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Estudios del trabajo

Print version ISSN 0327-5744On-line version ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.55 Buenos Aires June 2018

 

ARTÍCULOS

Las tramas de la desigualdad social desde una perspectiva comparada: hacia una reconstrucción de las trayectorias laborales de jóvenes de clases medias y trabajadoras1

 

Leticia Muñiz Terra2, Eugenia Roberti3

2 CIMeCS/IdIHCS-UNLP/CONICET. Correo-e: leticiamunizterra@yahoo.com.ar
3 CONICET-CIS/IDES-PREJET/FaHCE-UNLP. Correo-e: eugenia.roberti@hotmail.com

1 Este escrito se enmarca en el proyecto “Trayectorias y carreras laborales heterogéneas de generaciones jóvenes en el Gran La Plata. Un análisis de itinerarios ocupacionales en el sector formal e informal del mercado de trabajo en el período de Posconvertibilidad”. Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. PICT código 2015-0928 y el Proyecto de Incentivos 11/H778 de la UNLP. 2016-2019. Dirigidos por la Dra. Leticia Muñiz Terra.
Part of this article was also elaborated in the context of INCASI Network, an European project that has received funding from the European Union’s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Skłodowska-Curie GA No 691004 and coordinated by Dr. Pedro López-Roldán. This article reflects only the author’s view and the Agency is not responsible for any use that may be made of the information it contains.
Agradecemos especialmente a la Dra. Jésica Pla por sus comentarios a una versión borrador del artículo.

Recibido: 19/5/2017
Aceptado: 18/3/2018


Resumen

El presente artículo se propone indagar la relación entre juventudes, trayectorias, clases y desigualdades en el contexto argentino. Partimos de la idea de que las experiencias biográficas de las jóvenes generaciones se configuran en un escenario de mayor fragmentación e inequidad social, dando lugar a una multiplicidad de recorridos y sentidos subjetivos en la manera en que es vivenciada la desigualdad en este tramo de la vida.
En este marco, consideramos que un acontecimiento clave de las trayectorias juveniles es la entrada al mundo laboral, al constituirse en un hito fundamental del proceso de enclasamiento social. La investigación analiza las trayectorias laborales de jóvenes provenientes de dos clases sociales y busca comprender cómo se produce, reproduce y expresa la desigualdad social en la constitución de estas trayectorias diversificadas.

Palabras clave: Jóvenes; Trayectorias; Desigualdad de clase; Metodología cualitativa.

Abstract

The plots of social inequality from a comparative perspective: towards a reconstruction of the labor trajectories of middle class and working-class youth

The present article aims to investigate the relationship between youth, trajectories, classes and inequality in Argentina. We start from the idea that the biographical experiences of the young generations are configured in a scenario of greater social fragmentation and inequality, giving rise to a multiplicity of paths and subjective senses in the way in which inequality is experienced in this stretch of life.
In this context, we consider that a key event of the youth trajectories is the entry into the labor world, being a fundamental milestone in the process of social classing. The research analyzes the labor trajectories of young people coming from two social classes and seeks to understand how social inequality is produced, reproduced and expressed in the constitution of these diversified trajectories.

Key words: Young; Trajectories; Class inequality; Qualitative methodology.


 

Introducción

La desigualdad social es un problema estructural de los países latinoamericanos en general y de Argentina en particular, que ha sido ampliamente analizado por las Ciencias Sociales. Este fenómeno refleja, entre otras cuestiones, la presencia de altos grados de concentración de la propiedad y una marcada heterogeneidad productiva (es decir, la existencia simultánea de sectores de productividad laboral media-alta y un conjunto de segmentos en que la productividad del trabajo es muy baja) (CEPAL, 2010). Estas brechas no pueden explicarse sin entender la desigualdad en la calidad y productividad de los puestos de trabajo en y entre los distintos sectores de la actividad económica, que se proyecta asimismo en rendimientos muy desiguales entre los trabajadores, el capital y el trabajo.
En nuestro país se evidencia además la existencia de grupos poblacionales que han sido especialmente expuestos a estos procesos de diferenciación social, entre los cuales se encuentran los jóvenes. Considerando esta situación, el artículo se propone comprender cuáles son las particularidades que asume la desigualdad social específicamente en el sector juvenil.
Se indaga así en la relación entre desigualdades y juventudes mirando concretamente las diferencias de clases a partir del análisis de las trayectorias laborales. Partimos de la idea de que las experiencias biográficas de las jóvenes generaciones se configuran en un escenario de mayor fragmentación e inequidad social, dando lugar a una multiplicidad de recorridos y sentidos subjetivos en la manera en que es vivenciada la desigualdad en este tramo de la vida.
En este marco, consideramos que un acontecimiento clave de las trayectorias juveniles es la entrada al mundo laboral, al constituirse en un hito fundamental del proceso de enclasamiento social. La investigación analiza las trayectorias laborales de jóvenes provenientes de dos clases sociales y busca comprender cómo se produce, reproduce y expresa la desigualdad social en la constitución de estas trayectorias diversificadas.

