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Estudios del trabajo

versión impresa ISSN 0327-5744versión On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.53 Buenos Aires jun. 2017

 

ARTÍCULOS

¿Persistencia de una masa de reserva entre los egresados superiores en Argentina?

 

Ricardo Donaire

CONICET/PIMSA. ricdonaire@gmail.com

Recibido: agosto 2015
Aceptado: mayo 2017


Resumen

Durante la década del noventa y comienzos de la siguiente, la desocupación se generalizó en Argentina hasta abarcar a franjas de la población que, tradicionalmente caracterizadas como “pequeña burguesía” o “clase media”, hasta entonces habían sido socialmente consideradas como relativamente ajenas a ese fenómeno. Tal ha sido el caso de los egresados de la educación superior. A pesar de que a partir de entonces la desocupación fue reduciéndose, ¿estos desocupados fueron absorbidos en ocupaciones correspondientes a las funciones intelectuales para las que fueron formados? ¿O se ha constituido un “contingente disponible” que, aunque no se manifieste bajo la forma del desempleo abierto, puede ser considerado como “masa de reserva” para el ejercicio de esas funciones? ¿Qué consecuencias tiene la aparición de estos fenómenos en términos de la posición social de estos grupos? Estas preguntas son las que orientan el presente ejercicio, en el cual se compara la inserción ocupacional de la población urbana activa con nivel superior terciario o universitario completo en los últimos años, en base a información elaborada a partir de fuentes censales y estadísticas oficiales disponibles.

Palabras clave: Educación superior; Posición social; Masa de reserva; Trabajo intelectual.

Abstract:

During the nineties and the beginning of the following decade, unemployment spread in Argentina involving even part of the population that had been relatively alien to that phenomenon, such as higher education graduates, traditionally characterized as "petty bourgeoisie" or "middle class". Although since then unemployment has decreased, have these unemployed graduates been inserted in jobs related to intellectual functions for which they were trained? Or has an "available contingent" been created which, although not manifested in the form of open unemployment, can be considered as a "mass of reserve" for performing those functions? What consequences does the appearance of this phenomenon have in terms of the social position of these groups? These are the questions that guide this paper, in which the occupational insertion of the active urban highly educated population is compared through the last years, based on information obtained from census sources and available official statistics.

Key words: Higher education; Social position; Mass of reserve; Intellectual labor.


 

Introducción

Durante la década del noventa (y comienzos de la siguiente) las tasas de desocupación abierta en Argentina alcanzaron niveles hasta entonces sin precedentes, por lo menos desde la década del sesenta, momento en que se comenzó con una serie de medición continua. El fenómeno de la desocupación se generalizó hasta abarcar a franjas de la población que hasta entonces habían sido socialmente consideradas relativamente ajenas a ese fenómeno, como es el caso de los egresados de la educación superior.
Esto motivó varios estudios, especialmente sobre la inserción de los denominados “graduados recientes”, es decir aquellos que habían egresado poco tiempo antes de ser efectuado cada relevamiento en cuestión. Entre los más importantes podemos citar el relevamiento oficial encarado por el Ministerio de Educación de la Nación en marzo de 2000 sobre una muestra de egresados de los diez años previos de 30 carreras universitarias y terciarias de todo el país (ME, 2000) y el realizado por la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF) en noviembre de 1999 sobre una muestra de graduados de los cinco años previos de 17 carreras en diez universidades (Gómez, 2000). Dichos estudios confluyeron con algunas investigaciones más amplias que se venían desarrollando en forma previa, las cuales incorporaban también el análisis de la evolución de las instituciones de educación superior, de la demanda empresarial y de mecanismos de articulación entre ambas (sintetizadas en Riquelme, 2006), pero también otras más puntuales, sobre los egresados de determinadas carreras, como por ejemplo, las realizadas en la Universidad de Buenos Aires por el Laboratorio de Análisis Ocupacional de la Facultad de Ciencias Sociales (Testa, s/f)  o tal vez la más ambiciosa, sobre el seguimiento de egresados de ingeniería de la sede de la localidad de General Pacheco de la Universidad Tecnológica Nacional (Panaia, 2006), realizado en base a un relevamiento cuantitativo de varias cohortes de graduados, estudiantes y abandonadores entre 1993 y 1998, además de una muestra cualitativa de estudios biográficos y una muestra de empresas del área de influencia de dicha sede universitaria.
Estas investigaciones aportaron varios elementos importantes sobre el fenómeno de la desocupación entre los egresados del nivel superior. Efectivamente, confirmaron la existencia de altas tasas de desocupación, en general mayores entre los jóvenes y, en determinados casos, entre las mujeres, aunque muy variables según la especialidad de la que se tratara, incluso en algunos casos, similares o mayores a las observadas por el conjunto de la población activa1. Pero además, entre otras dimensiones, generalmente referidas a la “calidad” de la inserción laboral, los distintos estudios registraron también una porción minoritaria pero significativa que, aunque no desocupada, no se encontraba inserta en su profesiónfenómeno, que suele ser caracterizado como de “subutilización de la fuerza de trabajo”.
Sin embargo, las formas de medir esta situación son muy diversas, en algunos casos se deja librada a la propia percepción subjetiva del respondente (“¿trabaja en su profesión?” o “¿su trabajo actual está muy, medianamente, poco o nada relacionado con su título profesional?”), y también existe cierta ambigüedad respecto de si la “inserción en la profesión” debe considerarse en sentido restringido, como ocupación profesional, o en sentido amplio, como ocupación en la propia disciplina, aun cuando sea en ocupaciones que no requieran conocimientos teóricos generales, pero sí tal vez específicos, como en el caso de las ocupaciones de calificación técnica dentro de una misma disciplina2.
¿Qué sucedió desde entonces con esta población? A pesar de que a partir del año 2002 la desocupación fue bajando, y con ella, las tasas correspondientes a los graduados superiores, aparecieron otras investigaciones específicas y se multiplicaron en distintas universidades los denominados observatorios de seguimiento de egresados.
Un primer repaso muestra la existencia de información disponible sobre distintas carreras de las universidades nacionales de Lanús, del Litoral, de Tucumán, de Córdoba y de La Plata, entre otras (Malespina y Pereyra, 2007; Zandomeni y Chignoli, 2008; Comisión de Seguimiento de Graduados, 2010; Programa de Estadísticas Universitarias, 2013; Dirección de Vinculación con el Graduado Universitario, s/f).
Estos estudios aportan elementos sobre la inserción específica de determinados graduados pero la información publicada corresponde a distintos períodos (tanto para conceptualizar el carácter “reciente” del egreso como respecto del lapso desde la graduación necesario para evaluar la inserción), cohortes, disciplinas y regiones, lo que dificulta la construcción de un panorama general. Sin embargo, tienden a coincidir en mostrar efectivamente tasas de desempleo menores a las que mostraban los estudios previos señalados más arriba (aunque se mantengan relativamente importantes proporciones de población en busca de empleo, aun estando ocupada).
¿Los desocupados son absorbidos en ocupaciones correspondientes a las funciones intelectuales para las que fueron graduados? Aquí la evaluación general es más difícil porque las formas de medición sobre las características del empleo y su grado de adecuación con la formación continúan siendo muy diversas; en la mayoría de los casos, observadas a partir de la percepción del entrevistado y conservando la ambigüedad ya señalada respecto de la relación entre disciplina y calificación. Por otra parte, como buscan indagar en la efectividad de la inserción laboral, en buena medida en función de la evaluación de las carreras de origen, se suelen enfocar más sobre las proporciones de quienes perciben una inserción adecuada y se profundiza en los aspectos de la carrera que contribuirían a ella, más que en el grupo de aquellos que no alcanzan a insertarse según lo previsto3.
En una disciplina hubo, sin embargo, un avance en el desarrollo y sistematicidad de los estudios. Se trata del caso de las ingenierías, donde se llegó a conformar una Red de Laboratorios de Monitoreo de Inserción de Graduados instalados en facultades de cinco regiones del país. Un análisis en base a información de entrevistas biográficas de estos laboratorios entre 2000 y 2012 planteaba la persistencia de ingenieros tecnólogos no empleados de acuerdo a su calificación o en ámbitos ajenos a la disciplina4.
Esta situación se da incluso en un contexto de creciente demanda de ingenieros y de dificultad en satisfacerla5. Esta dificultad se originaría en la escasez de profesionales, aunque no habría que descartar la influencia de condiciones laborales desventajosas ofrecidas por las empresas para los trabajadores6. De hecho, la protesta contra dichas condiciones, ha llegado a dar lugar a hechos de huelga y a la formación de un nuevo sindicato, como es el caso de la Unión Informática7.
De todas formas, las características de los ingenieros difícilmente puedan ser extendidas al conjunto de los graduados. Particularmente, su composición mayoritariamente masculina y su edad relativamente avanzada al egreso (principalmente debido a que el ejercicio profesional comienza en forma previa e influye a su vez en la dilatación del momento de graduación), otorgan a este grupo rasgos que distan de los atribuidos por la investigación al conjunto de los egresados universitarios, donde la proporción de mujeres es mayor y entre los cuales, una parte significativa requiere necesariamente de la titulación para acceder al ejercicio profesional8. Su creciente demanda en el mercado de trabajo tampoco parece ser un rasgo inmediatamente atribuible al conjunto9.

