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Estudios del trabajo

versão impressa ISSN 0327-5744versão On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.61 Buenos Aires jun. 2021

 

ARTÍCULOS

De la tierra al hormigón. La inserción laboral de migrantes paraguayos de origen rural en el sector de la construcción en el Área Metropolitana de Buenos Aires

From land to concrete. The labor insertion of Paraguayan migrants of rural origin in the construction sector of the Metropolitan Area of ​​Buenos Aires

Álvaro Del Águila1  * 

Guillermo Neiman2  ** 

1 Investigador asistente del Conicet en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET).

2 Investigador principal del Conicet en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET).

Resumen

Este artículo se propone examinar las trayectorias y condiciones laborales del grupo de trabajadores de la construcción ocupados en el AMBA provenientes de zonas rurales de Paraguay. La implementación en 2018 de una encuesta que alcanzó a 322 trabajadores en 82 obras en construcción permitió identificar el origen rural y las condiciones de inserción laboral en el sector por parte de trabajadores paraguayos. Con el propósito de comprender la dinámica de esa inserción, el artículo analiza los datos surgidos en torno de dos ejes de interés: el inicio de su carrera laboral (en general y en la construcción) y su trabajo actual. Adicionalmente, a los efectos de develar si se trata de un grupo al cual le corresponde una condición particular por el hecho de movilizarse desde áreas rurales, se establecen algunas comparaciones con otros dos agrupamientos: trabajadores locales y paraguayos de origen urbano.

Palabras clave: Industria de la construcción; Trabajadores rurales; Área Metropolitana de Buenos Aires; Migración

Abstract

This article aims to examine the trajectories and working conditions of the Paraguayan rural workers who are employed in the construction industry of the Metropolitan Area of Buenos Aires. The implementation in 2018 of a survey that reached 322 workers in 82 construction sites made it possible to identify their rural origin and to analyze access and working conditions of this group of workers. With the purpose of understanding the dynamics of labor insertion in the sector by this group of workers, the article analyzes the data arising from two axes of interest: the beginning of their working career (in general and in construction industry) and their current job in the construction sector. Additionally, in order to reveal whether it is a group with a particular condition due to the fact of moving from rural areas, comparisons are made with two other groups: local workers and Paraguayans of urban origin.

Keywords: Construction industry rural workers; Buenos Aires Metropolitan Area; Inmigration

Introducción

Desde hace ya varias décadas se ha venido documentando una importante presencia de trabajadores de origen paraguayo en el sector de la construcción del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Las investigaciones identifican desplazamientos directos de población entre Paraguay y las obras del AMBA y de otras ciudades del país, pero también procesos que incluyen lugares intermedios de destino de esa migración, como por ejemplo en actividades agrícolas en provincias del noreste de la Argentina. La caracterización de esta población más allá de su nacionalidad ha sido menos frecuente, particularmente la referida a la presencia de trabajadores provenientes del medio rural y/u ocupados en tareas agrícolas, cuya participación habría venido creciendo en términos relativos respecto del total de trabajadores de la construcción originarios de ese país.

Este artículo se propone examinar las trayectorias y condiciones laborales del grupo de trabajadores de la construcción ocupados en el AMBA provenientes de zonas rurales de Paraguay. La implementación en 2018 de una encuesta a trabajadores de la construcción en obras de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de un conjunto de partidos de la zona norte del Gran Buenos Aires permitió identificar el origen rural y las condiciones de inserción laboral en el sector por parte de trabajadores paraguayos. Esta situación nos condujo a reflexionar sobre qué tipo de relaciones podían existir entre el proceso migratorio de trabajadores paraguayos de origen rural hacia el AMBA y su posterior incorporación en la industria de la construcción. La comparación con la situación del grupo de trabajadores paraguayos que declararon un origen urbano y con el de trabajadores argentinos constituye uno de los ejes de análisis para responder a los interrogantes acerca de la posible especificidad de los migrantes rurales en cuanto a sus características personales y su inserción laboral en la construcción.

Las migraciones laborales internacionales en perspectiva

El panorama de investigaciones dedicadas a la cuestión migratoria resulta sumamente amplio, e incluye el desarrollo de una variedad de enfoques para el abordaje de un fenómeno cada vez más complejo. Frente a este escenario, persiste cierto consenso respecto de la falta de una teoría unificada y coherente que permita explicar la totalidad de los movimientos migratorios contemporáneos (Arango, 2003; Portes y Delgado Wise, 2006). Con lo que sí se cuenta, por el contrario, es con “un conjunto fragmentado de teorías generalmente desarrolladas en forma aislada unas de otras y, algunas veces, segmentadas por límites disciplinarios” (Massey, Arango, Hugo, Kouaouci, Pellegrino y Taylor, 1993: 4).