Desigualdad social, clases y trayectorias: hacia una articulación conceptual

El estudio sobre la desigualdad social y la manera en que ésta se produce y reproduce, ha sido objeto de aproximaciones disímiles en el marco de los estudios sociológicos. Se han desarrollado así análisis teóricos que enfocan su mirada tanto en las experiencias de los individuos -enfatizando la distribución de capacidades y recursos-, como también en las pautas de relaciones e intercambios interinstitucionales desiguales o en las condiciones estructurales y asimétricas que se imponen a los actores sociales.
Las teorías centradas en las capacidades u oportunidades individuales enfocan su mirada en la distribución de diferentes atributos entre las personas y analizan cómo esta distribución incide sobre los resultados desiguales que se alcanzan en un contexto social dado. Para esta perspectiva, la desigualdad social es consecuencia de que la sociedad es un agregado de voluntades, acciones y decisiones individuales (Rawls, 1997), por lo cual, para alcanzar una mayor justicia e igualdad social considera fundamental el fomento de las capacidades individuales (Sen, 1999).
Las miradas relacionales, en cambio, se han preocupado especialmente por el estudio de las relaciones o vínculos sociales que generan desigualdades, éstas pueden referir a las interacciones entre distintos actores que imponen fuertes restricciones (Goffman, 1981), o a pares categoriales distintivamente circunscriptos como mujer/varón, ciudadano/extranjero, aristócrata/plebeyo, etc., que pueden perdurar a lo largo de una carrera, una vida y una historia organizacional (Tilly, 2000).
Los estudios centrados en los condicionamientos estructurales han enfocado su mirada sobre las estructuras de distribución desigual de los beneficios y las cargas entre los diferentes sectores e individuos que conforman la sociedad. Parten de suponer que la estructura económica y social propicia la ubicación de los individuos en distintos lugares de la sociedad y que el contexto macrosocial explica fundamentalmente la existencia de desigualdad social (CEPAL, 2010).
Cada una de estas perspectivas ha arrojado luz sobre algunos aspectos particulares del fenómeno de las desigualdades, sin proponer una mirada holística de la problemática (Reygadas, 2004). Considerando esta cuestión, el presente artículo aborda el estudio de la desigualdad desde una perspectiva multidimensional y multiescalar, desarrollada como resultado de procesos heterogéneos que se desenvuelven a lo largo del tiempo, y en contextos culturales e históricos específicos (Reygadas, 2008; Saraví, 2015).
La desigualdad puede analizarse de manera comparada entre distintos grupos sociales, pues necesariamente un colectivo es desigual respecto de otro grupo social. Asimismo, dentro de cada uno de los grupos se generan relaciones que promueven o limitan la desigualdad al interior del grupo y entre éste y otro colectivo de individuos. Estos grupos, que han sido construidos y nominados en la sociología como clases sociales, fueron estudiados desde distintas perspectivas teóricas desde los orígenes de la disciplina.4 Así, mientras Marx (1979) señaló la existencia de distintas clases sociales conformadas como consecuencia de una distribución desigual de los medios de producción, Weber (1984) sostuvo que la diferenciación surge de las distintas oportunidades económicas que tienen los sujetos de valorar en el mercado los bienes y el trabajo de que son portadores; posibilidades que va gestando relaciones de poder y prestigio social diferenciales. En consecuencia, para Marx las clases se constituyen fundamentalmente en la esfera económica, mientras que para Weber ésta no es la única relevante, dado que en la constitución de las clases interviene también el prestigio social y el poder político.
Por otro lado, la mirada funcionalista de la estratificación de la sociedad (Durkheim, 1995), señala que la división del trabajo no deja espacio al conflicto o lucha de clases.
Desde esta concepción, “la estratificación social es un mecanismo que garantiza la ‘necesidad’ del sistema social de que las posiciones más importantes de la sociedad la ocupen las personas ‘más’ cualificadas y competentes. Esta situación entraña a su vez un valor de incentivo al esfuerzo por el ascenso social” (Pla, 2016, p. 57).
Ahora bien, más allá de estas diferentes explicaciones, una cuestión interesante es que la perspectiva marxista y weberiana parecen coincidir en que las bases fundamentales de la desigualdad y de la formación de las clases son el resultado de arreglos impuestos de distribución y control de recursos, calificaciones y poder-control, donde las acciones individuales tienen un lugar importante en la circulación, intercambio y distribución de dichos bienes o recursos (Longhi, 2005). De allí se puede afirmar que tanto en la aproximación weberiana como en la marxista ha existido siempre un reconocimiento de la incidencia de la acción social y de los arreglos relacionales como determinantes de la conformación de la estructura de clases.
En este punto, Dubet (2014) ha insistido en que si bien las desigualdades corresponden esencialmente a las diferentes posiciones y/o oportunidades que afectan las condiciones de vida de los individuos -dando lugar a la posible estratificación de la sociedad en términos de clases sociales-, es necesario considerar la percepción de la desigualdad vivida por los individuos y la acumulación de pequeñas desigualdades que las apreciaciones subjetivas acaban por crear y recrear.
Ahora bien, como ya dijimos, las clases sociales no son una realidad de la sociedad, sino una categoría de la sociología. Tal como sostiene Thompson (1977) “la clase no existe por afuera de la experiencia vivida por los sujetos y solo es construida como categoría colectiva histórica o analíticamente” (Thompson, 1977, p. 10). En este mismo sentido, Bourdieu (2012) sostiene que el sociólogo, en función de los objetivos de su investigación, puede agrupar a los individuos que estén próximos y sean iguales en las características pertinentes de aquello que esté estudiando. Propone así la construcción de los que él llama la clase objetiva que refiere a "un conjunto de agentes que se encuentran situados en unas condiciones de existencia homogéneas, que imponen unos condicionamientos homogéneos y producen unos sistemas de disposiciones homogéneas apropiadas para engendrar unas prácticas semejantes y que poseen un conjunto de propiedades comunes, propiedades objetivadas, a veces garantizadas jurídicamente (como la posesión de bienes o poderes) o incorporadas, como los hábitus de clases” (Bourdieu, 2012, p. 116).
La clase para Bourdieu es así un agregado de individuos que presentan prácticas y una composición de capital y de hábitus similares en el espacio social.
La novedad estriba aquí en que para comprender a las clases sociales añade a la esfera económica y a la acción social otras dimensiones importantes tales como el capital social y cultural, entre otros, y se preocupa por desentrañar la forma en que se componen y relacionan estos distintos capitales en grupos determinados (Martínez García, 2003).
Analizar la desigualdad social desde la perspectiva de las clases sociales implica entonces, más allá de la mirada teórica de clases a la que se adscriba, la delimitación de distintos grupos que se diferencian entre sí. Los estudios sociológicos más recientes sobre la estratificación de la sociedad en Europa y América Latina han desarrollado diferentes clasificaciones de las clases considerando múltiples dimensiones, tales como los ingresos, la educación y el trabajo (Breen y otros, 2009; Dalle, 2010; Chávez Molina, Pla y Molina Derteano, 2011; Ortíz y Cummins, 2012; Fachelli y López-Roldán, 2015; Solís y Boado, 2016; Pla, 2016).5 Las indagaciones vinculadas especialmente a las categorías ocupacionales de la población más reconocidas han adherido, por su parte, a distintas perspectivas teóricas y han delimitado disímiles esquemas clasificatorios sobre las clases (Goldthorpe, 1987; Wrights, 1992; Savage, 2014). Asimismo, al interior de cada clase dichas investigaciones han identificado subgrupos o fracciones de clase.
Ahora bien, esa desigualdad social de clases se produce y reproduce de manera multidimensional y a nivel multiescalar. Es decir que, la desigualdad de clases se presenta conformada por la articulación/tensión entre los condicionamientos macroestructurales (escala macrosocial), las relaciones y políticas institucionales (escala meso-social) y las acciones de los individuos (escala micro-social) (Reygadas, 2004). Cada una de estas escalas está compuesta por dimensiones distintas y muchas veces interconectadas entre sí. La manera en que las múltiples escalas y sus dimensiones se enlazan da lugar así a una configuración de la desigualdad social específica. Esa configuración tiene la particularidad asimismo de ser cambiante, pues puede ir transformándose de manera diacrónica. El particular acoplamiento de las múltiples escalas y dimensiones a lo largo del tiempo y en contextos específicos (históricos, culturales, etc.) da lugar a una permanente configuración y reconfiguración de la desigualdad de clase.
Considerando entonces la complejidad que significa realizar un análisis de la desigualdad en tanto construcción y reconstrucción procesual, multidimensional y multiescalar, a continuación, explicitaremos nuestra perspectiva teórico-metodológica para abordar este fenómeno.
Utilizamos la perspectiva de las trayectorias, ya que esta aproximación heurística promueve el estudio de la articulación/tensión de las distintas dimensiones y sus escalas a lo largo del tiempo y el espacio (Muñiz Terra, 2012).

La aproximación teórico-metodológica: hacia un análisis multidimensional de las trayectorias laborales juveniles de distintas clases sociales

En este artículo partimos de una aproximación biográfica, basada en la reconstrucción y análisis de historias de vida laborales de jóvenes de distintas clases sociales. Según este enfoque, el recorrido biográfico -en su globalidad- está constituido por la sucesión de situaciones ocupadas por los individuos en diferentes esferas y por la historia de las diversas configuraciones sucesivas que estructuran la articulación entre esas esferas (Bertaux, 1981). Precisamente, un rasgo peculiar de esta aproximación es la mirada diacrónica que emplea para analizar una multiplicidad de fenómenos sociales. Esta idea, ya presente en las obras clásicas sobre la perspectiva biográfica (Bertaux, 1981; Hareven, 1994; Elder, 2001), ha sido retomada en investigaciones recientes con un renovado impulso con la finalidad de alejarse de aquellos enfoques tradicionales que listan una serie de variables estáticas unidireccionales; los cuales destacan la linealidad del recorrido biográfico distanciándose del carácter dinámico, incierto e impredecible en que se construyen las trayectorias juveniles contemporáneas (Méndez, 2010; Longo, 2016).
Desde esta aproximación todo trayecto de vida puede ser considerado como un entrecruzamiento a lo largo del tiempo de múltiples líneas biográficas más o menos autónomas y dependientes las unas de las otras (Godard, 1998; Hélardot, 2006). El trayecto escolar, las relaciones en el trabajo, la vida familiar, la trayectoria residencial, el itinerario político, religioso, etc., son tanto historias paralelas como imbricadas, hilos que tejen la madeja biográfica. Dado que realizar un análisis de las historias de vida en su totalidad puede resultar inabarcable, en toda investigación social el investigador suele enfocar su mirada en una de ellas y analizar las articulaciones/tensiones que en su desarrollo ésta va atravesando con algunas de esas líneas biográficas. Así, el estudio de las trayectorias que se enfocan en una temática particular -en nuestro caso, la esfera laboral-, puede ser pensada como un entramado de elementos, subjetivos y objetivos, micro, meso y macrosociales que tienen diferente importancia según el ciclo vital (o momento del curso de vida) que esté atravesando el actor social.
En este artículo, centramos nuestra mirada en las trayectorias de los jóvenes recuperando fundamentalmente las dimensiones meso y micro sociales presentes en su configuración.
Tomamos este tramo vital porque consideramos que es en la juventud donde se delinean nudos o procesos claves para la constitución de la biografía de un sujeto. En correspondencia con lo que plantea la bibliografía especializada (Mauger, 1989; Casal y otros, 2006; Saraví, 2009), la juventud es un estadio del ciclo vital de plena actividad donde ocurren cambios sustanciales, que permiten comprender de manera más acabada la trayectoria biográfica ulterior. Asimismo, durante esta etapa se produce un acontecimiento clave de la vida social como es la entrada al mundo laboral, el cual constituye un hito fundamental en el proceso de enclasamiento social.
En este sentido, la heterogeneidad que cabe al interior de este grupo etario no debe perder de vista la desigual apropiación de los recursos materiales y simbólicos. De allí que recuperamos las trayectorias de dos grupos distintos: jóvenes de clases trabajadoras y jóvenes pertenecientes a las clases medias. Para analizar y diferenciar las trayectorias laborales juveniles y sus clases sociales de pertenencia, identificamos una serie de dimensiones macro, meso y micro sociales que se encuentran presentes en sus biografías ocupacionales. La dimensión macro social refiere al modelo macroeconómico y las características del mercado de trabajo existente en Argentina en el tiempo en que se produjo su trayectoria laboral (2003-2015)6; la dimensión meso social remite a las políticas de las instituciones públicas y privadas que intervienen en la inserción laboral de los jóvenes, en particular, un programa de empleo juvenil y una empresa del sector productivo en la que trabajan los jóvenes; y, finalmente, la dimensión micro social concibe los sentidos, valoraciones y acciones que ponen en juego los jóvenes para acceder y permanecer en estas instituciones construyendo a partir de ellas sus propias trayectorias de inserción.
A través de una metodología cualitativa en base a entrevistas desarrollamos un análisis de los acontecimientos biográficos y momentos bifurcativos (Muñiz Terra, 2018); estrategia analítica que nos permitió aprehender tanto la imbricación de las múltiples dimensiones y escalas constitutivas en las trayectorias laborales como también el disímil encadenamiento de ventajas y desventajas presentes en los itinerarios ocupacionales de los jóvenes entrevistados.
Cabe aclarar que la investigación presentada es resultado de la comparación de dos estudios específicos realizados en forma paralela y que han sido puestos en diálogo aquí a los efectos de desarrollar una perspectiva comparada que enriquezca el debate sobre la desigualdad social de clase. Ambos estudios partieron de una pregunta común centrada en comprender cómo construyen los jóvenes sus trayectorias laborales y cuáles son las particularidades que presentan sus recorridos en función de la posición que ocupan en la estructura social. En este punto, cabe señalar que las entrevistas biográficas realizadas permitieron contrastar la información construida en las dos investigaciones, a partir de delimitar una serie de dimensiones compartidas: las percepciones y experiencias educativas, las características de la inserción alcanzada en el mercado laboral, las redes sociales empleadas para acceder a una ocupación, los sentido del trabajo y el tránsito por instituciones públicas o privadas que intervienen en las trayectorias de inserción. Para ambos estudios se diseñó una muestra intencional conformada por jóvenes de entre 16 y 29 años, y se delimitaron una serie de criterios comunes para su selección e inclusión dentro de las clases trabajadoras o las clases medias.