El problema

A partir de lo expuesto es posible observar que, a pesar de que durante el período analizado predominó en las ciencias sociales la idea de una creciente “fragmentación social”, lo cierto es que fenómenos como el desempleo, que hasta entonces eran asociados exclusivamente a la masa de los trabajadores (o a los “sectores populares”, según la perspectiva teórica), ahora parecían extenderse a otras capas de la población consideradas relativamente “privilegiadas”.
Decimos “capas privilegiadas” en el sentido de que los distintos estudios sobre la estructura social argentina han tendido tradicionalmente a ubicar a profesionales, docentes y en general a todos aquellos que ejercen funciones intelectuales y se forman en el nivel superior, entre las capas superiores o acomodadas de la “pequeña burguesía” o de la “clase media”, según la perspectiva teórica10. En general esta clasificación suele coincidir con la utilizada en otros países de la región11 y la tomada como referencia en general en el ámbito académico12.
La aparición de los fenómenos mencionados en el punto anterior se ha dado además en el marco de una profunda transformación en la composición de la pequeña burguesía en nuestro país. Si en 1960 el elemento característico de los pequeños y medianos patrones representaba dentro de ella un 61%, en 2001 se había reducido al 27%. En contrapartida, otro de sus componentes, el de quienes cumplen funciones intelectuales auxiliares aumentó: particularmente los intelectuales asalariados pasaron de un 31 a un 58% en el mismo período (Donaire, 2006). Este proceso coincide con una tendencia al incremento del nivel educativo de la población, y del acceso a la educación superior incluso para una parte de masa del pueblo13. ¿Qué consecuencias tiene la aparición de estos fenómenos entre la pequeña burguesía? El fenómeno del desempleo de crecientes capas que acceden a la educación en un contexto de creciente asalarización, ¿puede ser entendido como expresión de un proceso orgánico de más largo plazo que tiende a la proletarización de parte de estas capas? ¿O la posterior absorción de estos desocupados habla más bien del carácter meramente coyuntural de este fenómeno?14
Del repaso hecho anteriormente surge la dificultad de contar con una respuesta a partir de los estudios existentes. Entre otras razones, porque la información es fragmentaria, porque mayoritariamente toma como referencia a los graduados “recientes” y no al conjunto, y porque en general aborda a la población con estudios universitarios pero no a quienes han egresado de carreras superiores no universitarias15. Pero principalmente porque su objetivo de estudio es más bien la “inserción” de los egresados en el “mercado laboral” y no las posibles transformaciones en su posición social. Como la mirada suele estar generalmente puesta en la inserción productiva, las dificultades para lograrla son vistas más en términos de desajuste entre oferta y demanda antes que como un fenómeno orgánico relativo al movimiento de la estructura social.
Analizando la cuestión desde este punto de vista, en trabajos previos ya hemos caracterizado la existencia de lo que denominamos como  una “masa de reserva” para las funciones intelectuales (Donaire, 2009). Esta conceptualización provisoria no se basa meramente en el hecho de que esta población se encuentre abiertamente desocupada, sino en que conforma un “contingente disponible” para el ejercicio de las funciones para las que fue formada, más allá de estar desempleada o no. En este trabajo intentaremos indagar en el grado de persistencia de esta masa, algunos de los rasgos que adquiere en la sociedad argentina reciente y, a partir de eso, plantear algunas reflexiones sobre sus consecuencias para la posición social de los intelectuales.

Precisiones metodológicas

Para aproximarnos a una respuesta a las preguntas formuladas, analizaremos en este trabajo el peso que asume esta población en distintos momentos, enfocando principalmente en la situación a comienzos de siglo, cuando los estudios reseñados presentaban la existencia de una amplia masa de graduados superiores desocupados, y una década más tarde, cuando esa masa parece tender a disminuir. El objetivo principal del ejercicio será observar si, más allá de la disminución de los desocupados, persiste o no una masa relativamente considerable de lo que hemos denominado como “reserva”, esto es, no insertos en ocupaciones ligadas al ejercicio de las funciones intelectuales, para las que fueron formados.
Dado que, aun a pesar de su secular incremento, los graduados superiores representan todavía una porción acotada de la población, una aproximación certera torna necesario recurrir a fuentes censales, o en su defecto, a fuentes muestrales con la suficiente representatividad estadística.
Lamentablemente aún no se encuentra disponible el conjunto de la información necesaria que permitiría realizar el ejercicio que aquí presentamos con datos del último censo nacional de población realizado en el año 2010. De todas formas, el análisis de información procesada a partir de la base de datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2001 (CNPHyV01)  nos permite contar con una caracterización – aunque con ciertas limitaciones, que señalaremos más adelante-, de la situación general en uno de los momentos en que el fenómeno de la desocupación aparece con mayor fuerza.
Para el resto del análisis, utilizaremos como fuente, información procesada a partir de las bases de datos de relevamientos estadísticos oficiales de hogares urbanos: la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU), ambos desarrollados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
La población urbana constituye la inmensa mayoría del país: 89,4% en 2001 y 91% en 2010. De esa población aproximadamente sólo un 1% en ambos años reside en instituciones colectivas y no en hogares. Representa entonces una buena aproximación a nuestro objeto de estudio, más aún considerando que, también según el censo de 2010, el 95% de la población egresada de la educación superior reside en hogares urbanos.
De todas formas, la utilización de diferentes fuentes obliga a considerar distintos recaudos a la hora del análisis y la comparación de resultados, los cuales iremos señalando a medida que vayamos desarrollando la exposición.
Para realizar nuestra aproximación a partir de las fuentes señaladas delimitamos entonces el conjunto de población activa con nivel superior terciario o universitario completo. Enfocaremos nuestra atención, no sólo en si esta población se encuentra desocupada, sino también en el grado de calificación de la ocupación de quienes se encuentran ocupados16.
Según las definiciones utilizadas en la estadística oficial, la población ocupada se clasifica según el nivel de calificación de la tarea que realiza en las siguientes categorías: profesional, técnica, operativa o no calificada. Lo que distingue principalmente a las tareas de calificación profesional y técnica de las restantes es que ambas requieren de conocimientos teóricos para su realización: en el caso de la calificación profesional se trata fundamentalmente de conocimientos teóricos de orden general y específico, mientras que en las ocupaciones de calificación técnica se trata exclusivamente de conocimientos teóricos de índole específica (acompañados en algunos casos de ciertas habilidades manuales).
Dicho conocimiento teórico no debe ser necesariamente adquirido mediante la educación formal, y por ende, no toda la población clasificada en ocupaciones profesionales y técnicas tiene un título superior. Sin embargo, por el contrario, todos aquellos que egresaron de ese nivel de enseñanza se formaron para ejercer esas funciones que implican algún grado de conocimiento teórico. Precisamente, este tipo de conocimientos no están supuestos en las ocupaciones de calificación operativa o no calificada17. Por esta razón, tomamos a los graduados superiores insertos en estas ocupaciones, además de los que se encuentran abiertamente desocupados, como aproximación a la “masa de reserva”.
Lamentablemente, la información no permite comparar en las distintas mediciones a la población según la disciplina en que se graduó. Sólo será posible contrastar según se trate de egresados superiores universitarios o terciarios y algunas características de las ocupaciones en las que se insertan.

La evolución reciente del fenómeno de la “masa de reserva”

Si consideramos la evolución de la inserción de los graduados superiores desde 2003 en adelante en los principales aglomerados urbanos del país18, es posible observar lo siguiente:

Cuadro 1. Evolución de la población económicamente activa con nivel superior completo según inserción ocupacional. Principales aglomerados urbanos, tercer trimestre, 2003-2014.

Fuente: elaboración provisoria a partir de procesamiento de datos de EPH-INDEC.
Nota: los datos correspondientes a 2007 no fueron publicados. No se incluyen casos sin datos, los cuales oscilan entre el 0,1 y el 0,7%, según el año.

