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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.29 no.49 Santa Fé jun. 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.14409/dys.2020.49.e0009 

COMENTARIOS DE LIBROS

Comentario a Sabina Frederic y Sabrina Calandrón (comps.): Deudas consumos y salarios. Usos y sentidos del dinero en las fuerzas de seguridad.

Villa María: Eduvim, 2019

 

Violeta Dikenstein

CONICET-Universidad Nacional de San Martin, Argentina. https://orcid.org/0000-0001-5953-913X. violetadik@hotmail.com

 

DOI: https://doi.org/10.14409/dys.2020.49.e0009

 

Recibido: 06/11/2019
Aceptado: 18/12/2019



Deudas, consumos y salarios. Usos y sentidos del dinero en las fuerzas de seguridad. Villa María: Eduvim, 2019

Desde la mirada del sentido común, los usos del dinero por parte de las fuerzas de seguridad no han gozado de buena reputación. En efecto, suele ser corriente la creencia de que los agentes del orden obtienen ingresos por medio de prácticas corruptas, generalmente en connivencia con el delito e incluso con el crimen organizado, haciendo uso y abuso de su posición para fines espurios.

No obstante, una aproximación cercana a las prácticas monetarias de estos grupos da cuenta de un universo más complejo que, sin echar completamente por tierra estas presunciones, permite acceder a otras aristas antes no contempladas. En este sentido, Deudas consumos y salarios… indaga no solo en las diversas modalidades y sentidos que asume el dinero, sus vías de acceso y utilización, sino también, como afirma Ariel Wilkis en el prólogo del libro, la producción de jerarquías, estatus y relaciones de poder dentro de la fuerza. Pero también da cuenta del modo en que estos agentes no están exentos de procesos más vastos que atraviesan a nuestra sociedad en las últimas décadas, específicamente, la expansión del acceso al consumo y la financiarización de la vida cotidiana. Así, en el recorrido por los diversos artículos que componen a la obra, nos topamos con policías bonaerenses, federales y gendarmes endeudados, seducidos por el consumo e incluso estafados.

El trabajo policial guarda ciertas particularidades. En efecto, tal como mencionan Frederic y Calandrón, las fuerzas de seguridad son instituciones jerárquicas, marcadas por relaciones de autoridad, obediencia y códigos de lealtad. De una perspectiva que recupera la dimensión simbólica del dinero como un revelador de interacciones sociales, la propuesta consiste en comprender los sentidos que éste asume en este contexto tan peculiar. Así, son tres los ejes que proponen las autoras para leer los modos que comporta aquí el dinero: las deudas, los consumos y los salarios y otras percepciones monetarias provistas institucionalmente. Comencemos por los últimos.

Para comprender las dinámicas de endeudamiento y consumo en las que incurren los actores bajo análisis es preciso, en principio, dar cuenta de ciertas características institucionales a la hora de remunerar a sus integrantes, que son variables de acuerdo a la fuerza y del escalafón en cuestión; así como de algunas dimensiones generales de la labor policial. En este último aspecto, los autores destacan al trabajo policial como una relación que no es meramente mercantil, sino que incluye un sentimiento sacrificial. El honor es parte de esta labor y, como detalla Frederic en su capítulo sobre la Gendarmería Nacional, pertenecer a la fuerza involucraba una conexión con una dimensión trascendental: servir a la patria. Dicha conexión otorgaba una recompensa no monetaria a sus integrantes. No obstante, según la autora, las protestas acontecidas en el año 20121 mostraron una ruptura en esa tradición. Ciertamente, Frederic sostiene que la demanda de mayores salarios dio cuenta de un proceso de secularización, sobre todo, en las nuevas generaciones de gendarmes: servir a la patria ya no era suficiente como remuneración, también aspiraban a ser retribuidos con bienes y servicios. Los sacrificios y esfuerzos que entrañaba esta tarea, entonces, requerían de recompensas más mundanas. A su vez, otra mutación aconteció dentro de esta fuerza. Si en las generaciones anteriores revestía de gran valor las relaciones de cuidado y protección entre el superior y el subalterno, ahora entre los gendarmes más jóvenes —socializados en un nuevo régimen de individuación y con ansias consumo— aquello pierde cierta relevancia. De este modo, la gestión del dinero y el acceso al crédito de estos sectores (sobre todo, aquellos que se beneficiaron de los ingresos extras para realizar las rotaciones bajo el Operativo Cinturón Sur) les permitió acceder a bienes que a los gendarmes más longevos demoraron décadas en adquirir. En tales circunstancias, las jerarquías y status dentro de la fuerza entran en tensión, pues un escalón bajo y sin privilegios desafía las pautas de consumo y, con ello, la distancia estamental al igualarse en los estándares de vida respecto de sus superiores.

