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Estudios del trabajo

versión impresa ISSN 0327-5744versión On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.50 Buenos Aires dic. 2015

 

ARTÍCULOS

El clasismo en el SMATA Córdoba. Ocupaciones fabriles, democracia sindical e izquierda clasista: la toma de la matricería Perdriel, mayo de 1970

 

Rodolfo Laufer

Universidad de Buenos Aires (UBA) / rodolfo.laufer@yahoo.com.ar


Resumen

En este artículo analizamos la toma fabril de mayo de 1970 y el proceso de radicalización de los obreros de la matricería Perdriel de IKA-Renault en Córdoba, que los llevó a transformarse, junto con Fiat Concord y Materfer, en una de las primeras y principales expresiones del clasismo cordobés. Destacamos los repertorios de confrontación utilizados, la crisis de la conducción sindical del peronista vandorista Elpidio Torres, el surgimiento de un nuevo liderazgo de las tendencias de la izquierda clasista, y las transformaciones políticas e ideológicas experimentadas por los trabajadores. De esta manera, concluimos que este conflicto protagonizado por los obreros de Perdriel, de características antiburocráticas, antipatronales y antidictatoriales, fue expresión de ciertos cambios en la conciencia y las estrategias de esta fracción obrera, en un momento histórico de ascenso de la lucha de clases.

Palabras clave: Clasismo; Córdoba; Perdriel; SMATA.

Abstract

SMATA Córdoba‘s clasismo. Factory occupations, union democracy and clasista left: the Perdriel‘s occupation, may 1970

In this paper we analyze the factory ‘occupation’ in may 1970 and the process of radicalization of the workers in the IKA-Renault‘s Perdriel matrix plant in Córdoba, that led them to become in one of the first and main expressions of the Córdoba‘s clasismo, beside the workers of the Fiat Concord and Materfer plants. We emphasize the repertoires of contention used, the crisis of the peronista vandorista union leader Elpidio Torres, the emergence of a new leadership of the left clasista groups, and some political and ideological changes in workers. We conclude that this conflict, against the bureaucracy, the employer and the dictatorship, was an expression of some changes in consciousness and strategies in this fraction of working class, in a context of class struggle exacerbation.

Keywords: Clasismo; Córdoba; Perdriel; SMATA.


 

Introducción

El 12 de mayo de 1970, a pocos días de cumplirse el primer aniversario del Cordobazo, los obreros de la matricería Perdriel de IKA-Renault ocuparon la fábrica. Encabezados por sus delegados, tomaron como rehenes a 38 directivos de la empresa, rodearon la planta de tanques de nafta y se prepararon para enfrentar y resistir cualquier intento de desalojo. El detonante fue el traslado de cuatro obreros a otra planta, dos de los cuales se perfilaban como delegados opositores a la conducción sindical de Elpidio Torres. Al tercer día de toma, extendiéndose la solidaridad entre los trabajadores y el pueblo de Córdoba, lograron hacer ceder a la Dictadura, al monopolio francés y a la conducción del SMATA, y obtuvieron un contundente triunfo. Junto con Fiat, donde el mismo 14 de mayo se iniciaba la ocupación de Concord, Perdriel se convertía en uno de los puntales del surgimiento del clasismo en la clase obrera cordobesa.
En los trabajos ya clásicos de James Brennan y Mónica Gordillo (Brennan, 1996; Brennan y Gordillo, 2008), la ocupación de la matricería Perdriel y en general los importantes conflictos fabriles de 1970 recibieron escasa atención. Brennan sentó las bases de la tesis del clasismo cordobés como un movimiento nacido de los cambios al interior del lugar de trabajo en pos de una representación sindical honesta y eficaz para enfrentar los programas de racionalización empresarial (1996: 457-458). A diferencia de estos autores, el reciente libro de Carlos Mignón (2014) sobre los trabajadores metalmecánicos cordobeses sitúa a los conflictos fabriles de 1970 en el centro de su análisis, conceptualizándolos como parte de un fenómeno mundial de “huelgas salvajes”. En su interpretación, estas se habrían caracterizado por el protagonismo de obreros no calificados, en su mayoría jóvenes, recientemente llegados a la ciudad mediterránea y sin experiencia sindical previa, por la espontaneidad, la organización por fuera del control sindical y el objetivo de causar el mayor daño posible a la producción (Mignón, 2014: 167).
Este artículo se enmarca en una investigación de la experiencia de los trabajadores mecánicos de Córdoba en el período que va del Cordobazo de mayo de 1969 hasta el triunfo del Movimiento de Recuperación Sindical-Lista Marrón encabezado por René Salamanca en las elecciones del SMATA local en abril de 1972. En particular, en este trabajo, nos proponemos realizar una reconstrucción y análisis pormenorizado de la ocupación de la matricería Perdriel desarrollada entre el 12 y el 14 de mayo de 1970, uno de los conflictos claves en el desarrollo del clasismo en la clase obrera cordobesa. Nos interesan en particular las características del conflicto, con los repertorios de confrontación utilizados, las reivindicaciones planteadas, el momento político, etc.; el surgimiento de nuevos liderazgos entre los trabajadores, con la crisis de la conducción torrista y el desarrollo de las tendencias de la izquierda clasista; y elementos políticos e ideológicos que se observan en los trabajadores y su núcleo dirigente.
Nuestra hipótesis es que la ocupación de la matricería Perdriel es uno de los momentos centrales que expresaron ciertos cambios en la conciencia y en las estrategias entre los trabajadores mecánicos de Córdoba, y una de las primeras y principales expresiones del surgimiento del clasismo cordobés. En este trabajo hablamos de clasismo en una doble acepción: por un lado como una línea de acción sindical específica basada en la confrontación de clases, llevada adelante por una importante fracción de la clase obrera en este período; por otro lado en referencia a las tendencias clasistas organizadas, en general vinculadas a formaciones partidarias de la denominada nueva izquierda. La toma de Perdriel mostró el crecimiento de las posiciones antiburocráticas, antipatronales y antidictatoriales que fueron algunas de las características distintivas del clasismo en estos años, y generó un salto en la ruptura de gran parte de las bases con la conducción sindical de Elpidio Torres y en el apoyo a nuevos líderes de las tendencias clasistas y opositoras, que posteriormente llevarían al triunfo de la Lista Marrón.

La matricería Perdriel y los antecedentes de la ocupación

La matricería Perdriel nació como parte de Industrias Kaiser Argentina (IKA). Estas se habían instalado en la ciudad de Córdoba en 1955, sobre la base de los capitales norteamericanos de la Kaiser Corporation y capitales aportados por el Estado a través de las Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) y un crédito del Banco Industrial. Con 240 hectáreas y una superficie cubierta de 201.042 m2, el primero en construirse fue el complejo industrial de Santa Isabel, en la zona sud-oeste de la ciudad (Brennan, 1996: 51-57; Gordillo, 1996: 39-55; Harari, 2008; Mignón, 2014: 46-59). Con el crecimiento de IKA, además de su complejo principal en Santa Isabel la empresa fue precisando más espacio y proveedores. Así se conformó ILASA (Industria Latinoamericana de Accesorios S.A), para la fabricación de accesorios, mazos de cable y carburadores, y Transax (Transmisiones Axiales), para los ejes y propulsores.
La matricería, que se dedicaba a la construcción de máquinas-herramienta y matrices a ser utilizadas en otras secciones, como forja o prensas1, en un inicio se instaló en Santa Isabel. En 1965, IKA adquirió la planta ubicada en Perdriel, en la zona norte de la ciudad, sobre el camino al Aeropuerto Internacional de Pajas Blancas, a donde luego trasladó la división de matricería y a sus alrededor de 500 obreros. Así nació la denominada División Planta Matrices Perdriel, o simplemente “Perdriel”.
Agustín Funes, quien fue delegado y uno de los principales dirigentes de los obreros de Perdriel y la ocupación de 1970, sostuvo que, además de razones técnicas, la creación de Perdriel obedeció a causas políticas, por el rol que tenían los obreros de matricería en los conflictos:

Al poco tiempo [de entrar a IKA], ya era el 64, participé de la toma de fábricas nacional convocada desde la CGT. En matricería, donde yo estaba, el 70 o el 80% veníamos de la fábrica de aviones; o sea que ya teníamos algo que nos unía. Además, matricería trabajaba con toda la fábrica: una semana estábamos en un punto, otra semana en otro, recorríamos. Y siempre se terminaba organizando desde ahí la punta de los conflictos. Entonces la empresa dejó en Santa Isabel solamente el mantenimiento de matrices, y formó el departamento de matrices en el camino al aeropuerto a Pajas Blancas, que se llamó después Perdriel. Ahí fui yo (Funes, A., entrevista en Sánchez, 2008: 127).