El grueso de la población económicamente activa egresada del nivel superior (entre poco menos del 69% y poco más del 73%, según el año) se encuentra ocupada principalmente o bien en tareas cuya realización implica un conocimiento teórico o bien como patrones de otros. En este último caso no podemos distinguir si se trata de alguien que ejerce su profesión en forma independiente y cuenta con personal auxiliar asalariado (por ejemplo, un profesional de la medicina que contrata una secretaria en su consultorio personal) o alguien que por distintas razones ha amasado un capital suficiente para explotar fuerza de trabajo en su propio rubro (el mismo profesional pero ya como empleador de otros profesionales en una empresa de medicina) o en otro completamente ajeno (nuestro médico abandonó la medicina y decidió dedicarse al comercio).
Tampoco conocemos si el grado de acumulación de estos graduados patrones les garantiza un ingreso mayor o menor al que ganarían ejerciendo en su respectivo campo de conocimiento. No obstante, aunque cada una de estas situaciones implica diversos montos y fuentes de ingresos, y probablemente distintas posiciones en la estructura social, lo cierto es que en términos generales no nos apartaremos de lo sociológicamente acordado desde distintas tradiciones, si los consideramos como parte de las capas acomodadas de la pequeña burguesía, sea porque directamente explotan fuerza de trabajo ajena, sea porque ejercen funciones intelectuales tradicionalmente asimiladas a estas capas.
Es cierto que bajo este supuesto de partida no estamos considerando una serie de situaciones. En primer lugar, estamos hablando de un conjunto de población formada en disciplinas muy distintas entre sí, por lo que una porción de ella puede estar empleada en áreas muy diferentes de aquella para la que se había formado, o también puede darse la situación de que, aun en la misma disciplina, la ocupación exija un grado menor o un campo más acotado de conocimiento que el que su formación supone. Por ende, no estamos contemplando aquí estos casos, sean profesionales de una disciplina ocupados en otra o empleados como técnicos.  Sin embargo,  aunque se pueda objetar que un abogado no necesariamente compite por el mismo puesto que un médico, la competencia general se asienta sobre determinadas relaciones de producción que hacen que su resultado sea que una parte de esos médicos y esos abogados pueda quedar como relativamente excedente respecto de esas relaciones sociales.
Y aunque esto tal vez podría llevar a subestimar la proporción de graduados universitarios en función de reserva, especialmente en el caso de quienes se desempeñen en funciones técnicas y no profesionales, muchas veces los límites entre ambos tipos de ocupación son difusos puesto que están definidos más en relación de una jerarquía establecida de campos del saber teórico que respecto del grado de parcelación de una ocupación. El ejemplo más habitual es tal vez el de la inserción de distintos tipos de profesionales en la docencia.
No es nuestra intención subestimar los problemas que estas situaciones implican en el mercado de trabajo, pero, como ya señalamos anteriormente, no es nuestro objeto de estudio la oferta y demanda laboral en estas ocupaciones sino la posición social de esta población y cómo es afectada por la conformación de una masa de reserva. De todas formas, si bien nuestra medición no las comprenda, aun si se considerase que correspondiera englobar a las situaciones descritas como parte de la masa de reserva, los guarismos a los que aquí lleguemos pueden ser entendidos como una estimación de la proporción mínima que alcanza ese fenómeno.
En el mismo sentido, cuando partimos del supuesto de que el conjunto de los profesionales y técnicos forman parte de la pequeña burguesía acomodada no pretendemos negar la existencia de posibles procesos de pauperización y proletarización en estos grupos.  Por el contrario, buscamos analizar cómo la conformación de una masa de reserva repercute en estos procesos, pero precisamente, para no forzar las hipótesis con las que trabajamos, tomamos decisiones operativas que nos permitan al menos estimar el volumen “mínimo” que alcanza este fenómeno.  La opción opuesta, de incluir a profesionales y técnicos asalariados como proletarios, colaboraría más bien a enturbiar las mediciones antes que hacerlas más precisas, por lo menos en este estadio de la investigación.
También estamos observando un mínimo en tanto no estamos considerando la posible presión que ejercen, especialmente sobre las ocupaciones de calificación técnica, una parte de los egresados del nivel secundario19.
Explicitados estos supuestos, consideraremos a la población graduada de la educación superior inserta en ocupaciones que no requieren conocimientos teóricos (es decir, en ocupaciones de calificación operativa o no calificada, sea como asalariados o como independientes) o directamente desocupada, como aproximación una masa de reserva para las funciones intelectuales.

Cuadro 2. “Masa de reserva” sobre población egresada del nivel superior según educación terciaria o universitaria. Principales aglomerados urbanos, tercer trimestre, 2003-2014.

Fuente: elaboración provisoria a partir de procesamiento de datos de EPH-INDEC.
Nota: los datos correspondientes a 2007 no fueron publicados.

Puede observarse, sin embargo, que el rango en que oscila esta “reserva” varía notablemente según se trate de graduados terciarios o universitarios. Mientras que entre estos últimos, ronda en torno de una quinta parte (por encima del 18 y por debajo del 23%, según el año), entre los primeros, ese margen se duplica, oscilando sobre el 39 y por debajo del 44%.  La evolución de las series no parece indicar una tendencia a la disminución, sino más bien, la persistencia de este fenómeno.

La composición de la “masa de reserva”

¿Cómo está constituida más específicamente esta población según su inserción en la estructura productiva? El relativamente reducido tamaño de la muestra de la encuesta de hogares para el universo de población que aquí buscamos analizar nos obliga a recurrir a otras fuentes. Aquí es donde los datos censales nos pueden dar una aproximación más certera. ¿Qué nos muestran los datos censales del 2001, momento en que se encontraba en auge la preocupación en las ciencias sociales respecto de la inserción de los graduados universitarios?

Cuadro 3. Población activa con nivel superior por subsistema según inserción ocupacional. Población urbana total y en principales aglomerados urbanos, 2001.

Nota: no se incluye un 3,2% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01.

Con el objetivo de establecer universos de población comparables a los datos presentados previamente, restringimos nuestro análisis a la población urbana total y a la de los principales aglomerados urbanos. No se observan, sin embargo, grandes diferencias entre ambas mediciones, y a la vez, las proporciones de la reserva se encuentran dentro de los márgenes que ya habíamos observado en la evolución de los años posteriores (en el caso de los universitarios), e incluso por debajo de ellas (en el de los terciarios). Esto no deja de ser llamativo, considerando que los datos del censo fueron recabados un mes antes de que, luego de tres años recesivos, se expresara en forma abierta la crisis en el mes de diciembre, mientras que la evolución posterior (especialmente, el período 2003-2007) corresponde a una fase de crecimiento del ciclo económico.
Los datos censales nos posibilitan analizar también más detalladamente la forma de inserción en la actividad productiva. De este modo, es posible observar, incluso entre quienes se insertan en ocupaciones tradicionales de la pequeña burguesía acomodada, el peso de la asalarización tanto entre terciarios como universitarios, aunque entre estos últimos, con mayor margen para la ocupación en forma independiente. Respecto de quienes se encontraría en condición de “reserva”, se destacan la alta proporción de desocupados, pero también de los ocupados como asalariados en ocupaciones de calificación operativa y no calificada, especialmente entre losterciarios, mientras que es relativamente menor el peso de quienes aparecen como pequeños propietarios.
¿Se confirman algunas de las características señaladas para la misma época en los estudios reseñados al comienzo del texto sobre las proporciones que asume esta población según sexo y edad? En función de no hacer farragosa la presentación de los datos, analizaremos los correspondientes al conjunto de la población urbana.

Cuadro 4. Proporción de “masa de reserva” entre población activa con nivel superior según  subsistemas por rangos de edad. Población urbana, 2001.

Nota: no se incluye 2,9% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01.                                     

Respecto del rango de edad, se verifica, tanto para graduados terciarios como universitarios, que las franjas en función de reserva serían muy superiores entre los jóvenes respecto de las franjas etáreas siguientes. Podría llegar a objetarse que precisamente estas diferencias imposibilitan una comparación entre las diferentes franjas, ya que los graduados jóvenes están aún en proceso de inserción laboral, mientras que los más adultos posiblemente ya han estabilizado su inserción. Sin embargo, aun cuando esta diferencia conceptual sea pertinente, precisamente será necesario profundizar en el conocimiento sobre las condiciones históricas que han generado la dificultad en la inserción de los jóvenes graduados, en qué momento aparecieron, cuando comenzaron a adquirir un carácter relativamente permanente y hasta qué punto su persistencia y consolidación expresan un cambio en las condiciones de vida de determinadas capas de la población tradicionalmente consideradas acomodadas. De lo contrario, se corre el riesgo de naturalizar, conscientemente o no, esta situación de “reserva”, se la defina como transitoria o no, entre los jóvenes.
De todas formas, aunque las proporciones en que se presentaría esta reserva entre estos jóvenes no pueden ser trasladadas al conjunto de los graduados, lo cierto es que, aun entre aquellos con más edad existe una porción importante no inserta ni como patrón ni como profesional ni como técnico. Poco más de una de cada cinco personas (21,1%) dentro del conjunto de población con nivel superior de 45 años o más estaba en esta situación.

Cuadro 5. Proporción de “masa de reserva” entre población activa con nivel superior según  subsistemas por sexo. Población urbana, 2001.

Nota: no se incluye 2,9 de casos sin datos
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01. 