Consideraciones sobre la clasificación de clases y la selección de casos

Dentro del campo de las ciencias sociales, la operacionalización del concepto de clase social ha estado íntegramente vinculada al estudio de la estructura social y la movilidad social, entendidas como el resultado de procesos de estratificación.
Los debates teóricos en torno al concepto de clase social, desarrollados en particular por tres corrientes, los neo-marxistas, los neo-weberianos y los funcionalistas, construyen propuestas diferentes para la operacionalización del mismo. A pesar de ello, la mayoría de los esquemas de clase se basan en la ocupación, considerando en segunda instancia otras variables para la elaboración final de los esquemas operacionales de clases (Francés García, 2009). Mientras que las principales elaboraciones metodológicas para los casos europeos han estado de la mano de Goldthorpe (1987), Wright (1992) y Erikson y Goldthorpe (1992); entre los casos latinoamericanos puede destacarse el trabajo de Portes y Hoffman (2007) y en Argentina caben mencionarse los índices de prestigio ocupacional de Acosta y Jorrat (1992) y Sautú (1992) y el esquema propuesto por Torrado (1994).
Considerando estas discusiones, para definir el modo en que este artículo emplea la categoría de clase social, y la selección de casos inscriptos en él, se utilizan dos clasificaciones:
1. Una clasificación de los jóvenes de acuerdo con el hogar de origen, al comprender que allí se asientan los perfiles de clase de una población juvenil “en transición” (es decir, aún en proceso de enclasamiento). En este sentido, se considera la condición socio-ocupacional del padre y la madre.
2. Una clasificación que recupera una serie de criterios específicos vinculados a la investigación cualitativa presentada.

Para la primera clasificación, nos basamos en el esquema de Torrado (1994). Así, siguiendo la mirada de los estudios sociológicos clásicos sobre estructura social, identificamos empíricamente a las clases a partir de las posiciones en la esfera laboral. Para ello retomamos el argumento de Pérez y Barrera (2010), quienes señalan que el nomenclador que construye Torrado tiene supuestos que permiten interpretar adecuadamente la realidad argentina: 1) en la sociedad capitalista la ocupación es una variable central para determinar la posición de clase; 2) la ocupación constituye el mecanismo más universal que tiene una persona para acceder a medios de vida; y 3) la ocupación constituye el escenario de relaciones sociales, experiencias y oportunidades más abarcativa de las personas.
Para definir la clase social de origen de los jóvenes partimos del clasificador CSO (Condición Socio Ocupacional que se construye a partir de la Clasificación Internacional Uniforme de Ocupaciones CIUO-88) y reagrupamos los estratos en dos categorías específicas que delimitan desiguales condiciones de vida: las clases medias y trabajadoras. Adscribimos así al criterio original de Torrado (1994) y aquellos encontrados en Boado Martínez (2008), Pérez (2011) y Pla (2016).

De este modo, para la asignación de los jóvenes en una u otra clase consideramos como criterio empírico la condición socio-ocupacional del padre y la madre debido a este esquema clasificatorio. Por un lado, los padres de los entrevistados de clases trabajadoras se desempeñaron en trabajos informales de larga duración o alternaron entre el sector formal (ocupaciones sin calificación a tiempo determinado) e informal de la economía, principalmente en la industria de la construcción; mientras que las madres se desempeñaron mayoritariamente en trabajos informales dentro del sector servicios (trabajo doméstico, cuidado de personas, etc.). Por otro lado, los padres de los jóvenes de clases medias se insertaron como profesionales o técnicos tanto en relación de dependencia en empleos públicos o privados de carácter formal como también de forma independiente. Las madres lograron inserciones formales y estables desempeñándose como maestras, profesoras o secretarias.
En cuanto a la segunda clasificación, los criterios específicos delimitados se basaron en características propias de los jóvenes: el nivel educativo, el tipo de inserción alcanzada en el mercado laboral y el tránsito por instituciones públicas o privadas que intervienen en las trayectorias de inserción.
Los jóvenes de clases trabajadoras fueron participantes de un programa de empleo que presentaron mayoritariamente un abandono o retraso en el sistema educativo y trabajos de escasa calificación, sin seguridad social y con una alta inestabilidad ocupacional.
La muestra quedó conformada por 16 entrevistas biográficas a varones y mujeres que se encontraban realizando alguna de las contraprestaciones que brindan las políticas de empleo a aquellos grupos juveniles caracterizados desde el programa como una “población vulnerable” por su bajo nivel educativo, las insuficientes competencias laborales y los escasos recursos de sus hogares de origen.
Los jóvenes de clases medias se encontraron, por su parte, insertos de manera permanente y formal en el mercado de trabajo, tenían estudios universitarios completos o mayor nivel formativo (posgrados) y se insertaron laboralmente en relación de dependencia en el ámbito privado. Para el trabajo de campo, se realizaron 15 entrevistas biográficas, tanto con varones como con mujeres, que estaban específicamente empleados en una importante empresa productiva del país. La elección del grupo de jóvenes insertos en esta institución se debió a que dicha firma reclutaba preferentemente trabajadores jóvenes con títulos universitarios, ofreciéndoles empleos registrados, con contratos por tiempo indeterminado, seguridad social y buenos salarios.
En los siguientes apartados presentamos la reconstrucción analítica de las trayectorias laborales de los jóvenes pertenecientes a las clases trabajadoras y a las clases medias, nos
preocupamos especialmente por develar la articulación/tensión de sus trayectorias educativas y la manera en que éstas fueron sedimentadas con las trayectorias laborales que delinearon los jóvenes entrevistados. Asimismo, prestamos atención al modo en que interviene el nivel institucional en la configuración de los itinerarios de inserción juvenil.