En la sección de matricería la producción se realizaba en función de los requerimientos de la producción, no en serie, por lo que era preciso que los obreros tuvieran una alta calificación. De este modo, la mayoría de los obreros de Perdriel eran calificados, y se encuadraban en las categorías más altas del convenio.
Muchos venían de haber trabajado en IAME, habiéndose formado en su Escuela de Aprendices. Esta última se había creado en el marco de la vieja Fábrica Militar de Aviones y luego se mantuvo en IAME. Los cursos duraban tres años, realizando las clases prácticas en la fábrica, y la edad de ingreso era entre los 13 y 16 años.

Al terminar el primario, no tenía 13 años, entré en lo que era la escuela de Aprendices de la Fábrica de Aviones. Además de mi papá, ya tenía dos hermanos trabajando en DINFIA. […]
El primer año nos hacían recorrer para conocer las tareas de las diferentes áreas, desde trabajar en una máquina hasta participar en los equipos de limpieza, en las oficinas, con los papeles. Al entrar a la mañana, hacíamos gimnasia con suboficiales de Aeronáutica y también un poco de instrucción militar, carrera, cuerpo a tierra, que no nos gustaba pero lo hacíamos. De ahí nos íbamos al taller. Se almorzaba en la escuela. Y seguíamos con el estudio. En segundo año ya tenías asignados oficios; si eran máquinas, ibas haciendo dos o tres meses en cada una, de acuerdo a la capacidad y a las necesidades de la fábrica. En tercero ya era el año completo en un lugar, con un oficio determinado: electricidad, máquina, mecánica.
Yo creo que debe ser una de las cosas más avanzadas que hubo en la Argentina. Aprendíamos muchísimo, con obreros calificados. […] Al salir, éramos los obreros más avanzados en cualquier fábrica adónde íbamos (Funes, A., entrevista en Sánchez, 2008: 126).

La formación realizada en esta escuela (con la característica adicional de que había nacido en el marco de la FMA, siendo la producción aeronáutica de mayor complejidad que la automotriz) y la baja escala de la producción en la fábrica estatal, que implicaba una menor división del trabajo, generó que los operarios provenientes de IAME tuvieran una calificación muy elevada, mayor aún a los de otras fábricas automotrices del mundo (Harari, 2009). Con la instalación de IKA y luego otras automotrices extranjeras, estas fueron absorbiendo la mano de obra formada en IAME:

Con el establecimiento de Fiat, y después de Kaiser, que pasa a Renault, empieza el desmantelamiento en DINFIA [Dirección Nacional de Fabricación e Investigación Aeronáutica, nombre que adquirió IAME desde 1956]. […] Estuvimos alrededor de dos meses y pico de huelga, con asambleas masivas, muy grandes. Todavía vivía mi padre, y estaba toda la familia en la fábrica. Era por atraso de salarios y porque ya se empezaba a despedir gente, venía la crisis del desmantelamiento y la entrega. […] Los sueldos eran muy, muy bajos. Y de las otras fábricas, que pagaban mucho más, venían a buscar la mano de obra especializada. Me fui de ahí en el año 63, había dado las pruebas en Fiat y Renault, y me llamaron de las dos (Funes, A., entrevista en Sánchez, 2008: 127).

Entre los obreros de Perdriel también algunos tenían estudios universitarios, en particular en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de la ciudad de Córdoba. El resto se formaban directamente en el Instituto IKA, creado en 1962. Este último fue el caso de Gerardo Luna, quien fue uno de los candidatos a delegados trasladados en mayo de 1970:

Yo había hecho ya mis estudios secundarios en Córdoba. Tuve la suerte de ser de la primera promoción del Instituto IKA, un instituto modelo que crearon las Industrias Kaiser Argentina en su momento. Nos preparaban para ser el personal calificado de la empresa (G. Luna, entrevista del autor, 16 de enero 2010).

También Roque Romero, quien sería electo delegado de Perdriel en 1971 y acompañaría como Secretario Adjunto a René Salamanca en la Lista Marrón en 1972, se había formado en el Instituto IKA. Romero venía de Catamarca y había estudiado en una escuela fábrica, por lo que logró entrar sin problemas al Instituto de la Kaiser:

Voy a averiguar, y parecía que la habían hecho para que yo entrara. Porque yo venía con tres años de escuela fábrica y ahí tenías que entrar con tres años de escuela industrial […]. Como alumnos, nos pagaban, nos daban 800 pesos, y también cuadernos, todo. Entrábamos a las 8, teníamos las máquinas y teoría. […] Tres años y me recibí de técnico mecánico matricero. Nos enseñaban bien; todas las máquinas que nos pusieron eran 0 km, porque le dieron manija al Instituto. […]
Y el 25 de febrero -día de mi cumpleaños- del año 66 ingresé a la fábrica. En Matricería. Ya la habían sacado de la planta de Santa Isabel y la pusieron en el camino a Pajas Blancas (R. Romero, entrevista en Sánchez, 2008: 196).

En la década del 60 se produjo una crisis en el sector automotriz local producto de la situación de saturación del mercado interno al que se orientaba esta producción, de su dependencia tecnológica y de la instalación de empresas automotrices en el Gran Buenos Aires durante el gobierno de Frondizi. IKA, particularmente afectada por la mayor competencia, optó por realizar una mayor expansión de la producción, fabricando nuevos modelos con el objetivo de ganar mercados (Harari, 2008). Al mismo tiempo redujo las horas de trabajo de su personal mediante suspensiones o despidos, e implementó políticas de racionalización e incremento de los ritmos de producción, lo que fue resistido por los trabajadores y el SMATA, ocasionando conflictos como el de enero de 1967 (Gordillo, 1996: 140-143; Brennan, 1996: 146).
La política económica de “modernización” y “eficientismo” implementada por la Dictadura de Onganía generó cierta reactivación de la industria automotriz y dio impulso a una mayor concentración monopólica y extranjerización en la rama. Este proceso señaló la crisis final de IKA, en desigualdad de condiciones con sus competidores en cuanto a tecnología y productividad. En 1967 el monopolio francés Renault adquirió las acciones de Kaiser, por lo que las Industrias Kaiser Argentina pasaron a denominarse “IKA-Renault”. En el mismo sentido, Ford compró la planta de Transax. La llegada de los capitales franceses, que a diferencia de la Kaiser eran de los más modernos a nivel mundial, trajo consigo una importante reestructuración tecnológica. La introducción de maquinarias más avanzadas simplificó el proceso de producción e implicó una descalificación de las tareas de los trabajadores. La tesis de James Brennan es que estos cambios en las condiciones en la base fabril fueron la clave de la militancia y la radicalización obrera de los mecánicos cordobeses:

La compañía misma vio en aquellos años que existía una relación entre racionalización y militancia obrera en sus plantas argentinas. Por ejemplo, en un extenso informe sobre la reconversión de su planta de Perdriel, que antes fabricaba máquinas herramienta de alta precisión y fue reconvertida a la producción de línea de montaje, Renault atribuyó directamente el descontento obrero y el crecimiento del apoyo a la conducción clasista en la planta a las nuevas tareas poco calificadas y a la racionalización (Brennan, 1996: 410).

Si bien la descalificación de las tareas producto de la racionalización implementada por Renault tuvo un impacto en los trabajadores de Perdriel, no tenemos indicios de que su mano de obra haya sido reemplazada por trabajadores no calificados. O sea, los obreros de matricería que protagonizaron la ocupación y los conflictos de 1970, y sobre todo sus dirigentes, como Funes y Luna, eran trabajadores calificados, e incluso con experiencia gremial previa en IAME. En este sentido, Perdriel constituiría una excepción a la tendencia general que registraron Brennan, Gordillo y Mignón para los trabajadores mecánicos de Córdoba: la gran afluencia de migrantes del interior de la provincia que dio como resultado una mano de obra mayoritariamente joven, no calificada y sin experiencia sindical previa (Brennan, 1996: 64-72; Gordillo, 1996: 49-52; Mignón, 2014: 11-39).
Los obreros de Perdriel, como el conjunto de los de IKA-Renault, estaban representados sindicalmente por la seccional cordobesa del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA). Desde 1958 este estaba conducido por la lista de Elpidio Torres, uno de los principales caudillos sindicales peronistas de Córdoba, que había construido su hegemonía sobre los trabajadores en base a las prácticas del sindicalismo de tipo vandorista, pragmático y negociador, pero apelando cuando era necesario a acciones confrontativas. En cada establecimiento representado por el SMATA se preveía la elección de delegados y Comisiones Internas de Reclamos (CIR). Los delegados se elegían por el voto directo de los trabajadores de cada sección, y las elecciones debían ser convocadas por el Sindicato en acuerdo con la empresa. Luego los delegados de la fábrica elegían a la CIR, al tiempo que también se integraban al Cuerpo de Delegados general del SMATA. A los obreros de Perdriel les correspondían 10 delegados: 4 por el turno mañana, 4 por el turno tarde y 2 por el turno noche.
Fue a partir de 1967 que la hegemonía torrista, particularmente en Perdriel, comenzó a resquebrajarse, al compás del deterioro general de las cúpulas sindicales hegemónicas al poco tiempo de la instauración de la “Revolución Argentina”, y de la crisis del sector automotriz provincial. A partir de ese año empezó a gestarse en la planta un proceso de deliberación y democracia obrera, que fue adquiriendo posiciones cada vez más combativas contra las políticas empresariales de IKA-Renault y de la dictadura de Onganía y opositoras a la dirección del sindicato. Se empezó a organizar un grupo de obreros en la planta, los “activistas de Perdriel”, y Torres fue perdiendo delegados, empezando a consolidarse un nuevo núcleo de dirección (Funes, A. en Teoría y Política, nro 11, septiembre-octubre 1973). Brennan registró las impresiones de Juan Baca, un trabajador que ese año ingresó a la planta de matricería:

Desde 1959 a 1966 había trabajado en el complejo Fiat, pero en 1967 pudo entrar a la planta de Kaiser en Perdriel como operario calificado de herramientas y matrices. En general se sentía complacido con el nuevo empleo aunque, para su sorpresa, lo intranquilizó el gran número de activistas sindicales con los que se encontró en la planta, de muchos de los cuales sospechaba que eran izquierdistas más que peronistas, el grupo con el que se identificaba orgullosamente (Brennan, 1996: 178).

Ante este proceso, la empresa reaccionó con despidos de los nuevos delegados y se sucedieron los conflictos, lo que radicalizó aún más la situación en la planta:

No había semana que no tuviera dos o tres paros, un abandono de fábrica. […] Era una cosa de locos. Se decía asamblea y no hacía falta repetirlo: cinco minutos y estaba hecha. Los baños estaban empapelados: el obrero recortaba los diarios y pegaba allí las noticias sobre conflictos. Diariamente, a cualquier hora que fuera, se encontraba en los baños un mínimo de 20 discutiendo. […] Se discutía todo, la política, el desarrollo de la dictadura de Onganía. La masa absorbía todo, muy caliente, en ese deseo de luchar. Había entrado en un proceso en el que quería barrer con todo y la situación ayudaba: en el tapete estaba Onganía, estaba Torres y la empresa (Funes, A. en Teoría y Política, nro 11, septiembre-octubre 1973: 6).

Ese mismo año se sumó además la intervención del SMATA cordobés por parte de la Comisión Directiva Nacional aduciendo maniobras fraudulentas, persecución a la oposición y corrupción (Gordillo, 1996; Campellone y Arriola, 2006). Ante los fallos judiciales favorables a los cordobeses y el antiporteñismo arraigado en las bases mecánicas, la Comisión Interventora finalmente tuvo que retirarse y Torres fue reelecto como Secretario General, pero surgió una lista opositora, la Lista Azul. Esta estaba encabezada por sectores peronistas y radicales que habían estado vinculados a la intervención, pero en su seno se irá desarrollando un sector que en 1968 adherirá a la línea de la CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro y más tarde se integraría al Peronismo de Base (PB). La división nacional de la CGT en 1968 también fue un problema para el torrismo: la mayoría de los sindicatos cordobeses se incorporaron a la CGTA, mientras que una minoría se alineó con la CGT Azopardo. En estas circunstancias, Torres se orientó hacia el sector vandorista, aunque decidió no integrar formalmente al SMATA en ninguno de los dos bloques, lo que le valdría fuertes críticas por parte de los peronistas del SMATA alineados con Raimundo Ongaro2.
La actividad de los obreros de Perdriel hizo que distintas tendencias de la izquierda clasista empezaran a acercarse a los delegados y activistas de la planta. En la segunda mitad de los año ‘60 se insertaron entre los mecánicos del SMATA Córdoba el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)2, el Partido Comunista Revolucionario (PCR)3, que orientaba a la Agrupación Clasista 1º de Mayo, y Política Obrera (PO), que impulsaba Vanguardia Obrera Mecánica (VOM). El Partido Comunista (PC), que impulsaba el Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical (MUCS), tenía una antigua presencia entre los mecánicos y algunas influencias en la sección matricería5.
Un sector de los delegados y activistas de Perdriel, encabezados por Agustín Funes, comenzó a reunirse con miembros de las Agrupaciones Clasistas 1º de Mayo y el PCR6. Esta vinculación contribuyó a la radicalización de los posicionamientos político-ideológicos del núcleo dirigente de los trabajadores. A su vez, enmarcó sus acciones en una estrategia orientada hacia el conjunto de los mecánicos, cuyo centro de gravedad estaba en la planta de Santa Isabel, la más grande de las representadas por el SMATA.
Así llegaron los obreros de Perdriel al Cordobazo de 1969, el estallido obrero y popular en el que confluyeron las reivindicaciones como el sábado inglés con la resistencia antidictatorial. En la bibliografía en general se ha reseñado la participación de los mecánicos, el principal contingente obrero protagonista de esta pueblada, asumiendo un liderazgo indiscutido de Elpidio Torres (Brennan y Gordillo, 2008: 81-107; Mignón 2014: 144-147). Efectivamente este mantenía aún su hegemonía sobre el SMATA cordobés y fue parte del núcleo que junto con Agustín Tosco y Atilio López organizó la jornada del 29 de mayo desde los sindicatos y las dos CGT. Pero, a su vez, cabe señalar que existían núcleos de oposición muy activos, entre los cuales el más importante era el de la planta de matricería. Allí, en el transcurso de 1968 Torres ya había perdido definitivamente la mayoría: “La relación de fuerzas había cambiado totalmente: éramos los secretarios de Perdriel y Torres era el secretario del gremio” (Funes, A. en Teoría y Política, nro 11, septiembre-octubre 1973: 6).
Los delegados de Perdriel, encabezados por Agustín Funes y Roberto Mercado, electos en febrero de 1969, tenían una participación activa en el cuerpo de delegados general del SMATA. Antes de cada reunión, en Perdriel se realizaban asambleas que mandataban a sus delegados con propuestas para llevar, algo desconocido en el resto de las plantas y que fue prestigiando a la oposición combativa. Lo mismo sucedía en las asambleas generales en el Córdoba Sport, como la del 14 de mayo tras la noticia de la derogación del sábado inglés, que culminó con la represión policial y enfrentamientos callejeros. En estas asambleas participaban en bloque los 500 obreros de Perdriel, encabezados por sus delegados, constituyéndose como una “tribuna” opositora al torrismo.
A partir del 14 de mayo se generalizó la discusión política en Perdriel:

Mizael Bizzotto, un trabajador de la fábrica de IKA-Renault en Perdriel, recordaba que la ira en la planta aumentó palpablemente después de la concentración del 14 de mayo y que incluso los baños de la fábrica se convirtieron en lugares de discusión política, donde la indignación y la resolución de responder a las provocaciones del gobierno eran los sentimientos que prevalecían de manera abrumadora (Brennan, 1996: 186).

Una vez resuelta la convocatoria de ambas CGT para el 29, el cuerpo de delegados del SMATA se puso a la cabeza de la preparación para lo que se preveía como un seguro enfrentamiento con las fuerzas represivas. Los obreros de Perdriel, en asamblea, resolvieron participar decididamente y desde la fábrica se dedicaron a la preparación de elementos para la lucha callejera. Pero mantenían su desconfianza y oposición a Torres:

Nosotros hicimos una asamblea en nuestra fábrica, denunciamos la maniobra, que había que luchar a fondo, que en el camino había que voltear a Torres, porque Torres nos iba a golpear a nosotros. La masa tomaba eso y nos cuidaba mucho, sentía un gran cariño por nosotros. Paso que dábamos, ellos trataban de afirmarnos para que no nos voltearan. […] La idea era: si luchamos con Torres nos traiciona. Tomamos lo de Torres y vamos más adelante, porque Torres dirigía (Funes, A. en Teoría y Política, Nro 11, septiembre-octubre 1973: 11).

El 29 de mayo los mecánicos del SMATA se dividieron en tres columnas, como se había decidido en el cuerpo de delegados: para la que salió desde la sede del sindicato, reuniendo a los obreros de Perdriel y al turno tarde de Santa Isabel, se había designado como dirección a Funes y Mercado (Funes, A., entrevista del autor, 28 de marzo 2014). Cuando esta columna llegó a la intersección de avenida General Paz y Colón se inició la represión y los enfrentamientos, del mismo modo que sucedía en otros puntos de la ciudad. Con la muerte de Máximo Mena se desató el estallido popular generalizado, con un alto grado de radicalización en los repertorios de confrontación, que incluyeron el enfrentamiento de las fuerzas policiales, erección de barricadas, ocupación de barrios enteros, destrucción de símbolos del poder económico y político, etc. (Balvé, Murmis, et. al, 1973).
El Cordobazo generó un antes y un después en los mecánicos cordobeses, y en particular en los obreros de Perdriel. A pesar de no haber logrado las reivindicaciones planteadas y de las víctimas de la represión, en la clase obrera fue vivido como una victoria, logrando la derrota de la policía, la caída del Gobernador Carlos Caballero y un fuerte golpe político a la Dictadura de Onganía. El Cordobazo se transformó en un potente ejemplo y en un símbolo, dando un nuevo impulso a la radicalización de un sector importante de los trabajadores. Y significó un punto de inflexión en el desarrollo del clasismo entre los obreros automotrices de Córdoba: en 1970 este emergería con fuerza en Perdriel y en las plantas de Fiat.


