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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.27 no.45 Santa Fé jun. 2018

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Comentario a Pedro Cerruti Genealogía del victimismo. Violencia y subjetividad en la Argentina posdictatorial

 Universidad Nacional de Quilmes Editorial (Colección «Comunicación y Cultura»), Bernal, 2015

 

Por Fernando Beresñak

Universidad de Buenos Aires/ CONICET – Argentina beresnakfernando@hotmail.com

El libro de Pedro Cerruti que aquí reseñamos enfrenta al lector a una pregunta crucial: ¿cuáles fueron las vías y los modos de constitución de la subjetividad luego de que el Estado argentino, supuesto garante de las condiciones de posibilidad de aquella, llevara adelante un plan sistemático para alterar esas mismas condiciones llegando incluso a exterminar —formas de— la vida misma?

En palabras del autor, Genealogía del victimismo «es el producto de una reflexión histórico-crítica respecto de los modos en que hemos sido llevados, conminados, inducidos a reconocernos o a constituirnos como víctimas» (Cerruti, 2015: 38). Pero el subtítulo, Violencia y subjetividad en la Argentina posdictatorial, también da cuenta de otra demarcación. La problemática está delicadamente colocada sobre las sensibles fibras de la reciente historia de la Argentina posdictatorial, así como erigida a partir de los vínculos implícitos y explícitos que se tejen entre la violencia y la subjetividad. Las temáticas de este tipo, por más que una y otra vez se las rodeé y atraviese con palabras disímiles, no deben perder vitalidad. Debido a sus susceptibilidades, naturalizar el impacto que suelen causan sus tejidos enunciativos podría resultar trágico. Por eso resulta imperioso que, quien se dé a la tarea de tratar estos temas, no sólo lo haga seriamente sino también con cierta perspicacia. Y esta es la sensación que se tiene al recorrer el libro. No podía ser de otra forma. Esta obra, bellamente editada por la Universidad Nacional de Quilmes, fue alojada por la Colección Comunicación y Cultura, cuidadosamente dirigida y custodiada por el vigoroso espíritu crítico   de Alejandro Kaufman.

Ahora bien, el libro comienza con una extensa Introducción que podría parecer exagerada si no fuera porque al final de su lectura uno comprende el desafío que Cerruti se propuso: lograr situarnos en las complejas intimidades de un escenario público que presenta enormes sutilezas y una fragilidad susceptible de ser quebrada por los riesgos de las duras hipótesis implementadas. Pero la atmósfera creada fue delineada hasta el detalle gracias al material recolectado aquí y en otras partes del mundo a lo largo de casi una década de investigación. Así, esa precisa introducción es la generosa invitación del autor a la cosmovisión que construyó para comenzar a desmenuzar los acontecimientos que alguna vez tomaron lugar.

De todas maneras, no sólo es eso. La Introducción también constituye un modelo ineludible para los tesistas e investigadores aledaños a estas materias. Este libro es uno de los pocos casos en los que la construcción del marco teórico y la precisión del método no son meras decoraciones de un gesto ya hoy en agonía. Leyendo esas páginas iníciales uno comprende todo lo que un texto puede enriquecerse cuando el autor realmente quiere darle pleno sentido a la idea de introducir al lector en su mundo investigativo. Insistimos en su atenta y paciente lectura.

Genealogía del victimismo comienza delineando con suma precisión la constitución del dispositivo de subjetivación de la víctima en la etapa posdictatorial argentina. Pero enseguida se aclara que no se tratará de una víctima de carne y hueso, aun cuando ese dispositivo esté ligado ineludiblemente a los cuerpos y muy especialmente al de la historia argentina. Rápidamente el autor instala una posición de raigambre foucaulteana: «La víctima no es una substancia, ni un fundamento, es un modo de subjetivación» (Cerruti, 2015: 38).