Trayectorias laborales de los jóvenes de clases trabajadoras: entre la búsqueda, el ingreso y la inestabilidad del mundo laboral

Si tomamos como punto de partida las trayectorias educativas de los jóvenes de clases trabajadoras, se observa que cuentan con más años de escolaridad que las generaciones precedentes, lo cual se trasluce en una mayor culminación de la educación secundaria. Sin embargo, dado el alcance masivo del programa analizado y la diversidad de situaciones que involucra, identificamos tres tipos de trayectorias educativas. En un primer grupo de jóvenes, la formación escolar adquiere un carácter interrumpido; la etapa de instrucción suele ser breve y está signada por ciclos discontinuos que trazan un camino marcado por el abandono escolar y la alternancia institucional.
Estos itinerarios educativos rompen con la idea de transiciones pautadas, sincronizadas y predecibles; se establece un retraso respecto al ciclo instituido por el formato escolar tradicional, dado que los jóvenes poseen una edad mayor a la prevista para el nivel al que acceden. En este sentido, las sucesivas repitencias e interrupciones en el proceso de escolarización llevan a muchos entrevistados a optar por vías alternativas de terminalidad educativa, que forman parte de la oferta de servicios para jóvenes y adultos.
En el segundo tipo de trayectorias educativas que calificamos de discontinuas, si bien no se produce una deserción escolar prematura respecto al formato escolar instituido, comienzan a presentarse obstáculos en el último tramo de la formación secundaria que dificultan o retrasan su finalización. Un caso típico dentro de este grupo son aquellos jóvenes que habiendo terminado la cursada adeudan materias que impiden acceder a la titulación. En este punto, es importante resaltar que, pese a que a lo largo de este recorrido no se producen repitencias, puede quedar trunco o aplazarse el egreso del nivel medio.
Por último, se encuentran aquellos entrevistados que configuran una trayectoria educativa continua, donde no se produce ninguna interrupción o repitencia durante el proceso de

Una particularidad de este grupo radica en que estamos frente a primeras generaciones que finalizan el nivel secundario al interior de su hogar. Otro rasgo peculiar es que presenta casos de jóvenes que acceden a los estudios terciarios o universitarios, los ejemplos más significativos son aquellos que se encuentran realizando la formación docente. La realización de estudios superiores resulta de una búsqueda por alcanzar la tan anhelada movilidad socioocupacional, que involucra distanciamientos respecto a su origen social; en efecto, la mayor parte de los entrevistados carecen de un referente profesional inmediato en su entorno parental. Precisamente, centrados en una estrategia profesional a largo plazo, el trabajo resulta aquí un medio para el acceso a recursos económicos que garanticen esa iniciativa personal de forma independiente (sin representar una carga para sus familias).
Más allá que estos diversos itinerarios logren o no alcanzar dicha credencial, resulta significativo señalar que presentan una gran fluidez: los jóvenes establecen idas y vueltas con las instituciones educativas, frecuentes cambios en su condición de actividad. Si bien estas variaciones de posición se comprenden a partir de diversas esferas de la vida y condicionamientos estructurales, que inciden en las decisiones que adoptan los jóvenes; resaltamos aquí que en la configuración de las trayectorias educativas adquiere centralidad las vinculaciones con la actividad laboral.
Una aproximación a los relatos da cuenta de un ingreso prematuro a la vida laboral, que se comprende a partir de situaciones de privación que derivaron en una búsqueda de autonomía - “tener lo mío, comprarme mis cosas”- o en una necesidad de colaborar con la economía familiar - “en casa siempre se hizo trabajos… desde chiquitos”-. Más allá de estas circunstancias familiares y/o personales, la incorporación al mercado de trabajo se concibe como un medio para la obtención de ingresos. Si bien los jóvenes se encuentran amparados por la normativa que regula la edad de entrada al mercado de trabajo (Ley N° 26.390/08), existen casos donde la primera ocupación se desarrolla de manera anticipada e, incluso, se presentan situaciones donde se insinúa trabajar “desde siempre”.
En este punto, se comienza a vislumbrar la dificultad de compatibilizar el trayecto escolar con un ingreso precoz al mercado laboral: “salía a hacer las monedas afuera o me quedaba en mi casa estudiando” (Entrevista N° 7, mujer, secundario completo, trabajo no registrado).
Esta condición se registra mayoritariamente en aquellos entrevistados que se desempeñan como trabajadores familiares. En efecto, asentimos que las trayectorias laborales no pueden ser leídas ni entendidas al margen de las historias de familia. Una situación que aparece de forma reiterada en las narraciones de los jóvenes es la idea de brindar una “ayuda” o dar “una mano” para un negocio o emprendimiento familiar: “les daba una mano en albañilería […] pero eran así changuitas, por ahí me tiraba una moneda”. Así, en sus primeros pasos por el mercado laboral, una gran parte de los jóvenes realiza actividades bajo la modalidad de “ayuda”; esta nominación hace que muchas veces los propios entrevistados no visualicen esta condición como un trabajo, dado que el intercambio económico adquiere ciertos matices propios del vínculo parental -“me tira unos mangos”- o que incluso no se efectúe a cambio de una remuneración -“ayudaba a mi abuela que tenía una fiambrería […] pero no era que era un trabajo sino ayudaba” (Entrevista N° 6, mujer, terciario incompleto, trabajo no registrado).
Aunque muchos jóvenes se inician desarrollando tareas como trabajadores familiares, también se encuentran aquellos casos que incursionan en el mercado ocupacional a través de un vínculo no mediatizado por el parentesco, realizando actividades por cuenta propia o en relación de dependencia. Para estos entrevistados, el ingreso al trabajo se produce por intermedio de las redes personales; situación que perdura con posterioridad como forma predilecta de entrada a las ocupaciones. Así, la familia y el círculo íntimo proporcionan los primeros contactos con el mundo laboral en tanto ponen a disposición de los jóvenes una red de relaciones que facilita su acceso al trabajo, aunque el mismo suele ser precario y cercano a su lugar de residencia.

- Trabajé con un vecino que vendía productos en el mercado central, en el tema de mercaderías mayoristas […]
- ¿Y cuantos años tenías ahí?
- 12 años. Igual, no me pagaban mucho. Lo dejé porque la paga era demasiado poco y exigía mucho. [Después] estuve un tiempo sin buscar, para dedicarme más al estudio. Estaba viendo que no estaba pudiendo sustentar los dos, se me complicaba con el trabajo y el estudio (Entrevista N° 15, varón, terciario incompleto, desocupado).

Si bien el primer trabajo se encuentra relacionado la mayoría de las veces con búsquedas informales, es decir, acceden a la ocupación a través de sus redes familiares y cercanas (“trabajos entre vecinos”); luego de estas primeras incursiones en el mercado laboral adquieren relevancia las búsquedas formales a través de la elaboración de currículums vitae, difundidos ya sea mediante solicitudes personales, sitios web oficiales o agencias de trabajo. No obstante, los jóvenes realizan estas búsquedas sin encontrar mucho éxito en la consecución de un empleo. Sólo en contadas oportunidades estos mecanismos formales han permitido a los jóvenes acceder a trabajos registrados que, dadas las características que asume la terciarización de la contratación de personal, significaron un breve pasaje establecido por períodos de prueba y altas condiciones de precariedad laboral: “era un contrato de tres meses nada más” (Entrevista N° 2, varón, secundario incompleto, inactivo).
Así, las trayectorias laborales de los entrevistados se distancian de la imagen clásica del empleo asalariado, identificado con un contrato de duración indeterminada, beneficios sociales cubiertos, posibilidades de promoción y de proyección a largo plazo. Por el contrario, una vez incorporados al mercado de trabajo, los jóvenes alternan por diversas ocupaciones de corta duración. En un horizonte de inestabilidad duradera, desarrollan una multiplicidad de actividades que guardan poca vinculación entre sí. De este modo, los recorridos ilustran una dispersión de estrategias de rebusque, que implican un saber “arreglárselas” y una convivencia con lo aleatorio (Otero, 2009); lo cual se manifiesta en el relato de aquellos entrevistados que expresan trabajar “de cualquier cosa”, “lo que venga”.
De este modo, se efectúa un ajuste de las expectativas a las oportunidades que ofrece el medio, donde las ocupaciones precarias e informales son percibidas para la mayoría de los jóvenes como aquellas salidas laborales que están a su alcance: los vínculos que mantienen con el mercado laboral traslucen una dinámica signada por la contingencia, la informalidad y la remuneración salarial baja. En este marco, el vínculo que establecen los jóvenes con el trabajo adquiere un sentido instrumental, al prevalecer la dimensión económica asociada a una necesidad de “sobrevivencia”, en la búsqueda de un soporte material indispensable para la reproducción del grupo familiar: “es el pan de todos los días”. En efecto, los contenidos y saberes de las tareas desarrolladas no constituyen elementos significativos en la conformación de una subjetividad vinculada al trabajo; las mismas brindan una escasa cualificación por tratarse de actividades rutinarias, repetitivas y relacionadas con el uso intensivo de la fuerza física - “no me daba el cuerpo”, que carecen de un vínculo tanto con la calificación técnica como profesional:

No encontramos el sentido en trabajar […]. La posibilidad de que encuentres un laburo que a vos te guste, que vos sientas pasión por ese trabajo y no la veo, es nulo… trabajar en algo que no te gusta es solamente para ver el salario a fin de mes (Entrevista N° 1, varón, secundario incompleto, desocupado).