El peso de esta reserva en los universitarios es similar entre sexos20. La disparidad más fuerte en el peso de la población en función de reserva se presentaría entre los terciarios: entre los varones supera en más de once puntos porcentuales a la existente entre las mujeres. Esta situación parece contradecir la imagen habitual referida exclusivamente a ellas como reservorio en la sociedad capitalista dado el menor valor de su fuerza de trabajo, aunque probablemente encontraríamos diferencias si pudiéramos desagregar por disciplina.21
En parte las diferencias encontradas en la comparación según franjas de edad y sexo pueden estar relacionadas a distintos tipos de inserción. Efectivamente, se pueden detectar ciertas diferencias, si observamos la distribución según ocupaciones y ramas de la población ocupada –el censo no incluye información similar para los desocupados22. Analizaremos esta distribución primero entre los terciarios y luego entre los universitarios.

Cuadro 6a. Población ocupada con nivel superior terciario por carácter específico de la ocupación según inserción ocupacional. Población urbana, 2001.



Nota: no se incluye 3,1 de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01.

Cuadro 6b. Población ocupada con nivel superior terciario por rama de actividad según inserción ocupacional. Población urbana, 2001

Nota: no se incluye 4,4 de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01. 

Entre los terciarios, el grueso de los insertos en funciones intelectuales son docentes y personal paramédico ocupados en establecimientos educativos y de salud, mientras que cerca de la mitad de los pequeños propietarios son comerciantes, y una parte importante de los asalariados operativos y no calificados son empleados administrativos y similares distribuidos entre distintas ramas de actividad.

Cuadro 7a. Población ocupada con nivel superior universitario por carácter específico de la ocupación según inserción ocupacional. Población urbana, 2001.

Nota: no se incluye 3,3 de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01. 

Cuadro 7b. Población ocupada con nivel superior universitario por rama de actividad según inserción ocupacional. Población urbana, 2001.

Nota: no se incluye 5,1 de casos sin datos
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de CNPHyV01.

En comparación con los terciarios, entre los universitarios existe una dispersión en una diversidad mayor de funciones intelectuales, aunque de todas formas, docentes y personal médico representan aquí también proporciones importantes, a los que se suma además el personal de gestión (abogados, contadores, administradores, y técnicos auxiliares de esos profesionales). Entre los pequeños propietarios, aunque algo menor, también es cercana a la mitad la proporción de insertos como pequeños comerciantes. Sin embargo, es mayor aún la proporción de personal administrativo y similar entre los asalariados operativos y no calificados.
Entre el conjunto de la población no ocupada en funciones intelectuales, ya sea que esté inserta como pequeño propietario o asalariado, el grueso tiene una ocupación de calificación operativa. Tanto entre terciarios como universitarios,  un 84%  y un 91%, respectivamente, tiene dicha calificación. Además, específicamente entre los asalariados, el grueso (alrededor del 80% y 84%, respectivamente) está registrado en la seguridad social.
Dentro de los asalariados se destacan principalmente aquellos en ocupaciones de gestión, a trazo grueso integradas por: a) ocupaciones de gestión administrativa, de planificación y control de gestión: auxiliares administrativos, bedeles, empleado administrativo de mesa de entradas, de expedición, de recibo y despacho, oficinista en general, recepcionista e informador al público, secretaria administrativa, escribiente, taquígrafos, mecanógrafas y otros registradores de texto, ingresador de datos, operador de computadora, etc; b) ocupaciones de gestión jurídico legal: auxiliares jurídicos, actuariales y notariales, escribientes judiciales, etc.; c) ocupaciones de gestión presupuestaria, contable y financiera: auxiliar bancario, de tesorería, de contabilidad, finanzas y presupuestos, cajeros de empresas, bancos y comercios en general, cobradores a empresas/clientes, pagador a proveedores, recaudadores, secretarias contables, etc.23

Una aproximación a partir de datos más recientes

Señalamos anteriormente que no se encuentran disponibles los datos que nos permitirían realizar un ejercicio similar al del anterior apartado pero con información del último censo de población, correspondiente al año 2010. Sin embargo, a partir de ese mismo año, el INDEC comenzó a implementar la denominada Encuesta Anual de Hogares Urbanos. El relevamiento resulta de una ampliación de la muestra del tercer trimestre de cada año de la EPH con el objetivo de alcanzar al conjunto de la población urbana del país y no sólo a los principales aglomerados urbanos.
No obstante, aun el consiguiente aumento de la muestra no es suficiente para alcanzar niveles aceptables de representatividad estadística para el subuniverso que analizamos. Para superar este obstáculo y poder aumentar el tamaño de la muestra y su grado de precisión, se utilizó la técnica consistente en la fusión de datos procedentes de muestras distintas, pero cercanas en el tiempo, tomadas a partir de la misma población24. La muestra de hogares de la EAHU se renueva en forma parcial periódicamente. Dada la forma de rotación de los hogares participantes, existe un solapamiento en las muestras tomadas entre un año y el siguiente. Por eso se decidió utilizar muestras separadas por un período de dos años, las correspondientes a los años 2010 y 2012, de manera tal de evitar ese solapamiento y obtener así la mayor ampliación posible de la muestra original25.
Dado que el total de población estimado por cada muestra fue levemente diferente (una diferencia del 2,2% entre ambas), se decidió ajustar el ponderador a una de ellas: la correspondiente al año 2010, en función de una mejor comparabilidad con los datos del censo de población de ese año, una vez que los mismos se encuentren disponibles. De todas formas, cuando fue posible, se constató que en los resultados generales no hubiera fuertes diferencias atribuibles a los años en que fueron recabados los datos. También se contrastó con la última información censal disponible26.

Cuadro 8. Población activa con nivel superior por subsistema según inserción ocupacional. Población urbana, 2010/12.

* CV superior a 10%.
Nota: no se incluyen casos un 0,8% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU. 

En esta aproximación, nuevamente las proporciones en que se manifiesta la “reserva” aparecen dentro del rango que habíamos observado para los principales aglomerados urbanos a partir de la EPH.
También se confirma el peso de los asalariados operativos y no calificados a su interior. Pero, en contraste con los resultados que mostraba el censo una década antes, su composición en esta medición muestra un mayor peso de este grupo, en detrimento de los desocupados. 

Cuadro 9. Proporción de “masa de reserva” entre población activa con nivel superior según  subsistemas por rangos de edad. Población urbana, 2010/12.

Nota: no se incluye un 1% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU.

Respecto del rango de edad, se confirman nuevamente proporciones más altas en función de “reserva” entre los más jóvenes respecto de las franjas etarias siguientes. Pero también que las proporciones entre los mayores de 45 años no son desestimables.

Cuadro 10. Proporción de “masa de reserva” entre población activa con nivel superior según  subsistemas por sexo. Población urbana, 2001.

Nota: no se incluye un 1% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU. 

Se verifican nuevamente aquí proporciones similares según sexo entre los universitarios y el mayor peso de la reserva entre los varones que entre las mujeres en el caso de los terciarios.
El análisis de la composición según su inserción en ocupaciones y ramas específicas se dificulta por el grado de desagregación en relación a la muestra, pero en términos generales es posible observar una distribución similar a la presentada en el caso del censo diez años antes.

Cuadro 11a. Población ocupada con nivel superior terciario por carácter específico de la ocupación según inserción ocupacional. Población urbana, 2010-12.

* CV superior a 10%.
Nota: no se incluye un 0,9% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU.

Cuadro 11b. Población ocupada con nivel superior terciario por rama de actividad según inserción ocupacional. Población urbana, 2010/12.

* CV superior a 10%.
Nota: no se incluye un  1,1% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU. 

Particularmente respecto de la “reserva”, nos interesa enfatizar que se constata nuevamente el peso de los comerciantes entre los pequeños propietarios y de los empleados administrativos y similares entre los asalariados, distribuidos entre diferentes ramas. Esta distribución se constata también para los universitarios.

Cuadro 12a. Población ocupada con nivel superior universitario por carácter específico de la ocupación según inserción ocupacional. Población urbana, 2010/12.

* CV superior a 10%.
Nota: no se incluye un 1,1% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU. 

Cuadro 12b. Población ocupada con nivel superior universitario por rama de actividad según inserción ocupacional. Población urbana, 2010/12.

* CV superior a 10%.
Nota: no se incluye un 1,5% de casos sin datos.
Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de EAHU. 

Entre la “masa de reserva”, son predominantes nuevamente las ocupaciones de calificación operativa (no menos del 85%) y el registro en la seguridad social entre los asalariados (como mínimo, 80%).
Pero además, la encuesta nos permite acceder a más información. Un 50% de los ocupados en “reserva” se encontraba trabajando en su empleo desde hacía más de cinco años, proporción que aumenta a un 84% si se considera a los que estaban hacía más de un año, por lo que su situación no parece ser ocasional.
Y aunque el volumen de desocupados en 2010/12 es muy pequeño como para poder hacer una descripción exhaustiva, podemos decir que la mitad parece estar en esta situación circunstancialmente. O bien porque son nuevos trabajadores, egresados recientes que aún están buscando inserción profesional y que han cursado sus estudios sin la necesidad de tener que sostenerse ellos mismos, o bien porque corresponden a porciones de pequeña burguesía acomodada que han perdido su base de sustento sólo coyunturalmente, ya que declaran que su última ocupación fue como profesional, directivo, profesional o técnico (aunque no habría que descartar que una parte pueda encontrarse en tránsito hacia la pequeña burguesía pobre o el proletariado). La otra mitad corresponde a población que, a pesar de sus títulos, o bien ya en su empleo anterior estaba inserto o como pequeño propietario o como asalariado operativo o no calificado, o bien tuvo su última ocupación hace más de tres años, en cuyo caso la encuesta no indaga sobre sus características.
De todas formas, más de la mitad de los desocupados declara buscar trabajo desde hace más de seis meses. Y más allá del carácter circunstancial o no de su situación, debe recordarse que todo ellos se encuentran abiertamente desocupados.