Podría decirse que se trata de un libro sobre la población, sobre los modos en que ella lidia con sus traumas o, mejor dicho, sobre las vías por las cuales estos últimos y diversos agenciamientos y los usos de éstos afectan las prácticas y discursos de una población cuando, a pesar de todo, ella debe seguir adelante sin por eso olvidar su pasado. Pero más precisamente, el trabajo se hace atendiendo a los procesos de emergencia, las ocupaciones estratégicas y las sobredeterminaciones causales de las prácticas-discursivas que acontecieron en esa etapa histórica. Esa elección responde a que, se afirma, sólo allí, en esos tres ejes, es posible atender adecuadamente el surgimiento de la victimización. Así se recorren y analizan las prácticas concretas en las que se articularon ciertas formas de saber y criterios de veridicción, matrices normativas de comportamientos, maneras en que los seres humanos se relacionaron consigo y con otros.

Todo ello tiene lugar en tres partes que atienden los ejes centrales a través de los cuales se configuró el dispositivo de victimización. Se parte de la «refundación democrática», en donde se analizan procesos paralelos, y no por eso exentos de conectividad ni de contradicciones. Los casos «Sivak», «Budge», «Jimena Hernández», «María Soledad» darán cuenta del modo en que los vínculos entre la justicia y el reclamo de las denominadas víctimas generaron nuevos terrenos de lucha que serán asimilados de formas diversas por el período de la transición democrática. A la vez, afloran diversos discursos sobre la inseguridad en plena sintonía con procesos económicos inflacionarios, todo lo cual será capitalizado por la «reconversión neoconservadora» que luego se terminará de asentar en la Argentina (en este capítulo son especialmente analizados «los saqueos» de fines de la década de 1980 y los casos «Mostafá» y «Santos»). Ajustes económicos y ajustes policiales aparecen aquí, una vez más, como las dos caras de un proceso común.

La segunda parte se concentra en la traslación de ciertas prácticas-discursivas (que provenían de la refundación democrática) hacia la década de 1990 y lo que de forma general se intentó caracterizar como «violencia urbana». Este es un apartado clave para analizar los tiempos actuales. Ciertos discursos creados en una esfera de problemas singulares relativos a la dictadura militar y sus consecuencias, y allí impregnados de una sensibilidad difícilmente maniobrable, tales como el dolor y la lucha contra la impunidad, fueron trasladados subrepticiamente para legitimar la construcción de un ethos policíaco. Éste, ahora teñido del aval democrático, alzaba el tono de la inseguridad instalando las ideas de «mano dura», «tolerancia cero» y un nuevo «Código de Convivencia Urbana». Así, con un progresismo ambivalente (perfectamente analizado por el autor), el ethos punitivo, que se le requería a la justicia para con lo acontecido durante la dictadura militar, era reutilizado en otros campos de acción legitimando el poder de policía y logrando localizar el deseo de justicia, impotente sobre el pasado, en una actualidad que no se presentaba sencilla (ejemplos de ella los casos «Cabezas» y «Cipolletti», así como las temáticas de impunidad, crímenes contra las mujeres, los accidentes y la seguridad vial y un peculiar modo de afrontar la violencia policial).

Finalmente, en el tercer apartado, las dinámicas de las escenas pierden parte de su difusa invisibilidad para ganar una presencia estruendosa. El análisis de los casos Blumenberg y Cromañon son dos claras evidencias de lo hasta allí trabajado. Las «política(s) del dolor» se tornan casi impecables en su despliegue. Y las esferas jurídicas, políticas y culturales harán resonar por todas las vías posibles una proliferación de la sensibilidad que se había ido gestando en el dispositivo de victimización que el libro recorre. Casos paradigmáticos de una época inteligentemente elegida para dar a conocer las complejidades que acarrea la constitución de la subjetividad en tiempos turbulentos y, sobre todo, en aquellos que ya no lo parecen tanto.