Los entrevistados señalan un conjunto de “requisitos” necesarios para enfrentar un mercado de trabajo adverso, que es calificado como “competitivo” y “dificultoso”. En primer lugar, destacan el título secundario donde adquiere importancia el carácter “instrumental” de la escuela como garantía o pasaporte para una inserción ocupacional más segura; en este sentido, quienes no poseen dicha credencial se auto perciben con mayores limitaciones para acceder a un empleo: “muchos trabajos te piden sí o sí el secundario” (Entrevista N° 11, mujer, terciario incompleto, trabajo registrado). En segundo lugar, un aspecto que se replica en el conjunto de los jóvenes es la disposición a acumular experiencias laborales, que no se condicen con la “edad estatutaria” asumida: “salís de la escuela con 18 años y ya te piden que tengas experiencia” (Entrevista N° 8, varón, secundario completo, trabajo no registrado).
Un dato llamativo que emergió del trabajo de campo refiere a lo que estos jóvenes conciben como “experiencia”. En este sentido, si bien apuntamos una entrada prematura al mercado laboral, debido a las características que presentan las ocupaciones realizadas (inestables, sin registro, en base a redes familiares) resultan -desde la mirada de los entrevistados- saberes no valorizados. Estas actividades, que no son catalogadas como un trabajo, se imbrican de manera intermitente con otras tareas perdurando a lo largo de las trayectorias y se caracterizan por el hecho de que los jóvenes ni siquiera las incluyen en su currículum vitae. Así, lo que los jóvenes deciden declarar cómo antecedentes laborales, puede no encontrar correspondencia con la trayectoria efectivamente desplegada. Precisamente, lo que se entiende como “experiencia” refiere a una ocupación de ciertas características: “en blanco”. Tal como hace alusión un joven, quien conjuga en su relato ambas exigencias del mercado:

- ¿Y cómo haces para buscar trabajo… qué estrategias usas? ¿Con qué dificultades te encontrás?
-Muchos recursos no tengo porque dejé la escuela, soy joven, no tengo experiencia laboral… o sea que es lo más bajo… lo del fondo del barril ¿viste? […]. Son muy escasos mis recursos, o sea, necesito los estudios y después necesito una experiencia laboral en blanco […] no sólo tenés que concentrarte en estudiar, ahora también tenés que tener una buena experiencia antes de los 20 [años de edad], porque si no quedas fuera del sistema (Entrevista N° 1, varón, secundario incompleto, desocupado).

El relato de este joven evidencia el modo en que se van acumulando y retroalimentando una multiplicidad de desventajas, donde no sólo las bajas credenciales educativas se conjugan con aquellas dimensiones subjetivas que contribuyen a la reproducción de la desigualdad, al aducir una “falta de voluntad” que lo alejan del sistema educativo, constituyéndose en un factor limitante de su integración laboral; sino también la condición de joven de clases trabajadoras que dentro de su estructura de oportunidades sólo accede ocupaciones informales o changas de tiempo parcial.
Sin embargo, la desigualdad se reproduce no sólo a través de aquellas valoraciones subjetivas efectuadas por los entrevistados, que ocultan una determinada posición estructural; sino que involucra también a las formas de interacción que establecen los jóvenes entre sí. En particular, analizamos diversas lógicas de merecimiento que producen múltiples desigualdades, condicionando el acceso a recursos, capitales y oportunidades, pero también generando distinciones conceptuales “legítimas” que buscan instaurar mecanismos de diferenciación entre “nosotros” y los “otros”.

Yo gracias a este programa pude ir al profesorado. No es que desmerezco el programa, como le dicen muchos, “el plan vago”, te ayuda un montón [...]. Hay muchos chicos que vi, compañeros míos, que iban al curso para cobrar el dinero, no hacían nada, faltaban […]. El programa en sí funciona, que otros lo usen para tener un beneficio que es hacer cursos, cobrar y no conseguir un trabajo, ya eso depende de la persona. Hay muchas personas que sí, como yo, que lo usamos para progresar un poco (Entrevista N° 11, mujer, terciario incompleto, trabajo registrado).

Ligado a lo anterior, no se debe dejar de lado el discurso público que pesa en torno a los jóvenes y, sobre todo, quienes provienen de clases trabajadoras. La presunta “vagancia” que trasluce ese discurso se acompaña con la creación de estereotipos negativos hacia los “beneficiarios” de programas. Frente a aquellas estigmatizaciones que remiten a una supuesta “pasividad” alejada del valor (moral) del trabajo, los participantes de estas políticas buscan distanciarse de esos prejuicios negativos en un intento por des-etiquetarse del señalamiento: “no es que yo quiero plata de arriba sino hacer algo; si no es un curso, trabajar” (Entrevista N° 7, mujer, secundario completo, trabajo no registrado).

- El programa sirve bastante, pero hay que saber aprovecharlo. Para que la gente que viene de afuera, con otra realidad, no piense que son los negros cabeza que les pagan por estar boludeando […]. No es así, uno va con la mejor intensión a estudiar, a formarse, a buscar otra perspectiva, otro futuro. No el futuro que uno pensaba que iba a hacer. El plan a mí me sirvió un montón. Yo creo que la gente tiene que ponerse a ver… hay algunos chicos que el plan les sirve y hay otros que no
- ¿Y a qué chicos sí?
-Aquellos que vienen con ganas de formarse, no solamente por cobrar (Entrevista N° 8, varón, secundario completo, trabajo no registrado).

Estas narrativas habilitan procesos de diferenciación entre los propios participantes -vago es el otro-; así muchos jóvenes (sino la totalidad de los entrevistados) buscan permanecer alejados de estereotipos negativos, ubicando a ese otro “en un status más bajo que el propio” (Bayón, 2016, p. 18). De este modo, los jóvenes cargan de un juicio moral sobre el par, que lo termina configurando como un “otro” distante (moralmente) a él: “tenés un 50% de los chicos que vienen por la plata y otro 50% de los chicos que vienen con el interés de aprender y de poder aprovechar esto” (Entrevista N° 14, varón, secundario completo, desocupado). Este tipo de mecanismo que utilizan los entrevistados contribuye a legitimar el proceso de desigualdad social, atribuyendo las desventajas sociales a las características individuales de los desfavorecidos (Bayón, 2016). Precisamente, quien relata se posiciona del lado legítimo, coadyuvando a consolidar y reproducir las distancias sociales (hacia afuera) y culturales (hacia dentro).

- ¿Crees que el programa te da herramientas para buscar nuevos trabajos?
- Depende, creo yo… para mí sí te da las herramientas, la motivación es la de uno, la de querer conseguir un trabajo, ¿no? Porque hay mucha gente que es… en el programa podés hacer los cursos y te pagan. Hay personas que están conformes con eso y siguen haciendo cursos, porque es como un sueldo que tienen, pero no le dan bolilla a lo que verdaderamente aprenden como para ir y desenvolverse en un trabajo (Entrevista N° 9, mujer, secundario incompleto, trabajo no registrado).