Las jerarquías institucionales también se traducen en modos de distinguir a los muertos, lo cual conlleva a su vez una contraparte monetaria. En este sentido, Maglia analiza el tratamiento que realiza la Policía Federal Argentina con sus muertos. Es que no es lo mismo ser policía y morir por causas naturales o en un accidente de tránsito, que morir en medio de un enfrentamiento armado defendiendo la propiedad privada de terceros. El primer caso se catalogará como «desvinculado del servicio» y sus deudos obtendrán la pensión y un seguro. El segundo entrará en el encuadre de «caído en cumplimiento del deber», será ascendido postmortem, tendrá un cargo honorífico y todo esto implicará que sus familiares obtengan una pensión, el seguro, subsidios, ayudas en los gastos del sepelio, así como los incrementos correspondientes al escalafón que el difunto fuera ascendido. En este contexto, los límites entre las categorías son difusos y diversos actores, entre ellos las «asociaciones de viudas» buscan obtener para los allegados del fallecido el mejor encuadre posible.

El segundo gran eje del libro versa sobre los mecanismos de endeudamiento que signan a la fuerza. Los agentes que la integran son trabajadores estatales que perciben un sueldo estable y acceden a servicios financieros regulados por el Estado. Pero, tal como muestra Lorenz, también disponen de una oferta más diversificada y segmentada de crédito. En efecto, a las tarjetas y créditos bancarios se suman las promociones especiales para la fuerza por parte de comercios minoristas y los créditos otorgados por las agencias financieras (conducidas a su vez por personal de la fuerza), estos últimos con tasas de interés mucho más elevadas que las de un crédito bancario, pero de más inmediato acceso y con menores requisitos. Los policías federales se valen de estos créditos de modo complementario y simultáneo, lo cual redunda en elevados niveles de endeudamiento. Pero, asimismo, signados por un ethos de la responsabilidad, los efectivos deben presentar una conducta moralmente intachable y honrar sus deudas. Algo similar les ocurre a los policías de la Provincia de Buenos Aires, tal como detallan en su artículo Calandrón y Galar. Sus integrantes provienen de sectores sociales que históricamente acceden a trabajos precarios y de bajos salarios. Al ingresar a la fuerza —una vía de ascenso social— se encuentran administrando ingresos más elevados y constantes y, al mismo tiempo, tentados por numerosas ofertas de crédito que les habilita un acceso a un consumo antes vedado. Cabe destacar que, no obstante, es transversal a los agentes (provinciales, federales, etc.) la percepción de que sus salarios son bajos y no remuneran adecuadamente el esfuerzo que sus tareas conllevan, que son sacrificadas, a veces antipáticas y poco reconocidas por la sociedad. De este modo, el consumo es una vía para obtener cierta satisfacción y, como consecuencia, entran en espirales endeudamiento y refinanciamiento. Entonces, deben recurrir a otros flujos de dinero para sostener estos estándares de consumo y cumplir con sus compromisos. Las horas extras, los comercios alternativos, los «vueltos» (dineros ilegales) son algunas vías de ingresos suplementarios.

Como puede observarse de lo reseñado hasta el momento, los policías de diversa índole son grandes consumidores. Vehículos, celulares, viajes, televisores, consolas de videojuegos, son algunos de los consumos predilectos de estos actores. Y, tal como demuestran Rudnicki, Ferrari, Cantelli y Krupp, no se trata de un fenómeno meramente nacional sino que es un rasgo compartido por otros países, en este caso la policía militar de Rio Grande do Sul (Brasil). Los autores muestran que los agentes jóvenes gozan de estabilidad laboral y salarial, pero perciben sus sueldos como insuficientes y observan pocas posibilidades de ascenso económico una vez ingresados a la fuerza. De este modo, complementan sus trabajos con carreras universitarias en entidades privadas, lo que encarece aún más sus condiciones de vida. Pero además de consumidores los agentes pueden ser los propiciadores de mercados. Ciertamente, Mauro Ruy Tilloy describe un prolífico mercado interno dentro de una cárcel bonaerense, donde los agentes penitenciarios son los principales ganadores del circuito, y además gozan de una posición monopólica. En un contexto de escasez generalizada, los objetos de reproducción cotidiana y los alimentos adquieren otro valor intramuros. Así, esta situación es una oportunidad para que tales agentes obtengan acceso a rentas extraordinarias por diversas vías: la sustracción de bienes destinados a los reclusos; el ingreso y comercialización de productos, algunos prohibidos (alcohol, drogas, electrodomésticos, etc.); o la utilización de instalaciones y la mano de obra de bajo costo para la realización de proyectos productivos dentro de la cárcel, de los que obtienen un elevado rédito.

Un recorrido por las páginas de Deudas, consumos y salarios… permite reponer una mirada más integral de las dinámicas que asume el dinero entre los integrantes de las fuerzas de seguridad, quienes aunque comparten comportamientos, hábitos y anhelos de consumo con el resto de los sectores sociales (acaso, sería interesante profundizar en esta línea), así como se encuentran signados por características propias del grupo al que pertenecen.

 

Notas

1 En el año 2012, integrantes de la Gendarmería Nacional protagonizaron una protesta demandando un salario digno. Esto ocurrió, también, en el contexto de una mutación en las tareas históricas de la fuerza, al pasar a ejercer funciones policiales en Buenos Aires en el marco del Operativo Cinturón Sur.

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