Cerruti, al igual que Michel Foucault, deja explícitamente enunciado que es necesario tomar en consideración que los procesos por los cuales se constituyen los modos de ser sujeto no son ni homogéneos, ni constantes, ni uniformes: y el caso del victimismo durante la argentina posdictatorial no es aquí una excepción. Los vínculos entre todos los elementos se tejen y obtienen lugar en diversos niveles. A medida que avanza la investigación se generan múltiples presencias. A su vez, en cada uno de esos niveles, que también pueden conectarse entre sí, se van a dar cambios de posiciones, modificación de funciones, retroalimentaciones, componentes que son absorbidos, otros enriquecidos y algunos literalmente destruidos.

Cualquiera que haya leído La arqueología del saber sabrá entender que el tiempo arqueológico que describe Foucault es tan rico que resulta imposible de ser atendido por investigación alguna. Se trata de un tiempo obsesivamente detallado y por eso sin narrativa posible. El acontecer del tiempo no puede ser dicho. De ahí la violencia del investigador y de sus recortes; de ahí también el valor y el coraje de hacer lugar a una temporalidad que abra la horizontalidad clásica, que sea disruptiva y nos obligue a pensar por las infiltraciones que suscita. Si no se lo trabaja, si no se lo atiende, el tiempo puede transformarse en un objeto sencillamente desconocido. Y por esto mismo seriamente peligroso.

El autor absorbe la presión de este desafío y nos invita a sumergirnos en varias de esas líneas temporales que habitan en las profundidades de los relatos que usualmente se escuchan sobre la superficie. Trazos subterráneos de una manera de narrar cómo fue el desarrollo socio-político de las últimas décadas, pero no por ello menos presentes en las primeras planas de la esfera pública: los discursos presidenciales (de Ricardo Alfonsín a Néstor Kirchner), intervenciones de políticos, declaraciones de organismos de diversa índole, registros periodísticos, programas institucionales, todo es analizado, y en detalle. No es casualidad: el autor insiste en que los modos de subjetivación posdictatoriales se tejieron en la matriz compuesta por la dinámica de muchos de estos elementos, verdaderos habitantes de nuestros modos de ser y de dejar de ser quienes somos para devenir otros de los que éramos.

El dispositivo de victimización trabajado en el libro de Cerruti también estabiliza una serie de discursos que por su hipersensibilidad resultan de difícil aprehensión, delimitación y reflexión. Es que el dispositivo pareciera estar compuesto de una terminología especialmente diseñada si no fuera por el hecho de que los mecanismos y resortes sociales allí trabajados no pretenden responder a una lectura maquiavélica: ciudadanía, justicia, inseguridad, dolor, memoria, lucha, víctimas, transición, refundación, hiperinflación, impunidad y otros tantos. Prefijos, sufijos y conceptos parecen reunirse aquí para que la victimización sea un reflejo fiel de la delicada sensibilidad del tema. De allí que parte del análisis discursivo del libro sea poner en evidencia la perplejidad que podría suscitar el vocabulario implementado para así desactivar la parálisis reflexiva y tomar precaución frente al actual acrecentamiento de una serie de prácticas-discursivas que ya no se condicen con sus respectivos lugares de origen.

Como podrá observarse, no se trata de decorar lo que algunos podrían entender o pretender como la agonía de un objeto de estudio, es decir: lo acontecido durante y post la dictadura militar. Aquí se trata de la lucidez de un investigador para rehabilitar preguntas incómodas y absolutamente contemporáneas. Pero no para cubrirlas de polvo y enviarlas al fondo de las bibliotecas, sino para problematizarlas y volverlas a situar en las mesas de trabajo de los estudiantes e investigadores, aun con el ardor que ellas pudieran causar. Llegamos así al punto neurálgico de la cuestión y quisiéramos mencionar una reflexión al respecto.

La tarea es inmensa y puede presentar ciertas dificultades. Es que Genealogía del victimismo se interna en el conglomerado de fibras que constituyen la carne de la reciente historia argentina. Son fibras sensibles que con solo rozarlas se irritan. ¿De qué otra manera encontrarse frente a un texto que parece sugerir que los hombres y mujeres de la posdictadura militar argentina se constituyeron a sí mismos como víctimas? Es lógico estar atentos, es comprensible que el lector se ponga a la defensiva. Sobre todo cuando el autor sostiene algo más delicado aún: que fue exactamente sobre ese modo de victimización que se tejieron muchos de los discursos que hoy en día insisten en identificarnos, tales como los de justicia, seguridad, dolor, verdad. Es inevitable inquietarse frente a un título como el que presenta este libro.