De esta manera, desde los propios jóvenes se plantean usos legitimados de los programas fundamentados en el compromiso, el aprendizaje, la búsqueda de una “salida laboral”; aspectos que se vinculan con una actitud proactiva frente al trabajo, debido a que como explica un destinatario: “depende de cada uno porque tampoco es que el laburo va a venir a vos” (Entrevista N° 2, varón, secundario incompleto, inactivo). En efecto, los entrevistados comparten la condena moral hacia la “vagancia”, remitiéndose a una ética del trabajo que busca validar la dignidad, el mérito y el esfuerzo individual. Esta postura oculta una auto-responsabilización de los jóvenes respecto de su inserción en el mercado laboral: “el que dice que no hay trabajo o que no hay nada para hacer, no busca, porque trabajo hay un montón” (Entrevista N° 10, mujer, secundario incompleto, trabajo no registrado). En consecuencia, se vislumbra una tendencia a individualizar la problemática laboral que se extiende hacia los órdenes programáticos: “está en uno decidir si quiere aprender o no” (Entrevista N° 6, mujer, terciario incompleto, trabajo no registrado); “si te pones las pilas y tenés ganas de aprender […], es cuestión de voluntad, eso es lo que pasa” (Entrevista N° 10, mujer, secundario incompleto, trabajo no registrado).
En suma, al interior de una misma clase (que comparte su condición de privación) se establecen fronteras simbólicas que contienen una carga moral, la cual funciona -la mayoría de las veces- como un sistema de clasificación que se constituye en fuente de desigualdad. Sin embargo, no debe atribuirse a los jóvenes una responsabilización individual en dicha configuración, por el contrario, las instituciones juegan un papel importante. En el caso del programa se vinculan con discursos ligados al “esfuerzo”, la “activación”, el “compromiso”, la “autonomía”, que producen la idea de “merecedores del programa”, adjudicando causas individuales a procesos que involucran como condiciones mínimas tanto dimensiones político-institucionales (relacionados con su implementación a nivel local) como también estructurales (al partir de una mirada integral del mercado de trabajo que incluye, como una de sus partes fundamentales, la demanda laboral).

Las trayectorias laborales de los jóvenes de clases medias: entre la búsqueda, el ingreso, la elección y la permanencia en el mundo laboral

Las trayectorias de los jóvenes de clases medias son, al igual que las trayectorias de los jóvenes de clases trabajadoras, el resultado de una sedimentación diacrónica de distintas escalas y dimensiones.
Sus trayectorias educativas se presentan como transiciones pautadas y sincronizadas siguiendo las expectativas y los tiempos institucionalizados por las políticas educativas del país. Comienzan así su tránsito escolar en el jardín de infantes a los 3 años, continuando luego la educación primaria y secundaria para iniciar y concluir luego los estudios universitarios.
Las trayectorias de estos jóvenes respetan la modelización formativa del sistema educativo, siguiendo de manera lineal la serie de pasos y niveles preestablecidos e institucionalizados a nivel nacional (Nicastro y Greco, 2009).

La carrera de Ingeniería son 6 años y una colita, yo hice en 6 años y la colita y me recibí, no me demoré nada, porque él [su padre] me decía que mi trabajo era estudiar, entonces que aprovechara que él me podía bancar el estudio, y que aprovechara y estudiara (Entrevista Nº 27, mujer, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Se produce de esta forma un acoplamiento de la llamada “trayectoria teórica”, es decir, el “camino ideal” marcado por las prescripciones del plan de estudios, y la “trayectoria real” vinculada a las transiciones que de hecho acontecen en la vida de los estudiantes (Terigi, 2007).
La valoración positiva de los estudios universitarios, transmitida de generación en generación, y los soportes económicos y sociales de las familias de origen son, en estos casos, una condición de posibilidad para lograr la sucesión progresiva de las distintas etapas formativas y una materialización del encadenamiento de ventajas y oportunidades que estos jóvenes van sedimentando en sus trayectorias a lo largo del tiempo.
Ahora bien, la linealidad educativa, tiende a resquebrajarse cuando los jóvenes acceden y transitan la universidad, pues en ese momento las trayectorias universitarias se ven, en ocasiones, enfrentadas a contingencias de la vida o del contexto. Las maternidades o paternidades no esperadas, y las dificultades económicas atravesadas por algunas familias para solventar los gastos de los estudios implican ciertas interrupciones temporales o retrasos en la culminación de la formación universitaria. Lo aleatorio se hace así presente de manera intempestiva y propicia una revisión del camino proyectado.

Cuando yo quedé embarazada, digamos, no lo buscaba… pero se dio. Los primeros años de una criatura son muy importantes. La verdad que, a mí, la idea de dejarla a los 6 meses en una guardería no me atraía en absoluto […] o sea, que los primeros años fueron muy abocados a ella [hija]. Ya después más grande tenía que ir a una guardería, y retome la facu (Entrevista Nº 25, mujer, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

A pesar de estas dilaciones los jóvenes de clases medias llegan a concluir su proceso formativo de nivel superior. Incluso algunos de ellos culminan la universidad habiendo logrado incursionar en el mercado laboral utilizando para ello sus estudios de grado. Así, por ejemplo, muchos de los jóvenes entrevistados se insertan laboralmente a partir de una pasantía de investigación que deben realizar como requisito de sus carreras para poder finalizar sus estudios de grado y luego logran permanecer en esos puestos laborales.

-Y antes de entrar a esta empresa, ¿cuál fue tu primer trabajo?
-Ninguno, yo entré como pasante en la empresa en 2007, estaba estudiando todavía, y me quedé ahí (Entrevista Nº 25, mujer, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Estas pasantías, que se constituyen como una posibilidad interesante para culminar la universidad e ingresar al mercado laboral significan, sin embargo, una inserción precaria al mundo del trabajo, pues el marco legal de las mismas establece que los jóvenes estudiantes no tienen garantizados sus derechos laborales (Adamini, 2012).
Las primeras incursiones laborales de otros jóvenes acontecen, en cambio, sin vinculación con la carrera y son desplegadas antes o durante la realización de sus estudios universitarios.
Estas inserciones, que pueden ser formales o informales, se desarrollan generalmente tanto por la especial valoración que los jóvenes le atribuyen a ganar experiencia laboral en el mercado de trabajo como por la necesidad que algunos tienen de ganar su propio dinero y aliviar a sus familias de los gastos vinculados a sus necesidades educativas y/o lúdicas.8 Para conseguir estas ocupaciones utilizan sus redes sociales, conformadas no sólo por parientes sino también por amigos.
Estas redes son concebidas por los jóvenes como fundamentales, en tanto brindan oportunidades diferenciales para obtener experiencias y recursos.

En sí, yo estaba buscando trabajo [...] yo tenía ganas de trabajar, como para empezar a introducirme en el mercado laboral, y terminar la facultad ya teniendo algo de experiencia. No terminar la facultad sin conocimiento de lo que es el trabajo en sí (Entrevista Nº 17, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

cuando estaba haciendo la carrera juntaba, por ahí, alguno “mangos para mí”, haciendo algún trabajito de traducción, como mi vieja me mandó a estudiar de muy chiquito (…) me doy maña con eso de la traducción. Y después mi primer trabajo oficial fue la pasantía, o sea yo entré ya en la empresa que estoy ahora (Entrevista Nº 20, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Por otro lado, un grupo de jóvenes, que dan sus primeros pasos en el mercado laboral luego de concluir la universidad, comienzan a dar vueltas por ocupaciones que no se vinculan directamente con su formación universitaria. Se enfrentan así a las fluctuaciones y discontinuidades que el mundo de trabajo suele ofrecer a estos grupos juveniles.
Ahora bien, unos y otros, es decir, aquellos que inician su trayectoria laboral antes de terminar su carrera y quienes comienzan su camino laboral una vez que finalizan sus estudios, atraviesan las transiciones de la universidad al trabajo de manera inestable, insertándose en ocupaciones registradas pero caracterizadas por la indefinición de tareas y funciones. La necesidad y el deseo de trabajar orientan claramente sus primeros pasos en el mundo del trabajo.
Estas primeras experiencias como profesionales no son imaginadas, sin embargo, como un punto de llegada en sus trayectorias laborales.

La gente joven lo toma como para pasar de nivel [...] lo ven como un trampolín a… “si trabajaste en esa empresa, podes trabajar en cualquier lugar (Entrevista Nº 25, mujer, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

La multiplicidad de formas en que los jóvenes alcanzan su primera inserción tiende a encausarse de manera más unívoca luego de transcurridos los dos o tres primeros años de su egreso, momento en que logran ocuparse en actividades directamente vinculadas a su carrera universitaria. Esta posibilidad es valorada especialmente dado que significa acceder a un trabajo en el que pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos luego de años de estudio y dedicación.