En primer lugar, encontramos enfoques que se han interesado en explicar por qué las personas migran. Frente a este gran interrogante, han surgido básicamente cuatro conjuntos de respuestas: la de la “economía neoclásica”, la de la “nueva economía de la migración”, la teoría del “mercado dual” y la de los enfoques que abrevan en la perspectiva del “sistema mundial” (Wallerstein, 1979).

La economía neoclásica adjudica el inicio de las migraciones a un conjunto de variables vinculadas a los diferenciales de salarios entre las economías nacionales, las condiciones de empleo en cada país y los costos de la migración para los distintos grupos. En general, puede decirse que concibe al movimiento migratorio como una decisión individual, tomada por un actor racional y orientada a maximizar la relación costo/beneficio en su inversión de trabajo y capital. A nivel macro, la teoría neoclásica adjudica el movimiento de personas a las diferencias geográficas entre la oferta y la demanda de trabajo. Su argumento es que los países que poseen una elevada dotación de trabajo en relación al capital tienen un bajo salario de mercado, mientras que los países en los que la fuerza de trabajo es escasa en relación al capital disponible se caracterizan por un nivel salarial más alto. A través del movimiento de personas (“push and pull”), estas diferencias tenderían a equilibrarse.

En oposición a esta visión, la “nueva economía de la migración” considera en su análisis las condiciones de una variedad de mercados, no solo de los laborales. Así, la migración responde a “una decisión tomada por un hogar con el objeto de minimizar los riesgos para el ingreso familiar, o para superar las limitaciones de capital en las actividades productivas familiares” (Massey et al., 1993: 2). Esta línea de análisis no considera, entonces, a actores individuales aislados sino a conjuntos de personas relacionadas entre sí (en relaciones culturalmente definidas), que actuarían no solo con la finalidad de maximizar los ingresos esperados, sino también de minimizar los riesgos mediante la diversificación en la asignación de recursos entre sus miembros. De esta forma, por ejemplo, algunos miembros de una unidad doméstica podrían “ser enviados” a trabajar al exterior mientras que otros continuarían trabajando en las actividades de la economía local. Esto no necesariamente sería ocasionado por un diferencial favorable de salarios en el exterior sino, por ejemplo, a causa de un exceso de fuerza de trabajo disponible al interior del núcleo doméstico. En este sentido, para esta perspectiva la unidad de análisis apropiada para el estudio de los movimientos migratorios no sería ya el individuo, sino el grupo social (en general, el “hogar” o la unidad doméstica, aunque también la “comunidad”).

Por su parte, la teoría del mercado de trabajo dual (Piore, 1979) entiende la migración como un producto de los requerimientos estructurales de las economías industriales modernas, sugiriendo que no sería causada tanto por los factores push o “expulsores” de los países remitentes (bajos salarios o desempleo) como por los factores pull o “atractores” de los países receptores (una necesidad crónica e inevitable de trabajadores extranjeros). Este enfoque considera entonces a los movimientos migratorios como una consecuencia de la bifurcación del mercado laboral al interior de ciertas economías nacionales de destino. De este modo, en los mercados de trabajo que “reciben” migrantes estarían coexistiendo empleos de calidad (ocupados por trabajadores nativos) junto con empleos de baja calidad (ocupados por los trabajadores migrantes).

Por último, la teoría del sistema mundial (Wallerstein, 1979) ha enfatizado en la existencia de motores estructurales de carácter más amplio para las migraciones internacionales. Así, la teoría de Wallerstein (desarrollada por distintos autores para el campo migratológico) entiende la movilidad migratoria como producto de la globalización económica y de la penetración del mercado a través de las fronteras de los países. Esta línea de indagación observa que, a nivel mundial y con el avance capitalista, la concentración (sobrerrepresentación) de algunos migrantes en categorías laborales de baja calidad se ha incrementado mientras que su baja presencia en los mejores trabajos se ha intensificado (Herrera Lima, 2005). En este sentido, el movimiento de personas que atraviesan los límites de los Estados sería una consecuencia del desarrollo de un mercado mundial que, a partir del siglo XVI, habría comenzado paulatinamente a dar lugar a rupturas y dislocaciones, acompañando el propio desarrollo histórico del capitalismo. En otras palabras, la migración internacional seguiría “a la organización política y económica de un mercado global en expansión” (Massey et al., 1993: 18).