Pero acaso ¿es esta una acusación contra la población argentina posdictatorial? ¿Se atreve el autor a acusar de victimización a estas fibras hipersensibles que constituyen nuestra carne? Cerruti nos obliga a posicionarnos, pero sobre todo a copiar su gesto y ejercer la prudencia. Para leer este libro es necesario calmar las ansias de devenir jueces. No se trata solo de juzgar. Aquí, el asunto es problematizar para entender. Porque de lo que se trata es de comprender.
Es cierto que se narra una historia incómoda, de esas que empujamos detrás de lo visible y enunciable para que allí aguarden. Se cuenta una historia de lo que hasta ahora fue silencio. El autor, entonces, es un narrador del silencio. Todo un gesto; sobre todo entre tanto balbuceo, en el medio de tanto griterío. Animarse a leer esta historia del silencio es abandonar la comodidad de las posiciones de los enunciados correctos que ya muchos conocemos, los cuales fueron aprobados y estampados en el universo de lo indiscutible, al menos por una gran parte de la población argentina.

Frente a una temática y una propuesta tan delicada y comprometida es lógico suponer que el lector pretenda una rápida explicitación de la facultad de juzgar de quien escribe. Pero Cerruti, comprometido con una ética de la investigación, deja que las evidencias hablen, aunque no sin antes realizar una paciente y detallada selección del material y un preciso tratamiento del mismo que orientará al lector, y que bien podría ser la vía para intentar curiosear en la postura del autor.

Ahora bien, los silencios y las tonalidades que habitan Genealogía del victimismoparecen enriquecer lo explícitamente dicho y dejar resonando preguntas tales como las siguientes: ¿Hasta qué punto la sociedad argentina supo no sólo ampliar sino también especificar y delimitar suficientemente su estatuto frente a la dictadura? ¿Acaso no fue una falta de reflexión sobre una muy específica delimitación de su posición frente a las derivas de la dictadura lo que ha permitido que discursos y prácticas fundamentales para la democracia, como las de justicia, estén sostenidos en la victimización? Incluso, una serie de preguntas filosóficas también se deslizan subrepticiamente: ¿Qué es el pasado? Mejor aún, ¿qué es o quién es ese pasado sobre el cual estamos montándonos permanentemente para constituir nuestros modos de ser? Y sobre todo, dada la importancia de ese pasado para nosotros, ¿qué fue de nuestra reflexión sobre él?

A tener mucho cuidado: es una obra que en ningún momento deja de ser una intervención contra el negacionismo y la banalización del terrorismo de Estado o la ocupación estratégica de su recuerdo. He aquí una denuncia y un nuevo desafío: ocupados en lo que claramente era urgente, en la memoria, en la recuperación de los desaparecidos, en los juicios y castigos, se abandonó nada más y nada menos que una reflexión sobre nuestro modo de ser. Y si bien es cierto que la subjetividad también se constituyó en esas otras y urgentes luchas, cierta falta de reflexión sobre el modo en que nos estábamos constituyendo fue peligrosa y altamente capitalizada en otros sectores, con otras sobre determinaciones causales y con nuevas ocupaciones estratégicas. De ahí el desafío de atender este asunto con una metodología tan rigurosamente meditada como ejercida. Este libro de Pedro Cerruti se suma a aquellos otros que intentan abrir una nueva etapa en el tratamiento de lo acontecido en la argentina posdictatorial.

Genealogía del victimismo es una ganancia para la reflexión —no sólo— argentina y una posibilidad para constituir otros modos de ser que continúen abriendo las vías de comprensión para que nuevas luchas puedan ser incorporadas a las ya establecidas.

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