Barricada con la presencia de obreros y delegados de Perdriel durante el Cordobazo de 1969.
Fuente: Colección personal.

Mayo de 1970: la toma de Perdriel

Luego del Cordobazo, la Dictadura intentó aplacar el descontento y la combatividad de los trabajadores, mientras distintos sectores de las clases dominantes disputaban la hegemonía en el Estado y buscaban una salida política. Se lograron compromisos con las cúpulas sindicales para la reorganización de una CGT unificada, pero no consiguieron detener la radicalización de importantes sectores de los trabajadores.
Elpidio Torres, que había sido detenido el 30 de mayo junto con Agustín Tosco y otros dirigentes sindicales de Córdoba, y condenado a cuatro años de prisión, finalmente fue liberado el 6 de diciembre de 1969. A su regreso, Torres intentó fortalecer su imagen y proyectarse nacionalmente, sumándose a la campaña por la unificación y normalización de la CGT y manteniendo un discurso crítico a la dictadura, aunque prácticamente sin mencionar a Onganía y exigiendo compromisos en el caso de su permanencia en el poder7. En marzo de 1970, sobre la base de un acuerdo entre las dos alas sindicales peronistas (legalistas y ortodoxos), sin los gremios Independientes, Elpidio Torres lograría sumar a su cargo de Secretario General del SMATA cordobés (que ratificó en las elecciones gremiales de ese mismo mes) el de Secretario General de la CGT Córdoba. Así, llegaba al punto más alto de su carrera gremial y política.
Pero entre los trabajadores del SMATA Córdoba la situación daba signos de haber cambiado. Abierto el proceso de renovación de los convenios colectivos en la segunda mitad de 1969, se había reactivado con intensidad la movilización, en un proceso que Brennan y Gordillo han caracterizado como de “irrupción de las bases sobre los dirigentes” (Brennan y Gordillo, 2008: 111). En el mismo sentido, en enero de 1970, un artículo de Francisco Delich en la revista Jerónimo señalaba la “rebelión de las bases” en los sindicatos, la “radicalización de los contenidos reivindicatorios” y la “izquierdización” de las expresiones políticas (Jerónimo, 1era quincena de enero 1970: 15). En los metalmecánicos cordobeses se produjeron conflictos en ILASA, Santa Isabel y Grandes Motores Diesel. En Perdriel continuaba la persecución empresarial a delegados y activistas, por lo que el 30 de enero de 1970 los obreros del tercer turno realizaron un abandono de tareas. El mismo fenómeno se expresaría en las plantas de Fiat, donde en marzo se iniciaba la rebelión de los obreros de Concord, destituyendo a la Comisión Directiva de Lozano.
Otro de los antecedentes fundamentales para comprender el proceso de Perdriel fue un conflicto desatado en la provincia de Neuquén, con honda repercusión nacional y entre los obreros de la matricería: la huelga de los 2.500 trabajadores de la construcción del complejo hidroeléctrico El Chocón.

“Cuando se da lo de El Chocón, Perdriel vibra. Era un hecho que lo sentía como propio, que lo tenía que hacer. Miraba hacia El Chocón, muy hermanado en esa lucha” (Funes, A. en Teoría y Política, nro 11, septiembre-octubre 1973: 14).

A partir de las penosas condiciones de trabajo, vivienda, salario y seguridad, las bases obreras de la obra en construcción habían tomado la iniciativa de la elección de delegados y comenzaron un conflicto por las condiciones de trabajo. La Unión Obrera de la Construcción del participacionista Rogelio Coria se ubicó junto a la empresa Imprellio-Sollazo S.A. y la Dictadura, desconociendo a los delegados y abriendo paso a su despido y encarcelamiento. El conflicto se transformó en una lucha en defensa de la democracia sindical, que incluyó enfrentamientos con las fuerzas represivas y una huelga de tres semanas desde el 23 de febrero. Finalmente, ante el aislamiento del conflicto y con un gran operativo represivo, el 14 de marzo el conflicto fue derrotado.
El conjunto de las corrientes clasistas y de la izquierda siguieron con atención el conflicto de El Chocón, señalándolo como un ejemplo a seguir. Para el MUCS y el PC, la tendencia que había tenido mayor influencia en su núcleo dirigente, a partir de este conflicto la lucha por la democracia sindical entraba en una nueva etapa, y sostenía que habría nuevos “Chocones”8. Para las nuevas organizaciones de la izquierda revolucionaria, el conflicto de El Chocón mostraba también las deficiencias de la política que caracterizaban como reformista y moderada del MUCS. En particular las Agrupaciones Clasistas 1º de Mayo, en este momento ya claramente hegemónicas entre los delegados y activistas de Perdriel, discutieron fuertemente su balance en la base obrera de la fábrica, planteándose el objetivo explícito de trabajar para “un Chocón triunfante”:

Se cae ese conflicto y nosotros tomamos la consigna: “Por un Chocón triunfante”. La síntesis de lo que decíamos era: a El Chocón le había faltado una dirección revolucionaria, clasista, que se ponga al frente de la lucha de las masas para hacerlas avanzar y no para usarlas y luego entregarlas (Luna, G., en Revista Teoría y Política, Nro 19, agosto 1977: 35).

Perdriel ya constituía claramente un problema para el torrismo. Su núcleo dirigente, fuertemente respaldado por las bases de la fábrica, permanentemente cuestionaba y desbordaba a la dirección gremial. El 23 de abril, en el marco del paro convocado por las cúpulas sindicales nacionales y del paro activo decidido por la CGT de Córdoba, los obreros de Perdriel realizaron una manifestación callejera que dejó como saldo cuatro delegados detenidos por la policía. Al otro día, viernes, se realizó una asamblea conjunta del segundo y tercer turno en la que se le exigieron medidas de lucha a la dirección del SMATA. Mario Bagué, segundo de Torres, tuvo que asistir a la asamblea. Así lo relataba posteriormente el boletín El Compañero, de la Agrupación 1º de Mayo:

Frente a la multitud elige -Vagués [sic]- un estilo: la suficiencia. Repite sus argumentos: “Guarda con las medidas apresuradas”, “los compañeros ya van a salir, están ante el juez”, y completa: “Acá hay un grupo de subversivos y foráneos”. “Mirá macho” le respondieron, “ustedes cada vez que han venido a la planta lo han hecho para dividir, para provocar… no tienen vergüenza, los vamos a hacer re…”. En tanto que otro orador, al final del anterior discurso, se levantaba preguntando: “¿Quiénes son los subversivos y foráneos? Que se identifiquen”. Vagués [sic] debió sentir algo feo en el cuerpo cuando se levantaron frente a sus ojos cuatrocientas manos (El Compañero, Mayo 1970, Año II, nro5).

Luego del fin de semana los delegados seguían presos y la dirección del Sindicato optó por ausentarse. Los obreros entonces decidieron movilizarse directamente a Santa Isabel a buscar apoyo y obtuvieron el compromiso de algunos delegados de realizar medidas de fuerza para el día siguiente si los presos no eran liberados, con o sin el SMATA (Nueva Hora nro. 45, mayo de 1970). Finalmente, ese mismo día los presos fueron apresuradamente puestos en libertad. En El Compañero se reproducían los extractos de una declaración de balance de los obreros de la matricería:

“La medida tomada es la forma más contundente y efectiva de enfrentar a nuestros enemigos de clase” escribieron. Y añadían: “la Dictadura tiene más miedo a la movilización de las bases que a dichos legalistas y conciliadores” (El Compañero, Mayo 1970, Año II, nro5).

A pocos días de cumplirse el primer aniversario del Cordobazo, también para la Dictadura Perdriel era un problema, una amenaza para la paz social que se buscaba imponer. Ante la situación, la patronal de IKA-Renault y el torrismo decidieron pasar a la acción. El lunes 11 de mayo de 1970 cuatro obreros de Perdriel (Gerardo Luna, Roberto Ávalos, Oscar Bonet y Américo Tarico) recibieron telegramas de IKA-Renault anunciándoles su traslado a la planta de Santa Isabel. Luna y Ávalos eran candidatos prácticamente seguros a delegados opositores al torrismo. Inmediatamente después de los traslados, el sindicato le ponía fecha a la elección de los delegados del turno al que estos pertenecían y que los obreros venían reclamando hacía tiempo. Para los trabajadores de Perdriel, era evidente el acuerdo entre la dirección del SMATA y la empresa, como ya había sucedido otras veces y como los delegados venían advirtiendo.
Cuando, tras una asamblea en la planta, 15 obreros se dirigieron a la sede del sindicato, uno de los miembros de la conducción se desentendió del conflicto:

El sindicato se desentiende de eso, la dirección encabezada por Elpidio Torres. E incluso nos recomiendan no hacer nada porque es común en la empresa el traslado de gente, que nosotros ya sabemos cómo es eso y que, por último, ellos no van a dar ningún apoyo a ninguna lucha (Luna, G., en Revista Teoría y Política, nro 19, agosto 1977: 36).