Yo estudié ingeniería química y además la parte de procesos… entonces es como que era el lugar soñado… no hay otro lugar mejor [...] me acuerdo cuando entré era como Disneylandia… ves ahí, miras para arriba y tenés torres de 60 metros de alto y todos unos mamotretos y…esta bueno, es como decirte, vos ves lo que viste en el librito de la facultad se transforma, en digamos, de una reacción simple lo ves que es un proceso ¡gigantesco! Con ruido, humo y fuego (Entrevista Nº 20, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Nuestra carrera de ingeniería química está muy orientada a procesos de petróleo, entonces era una bendición, así como te dije yo, hubiese… pensé durante toda mi carrera que me iba a dedicar a la investigación, bueno, entré ahí y como fue una continuidad natural y no lo interrumpí (Entrevista Nº 26, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Para alcanzar estas inserciones específicas hacen uso de distintas estrategias. Entre ellas, las mayormente utilizadas son el envío de currículum vitae a instituciones identificadas luego de búsquedas orientadas concretamente a la inserción laboral, y el uso de información brindada tanto por compañeros o conocidos de la universidad como desde sus círculos más cercanos (familiares, amigos, etc.). Su capital social, materializado en esas redes sociales y en la posibilidad de localizar la información empresarial necesaria, evidencia, en cierta forma, que los “destinos” de este universo juvenil están anclados en un procesual acoplamiento de ventajas que los jóvenes valoran especialmente.
Pero las inserciones en las empresas privadas dependen generalmente de las demandas de las firmas y de sus estrategias de reclutamiento; decisiones que las compañías suelen definir en el marco de la ideología managerial que aplican (Boltanski y Chiapello, 2002). Esta ideología, consiste en una organización de la gestión cotidiana del trabajo que tiende a responsabilizar al trabajador respecto de: sus posibilidades de insertarse en el mercado laboral, su formación, su promoción, el cumplimiento de los objetivos laborales de las firmas, las remuneraciones alcanzadas, etc.
Los jóvenes de clases medias desarrollan así sus trayectorias profesionales en el marco de firmas que despliegan una organización del trabajo que promueve la meritocracia. Sus relatos traslucen la importancia de los atributos personales e individuales como elementos claves; cualidades que deben basarse no sólo en el saber profesional sino en el “saber ser” un buen trabajador para la empresa. En este contexto se ven expuestos a políticas institucionales en las que se valora no sólo sus estudios universitarios sino también su actitud (Bolstanski, 1982), es decir, tener un “perfil de proactividad, y ganas de aprender, mostrar interés o curiosidad” y manejarse con independencia, incorporando los valores organizacionales, las lógicas empresariales y los objetivos empresariales.
La proactividad es una condición exigida por las firmas que vino para quedarse. Lograr ascender y permanecer en la empresa es una cuestión personal de “autogestión de sí” vinculada al saber moverse internamente que los jóvenes incorporan a su mundo de representaciones y que, en algunos casos, es valorado positivamente.

Hay que tratar de adaptarse a lo que exige el negocio. Muchas veces cambia el mercado [...]. Por lo tanto, hay que ser dinámico, flexible, con rápida respuesta y fácil adaptación (Entrevista Nº 18, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Es bastante de meritocracia del conocimiento de los procesos, ¡eso está bueno! Y, después, saber moverse políticamente en las reuniones… uno piensa que tal vez…es una mezcla de todo, un poco de conocimientos técnicos y después ser “resbaloso” y capaz de esquivar los “dardos” que siempre se dan ahí… en la jefatura siempre se están tirando responsabilidades…y hay gente que es sumamente habilidosa (Entrevista Nº 20, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

La adscripción a esta cultura laboral que sostiene la auto-responsabilización del trabajador no es, sin embargo, compartida por todos los jóvenes. En los relatos de algunos entrevistados se advierte una mirada crítica, adscribiendo a la "autogestión de sí" en tanto reglas de un juego en el que deben aparentar ser jugadores comprometidos. La actuación del rol proactivo es una estrategia para lograr beneficiarse de las condiciones que las empresas otorgan a quienes adoptaban ese perfil.

La empresa tiene una idea de que el trabajador debe cumplir por sus capacidades... [...] se valora mucho… el tomar decisiones vos, el ser independiente en cuanto a tu laburo y cumplir con eso mínimo e indispensable y que ellos crean o merezca ser consultados... pero también depende de que uno pueda darse cuenta de esa idea que te presentan es primero para su conveniencia.... (Entrevista Nº 27, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Eso tiene exactamente, mucho esto de… lugares comunes de creatividad, trabajo en equipo, motivación, todas cosas [...] trabajo en equipo, todo, no hay nada escrito ni… porque hay mucho de discursivo, de efímero y poco real en eso, digamos, cómo medirlo y cómo llevarlo adelante (Entrevista Nº 23, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Se observa así una clara tensión entre la aceptación respecto de ese "deber ser" proactivo, autogestivo, comprometido y el "ser" que efectivamente son y pueden o no desplegar.
En consecuencia, algunos valoran, adscriben y se reconocen como los trabajadores requeridos por el paradigma del managment, mientras otros simulan su adscripción para poder permanecer en las firmas y alcanzar una movilidad ascendente en ellas.
Por otro lado, se evidencian ciertas diferencias de género, pues dado que las firmas no despliegan políticas destinadas a la conciliación familia/trabajo, las mujeres ven limitadas sus posibilidades de continuar su carrera cuando deben dedicar tiempo a la gestación y el cuidado de sus hijos pequeños. En iguales situaciones, es decir frente a la paternidad, los varones no manifiestan cambios en sus compromisos laborales y suelen desarrollarse sin interrupciones vinculadas al trabajo doméstico.
Ahora bien, a pesar de que estos jóvenes significan el trabajo como una dimensión importante en su vida, ésta no es sin embargo la única cuestión que consideran a la hora de delinear su trayectoria laboral. La centralidad del trabajo es puesta en cuestión por estos jóvenes que también valoran especialmente la calidad de vida y el desarrollo personal.

Yo siempre digo que quiero trabajar para vivir bien, digamos. Un poco que también lo pienso el día que tenés una familia, es complicado (…) Como que digo: bueno, estudié, me gusta lo que estudié, obviamente quiero trabajar, pero si pongo en la balanza, como que quiero que sea un equilibrio. No, no es lo más importante el trabajo. Entonces que sea lo que me dé los medios para poder disfrutar la vida afuera, digamos (Entrevista Nº 28, mujer, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Asimismo, en estas trayectorias juveniles, el deseo y la elección se inscriben como una posibilidad. Las representaciones que tienen sobre sus oportunidades de elegir, si bien están ancladas en ciertos contextos y condicionamientos, tienen un rol fundamental en la orientación que van trazando en sus trayectos.

Porque hay… vos cuanta más responsabilidad asumís menos tiempo de tu vida te queda, y más tiempo tenés que pasar ahí adentro, y más cosas te tenés que perder, y más tenés que postergar por ahí tu vida personal, y eso es por ahí un precio que no todo el mundo está dispuesto a pagar (Entrevista Nº 22, varón, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Mientras sus miradas en relación con los condicionamientos de sus elecciones se expresan cuando valoran específicamente el tiempo dedicado al trabajo y a la vida personal, la elección como posibilidad se despliega a la hora de decidir desarrollar una trayectoria laboral zigzagueante por varias empresas y/o instituciones. La elección anida así en sus representaciones en tanto que libertad para escoger el camino a seguir.
La vida familiar se presenta a su vez, como una esfera central en los proyectos futuros, dando lugar a cambios en la valoración e importancia otorgada al crecimiento profesional.

Yo ponele, mi novio está estudiando medicina, se recibe y yo no sé si me voy a quedar a vivir acá, y si yo me quiero ir a vivir a otro lado y en ese lado no está la empresa, y bueno, me iré de la empresa, o sea, no estoy casada con la empresa (Entrevista Nº 25, mujer, estudios universitarios completos, trabajo registrado).