¿Persistencia de una masa de reserva?

Para analizar la composición de la reserva hemos recurrido a dos fuentes diferentes: el censo de población de 2001 y, ante la falta disponibilidad de datos del último censo, la encuesta de hogares urbanos realizada una década más tarde. Aunque restringimos la información de la primera fuente a la población urbana de manera de hacerla compatible con la segunda, de todas formas la comparación entre ambas presenta algunas dificultades a considerar.
Estas dificultades consisten principalmente en el control de las posibles diferencias procedentes de las distintas características de cada fuente. Entre otras razones, estas diferencias pueden ser resultado de distintos tipos de errores u omisiones que inciden en cada una de ellas. Por un lado, la encuesta de hogares está afectada tanto por el error muestral  habitual propio de este tipo de relevamientos como por el hecho de que los parámetros de estimación de la población se basan en proyecciones previas. Por su parte, el operativo censal está afectado por problemas de omisión censal27. Otro origen de posibles diferencias puede estar relacionado con la distinta forma de relevar la información en el instrumento de recolección de datos. La encuesta, en contraposición al censo, incluye una batería mayor de preguntas (que también varía en orden y formulación) para captar la condición de actividad, ya que uno de sus objetivos específicos precisamente es el análisis de las características de la inserción de la población en el mercado laboral.
Por esta razón, complementariamente, los principales resultados alcanzados fueron contrastados con los obtenidos a partir de la EPH correspondiente a los años 1999 y 2001, a partir de una fusión de muestras realizada a partir de la técnica ya señalada anteriormente28. Esta encuesta abarca a los principales aglomerados urbanos del país, y precisamente, de su extensión al conjunto urbano es que surge a partir de 2010 la Encuesta Anual que utilizamos previamente. De ahí, que ambas fuentes sean homologables, a pesar de algunas modificaciones entre los dos momentos seleccionados, las cuales serán consideradas a la hora del análisis de los resultados. La población a comparar fue circunscripta a los principales aglomerados urbanos relevados originalmente en 2001 por la encuesta de hogares, de manera de homologar el universo analizado en las distintas fuentes29. De esta manera, buscamos observar hasta qué punto las variaciones en los resultados podían atribuirse al uso de fuentes diferentes en un mismo momento (censo 2001 y encuesta en 1999/2001) o modificaciones en el fenómeno observado a lo largo del tiempo (encuestas de 1999/2001 y de 2010/2012).

Cuadro 13. Estimación de la “masa de reserva” sobre población activa con nivel educativo superior según fuentes y años seleccionados. Principales aglomerados urbanos.

Fuente: elaboración propia a partir de procesamiento de datos de las fuentes seleccionadas. 

A partir de esta comparación podemos observar que los datos de la encuesta de hogares muestran, para la misma época y para el mismo conjunto de aglomerados, una proporción menor de “reserva” que el censo. Y al ser menores las estimaciones iniciales, el resultado es que, comparadas con las mediciones posteriores, las tendencias aparecen más exacerbadas. En los principales aglomerados urbanos la proporción de “reserva” entre la población superior en 2010/12 puede estimarse en un 29,4%. Si se la contrasta con la estimación a partir de los datos censales de 2001, habría crecido 1,9 puntos porcentuales desde entonces. Si la comparación se realiza contra la encuesta de hogares de 1999/2001, el aumento se ampliaría a 7,2 puntos porcentuales.
En otro trabajo hemos analizado con mayor detalle las diferencias entre los datos del censo de población y la encuesta de hogares correspondiente a la misma época30. Aquí destacaremos que el grueso de las diferencias al interior de la “reserva” se concentra en la mayor proporción de desocupados relevada censalmente. De los 6,5 puntos porcentuales de diferencia entre estimaciones para el caso de los terciarios, 4,8 corresponden a la variación en los desocupados. Y entre los universitarios, donde la diferencia entre fuentes es menor, se trata de 1,4 puntos porcentuales sobre 3 de diferencia.
Dicha disparidad, en realidad, no se restringe a la población graduada del nivel superior, sino que afectó al conjunto de la población, ya que el censo de 2001 dio como resultado tasas de desempleo mayores que las registradas en la encuesta de hogares del mismo año, fenómeno que ha sido atribuido oficialmente a las distintas formas en el diseño del instrumento de recolección de datos para uno y otro relevamiento.31 
Asumiendo que las estimaciones censales se encontrasen sobreestimadas, las mediciones de la encuesta para 1999/2001 muestran aún volúmenes notables (31,4% entre terciarios y 17% entre universitarios), que no dejan de confirmar la preocupación sobre este fenómeno que los estudios analizados al comienzo de este trabajo manifestaban para esa época. El hecho de que esas proporciones además se encuentren por debajo de los márgenes de oscilación del fenómeno desde 2003 en adelante, que habíamos observado al comienzo del trabajo, ¿significa que esos volúmenes han aumentado, y no disminuido, con posterioridad a 2001?

Cuadro 14. Población activa con nivel superior completo según terciario o universitario. Principales aglomerados urbanos, 1999/2001 y 2010/2012.

Nota: las distribuciones no incluyen casos sin datos: 0,3% y 0,5% en las estimaciones de 1999/2001 y 2010/2012 respectivamente.
Fuente: elaboración propia a partir de bases de datos de EPH y EAHU - INDEC.

Si comparamos los datos correspondientes a 1999/2001 y los de 2010/2012, se observa una reducción de la desocupación tanto entre terciarios como entre universitarios. Aun así, y a pesar de esto, la masa en “reserva” crece para ambos grupos.
Entre los primeros, porque una parte de los desocupados parece ser absorbida bajo la forma de asalariados operativos y no calificados, los cuales también crecen a costa de una fuerte reducción de los profesionales y técnicos asalariados.
Entre los universitarios, sin embargo, no se observa este último proceso. A pesar de que también los desocupados disminuyen y una parte se incorpora como asalariados operativos y no calificados, crece también, aunque más levemente, la proporción de profesionales y técnicos asalariados, en parte también a costa de una importante reducción en la proporción de profesionales y técnicos independientes.
Estos movimientos sugieren una serie de preguntas: en el caso de los universitarios, ¿forma parte de un proceso más general de asalarización de quienes ejercen funciones intelectuales? Y en el caso de los terciarios, ¿estaría indicando más bien la afirmación de formas más consolidadas de reserva?
Ahora bien, es importante considerar que la Encuesta de Permanente de Hogares sufrió una reformulación en sus características en el año 2003, momento intermedio entre nuestros dos puntos de comparación. Dicha reformulación abarcó aspectos temáticos, muestrales y organizativos. Entre los muestrales, el principal fue el pasaje desde una medición “puntual” en determinados meses del año (mayo y octubre), hacia la medición “continua” a lo largo de ventanas de observación abiertas durante los cuatro trimestres del año32. Entre las reformulaciones temáticas, se realizaron modificaciones conceptuales y en el propio instrumento de medición, con el objetivo de lograr una mejor captación de la población activa, tanto ocupada como desocupada33.
¿Puede ser la variación entre las dos mediciones producto más bien de una mayor precisión en la información obtenida antes que resultante de un aumento en la población que buscamos observar? No pareciera ser este el caso, desde el momento en que la tasa de actividad para el conjunto de los graduados superiores en la segunda medición es menor, y no mayor, que en la primera (85,7 contra 82,9%). Esta situación se repita en ambos subconjuntos: entre los terciarios esta tasa pasa de 82,1 a 78,6%, y entre los universitarios, de 88 a 86,2%.34

Cuadro 15. Proporción de graduados superiores activos en “reserva”. Principales aglomerados urbanos, 1999/2001 y 2010/2012.

Fuente: elaboración propia a partir de bases de datos de EPH y EAHU – INDEC.