Al otro día, el martes 12 de mayo, por la mañana se realizó una asamblea con la presencia de la conducción sindical, y se decidió dar plazo hasta la tarde para que el sindicato gestionara la anulación de los traslados. Pero a la salida del segundo turno el torrismo directamente no se presentó. En estas condiciones, en asamblea conjunta de los turnos entrante y saliente, los obreros resolvieron proceder a la toma de la fábrica. Ante el hecho consumado, la dirección del SMATA rápidamente planteó su desconocimiento y oposición a la medida: “Ningún organismo del Sindicato fue consultado ni informado en ningún momento para tomar esta grave actitud” declaró públicamente (Revista Los Libros nro 21, agosto 1971: 11). En su libro de 1999, Elpidio Torres siguió sosteniendo que las medidas se tomaron “con total desconocimiento de la conducción del gremio” (1999: 138). Siendo Torres también el Secretario General de la CGT cordobesa, tampoco los obreros podían esperar apoyo por parte de esta.
El operativo de ocupación de la planta de matricería mostró un alto grado de participación obrera y de radicalización de los repertorios de confrontación. Con más de 400 obreros presentes, se decidió mantenerse en estado de asamblea permanente y se conformó un comité como dirección de la toma, compuesto por los delegados Funes y Mercado y otros obreros. Apenas finalizada la asamblea, los obreros se dirigieron a las oficinas de la gerencia: “‘¿Cuántos vamos a tomar la gerencia?’ Vamos todos. Entramos a la gerencia amontonando, pechando: ‘Hoy mandamos nosotros’” (Funes, A. en Teoría y Política, nro 11, septiembre-octubre 1973: 14). Quedaron como rehenes 38 directivos de la empresa, incluidos dos ejecutivos franceses, entre ellos el gerente general de la firma. Fueron dirigidos a una habitación y un grupo de 50 obreros quedó en la puerta haciendo guardia. Luego irían estableciendo un régimen para el uso del baño, las comidas, la comunicación con los familiares, etc.


Puerta de entrada de Perdriel durante la ocupación en mayo de 1970.
Fuente: Video documental “Elpidio Torres, SMATA” (2010), Crónicas de Archivo, Canal Encuentro, recuperado de http://www.encuentro.gov.ar/programas/serie/8057/812.

Todos los accesos fueron bloqueados, en algunos casos directamente soldando las puertas. Varios tanques de hasta 200 litros fueron llenados de nafta, tinner y otras sustancias inflamables y distribuidos por la planta, a plena vista y cerca de dos surtidores de nafta, para disuadir a la policía de disparar o arrojar bombas de gases. Se confeccionaron cócteles molotov, se colocaron mangueras en las bocas de incendio para el caso de que entrara la policía, se conectaron baterías a los alambrados y se organizaron guardias rotativas para vigilar desde los techos. “En las primeras cinco o seis horas se fabricaron todas las molotov, se blindó la empresa hacia adentro y quedó totalmente bloqueada” (Funes, A., entrevista en Sánchez, 2008: 132).

Aparece un hombre de 48 o 50 años en ese comité [el comité de dirección de la toma] y dice así textualmente: “Yo no sé si esto servirá. Yo tengo mucha experiencia: estuve en la guerra civil española y sé lo que es una defensa militar. […] Después de tantos años me vuelvo a encontrar con una cosa así… No creía volver a hacer nada, volver a ser participante de un hecho como éste, para mí histórico” (Funes, A. en Teoría y Política, Nro 11, septiembre-octubre 1973: 15).

En el exterior de la planta se colgaron carteles y banderas: “Fábrica tomada. Reintegrar 4 compañeros a esta planta”, “¿Dónde está la dirección del SMATA?”, “Elpidio Torres nos engañó. Menos palabras y más hechos”, “Abandonar la represión e invertir en escuelas”, “30 rehenes, recuerden”.
Por la mañana del miércoles 13 de mayo los medios de comunicación se hacían eco de la toma. La prensa, los Gobiernos dictatoriales de carácter nacional y provincial, la patronal de IKA-Renault, la Policía y hasta la Embajada de Francia comenzaban a pronunciarse y mover hilos en torno al conflicto de Perdriel. Empezaron entonces las negociaciones, las que fueron seguidas por el conjunto de los obreros discutiendo en asamblea cada paso. Incluso para las comunicaciones telefónicas con miembros de la empresa o del Gobierno utilizaban un megáfono con el teléfono para que todos los obreros escucharan los diálogos (Funes, A., entrevista del autor, 28 de marzo 2014).
A las 8 de la mañana, el Jefe de la Policía provincial, Teniente General Héctor Romanutti, ya tenía en sus manos la orden de desalojo, firmada por el juez Reinaldi y avalada por el Gobernador Interventor Juan Carlos Reyes (Los Principios, 14 de mayo de 1970). Inmediatamente la guardia de infantería de la policía, con nueve carros de asalto y un camión hidrante, rodeó la fábrica. A las 10 de la mañana el Jefe de Policía se hizo presente y los obreros lo hicieron entrar para plantearle sus demandas y demostrarle el operativo que mostraba su decisión de resistir cualquier intento de desalojo. A pocos días de cumplirse el primer aniversario del Cordobazo, y tratándose de los obreros mecánicos, el centro del movimiento obrero de la ciudad, el gobierno dictatorial temía lo que podría desencadenar una represión directa. Durante todo el día se produjeron nuevas visitas del Jefe de Policía, que tomó la postura de mediador en el conflicto: el centro de sus propuestas era la liberación de los rehenes. La empresa, a través de su asesor letrado el Dr. Garayzábal, se negaba a ceder, y hacía trascender que sometería a proceso a los obreros por privación ilegítima de la libertad. A las 16:45, la propuesta del Jefe de Policía seguía sin dar ninguna garantía a los obreros. Así lo consignaba el diario Los Principios:

[…] si los obreros libertaban a los rehenes se contemplaría la posibilidad de que la patronal acceda a la petición, en el sentido de que los cuatro obreros trasladados serían reintegrados a su puesto anterior [el destacado es nuestro. RL] (Los Principios, 14 de mayo de 1970).

Agustín Funes y Gerardo Luna sostienen que ante esto se produjo un debate entre los obreros al interior de la toma: los obreros influenciados por el MUCS planteaban soltar a los rehenes para que busquen una solución afuera y levantar la toma, mientras que los influenciados por las Agrupaciones Clasistas 1º de Mayo se mantenían en la posición de no ceder hasta lograr el triunfo: “el debate principal de línea en la ocupación de la fábrica es con el PC, que por su línea quiere centrar en la negociación sin lucha. Nosotros proponíamos otra cosa: todo, incluso las negociaciones, desde la lucha” (Luna, G., en Revista Teoría y Política, nro 19, agosto 1977: 37). Finalmente se decidió en asamblea liberar a los rehenes de menor rango, reteniendo a los 7 directivos de mayor jerarquía, entre ellos el gerente general, y mantener la toma hasta lograr la satisfacción completa de los reclamos.
Ante el desentendimiento del SMATA y la CGT, los obreros de Perdriel decidieron apelar directamente a las bases obreras y al pueblo de la ciudad. Desde el primer día una comisión había salido a recorrer la ciudad, particularmente las plantas de Santa Isabel e ILASA y los diarios. El miércoles, estas acciones empezaron a dar algunos frutos: al mediodía se realizó un acto estudiantil en apoyo a la toma y se marchó a la planta. Cientos de estudiantes se dirigieron también a Santa Isabel, donde intentaron realizar una asamblea con los obreros, pero fueron atacados por individuos vinculados SMATA, que también agredieron a un periodista (El Compañero, Mayo 1970, Año II, nro 5). Al mismo tiempo, la fábrica metalúrgica Italbo de Córdoba era ocupada también por sus trabajadores por el atraso en el pago de varias quincenas.
El jueves 14 los obreros de Perdriel dieron a conocer a los medios un comunicado de prensa:

Directamente de la Planta Matrices de IKA-Renault, “Perdriel”, en la ciudad de Córdoba, nos dirigimos a la opinión pública en general a fin de esclarecer definitivamente el problema por el cual ha sido tomada esta planta y con el firme propósito de desvirtuar comentarios falsos e inverosímiles que han sido gestados por personas y dirigentes deshonestos con el único fin de confundir a la ciudadanía interesada en el conflicto. Desde bastante tiempo atrás esta planta viene siendo el juguete de la patronal y de los falsos dirigentes de SMATA conducidos por Elpidio Torres.
En lo concreto podemos decir que la situación actual nos permite afirmar que hemos reducido, demostrando buena voluntad en pos de una pronta solución, el número de rehenes a 7, los que en un momento sumaban 38, encontrándose entre los que aún resta liberar, dos ejecutivos de origen francés, como asimismo otras jerarquías de esta planta. Recalcamos una vez más que nuestra decisión ha sido unánime y voluntariamente tomada por el grupo de operarios afectados a este departamento, sin que medie ninguna acción de gente extraña al movimiento, reafirmando de esta manera nuestro sentido gremial desvinculado de todo aspecto político o subversivo.
[…] hacemos notar la deliberada y cobarde actitud de los dirigentes de SMATA que ni tan solo han llegado a nosotros a preguntarnos sobre el desenvolvimiento del conflicto. Por último, manifestamos que con toda prudencia, pero con la mayor firmeza, llevaremos esta situación hasta las últimas consecuencias (Los Principios, 15 de mayo de 1970).