Las trayectorias laborales de los jóvenes de clases medias se muestran, así como una articulación/tensión en la que van tejiendo y acumulando experiencias ventajosas que les brindan oportunidades tanto a mediano como a largo plazo.
Al nacer en familias pertenecientes a las clases medias cuentan con ciertos soportes materiales y simbólicos que les permiten acceder al sistema educativo de manera permanente y realizar en paralelo estudios y actividades extracurriculares. El desarrollo de trayectorias educativas continuas, que en algunos casos son interrumpidas de manera aleatoria y circunstancial, habilitan no sólo un título profesional y los saberes brindados por estudios superiores, sino también la construcción de ciertas redes sociales con amigos, compañeros, etc. Estas redes son muchas veces utilizadas en sus estrategias de búsquedas de trabajo o para aportar información sobre posibles inserciones ocupacionales.
Las trayectorias laborales desplegadas son así el resultado del encadenamiento permanente de este conjunto de representaciones y posibilidades familiares, educativas, de redes social, etc., y, si bien a corto plazo les permite insertarse de manera inestable y muchas veces precaria en el mercado de trabajo, a mediano y largo plazo habilitan su inclusión formal y permanente en puestos directamente vinculados con su formación profesional.
Las valoraciones en relación con sus estudios universitarios y a las posibilidades ofrecidas por el mundo laboral se sedimentan con algunas circunstancias contingentes y la elección más como posibilidad de controlar el curso de su “destino”, que, como condicionamiento, mostrando la valoración e importancia otorgada, en las distintas etapas de sus trayectorias, tanto al trabajo como a otras esferas de la vida tales como la vida personal y el porvenir familiar.
Estos jóvenes transitan así en una situación privilegiada, en tanto pueden desplegar trayectorias laborales estables y con proyección futura.
Las trayectorias laborales de estos jóvenes se construyen, en síntesis, como caminos heterogéneos pero lineales, en los que se da cierta conjunción entre el universo de lo deseable y el universo de lo posible.
Este entrelazamiento no significa, sin embargo, una aceptación sin cuestionamientos y fisuras entre la cultura laboral que las firmas intentan imponer, las percepciones que los jóvenes tienen sobre ella y las prácticas y estrategias que efectivamente despliegan para jugar exitosamente el juego del managment empresarial.

Reflexiones finales

El presente artículo analizó la desigualdad social a partir de la perspectiva de las trayectorias laborales, desde este lugar buscamos repensar y ampliar la mirada sobre cómo se imbrican experiencias de clase y condiciones etarias partiendo de una mirada que involucró los itinerarios desplegados por jóvenes de clases medias y clases trabajadoras. En este punto, consideramos que un acontecimiento clave de las trayectorias juveniles es la entrada al mundo laboral, al constituirse en un hito fundamental del proceso de enclasamiento social. Sin embargo, sostenemos que el análisis de los trayectos laborales no puede comprenderse de manera escindida a lo que sucede en otros órdenes de la vida social (que inciden tanto en los sentidos como en las estrategias adoptadas), en especial, atendimos la articulación/tensión que establecen los jóvenes con la esfera educativa y con diversas instituciones que intervienen en el proceso de inserción laboral.
Observamos que en estos diversos ámbitos pueden encadenarse riesgos y desventajas en el transcurso de la trayectoria de los jóvenes de clases trabajadoras, al mismo tiempo que también se refuerzan y acumulan las ventajas que poseen los jóvenes de clases media. En efecto, la desigualdad inicial, en términos de experiencias positivas o negativas generadoras de ventajas o desventajas, se recrea en y condicionan las trayectorias a lo largo del tiempo siendo, paradójicamente, el mercado de trabajo uno de los ámbitos privilegiados donde se reproduce la desigualdad.
Específicamente al interior de la estructura ocupacional, se puso de manifiesto que mientras para los jóvenes de clases medias el trabajo precario resulta una etapa de tránsito hacia un empleo estable, para los jóvenes de clases trabajadoras esta situación se transforma en una condición perdurable en el mercado de trabajo. La desigualdad social se expresa así en las diferentes formas que adopta el tránsito que delinean los entrevistados por el mundo laboral: si los jóvenes de clases medias pueden seguir apostando por la idea de carrera ascendente y de promoción; los de clases trabajadoras, por el contrario, atraviesan la imposibilidad de desarrollar un camino continuo en la vida laboral.
En efecto, los constreñimientos objetivos delimitan diferentes márgenes de libertad. Mientras para las clases medias la elección aparece como una condición de posibilidad, que puede conducir a una revisión de la trayectoria y a su reorientación; para las clases trabajadoras el margen de elección es reducido, lo cual se vislumbra en que tienden a reproducir el segmento ocupacional de origen, más allá que posean mayores credenciales educativas que sus padres. Sin embargo, afirmamos la importancia de prestar atención no sólo a los procesos de diferenciación entre las distintas clases, sino también a la heterogeneidad que cabe al interior de cada una de ellas. Mostramos así cómo los jóvenes, a pesar de compartir iguales condiciones macrosociales, ensayan estrategias y trayectorias educativo-laborales diversas que encuentran un margen de elección individual, aunque desigual, de acuerdo con las oportunidades y recursos disponibles. El campo de los posibles, incluso de los posibles contemplables, se encuentra circunscripto a la posición de clase (Bourdieu, 2012).
Ahora bien, en estos procesos de diferenciación inter o intraclases participan diversas instituciones, en particular atendimos a políticas estatales y privadas que intervienen en la inserción laboral juvenil: un programa de empleo y una empresa productiva (escala meso social). Más allá de las diferencias encontradas en el análisis de las trayectorias de jóvenes de clases medias y trabajadoras, pudimos ver que un eje central que comparten los casos investigados radica en que ambas políticas buscan desarrollar una nueva institucionalidad con eje en la individualidad. Desde esta mirada, se realza la existencia de un actor individual con capacidad de agencia que construye su propia “ruta”, responsabilizando al joven de su inserción laboral. Frente al desarrollo de instituciones que buscan impulsar la gestión individualizada de las trayectorias de inserción, los entrevistados se encuentran compelidos a comportarse como sujetos autónomos y responsables ante un mercado laboral que aumenta los riesgos al ritmo de la mayor la precarización, flexibilización y segmentación.
Así, arribamos a la idea que no pueden comprenderse las trayectorias que desarrollan los jóvenes, sin atender al mismo tiempo aquellas instituciones que intervienen en sus procesos de inserción, delimitando los márgenes de agencia de los entrevistados; quienes, a su vez, adaptan, negocian y/o resignifican sus condiciones de integración al mercado laboral. En última instancia, si bien destacamos la importancia de la estructura socio-ocupacional (escala macrosocial), sostenemos que los individuos pueden comportarse de maneras diversas frente a constreñimientos estructurales semejantes, significando y experimentando sus ventajas o desventajas de modos particulares. Diversidad siempre limitada por el contexto y el acceso a oportunidades que condicionan al mismo tiempo que brindan a los jóvenes ciertos márgenes de acción con el fin de insertarse no sólo en el mundo del trabajo sino también de permanecer en esas instituciones (escala meso social) construyendo de esta manera su propia trayectoria vital (escala micro social).

Notas

4 El amplio desarrollo de la literatura vinculada a clases sociales excede considerablemente los alcances de este trabajo. Por esta razón, se presenta aquí una breve síntesis sin pretensión de exhaustividad.

5 Para una profundización de la bibliografía sobre dicha cuestión ver Lavboratorio. Revista de Estudios sobre Cambio Estructural y Desigualdad Social N° 24 y Actas Seminarios Desigualdad y Movilidad Social en América Latina http://seminariosms.fahce.unlp.edu.ar.

6 Si bien el artículo no profundiza sobre este nivel, cabe señalar que las trayectorias juveniles analizadas fueron desplegadas en un escenario común, caracterizado por un impacto positivo en la evolución de los indicadores del mercado de trabajo, que evidenció asimismo la persistencia del desempleo juvenil comparativamente alto y la baja calidad del empleo entre los jóvenes (Jacinto, 2010). Esto permite pensar en un doble tipo de vulnerabilidad: una dada por la estructura económica desequilibrada de la región y otra por la misma condición juvenil (Salvia, 2008).

7 Si bien este tipo de trayectorias educativas son minoritarias, consideramos pertinente incluirlas dentro de las clases trabajadoras debido a su inscripción en un programa de empleo. En este punto, cabe destacar que, aunque dicho programa establece como “población prioritaria” aquellos jóvenes que presentan un retraso o abandono en el sistema educativo, se producen desplazamientos en la implementación, que evidencian no sólo un corrimiento de la normativa por parte de los agentes estatales sino también resignificaciones desde los propios destinatarios. Para profundizar en esta temática, que excede los objetivos del artículo, véase (Roberti, 2018).

8 Si bien podría considerarse que esta característica es común a los jóvenes de ambas clases, es necesario señalar que la inserción en clases trabajadoras es principalmente motivada por una necesidad económica y para colaborar con los gastos del hogar.

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