El aumento de la proporción de la masa de reserva entre los dos momentos de tiempo se registra para ambos sexos y todos los rangos etarios.  Este aumento es mayor entre los varones que entre las mujeres y con diferencias menos significativas según los rangos de edad. Las proporciones más altas en ambos momentos se encuentran entre los egresados terciarios, especialmente varones y jóvenes.  Los primeros pasan de un 36,5 a un 48% y los segundos de un 38,9 a un 50,5%.
Al contrastar entonces la encuesta de hogares entre los dos momentos de tiempo analizados, se confirman algunos de los rasgos observados previamente.
¿Pero qué nos dicen entonces las diferentes estimaciones respecto de la evolución del fenómeno? Si asumimos que la masa de reserva evaluada a partir del censo se encontraba sobre-estimada, entonces habría habido un crecimiento importante de esta población entre los momentos analizados. Por el contrario, si fuera la encuesta de hogares la responsable de una subestimación inicial, este crecimiento habría sido menor y esta masa sería, aunque levemente mayor, más estable entre ambos momentos. En consecuencia, no variaría la caracterización de la existencia de la masa de reserva sino el grado en que esta habría crecido en el período analizado. De esta forma, el fenómeno se presenta como persistente entre ambos momentos.35

Resultados y nuevos problemas

Del ejercicio realizado en este trabajo se desprende, aun considerando las posibles diferencias entre fuentes, la persistencia de una “masa de reserva” para las funciones intelectuales en Argentina. Aun cuando entre ella la desocupación parezca reducirse notablemente, esta masa se ha mantenido relativamente estable, puesto que encuentra empleo en otras ocupaciones, dando cuenta de un fenómeno no meramente coyuntural sino orgánico en la sociedad argentina actual, resultante de una de las forma en que el capitalismo intenta resolver, dentro de los márgenes de las relaciones fundamentales que le son propias, la contradicción entre acceso a la educación y sociedad de clases, expandiendo la primera sin poner en cuestión la segunda.
Dicha masa no se restringe ni a los graduados más jóvenes ni a las mujeres, sino que se extiende a los varones y adultos, aunque se exprese en distintas proporciones según cada grupo y según se trate de egresados terciarios o universitarios. Considerando los estudios específicos reseñados al comienzo, posiblemente estas diferencias existan según disciplinas, pero no contamos con información estadística para corroborarlo.
Esta masa no se manifiesta solamente bajo la forma de desocupación abierta. Como hemos visto una porción aparece como pequeños propietarios (especialmente como pequeños  comerciantes) y otra, mucho más considerable, aparece principalmente como asalariados de calificación operativa.
Una parte de ellos se encuentran insertos en esferas de actividad y ocupación similares a aquellas donde se concentran los profesionales y técnicos. Nos referimos a las relacionadas con la salud, la educación y la administración. Se trata de ámbitos donde a través de otros indicadores hemos detectado diversos rasgos (que hacen posiblemente a distintos grados) de un proceso de proletarización de las ocupaciones intelectuales, o cuando menos, constituyen un terreno fértil para su desarrollo (Donaire, 2010).
Sin embargo, dentro de este conjunto hay un grupo que se destaca. Es el conformado por  aquellos asalariados en ocupaciones de gestión administrativa, jurídico legal, contable y similares. Este conjunto de “oficinistas rasos” está disperso entre las distintas ramas de actividad. Una parte de los egresados superiores insertos en estas ocupaciones probablemente provengan precisamente de disciplinas relacionadas con la gestión contable, jurídica y administrativa36, que, aunque no como profesionales o técnicos, logran ocuparse en funciones de auxiliares, asistentes o ayudantes de quienes ejercen dichas funciones. Sin embargo, no necesariamente se reducen a ellas, ya que hemos encontrado referencias, en los distintos estudios específicos que hemos reseñado al comienzo de este documento, en el sentido de que existe este tipo de inserción para graduados de muy diversas disciplinas, desde las ingenierías hasta las ciencias sociales.
¿Qué expresan estas situaciones en términos de posición social?.
Lo primero que podemos afirmar es que la presencia de un título superior no parece estar expresando una posición social unívoca: aunque bajo el mismo se presentan mayoritariamente las capas acomodadas de la pequeña burguesía, encontramos también elementos que parecen corresponder a sus capas pobres e incluso al proletariado. Esto supone ya una primera alerta a la identificación entre educación superior y posición social, especialmente para aquellas corrientes teóricas que asimilan el acceso a determinados niveles de enseñanza con la posesión de determinados “capitales educativos” y por ende, con determinadas posiciones “privilegiadas”. En algunos casos, suele atribuirse esta suerte de desfasaje a una “devaluación de credenciales”. Pero aun así, dicha caracterización no logra elevar la mirada por sobre la esfera de la relación entre oferta y demanda de títulos, para avanzar en dar respuesta a la forma en que se articula concretamente el sistema educativo con los distintos grupos en la estructura social, y específicamente la manera en que el acceso a determinados niveles de educación restringidos deviene o no de propiedad sobre “capital” a atributo de fuerza de trabajo.
En principio, la inserción de una porción como pequeños propietarios de comercios o talleres indica que conservan la propiedad sobre determinadas condiciones de existencia, si bien no las que garantizan su reproducción social como intelectuales, sí aquellas similares a las de cualquier otro pequeño productor o comerciante. Esta situación supone, como mínimo, algún grado de pauperización de la pequeña burguesía.
¿Pero qué ocurre con aquellos insertos como trabajadores asalariados, mayoritariamente de calificación operativa?  En este caso, se encuentran expropiados de sus condiciones de existencia, en tanto su inserción inmediata en la estructura social es como proletarios, y particularmente, como parte de las capas relativamente acomodadas del proletariado. El hecho de que el grueso de la reserva para las funciones intelectuales quede así inserta, ¿supone un desplazamiento hacia esas capas?
Podría suponerse, no obstante, que una parte de quienes están incluidos en este grupo en realidad están aguardando la posibilidad de ascender jerárquicamente desde su inserción actual hacia puestos técnicos y profesionales, especialmente si se trata de graduados jóvenes. Pero aun así, esta situación no dejaría de corresponder a un deterioro relativo de las condiciones de vida y de trabajo de la pequeña burguesía, que inclusive a través de su acceso a los niveles más altos del sistema educativo, no encuentra necesariamente garantizada su reproducción como capa, al menos para una porción de ella. De ser así, constituiría un indicador más de su pauperización, hecho que parece confirmado por la persistencia de este fenómeno incluso en franjas etáreas superiores, es decir, la existencia una importante masa de graduados adultos que, a pesar de su edad, continúan conformando parte de la reserva.
Otra explicación posible es que no se trata tanto de una porción de pequeña burguesía en proceso de proletarización o de pauperización, sino por el contrario, de una porción del proletariado a la cual se le exigen mayores requisitos de formación. Sin embargo, de ser así, esto no negaría sino que confirmaría el carácter proletario de esta población. Tampoco negaría, la hipótesis de un cambio de articulación entre estructura social y un sistema educativo, sobre todo, en el sentido de que la educación superior (o al menos una parte de ella) ya no supondría necesariamente un privilegio de clase, sino que estaría al alcance de los obreros, o al menos de una parte de ellos. De todas formas, en otros trabajos hemos mostrado que, aunque creciente entre los dos momentos analizados, la posibilidad de acceso de los hijos del proletariado (incluso de sus capas relativamente acomodadas) continúa siendo notablemente menor que la de los hijos de la pequeña burguesía acomodada (Donaire, 2015).
De una u otra forma, pareciera posible afirmar que la constitución de esta masa tiende a erosionar el carácter acomodado de esta pequeña burguesía. Sin embargo, ¿basta consignar la existencia de esta reserva para poder afirmar la presencia de un proceso de proletarización? ¿O deberían confirmarse la presencia de otros fenómenos asociados, tal como su función de presión sobre el activo? ¿Se ha constituido un contingente relativamente excedentario que tiende a oscilar según las alternancias del ciclo económico? De ser así, ¿su carácter fluctuante lo asimilaría a la modalidad flotante de la superpoblación relativa?37 O el hecho de que buena parte de esa población se encuentre ocupada y que su carácter relativamente excedentario se exprese abiertamente como desocupación en una coyuntura crítica, ¿la hacen asimilable a la modalidad de la superpoblación latente? Y el grado de estabilidad que parece manifestarse en el amparo mayoritario bajo la seguridad social ¿puede expresar más bien su consolidación en esa modalidad antes que su carácter relativamente acomodado al interior del proletariado? ¿O por tratarse de una porción procedente o asimilable con la pequeña burguesía deberían considerarse otras categorías distintas a las utilizadas para caracterizar a la población obrera sobrante? Finalmente entonces, y en términos más generales, ¿cómo se articula la existencia de esta masa de reserva con otros aspectos del proceso de proletarización; como el grado de subordinación al capital del proceso de trabajo de los diferentes grupos de intelectuales?

Notas

1 Sin embargo, en algunas especialidades estas tasas podían llegar a variar fuertemente según cada estudio. Por caso, entre los graduados de comunicación y periodismo, el estudio de la UNTREF registraba 20,4% de desocupación y la encuesta del ME un 9,4%. Ambos datos contrastaban con los resultantes del análisis de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares correspondiente al año 1998 que incorporó un módulo sobre educación, según la cual esa tasa era del 2,2%. Obviamente estas diferencias están relacionadas con los distintos universos de carreras, la definición de graduado, la cobertura geográfica y el momento en que se recabaron los datos. Una comparación entre los resultados para distintas especialidades entre las tres fuentes puede encontrarse en IIPE (2002). Para el total de graduados comprendido por cada relevamiento las tasas de desocupación fueron 9,2% según ME, 9% según UNTREF y 4,3% según EPH. Posiblemente los datos de ésta última tienden a ser más bajos porque abarca, no sólo a los graduados  recientes. (generalmente jóvenes que recién han comenzado su proceso de inserción laboral), sino al conjunto de los egresados.