Un segundo eje de indagación que ha interesado a las ciencias sociales refiere al estudio de las causas que perpetúan en el tiempo los flujos migratorios. Al interior de este eje viene ganando terreno desde hace algunas décadas el enfoque centrado en las redes de migrantes. Como tales, las redes migratorias son concebidas como facilitadoras/posibilitadoras del proceso migratorio, ya que suelen actuar favoreciendo la inserción de los migrantes en destino y también contribuyendo al sostenimiento de sus vínculos con el grupo de origen, hogar y/o comunidad. Compuestas en general por lazos interpersonales, las redes conectan a los migrantes, exmigrantes y no migrantes de las áreas de origen y destino a través de lazos de afinidad, parentesco o amistad en torno a una comunidad de origen compartida. Así, vinculan de modo dinámico a la sociedad receptora y a la comunidad de origen y “sirven como mecanismos para interpretar datos, recibir información y otros ítems, en ambas direcciones” (Gurak y Caces, 1992: 77). El desarrollo conceptual de la teoría de las redes sociales ha dado lugar en años más recientes a perspectivas que enfocan en la noción de “transnacionalismo” (Herrera Lima, 2005; Ribeiro, 1999; Vertovec, 2006; entre otros). A través de este concepto se pretende explicar los procesos por los cuales migrantes, exmigrantes y no migrantes forjan y sostienen múltiples relaciones sociales (que pueden exceder lo afectivo) y que dan lugar a complejas redes comerciales, económicas y/o políticas.

Por último, existe otro gran eje de indagación que ha interesado a las ciencias sociales. Nos referimos a aquel que busca describir y analizar las experiencias de los migrantes en las sociedades de acogida. Así, entre 1960 y mediados de la década de 1990, diversas investigaciones han intentado estructurar tres grandes modos de interpretar estas experiencias. En primer lugar, existen quienes conciben a la migración como un proceso de integración. Esta perspectiva interpreta que los procesos migratorios dan lugar a una incorporación respetuosa de la diversidad cultural de los migrantes en la sociedad de destino, que no les demandaría una transformación cultural, social o política como condición para su inclusión social. Por el contrario, existen perspectivas que han analizado los procesos migratorios desde la óptica de la asimilación. En esta línea, se han descripto procesos que implican cierta dilución de las pautas culturales del migrante como condición de ingreso y permanencia en la sociedad de acogida. Por último, existen enfoques que han llamado la atención sobre la existencia de procesos de aculturación experimentados por los migrantes. Dichos procesos ocurrirían cuando algunos aspectos de su identidad cultural, religiosa o política resultan abiertamente obstaculizados o calificados como no deseables. Algunos debates sobre estas cuestiones pueden verse en Canales y Zlolniski (2000) y Kastoriano (1996).

Existen asimismo otras dimensiones que han merecido la atención de las ciencias sociales en relación con las experiencias de los migrantes en destino. Por ejemplo, se han producido innumerables investigaciones en torno de los procesos de estigmatización social experimentados (Benencia, 2006, 2009; Benencia y Karasik, 1995; Castles y Kosack, 1984; Grimson, 2006; Pizarro, 2009, entre otros).

Migración y trabajo en la construcción en el AMBA

Según el Instituto de Estadísticas y Registro de la Industria de la Construcción de la Argentina (IERIC), a lo largo del año 2017 los trabajadores de la construcción registrados promediaron los 407.238 ocupados, alcanzando durante el primer trimestre de 2018 los 419.529 en todo el país (con una importante mayoría en el AMBA) (IERIC, 2019).

El sector de la construcción ha sido señalado históricamente como un sector con escaso empleo de tecnologías mecanizadas y predominio de procedimientos manuales, sujeto a ciclos pronunciados, y muy vulnerable ante las crisis económicas. La informalidad laboral es una condición crítica del funcionamiento del mercado de trabajo en esta actividad, en la que resulta mayor que en otros sectores (Panaia, 1990, 1995). Esta situación de precariedad laboral no se ha considerado mayoritariamente asociada a la condición migratoria de los trabajadores sino más bien como una característica general de este mercado de trabajo (Galín, 1996), si bien otros estudios han identificado brechas de entre 15 y 20 puntos porcentuales en la registración entre no migrantes y migrantes paraguayos a favor de los primeros (Bruno y Del Águila, 2010).