El comunicado tenía el claro objetivo de defender el conflicto frente a las acusaciones y “los comentarios falsos e inverosímiles” que recibían por parte de “personas y dirigentes deshonestos”, en una clara alusión al torrismo. Los obreros denunciaban duramente a la conducción sindical, “los falsos dirigentes del SMATA conducidos por Elpidio Torres”, y procuraban cubrirse de las acusaciones que recibían de estar alentados por grupos “subversivos” con intereses políticos ajenos a los trabajadores. Por último, del mismo modo que lo expresaron en una conferencia de prensa realizada en el interior de Perdriel, reafirmaban su decisión de mantenerse firmes hasta las últimas consecuencias. Allí los delegados también destacaron que ese día se realizarían nuevas medidas de solidaridad, que efectivamente se intensificaron. En una acción muy significativa, las obreras de ILASA abandonaron el trabajo y se encolumnaron hacia Perdriel:

Fue algo muy emocionante. Siempre habíamos visto a las compañeras, incluso a veces en la calle, peleando, pero nunca habíamos visto una columna de mujeres obreras. Recuerdo que venían con una bandera argentina al frente Esa fue la primera solidaridad que nosotros tuvimos y que, de hecho, nos daba mucha más fuerza para seguir nuestro conflicto. Después todo el mundo quería solidarizarse: nos llevaban galletas, cigarrillos; era la gente misma del barrio, de la zona (Luna, G., en Revista Teoría y Política, Nro 19, agosto 1977: 38).

En distintas facultades se realizaron asambleas en apoyo a los obreros de Perdriel y 700 estudiantes se manifestaron en el centro de la ciudad levantando barricadas. Se hizo público un comunicado de los sindicatos independientes conducidos por Tosco expresando su solidaridad. Pero la clave estaba en lo que sucediera en Santa Isabel, la fábrica más grande de las representadas por el SMATA y el histórico bastión de Torres. Allí, los trabajadores se hallaban en estado deliberativo, lo que forzó al SMATA a convocar una asamblea a la salida del turno tarde, a las 16:30 h., mientras negociaba con la empresa una solución al conflicto.


Tanques de nafta en las ocupaciones fabriles en Córdoba en 1970.
Fuente: “Tosco: la calle tiene memoria”, Ed. Madres de Plaza de Mayo, CABA, 2008.

Momentos antes de la asamblea en Santa Isabel, el Secretario Adjunto del SMATA, Mario Bagué, llegó a Perdriel con una propuesta de la empresa: los cuatro obreros empezarían a trabajar en su nuevo destino hasta que se realizara la elección de delegados, y, si resultaban electos, volverían a la planta de matricería (Documentación e Información Laboral, Nro 123, mayo 1970). Los obreros rechazaron la propuesta planteando que sus cuatro compañeros debían seguir en Perdriel, y la empresa debía comprometerse a no tomar ninguna represalia. La conducción del SMATA volvió entonces a reunirse con los directivos de IKA-Renault.
A las 17:30 h., junto al portón de entrada de Santa Isabel se habían juntado entre 3.000 y 4.000 obreros. Ante el retraso de Torres, que seguía reunido con la empresa, tomó la palabra el delegado de Perdriel Roberto Mercado:

[…] el ambiente electrizado, fue increscente [sic] cuando el obrero Mercado, de la planta de Perdriel, empezó a informar todo el proceso de la toma de las instalaciones de camino a Pajas Blancas, haciendo cargos severos contra la gestión del SMATA (Los Principios, 15 de mayo de 1970).

En ese momento llegó Torres a la asamblea, anunciando que la empresa aceptaba que quienes fueran electos delegados permanecieran en Perdriel. Torres pretendió presentarlo como un logro de las gestiones del sindicato, recibiendo la desaprobación de los obreros:

“Esto es, compañeros, a despecho de todos los que gritan y patean, la solución que ha traído la comisión directiva. En consecuencia, los compañeros ingresan mañana normalmente a trabajar en la planta de Perdriel”. Cuando finalizó esta exposición, los obreros demostraron su disconformidad (Los Principios, 15 de mayo de 1970).
Se realizó una asamblea en la que participaron aproximadamente 3.000 obreros. Allí Elpidio Torres (Secretario de SMATA) fue abucheado por los afiliados (Documentación e Información Laboral, nro 123, mayo 1970).

El propio Torres en su libro recuerda: “Tuvimos asambleas en la planta y se había producido ya un clima donde la gente estaba contagiada de ese espíritu de lucha” (Torres, 1999: 138). En un comunicado de prensa con un tono claramente defensivo, la Comisión Directiva del SMATA insistía con que el logro había sido producto de sus negociaciones y no del conflicto protagonizado por los obreros de Perdriel: “La solución lograda es, a través de las distintas reuniones llevadas a cabo con la patronal, la suspensión transitoria del traslado” [el destacado es nuestro. RL]. Y aclaraba:

Tenemos plena conciencia de que somos absolutamente representativos, pues la inmensa mayoría del gremio está consustanciada con nuestra conducta y condenan a quienes tratan de usar cualquier medio, por espúreo que sea, para desprestigiar a quienes nos hallamos en una línea doctrinaria auténticamente nacional (Los Principios, 15 de mayo de 1970).
Los hechos mostrarían lo contrario: cuatro meses después Torres debería renunciar a la Secretaría General de la CGT de Córdoba; seis meses más adelante a la Secretaría General del SMATA; y un año después sus sucesores perderían la conducción del gremio frente al Movimiento de Recuperación Sindical-Lista Marrón. La toma de Perdriel significó un fuerte golpe político para el torrismo, al que luego se sumaría la derrota de la posterior toma de fábricas y la huelga de junio de 1970, con alrededor de 700 despidos (Laufer, 2015).

El triunfo de la toma había sido total. La firmeza de los obreros había conseguido hacer ceder a la Dictadura, al monopolio francés y a la conducción del SMATA9, proyectando una línea de acción sindical alternativa y opuesta al torrismo:

En el acto de levantar la toma, cuando se hicieron actas con las condiciones en que entregábamos la fábrica y las condiciones del levantamiento de la toma, los obreros se abrazaban y lloraban; habían sentido muy profundamente que la única forma era esa (Funes, A. en Teoría y Política, Nro 11, septiembre-octubre 1973: 15).

A las 8 de la noche de ese jueves, cuando los obreros de Perdriel salieron de la planta, marcharon a llevar su solidaridad a Fiat Concord, que ese mismo día iniciaba la toma de la fábrica siguiendo el ejemplo de Perdriel. Nacía la consigna “Fiat, Perdriel, lucha sin cuartel”. En uno de sus libros, uno de los dirigentes del Sitrac, Gregorio Flores, afirmó:

Por esos días los obreros de la planta Perdriel agrupados en el Smata habían tomado la fábrica para impedir el traslado de dos obreros que iban a salir delegados de la oposición a Elpidio Torres […]. Este triunfo sirvió de estímulo para los obreros de Fiat, que veíamos que debíamos transitar por el mismo camino si en verdad queríamos imponer una nueva dirección (Flores, 2004: 148).

Al día siguiente, cuando se realizaron oficialmente las elecciones de delegados en Perdriel, con la participación del 92% de los empadronados, Luna y Ávalos fueron electos por amplio margen. El clasismo y la oposición sindical al torrismo se fortalecían en el SMATA Córdoba.