2 El estudio de la UNTREF es uno de los pocos donde se encuentra un análisis según la complejidad de las tareas definidas a partir de las características de la ocupación: el 65,6% de los graduados ocupados realizaba tareas de carácter profesional o científico, un 27,6% técnico, un 5,8%, operativo y un 1%, sin calificación. Es decir que es posible estimar que entre ocupados operativos, ocupados sin calificación y desocupados sumaban un 15,2% de la población activa graduada universitaria reciente de las carreras relevadas por esa encuesta.

3 A pesar de estas divergencias, podemos señalar como parámetro que la proporción de quienes estarían insertos en ocupaciones “no adecuadas”, varía en general desde un 11% a un 27% de los ocupados según el centro educativo del que se  trate, pero pueden oscilar incluso por fuera de esos márgenes si se consideran carreras específicas al interior de cada universidad de referencia.

4 “La exclusión de tareas de concepción y diseño en algunas de las ramas de tecnología avanzada, limita el rol de los ingenieros tecnológicos a la operación y allí los perfiles de calificación demandados son similares a los de un técnico u otros profesionales intermedios, mientras que el ingeniero o queda sub-ocupado o se limita a las funciones de ajuste de la máquina. Más limitada aun es la posibilidad de inserción de la mujer ingeniera, frecuentemente descalificada en sus conocimientos y capacidades de mando por su género. La dimensión promedio de las empresas que demanda sus funciones limita sus promedios de ingresos, multiplicando sus estrategias de empleo o diversificándolas hacia otras actividades para complementar ingresos, ya sea docencia, comercialización o incluso administración y venta (Panaia, 2013: p. 69).

5 En octubre de 2014 en un encuentro en el Centro Argentino de Ingenieros con decanos de facultades de esas carreras y especialistas en el tema se hizo hincapié en la escasez de profesionales y la baja matriculación en las carreras. De hecho, a fines de 2012 el Ministerio de Educación había lanzado un Plan Estratégico de Formación de Ingenieros mediante el cual se otorgan becas a estudiantes avanzados para que finalicen sus estudios (Saralegui, 2014).

6 En una entrevista a propósito del lanzamiento del Plan Estratégico de Formación de Ingenieros, el entonces ministro de Educación Alberto Sileoni señalaba ambos fenómenos (Videla, 2013). Habría que analizar hasta qué punto esta situación puede extenderse a otras ramas y ocupaciones y explicar cierta persistencia de una demanda laboral insatisfecha de profesionales y técnicos entre las empresas privadas. Por caso, según la Encuesta de Demanda Laboral Insatisfecha, en el tercer trimestre de 2012, un 33% de empresas realizaron búsquedas de personal,  y un 7,3% no pudieron cubrir sus necesidades. Del total de personal buscado y no cubierto un 25,3% requerían títulos secundarios o terciarios y un 42,4%, títulos universitarios (INDEC, 2012).

7 Según su estatuto, agrupa a “los trabajadores en relación de dependencia en el ámbito privado que cumplen tareas vinculadas a la Informática, como ser el análisis de sistemas, computación, procesamiento de datos, configuración y/o administración de redes, programación, asesoramiento, servicios y desarrollo en materia de software, fabricación de componentes y accesorios para el sector” (Unión Informática, 2011). Según las fuentes periodísticas, la UI habría hecho su primera huelga el 28 de julio de 2011, tendría unos tres mil adherentes y unos 300 afiliados y delegaciones en algunas ciudades del interior del país (Balinotti, 2012; Stang, 2013).

8 Por ejemplo, en el año 2011 el 61,2% de los egresados universitarios fueron mujeres y sólo un 11,5% del total de graduados correspondían a ramas relacionadas con ingenierías, industrias o informática (SPU, 2011).

9 Entre otras profesiones cuya aparente alta demanda ha sido señalada en la opinión pública se encuentran algunas especialidades del campo de la salud. Por caso, el Colegio Argentino de Terapia Intensiva llegó a caracterizar la falta de especialistas intensivistas como “peligro nacional”. En 2012 se habrían cubierto sólo el 32% de las vacantes para terapia intensiva y en 2013, el 28% (Czubaj, 2014).  Sin embargo, esta situación no podría ser extendida al conjunto de los médicos, donde habría más postulantes que puestos (Bär, 2012). También en la enfermería existiría escasez, aunque en este caso suelen citarse como fuente estimaciones de proporciones óptimas en relación con el volumen de población y la cantidad de médicos existente (Jueguen, 2012). Esto introduce la necesidad de diferenciar entre demanda social (en relación a las necesidades, en este caso, sanitarias, de la población) y demanda solvente (en relación a la existencia de empleadores dispuestos a contratar asalariados). En todos estos casos, se suele señalar también. no sólo la escasez de graduados, sino también las malas condiciones laborales ofrecidas.

10 Un breve repaso por los estudios de referencia más importantes (Germani, 1987; Torrado, 1994; Iñigo Carrera y Podestá, 1989; Jorrat, 2000; Sautú, 2007) muestra que, más allá de las especificidades, en todas ellas los profesionales, docentes y otros tipos de intelectuales son categorizados como parte de una clase social (clase media, pequeña burguesía, estrato no manual, clase intermedia) diferente de aquella donde se ubica el grueso de los trabajadores asalariados (clases populares, clase obrera, proletariado y semiproletariado, estrato manual, clase trabajadora). Sólo en un análisis encontramos una advertencia respecto de la caracterización de parte de estos grupos como “proletaroides” (Germani, 1987: pp. 203/4) y en otro una referencia a un posible proceso de “proletarización” (Iñigo Carrera y Podestá, 1989: pp. 22 y 30).

11 Para una comparación de categorías utilizadas en los casos argentino, chileno y brasilero, ver  Boccardo Bosoni (2012).

12 Aunque con distintas denominaciones, tanto quienes abrevan en Goldthorpe (1995) como en Bourdieu (1998) tienden a englobar estos grupos en un conjunto diferente que al grueso de la masa trabajadora y a asimilarlo como parte de las capas medias.

13 La matrícula de la educación superior pasó de menos de 200 mil personas a más de 2,4 millones entre 1960 y 2010. En el mismo lapso, los egresados de ese nivel pasaron de un 1,4 a un 11,6% del total de población mayor de 14 años. Una estimación a partir de la asistencia escolar de la población urbana entre 18 y 24 años que ocupa el lugar de hijos en sus hogares, dio como resultado la existencia de un aumento en el acceso al nivel superior de quienes proceden de hogares de extracción popular,  desde un 21,7 a un 24,4% entre 2001 y 2010 (Donaire, 2015).

14 Sobre la diferencia entre movimientos orgánicos y de coyuntura, ver Gramsci (1997).

15 En Argentina, el nivel de enseñanza superior está regido desde 1995 por la Ley de Educación Superior (N° 24.521), la cual regula dos grandes subsistemas: universitario y no universitario (o terciario). La educación universitaria tiene por finalidad la capacitación científica y profesional específica en distintas carreras, mientras que las funciones básicas de la enseñanza no universitaria son la formación y capacitación para el ejercicio de la docencia en los niveles no universitarios del sistema educativo y la formación superior de carácter instrumental en las áreas humanísticas, sociales, técnico-profesionales y artísticas. Aunque de menor volumen respecto a la universitaria, las carreras terciarias representaban en 2010 un 28,7% del total de la matrícula de la educación superior.

16 Las características de la ocupación, entre ellas la calificación, refieren siempre, en ambas fuentes, a la ocupación principal, definida como aquella con una mayor carga horaria.

17 Para las definiciones sobre “calificación de la ocupación”, ver INDEC (2005).

18 La Encuesta Permanente de Hogares releva trimestralmente información sobre la población de los principales aglomerados urbanos del país, los cuales representan alrededor del 62% de la población argentina. Los cuadros que aquí presentamos no incluyen información correspondientes al tercer trimestre de 2007, la cual no fue publicada por el INDEC, debido a que una parte de los aglomerados no fue relevada, en algunos casos por causas de orden administrativo (Mar del Plata-Batán, Bahía Blanca-Cerri y Gran La Plata), en otros debido a una huelga del personal que realiza la encuesta (Gran Buenos Aires). Aunque la encuesta se desarrolla desde hace varias décadas, en el año 2003 sufre una serie de transformaciones metodológicas que hacen que los datos no sean inmediatamente comparables con los de los años previos. Por esta razón presentamos aquí la evolución desde ese año en adelante, aunque volveremos sobre la cuestión de la comparabilidad más adelante.