Las interpretaciones con respecto al fenómeno de la marcada presencia de trabajadores paraguayos en la industria de la construcción han sido disímiles. En primer lugar, desde una perspectiva demográfica, Maguid (1997) interpretó que la alta presencia de migrantes provenientes de países limítrofes en la construcción respondía a un proceso de inserción selectiva por el cual las personas se integraban a estos nichos laborales en tanto y en cuanto eran espacios de vacancia laboral que los nativos no cubrían. Años más tarde, Vargas (2005) interpretó el fenómeno en términos de una “segmentación etno-nacional vertical” por la cual los migrantes iban ocupando crecientemente puestos mejor remunerados en el sector, convirtiéndolo en una vía de ascenso social destacable para los trabajadores provenientes de países limítrofes. Una década después, Del Águila (2015) limitó el alcance de las anteriores interpretaciones al plantear la existencia de una “paraguayización” del sector que solo en parte parecía responder a una estrategia de ascenso social tomada por los migrantes y que, por el contrario, se vinculaba estrechamente a decisiones tomadas por los dadores de empleo argentinos. Estos identificaban a los migrantes paraguayos como trabajadores “intrínsecamente aptos” para aceptar ciertas condiciones de trabajo, limitando las interpretaciones que apelaban a una estrategia positiva por parte de los trabajadores en la búsqueda del ascenso social.

Los estudios en clave demográfica (Marshall y Orlansky, 1983; Balán, 1990; Maguid, 1997), si bien se enfocaron en la creciente participación de migrantes limítrofes en el mercado de trabajo del AMBA, coincidieron en señalar que, en un primer momento, los migrantes limítrofes habrían respondido a las demandas coyunturales de mano de obra o a trabajos temporarios en cosechas, principalmente de las provincias limítrofes con Paraguay. Para Maguid (1970), esto habría tenido lugar cuando los migrantes comenzaron a cubrir, a partir de la segunda mitad de la década de 1940, los puestos de trabajo en las industrias regionales y mineras que iban siendo abandonados por los migrantes internos que dejaban sus provincias natales para trasladarse hacia el AMBA. Por esos años, los paraguayos se incorporan fundamentalmente a los cultivos de la zona del nordeste argentino, principalmente en las tareas de la cosecha estacional de la yerba mate en Misiones y del algodón en Formosa (Balán, 1990), pero también en las oportunidades de empleo agrario en la producción de caña de azúcar, tabaco y té (Cerrutti y Parrado, 2003).

En los años 60, con la caída de los precios de las principales producciones de las llamadas economías regionales y la mecanización de algunas cosechas, especialmente en el nordeste del país, la migración limítrofe comenzó a modificar sus recorridos geográficos y laborales, buscando nuevas oportunidades en la zona del AMBA en la construcción, la industria manufacturera y el servicio doméstico, por estar estas tareas mejor remuneradas que en el resto de las provincias argentinas o en sus propios países (Balán, 1980; Maguid, 1970; Rivarola, 1967, 1982; Quaranta, 2017). En el contexto de una continua reducción de los requerimientos de mano de obra por efecto del cambio tecnológico en producciones que históricamente absorbían trabajadores de origen paraguayo (Neiman, 2010, 2017), para la primera década de este siglo se identificaron corrientes migratorias de ese origen conformadas por trabajadores temporarios en distintas actividades productivas de las provincias de Mendoza, La Rioja, Buenos Aires y Río Negro (Neiman, 2009).

Específicamente con respecto a la inserción laboral de migrantes limítrofes en la industria de la construcción, varios autores coincidieron en señalar que el rápido y continuo desarrollo de la construcción residencial privada a partir de 1960 comenzó a demandar grandes volúmenes de mano de obra en el AMBA, conformada sobre todo por paraguayos y bolivianos que se fueron sumando a los migrantes internos y por trabajadores locales que se estaban reubicando en esta rama a causa de su carácter dinámico y expansivo (Benencia y Karasik, 1995, Marshall y Orlansky, 1983). Bruno (2008) da cuenta de cómo este patrón de residencialidad e inserción laboral de los migrantes limítrofes en Argentina se ve modificado con el correr de los años, pasando a dirigirse de forma directa hacia las grandes ciudades del país sin escalas previas en otras localidades. Esta creciente “metropolización” de la migración limítrofe en general (y de la paraguaya en particular) habría ido fortaleciéndose durante la década de los noventa.