Conclusiones

La toma de Perdriel fue expresión de la radicalización de los trabajadores mecánicos luego del Cordobazo, en el marco de un régimen dictatorial proscriptivo y un período de ascenso de la lucha de clases. Por estos años, crecientes fracciones de la clase obrera comenzaron a cuestionar tanto a las estructuras y direcciones sindicales como al régimen social vigente (Laufer y Santella, 2015), surgían nuevas organizaciones de izquierda marxista, y también al interior del peronismo, la identidad política mayoritaria entre los trabajadores, se vivía un proceso de radicalización de importantes sectores.
Desde nuestro punto de vista, más que un reclamo laboral por una representación sindical honesta para enfrentar los problemas al interior del lugar de trabajo, o un proceso protagonizado por nuevos obreros no calificados y sin experiencia sindical previa, en el conflicto de Perdriel se pueden observar ciertos cambios en curso en la conciencia y las estrategias de esta fracción obrera. La reestructuración tecnológica llevada adelante por Renault tras comprar IKA implicó un ataque a las condiciones de trabajo en Perdriel y en toda la empresa, pero entendemos que esto no explica acabadamente el proceso de los obreros de la matricería.
Tras el fin de la ocupación, los obreros de Perdriel se reunieron en asamblea y aprobaron una “Carta Abierta”, cuyo contenido sintetizó el balance que hicieron de su conflicto y muestra una serie de elementos importantes de contenido político-ideológico. La reproducimos extensamente:

Al levantar nuestro conflicto no nos mueve ninguna pretensión jactanciosa, sino el simple deseo de transmitir a todos lo que entendemos es un camino de victoria. No solo por el positivismo [sic] de haber logrado lo que nos pertenece, y que nos habían quitado, sino que impusimos un método a nuestro accionar: el haber enfrentado a la violencia del régimen con nuestra violencia organizada, única garantía de que hoy se nos pueda escuchar.
Para ello debimos violar la sacrosanta propiedad privada, metimos presos como rehenes a personeros de quienes nos explotan, y valga la experiencia: hasta dónde llegará la intransigencia patronal que sabiendo el riesgo al que estaban sometidos sus personeros más fieles, que era el mismo de todo el conjunto de compañeros que allí se jugaban, seguían analizando la forma de negar una solución. Durante 55 largas horas que estuvo ocupada la empresa, hemos sido los dueños de ese territorio, dispuestos a jugar la vida en defensa de un principio tantas veces pisoteado: la democracia sindical. […]
Compañeros: hemos comprobado cuánto más fuertes somos cuando estamos unidos alrededor de una dirección y una línea, una posición que no concilia, que no vende nuestras reivindicaciones, que solo negocia desde posiciones de fuerza, manteniendo nuestra independencia de clase.
Sabemos que cuando la clase obrera se pone en movimiento aparece un enjambre de políticos burgueses o de militares “patriotas” que quieren montarse y mantenerse arriba de nuestras luchas para satisfacer sus apetencias de poder y llenarse los bolsillos. Dejamos claro que nuestras luchas no sirven a tales políticos y tales generales. Que nuestra lucha se opone férreamente, duramente, a la dictadura de Onganía. Como lo hiciéramos en Perdriel, a riesgo de nuestras vidas, en el rechazo a toda forma de opresión económica y social, en la búsqueda para instaurar un gobierno cuya cabeza y columna vertebral sea la clase obrera junto a otros sectores populares (En El Compañero, Mayo 1970, Año II, N°5).

En la “Carta Abierta” aparecen con claridad varios de los elementos que caracterizarían al clasismo. Sitúa a la clase obrera como una clase explotada, al mismo tiempo que rechaza “toda forma de opresión económica y social” y defiende la “independencia de clase”. Reivindica los métodos de lucha con un alto nivel de confrontación, la “violencia organizada”, la toma como rehenes a “los personeros de quienes nos explotan”, y la defensa consecuente de la democracia sindical. Y en el último párrafo se posiciona explícitamente ante la situación política planteada en 1970, oponiéndose “férreamente, duramente, a la dictadura de Onganía”, separándose de los distintos proyectos de “políticos burgueses o de militares ‘patriotas”’ y planteando la búsqueda de “un gobierno cuya cabeza y columna vertebral sea la clase obrera junto a otros sectores populares”. En esta última formulación se puede observar cómo la alusión a la “columna vertebral” dialoga con el lenguaje peronista, al mismo tiempo que remarca que la clase obrera tiene que ser también la “cabeza”. De conjunto, en la “Carta Abierta” aparecen tres ejes de enfrentamiento: lo antiburocrático, en defensa de la democracia sindical; lo antipatronal, enfrentando a la empresa monopolista de IKA-Renault; y lo antidictatorial, oponiéndose a la Dictadura y los distintos proyectos de recambio.


Movilización del SMATA Córdoba luego del triunfo de la Lista Marrón en 1972.
Fuente: Colección personal.

El propio análisis de las acciones y los repertorios de confrontación utilizados es también expresivo del alto grado de radicalización alcanzado. En un momento ya marcado por la generalización de la violencia del régimen y contra el régimen, y por la aparición de los grupos que desarrollaban acciones armadas, Perdriel mostraba una forma de “violencia organizada” protagonizada directamente por los trabajadores. Mónica Gordillo ha destacado los cambios en los repertorios de confrontación de los trabajadores que se produjeron en los años 70, con la sustitución de la disciplina por la autonomía y democracia:

La experiencia acumulada por los trabajadores de los sindicatos líderes durante la década del 60 había sido la permanente movilización a través de las estructuras formales de los sindicatos, manteniendo una estricta disciplina sindical como medio de conseguir sus reivindicaciones. Pero la situación abierta luego del Cordobazo introdujo cambios en los que la disciplina y uniformidad anteriores pasarían a ser sustituidas por una creciente demanda de autonomía y democracia de base (Gordillo, 2003: 362).

Las ocupaciones fabriles, como ha señalado Alejandro Schneider en relación al Plan de Lucha de la CGT de 1964, de por sí implican un grado importante de cuestionamiento al sistema social, económico y político imperante (2005: 382-383). Y más aún en este caso, que a diferencia de 1964 se desarrolló totalmente por fuera del control de la cúpula sindical y directamente en contra de esta. Si bien de manera momentánea, la ocupación fabril implica una impugnación en los hechos a la propiedad privada capitalista, una violación a “la sacrosanta propiedad privada”, como dice la “Cara Abierta”. En términos de Anton Pannekoek:

La ocupación de una fábrica no equivale a su expropiación. Es sólo la suspensión momentánea de la disposición de la propiedad por parte del capitalista. Después de resuelto el conflicto, éste es dueño y propietario indiscutido como antes. Sin embargo, al mismo tiempo, la ocupación es algo más. En ella, como en un relámpago que brilla en el horizonte, surge un atisbo del desarrollo futuro. Mediante la ocupación de las fábricas los trabajadores demuestran, involuntariamente, que su lucha ha entrado en una nueva fase. […] Con la ocupación de las fábricas surge un vago sentimiento de que los obreros deberían ser dueños totales de la producción, que deberían expulsar a los ajenos indignos, a los capitalistas que dan las órdenes (Pannekoek, 1976: 142).

La detención como rehenes de los empleados administrativos y directivos de la empresa expresa un fuerte quiebre en el sistema de organización laboral y de autoridad al interior de la fábrica. Este fenómeno deja un efecto que no se revierte simplemente con el fin de la ocupación. Como sostiene Carlos Mignón analizando las posteriores tomas de los mecánicos en junio de 1970:

La condición de rehenes del personal técnico, de gerentes y directivos de la empresa, ponía en ridículo las jerarquías existentes en la fábrica. Los talleres y las oficinas administrativas constituían mundos diferenciados que separaban tanto física como urbanísticamente obreros de empleados. En el ínterin de la ocupación, quienes nunca se involucraban en los “asuntos de los obreros” eran sometidos forzosamente a las reglas impuestas desde la planta, produciéndose una desestructuración de las reglas de autoridad constituidas por la gerencia. Quienes trabajaban en el taller se apoderaron de la fábrica, recorriéndola por los lugares antes vedados y liberándola del trabajo repetitivo, de la fatiga y del miedo hacia los jefes y los guardias (2014: 190).

El núcleo reivindicativo del conflicto fue la democracia sindical. Esta fue una de las formas en que se expresó la crisis del torrismo y el desarrollo del clasismo y de un nuevo liderazgo entre los mecánicos. Desde nuestro punto de vista, este cambio estuvo lejos de reducirse a cuestiones de honestidad o democracia en abstracto, lo que no explicaría por qué los obreros se dispusieron a “jugar la vida” en la toma de la planta, utilizando formas de lucha altamente radicalizadas. Por lo que se observa en las fuentes, la exigencia y la práctica de la democracia sindical en el clasismo se vinculaba con la búsqueda de una nueva línea de acción para la organización sindical, que la pusiera al servicio del enfrentamiento contra la patronal monopolista y la Dictadura. Esto necesariamente implicaba desplazar a las direcciones burocráticas, concebidas como apéndices del régimen. Un año después de la toma de Perdriel, en el Plenario de Gremios Combativos de Córdoba, la dirección de SITRAC-SITRAM sintetizaría esta cuestión de la siguiente forma:

No existe nada más repudiable que las camarillas traidoras enquistadas burocráticamente en las direcciones de los gremios obreros con la misión de entorpecer las luchas sociales de liberación. Constituye una primordial reivindicación de la clase obrera la democratización de los sindicatos y la plena subordinación de las direcciones al mandato y control de las bases (“Ponencia de SITRAC-SITRAM al Plenario de Gremios Combativos”, Archivo SITRAC).

