Santa Fé jun. 2018

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Cometario a Esteban Rodríguez Alzuela (compilador) Hacer bardo. Provocaciones, resistencias y derivas de jóvenes urbanos

Ediciones Malisia, La Plata, 2016

 

Por Ezequiel Kostenwein

Universidad Nacional de La Plata/ CONICET – Argentina dosmilmesetas@yahoo.com.ar

Hace casi cuatro décadas, una publicación francesa de gran importancia comenzaba afirmando que:

un libro no tiene objeto ni sujeto, está hecho de materias diversamente formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes. Cuando se atribuye el libro a un sujeto, se está descuidando ese trabajo de las materias, y la exterioridad de sus relaciones.

Mucho más acá en el tiempo, un célebre artista y compositor argentino iniciaba su etapa solista al grito de «vas corriendo con tus Nikes y las balas van detrás (lo que duele no es la goma sino su velocidad)». La consigna central de Hacer bardo. Provocaciones, resistencias y derivas de jóvenes urbanos (en adelantes, HB) está en sintonía con ambos planteos: la velocidad. Escrito por diferentes personas, en definitiva por un colectivo sin objeto ni sujeto, aquello que uno aprende de la mano del libro que estamos presentando es sobre la velocidad, sus variaciones, sus fechas, sus conformaciones, y sobre todo cómo puede doler si esa velocidad viene acompañada de un estigma social.

Otro tema crucial que desarrolla HB es el correlato entre el accionar de las fuerzas de seguridad y la disposición barrial: detrás de la brutalidad policial está el prejuicio vecinal; las rutinas institucionales encuentran su punto de apoyo en la vida cotidiana. Los vasos comunicantes, la retroalimentación entre ambos elementos, hacen necesario indagar de qué modo distintos procesos de estig matización social legitiman el devenir violento de las fuerzas de seguridad.

Pero no sólo existen vasos comunicantes y retroalimentación, sino también legitimaciones: las imágenes del «pibe chorro» o del «bardero» que trabaja el libro tienen una historia lo suficientemente naturalizada —y por ende no problematizada— como para validar hostigamientos a quienes las encarnan. Y estas imágenes, para problematizarlas, HB las considera «producto de la iniciativa y las habladurías exitosas de la vecinocracia».

A su vez, HB se pregunta sobre las diferentes prácticas que realizan los jóvenes para resistir los estigmas, incluso para insuflarles nuevos sentidos. Conjuntamente, las preguntas que surgen sobre dichas prácticas son si contribuyen a que la vida cotidiana en los barrios sea más amigable o, por el contrario, refuerzan las condiciones para multiplicar las «habladurías» en las que se apoya la «vecinocracia». En este sentido, el libro supone una auténtica «criminología cultural bonaerense» puesto que investiga los matices de sentidos que se configuran en medios culturales específicos respecto de las dinámicas situadas en las subculturas ilícitas. O dicho de otra forma, HB es un proyecto en construcción que intenta rastrear los vínculos entre cultura, delito y control social.

Pero retomando lo que consideramos la empuñadura del libro, hemos sugerido que HB es una obra sobre la velocidad, un tratado acerca de las consecuencias sociales de la velocidad. Y esto último tiene dos escenarios concretos: la zona sur del Conurbano bonaerense y la ciudad de La Plata.

Fundamentalmente el barrio Don Orione que se encuentra en la localidad de Claypole perteneciente al partido de Almirante Brown.

Don Orione, como casi todos los barrios del Conurbano, ha sufrido el impacto de las re formas neoliberales. El mismo se averigua en el deterioro de la infraestructura, la degradación de los espacios públicos en común, pero también en la reconversión de los garajes de los vecinos en espacios comerciales, en la falta de equipamiento urbano, en el abandono de las escuelas y los espacios de salud.

Deterioro, degradación, reconversión, abandono, todo esto es la velocidad del espacio social, las distintas intensidades por las que un barrio puede transitar, y lo más significativo de HB es que detecta dicha velocidad y dichas intensidades, las analiza, las interpreta, las pone en tensión con los actores sociales que las atraviesan.

El estigma que carga el barrio, fue acotado por los propios vecinos del barrio a unas cuan tas manzanas donde supuestamente «hacen parada» los grupos de jóvenes «más problemá ticos» que se dedican al consumo y venta de drogas al por menor, a ventajear a los vecinos y a practicar el bardo sistemáticamente.

Paul Virilio suele insistir en que la velocidad produce la vejez del mundo, un envejecimiento social que beneficia la usura y la aceleración –nociva en muchos casosde las relaciones. El estigma, el ventajeo, el bardeo, entendidos como se los presenta en HB, son envejecimientos sociales que contribuyen al lucro, y también a la fragmentación entre los barrios, y hacia el interior de un mismo barrio. «Una de las respuestas de los jóvenes al resentimiento vecinal es el bardeo. De esa manera intentan transformar el estigma en emblema». El bardeo como fuente de resistencia, y como factor que produce la aceleración —y en muchos casos la vejez— del barrio.

Para los pibes, los barrios se comprimen en función de las alianzas móviles que van tra mando, las broncas y las peleas y los puntos de control policial o el patrullaje de los gendarmes. Porque para los jóvenes, la ciudad es un lugar que queda cada vez más lejos, que sólo podrán surfear en sus motos o empezar a frecuentarla cuando se jubilen de jóvenes, es decir, cuando se alejen del estereotipo que los escracha y transforma en una persona sospechosa.

Las alianzas móviles, el patrullaje, el surfeo en sus motos, son elementos a partir de los cuales se puede empezar a entender la velocidad de un barrio, y cómo en este barrio se intenta, no sin envejecimiento, transformar los estigmas en emblemas. Un estigma y un emblema son lo mismo, ambos son etiquetas, pero con velocidades y registros muy distintos, y por lo tanto, con consecuencias sociales diferentes.

Hacia el final de la introducción, HB afirma que la actitud y sensibilidad de la investigación que allí se desarrolla puede resumirse en una escena del film de Gus Van Sant –Elephanten la que:

el director está atento al mundo de los jóvenes, sus modos de vida, sus temores, dudas, placeres, etc. Los sigue siempre de cerca pero no interfiere. Quiere entenderlos, pero la imagen que logra formarse de ellos se vuelve a esfumar como las nubes que abren y cierran la película en cuestión. No es casual que el elefante haya sido el animal que eligió para nom brar e interrogar a los jóvenes. Su volumen se va modificando a medida que se mueve y desplaza, como las nubes precisamente.

El elefante se mueve y se desplaza, como el «pibe chorro» o el «bardero», pero a otra velocidad, claro. Y la velocidad de estos últimos es la que explora HB, y lo hace como lo haría Gus Van Sant en Don Orione.

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