19 En el período considerado se observa una disminución de la proporción de profesionales y técnicos entre la población urbana ocupada mayor de 14 años con nivel secundario completo (o superior incompleto). En la evolución de estas cifras influye seguramente la disminución del volumen de desempleados, pero también el cambio cualitativo sufrido en el carácter de este nivel de enseñanza, resultante de un proceso de más largo plazo que afecta a la relación entre estructura social y sistema educativo. Tradicionalmente un nivel de enseñanza restringido a una parte de la población, se va ampliando gradualmente su acceso, proceso que se acelera en la segunda mitad del siglo XX. Si en 1980 la tasa neta de escolarización en la educación secundaria en el país era aun de un 42,2% de los jóvenes de 13 a 17 años, en el año 2001 ya había pasado a un 71,5% para seguir creciendo posteriormente (DINIECE, 2007). Es decir que, cuando en 2006 fue establecida como obligatoria su cursada, ya había dejado de ser un nivel educativo específico para la formación de intelectuales, para haber pasado a ser parte de la educación de masas. Por esta razón, ya en el año 2001 una estimación mostraba que un 75,7% de la población urbana activa egresada del secundario no estaba inserta en tareas profesionales ni técnicas (Donaire, 2006). El nuevo carácter que adquiere el nivel secundario pone en cuestión la conceptualización realizada entonces de la masa egresada del mismo como reserva para las funciones intelectuales, aunque no habría que descartar que existan diferencias al respecto según la titulación (en la actualidad, bachiller o técnica).

20 Las diferencias a favor de los varones se presentan más bien en la posibilidad de ser patrón o ejercer la profesión en forma independiente. Esta situación aparece también entre los graduados terciarios, aunque  aquí  las  proporciones en que existen esas inserciones son mucho menores tanto entre varones como entre mujeres.

21 Particularmente la educación superior terciaria en Argentina se ha caracterizado por  la formación de docentes  para los niveles de enseñanza obligatorios, esto es, ocupaciones tradicionalmente ejercidas por mujeres. De todas formas, esto no explica por qué los graduados varones no se incorporan a este tipo de ocupaciones. ¿El proceso de pauperización relativa que implica la presencia femenina en la docencia ha alcanzado un grado tal que incluso hace que sea más provechoso para los varones que se forman como docentes insertarse en otras ocupaciones no profesionales ni técnicas? ¿o estos varones corresponden, no a la formación docente, sino a la formación técnico-profesional en otras disciplinas? La respuesta a esta pregunta ameritará profundizar en la investigación.

22 Las ocupaciones refieren a la tarea inmediata que realiza cada individuo. Las agrupamos según la siguiente categorización: a) directivas (funcionarios públicos, directivos y gerentes de establecimientos públicos y empresas privadas), b) de la gestión administrativa, jurídica, contable y financiera, c) de la comercialización, telecomunicaciones, transporte y almacenaje, d) de la salud y la sanidad y de la educación, e) de otros servicios sociales básicos (investigación científica, comunicación de masas, prevención de siniestros, seguridad, fuerzas armadas, etc.) y servicios varios (arte, deporte, recreación, gastronomía, turismo, limpieza, etc.) f) de la producción (agrícola, ganadera, extractiva, de energía, de construcción edilicia, industrial y artesanal, etc.).
Las ramas de actividad remiten a la producción del establecimiento donde cada individuo está inserto. Las agrupamos de la siguiente manera: a) Industria manufacturera y otras de la producción (electricidad, gas y agua, construcción, agricultura, minas y canteras), b) comercio, hotelería y restaurantes y transportes, correos y telecomunicaciones, c) intermediación  financiera y servicios financieros, inmobiliarios y empresariales, d) administración pública, defensa y seguridad social obligatoria, e) enseñanza, f) servicios sociales y de salud, g) otros servicios (de esparcimiento, de asociaciones, de esparcimiento, culturales, deportivos, personales y domésticos).

23 La fuente no incluye la ocupación específica de la población. La descripción de las ocupaciones son ejemplos tomados del Clasificador Nacional de Ocupaciones, en base al cual son agrupadas y codificadas. La enumeración sólo incluye ejemplos de ocupaciones de calificación operativa, puesto que son claramente mayoritarias entre la ocupación que estamos analizando.

24 Con algunas modificaciones, seguimos aquí el uso de la técnica planteado por Sourrouille (2010). Agradecemos a la autora sus sugerencias respecto de la aplicación del método.

25 Las referencias sobre la EAHU fueron tomadas de los documentos técnicos elaborados por el INDEC (2011a y 2011b). Dichos informes no detallan diferencias en la cobertura geográfica, en el tamaño de las muestras u otras procedentes de problemas surgidos en el relevamiento.

26 En ese sentido debe considerarse que la EAHU sobreestima la población egresada del terciario en comparación con el censo. Mientras que en este último constituye el 5,3% de la población urbana mayor de 14 años en hogares particulares, en las encuestas de 2010 y 2012 representa un 6,1 y un 6,2% respectivamente. Las diferencias entre fuentes referidas a los egresados universitarios son menores: 6,7% según el censo y 6,6% según ambas encuestas.

27 En el caso del CNPHyV01 la omisión censal fue calculada en un 2,75% (INDEC, 2005).

28 También en este caso, la fusión de muestras separadas por un hiato de dos años se fundamenta en que, dada la forma de incorporación y rotación de hogares relevados, dicho lapso es el necesario para que las muestras fusionadas no se solapen entre sí, de manera tal de lograr ampliar la representatividad estadística en el mayor grado posible. En función de facilitar la comparabilidad de la información, la ponderación fue recalculada, también considerando la estimación de la población total de la muestra original realizada en el año correspondiente al censo, en este caso, a la estimación de la muestra para el año 2001, de manera de posibilitar la comparación posterior entre las distintas fuentes.

29 Dichos aglomerados comprenden: Gran La Plata, Bahía Blanca – Cerri, Gran Rosario, Gran Santa Fe, Gran Paraná, Posadas, Gran Resistencia, Comodoro Rivadavia - Rada Tilly, Gran Mendoza, Corrientes, Gran Córdoba, Concordia, Formosa, Neuquén – Plottier, Santiago del Estero - La Banda, Jujuy – Palpalá, Río Gallegos, Gran Catamarca, Salta, La Rioja, San Luis - El Chorrillo, Gran San Juan, Gran Tucumán - Tafí Viejo, Santa Rosa – Toay, Ushuaia - Río Grande, Ciudad de Buenos Aires, Partidos del Conurbano, Mar del Plata – Batán y Río Cuarto.

30 Dicha comparación se encuentra en Donaire (2016). Allí se analizan las distribuciones por sexo y edad, las cuales muestran resultados similares a los ya descritos: la posible sobre-estimación censal o sub-estimación muestral en 2001, que aunque supone diferencias respecto de los márgenes de fluctuación del fenómeno, no pone en cuestión la persistencia del fenómeno de la reserva.

31 Según datos de la EPH, la tasa de desocupación general a fines del 2001 fue del 18,3%. Sin embargo, el censo de ese mismo año arrojó como resultado una tasa aún más elevada, 28,5% (INDEC, 2005).

32 De ahí que los datos de 1999/2001 correspondan al mes de octubre, mientras que los de 2010/2012, al tercer trimestre de los respectivos años.

33 En el caso de la ocupada, mediante la recuperación de formas ocultas de ocupación: trabajo femenino, trabajo irregular, changas, actividades no reconocidas habitualmente como trabajo por la población, y en el de la desocupada, mediante la recuperación de formas ocultas de desempleo, explicitando modalidades formales e informales de búsqueda de ocupación (INDEC, 2003).

34 Y aun cuando pudiera haberse registrado una mejor captación de los ocupados que de los desocupados, esto no podría por sí mismo explicar el aumento de la masa de reserva desde un 22,2 a un 29,4% entre los dos momentos de tiempo, puesto que en su incremento incide principalmente la forma en que se clasifica a la población según la calificación de la tarea realizada, respecto de los cual no se encuentran referencias a posibles cambios significativos producidos por la reformulación de la encuesta.

35 Queda pendiente evaluar la proporción a la que ascendía esta masa antes del 2001. ¿Se trata de un fenómeno históricamente previo? De ser así, no negaría su carácter orgánico, por el contrario, si se trata de un fenómeno no meramente coyuntural, ¿desde qué momento comenzó a adquirir permanencia?

36 Debe tenerse en cuenta que se trata además de disciplinas donde se concentra buena parte de los graduados de la educación superior del país. En 2010, entre los egresados universitarios, los provenientes de ramas de las ciencias sociales (donde se incluyen, entre otras, las disciplinas de derecho, economía y administración) representaban un 45% del total (SPU, 2010). Entre los graduados terciarios esta proporción era del 28%, y considerando estrictamente la formación técnico-profesional, es decir sin incluir las titulaciones de formación docente, estas ramas representaban un 43% de los egresados (DINIECE, 2015).

37 El análisis clásico distingue la superpoblación relativa según asuma formas periódicas y constantes. Entre estas últimas es posible distinguir entre las modalidades flotante, latente e intermitente (Marx, 1986).

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