En el mismo sentido, las Agrupaciones Clasistas 1º de Mayo sostenían en diciembre de 1970:

Esta elevación de conciencia y combatividad de la clase obrera choca crecientemente con el papel de “bomberos” de la lucha jugado por los jerarcas sindicales al servicio incondicional del régimen, que han transformado a los sindicatos en cómplices del mismo, al servicio de los monopolios y de las clases dominantes y explotadoras, recibiendo en pago jugosas prebendas (Declaración de Principios de las Agrupaciones Clasistas 1° de Mayo, en Nueva Hora Nro. 57, segunda quincena de diciembre 1970).

La radicalización de los trabajadores de Perdriel encontró una expresión y un impulso en la vinculación de sus líderes con las nuevas tendencias de la izquierda clasista, en particular con la Agrupación 1º de Mayo, orientada por el PCR. Esta relación potenció las reformulaciones políticas e ideológicas, al mismo tiempo que enmarcó la acción obrera en un proyecto general de cambio revolucionario. Como han señalado Pablo Pozzi y Alejandro Schneider, “el período 1955-1976 se caracterizó por una relación dinámica y dialéctica entre la izquierda y la clase obrera” (Pozzi y Schneider, 2000: 17). En el mismo sentido, en lo principal es válida para el SMATA Córdoba la reflexión que Héctor Lobbe realizó respecto de la relación entre la izquierda y el movimiento obrero en la zona norte del Gran Buenos Aires en la década del ‘70:

La aproximación de la izquierda a la incipiente vanguardia obrera (en un proceso de mutua convergencia) prosperó por varios motivos: 1º) debido al acercamiento a esas organizaciones de los nuevos activistas fabriles, que sentían la necesidad de encontrar un encuadramiento político que respondiera a las nuevas condiciones de combatividad obrera y al creciente abandono de su rol de conducción por parte de las direcciones peronistas “ortodoxas”; 2º) por el replanteo de la definición político-ideológica que estaban llevando a cabo dirigentes y activistas de cierta trayectoria dentro de las filas obreras; y 3º) por la orientación hacia las fábricas o proletarización de sus cuadros que impulsaban con distinta fuerza y éxito las distintas organizaciones de izquierda, en particular las marxistas (Lobbe, 2009: 37-38).

Si en el Cordobazo ya existían núcleos de oposición a la conducción del SMATA cordobés, fue con la toma de Perdriel que esta, hegemonizada por las tendencias clasistas, emergió con fuerza y se proyectó hacia Santa Isabel, el corazón del sindicato. Con Perdriel se inició la crisis y la descomposición del torrismo, al mismo tiempo que se mostró la posibilidad de una nueva conducción democrática y combativa, encabezada por líderes clasistas. Ambos elementos se profundizarán con el posterior plan de lucha del SMATA Córdoba en junio del mismo año (Laufer, 2015). Tras la lucha de Perdriel, en el boletín El Compañero de la Agrupación 1º de Mayo se pronosticó con gran precisión el derrotero posterior de Torres:

Representante de un modelo de dirigente sindical, Torres perfeccionó sus rasgos: oportunista al “uso nostro”, carismático, hábil con los “ingenieros”, intuitivo nato para comprender a tiempo las posturas de las bases, su tipo se adecúa a un momento defensivo y en baja de la lucha obrera en nuestro país.
El Cordobazo lo tiene al frente por casualidad. Él cae como chivo emisario de un momento histórico que lo superó en los hechos. Sus pasos actuales así lo demuestran. Si él se hubiera contagiado en la cárcel del espíritu del Cordobazo, de lo que el 29 de mayo inaugura en la lucha de clases argentina, sin duda no habría vacilado en ponerse al frente en Perdriel.
Su drama fue intentar reacomodarse con los moldes de siempre. Hoy la conciliación y el oportunismo crean un vacío de poder insuperable en nuestra clase. Ya no se puede estar bien con Dios y con el Diablo. La acción implacable de los monopolios ha llevado a esto. Y llevará a mucho más. El final, pues, de hombres como Torres, es triste. Se quedan solos, como lo estuvo Vandor a la hora de morir (El Compañero, Mayo 1970, Año II, N°5).

La matricería Perdriel fue uno de los lugares claves del nacimiento y desarrollo del clasismo en el movimiento obrero cordobés. La ocupación del 12 de mayo de 1970 fue el primer estallido que sacó a la luz las transformaciones subterráneas que se estaban produciendo en la clase obrera de la provincia mediterránea.

Notas

1 Las matrices eran herramientas de alta precisión, moldes de metal pesado, que se utilizaban especialmente para el estampado de la carrocería de los automóviles mediante el prensado de láminas metálicas

2 Ver por ej. los periódicos de la CGTA nro 7 y 17.

3 Para este primer momento nos referimos al PRT que se había creado en 1965 a partir de la unificación de Palabra Obrera (PO) y el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP). En la ruptura entre PRT-El Combatiente y PRT-La Verdad producida en 1968, la totalidad de los miembros cordobeses del PRT se alineará con el primero.

4 El 6 de enero de 1968, en base a una ruptura del Partido Comunista, se había fundado el PCCNRR (Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria). Este pasaría a denominarse Partido Comunista Revolucionario (PCR) el 10 de marzo de 1969.

5 El PC no se referenciaba como parte de la corriente sindical clasista que se desarrolló en este período, y en el SMATA cordobés oscilaba entre el apoyo a Torres y a la Lista Azul. En las elecciones de delegados congresales del SMATA en diciembre de 1969 el MUCS apoyó a la Lista Verde y Celeste de Torres, lo que le valió una fuerte crítica de la CGTA (Periódico CGTA, Nº 55, febrero 1970: 7). En las elecciones del SMATA de marzo de 1970, llamó a votar a la Lista Azul.

6 Brennan y Gordillo (2008: 123) afirman que “el PCR había identificado a Perdriel como un eslabón débil en la maquinaria sindical del SMATA […] arreglándoselas finalmente para conseguir que algunos de sus miembros se incorporaran a la planta”. De las fuentes y entrevistas realizadas, documentos partidarios, así como del reciente libro sobre César Gody Álvarez, el responsable del partido en Córdoba en esos años (Sánchez, 2008), se desprende que el PCR no hizo entrar militantes a Perdriel sino que se vinculó e incorporó a un sector de los activistas y delegados surgidos en la propia planta. En el documento interno de Balance de la Zona Córdoba del PCR para el Segundo Congreso partidario en 1972 se dice explícitamente: “El centro de la labor del C. Z. [Comité Zonal] está colocado en el movimiento obrero. Particularmente en Santa Isabel, donde había una célula del Partido, y una 1º de Mayo conocida a nivel propagandístico; y en Perdriel, en cuyo activo, viejo opositor al torrismo, se había ido influenciando por la prédica clasista, pero sin una vanguardia definida para el Partido”.

7 En un reportaje del diario Los Principios, Torres plantaba dos alternativas en cuanto a la salida política para el país: “La primera actitud política del gobierno como contribución efectiva para el logro de los objetivos nacionales sería irse para permitir que el pueblo pueda elegir sus verdaderos y legítimos representantes […]; pero la hipótesis de permanencia que pueda tener el actual gobierno, evidentemente deberá hacer un cambio absoluto, total, profundo de las actuales estructuras” (Los Principios, 12 de diciembre de 1969). Ver también el discurso en el acto de reasunción del SMATA Córdoba el 10 de enero de 1970 (Torres, 1999: 235-241).

8 En el periódico Nuestra Palabra, del Partido Comunista, se balanceaba tras el 14 de marzo: “Sean cuales fueren los últimos acontecimientos en El Chocón, lo que ha pasado en el complejo hidroeléctrico en estas tres semanas relampagueantes, lo que hoy y mañana seguirá inevitablemente sucediendo en El Chocón o en cualquier otro punto del país, es el símbolo palpitante de un proceso, de una génesis que lleva a algo irrevocable: la derrota de la dictadura y de todos los secuaces sindicales que la sirven” (Periódico Nuestra Palabra, 17 de marzo de 1969).

9 Así lo refería la revista Jerónimo en junio, sosteniendo que el conflicto de Perdriel “asumió las características de mini-chocón triunfante para el gobierno, la empresa y el jefe de los mecánicos y la CGT, Elpidio Torres” (Jerónimo, segunda quincena de junio de 1970: 12)

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