Según el Censo Nacional de Población y Viviendas de 2010, los migrantes paraguayos constituyen el grupo más numeroso de extranjeros residentes en la Argentina (550.713 personas), representando el 30,5% del total de residentes extranjeros y el 37,42% de los americanos residentes en el país (INDEC, 2011). Desde 1960, el AMBA fue configurándose como destino principal de los paraguayos, hasta concentrar en los últimos años al 75,4% de los migrantes de ese país presentes en Argentina (INDEC, 2011).

Cacopardo y López (1997) habían estimado una década antes que el 53,2% de los paraguayos residentes en Argentina vivía por ese entonces en el conurbano bonaerense, distribuyéndose fundamentalmente en torno de dos grandes aglomerados. El primero comprendía los partidos de La Matanza, Esteban Echeverría, Almirante Brown y Quilmes, mientras que el segundo estaba integrado por los partidos de General Sarmiento, Moreno y Morón. Además, un 20% de las familias paraguayas radicadas en el país por esos años residía en el partido de La Matanza. Con el Censo de 2010 fue posible establecer que la población extranjera en el Gran Buenos Aires representaba el 7,5% de su población total. Entre estos extranjeros se registraba una importante presencia de personas nacidas en Paraguay, llegando a representar el 58,6% del total de los no nativos radicados en el aglomerado bonaerense (INDEC, 2011).

A partir de procesamientos realizados sobre la Encuesta Complementaria de Migraciones Internacionales (ECMI-INDEC) se lograría establecer que la inserción laboral de cuatro de cada diez varones paraguayos que habían migrado hacia la Argentina tenía lugar en la industria de la construcción de la Ciudad de Buenos Aires y su Área Metropolitana (Bruno, 2008). A lo largo de los años también se fueron llevando a cabo distintos estudios de corte etnográfico en las obras en construcción focalizados en la presencia de trabajadores paraguayos (Carpinetti y Perocco, 2019; Del Águila, 2017; Granero, 2017; Vargas, 2005).

En un intento pionero por distinguir la situación de los trabajadores paraguayos de origen rural en el conjunto de trabajadores de esa nacionalidad, Bruno y Del Águila (2010) concluyeron que la mayoría de los migrantes paraguayos que estaban ocupados en actividades agrícolas en su país se insertaban en el sector de la construcción del AMBA al llegar a la Argentina, ya que cerca de un tercio de los trabajadores paraguayos en las obras provenía del campo paraguayo. Además, si se dejaba de considerar a aquellos migrantes que no poseían trabajo en Paraguay al momento de emigrar, los trabajadores provenientes del medio rural alcanzaban el 43% de los paraguayos que hacia 2010 trabajaban en la construcción del AMBA (INDEC, 2003). Reforzando esta condición relativa a la importante presencia de migrantes rurales paraguayos y su vinculación con la construcción, para el mismo año se observa que este sector concentra una proporción mayor de fuerza de trabajo agrícola (34%) que la que registra el conjunto del resto de los sectores productivos en Buenos Aires (18,2%).3

Una encuesta realizada en 2011 implementada entre los paraguayos llegados a la Argentina durante el período 1990-1994 comprobó que aquellos que tenían una mayor representación eran los que provenían de un “pueblo” (42%), seguido en una proporción similar por los que se movilizaban desde el “campo” (39%) y, finalmente, se encontraban los que procedían de la “ciudad” (25%), como parte además de una tendencia creciente a favor de las dos primeras localizaciones de origen en detrimento de la última (Mármora, Gurrieri y Aruj, 2014: 124).4

Metodología

La información utilizada en este artículo proviene de una encuesta implementada a una muestra de obras en construcción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de un conjunto de partidos de la zona norte del Gran Buenos Aires (Tres de Febrero, San Fernando, San Isidro, San Martín, Tigre y Vicente López).

El marco muestral se conformó sobre el listado de los permisos de construcción (conocidos como “Avisos de inicio de obra”) registrados por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT) para aquellas obras con una superficie mayor a los 1000 m2, y con fecha de inicio a partir del 1 de enero de 2016 y con finalización a partir del 1 de enero de 2018. Es decir que, en todos los casos, se trata de obras en construcción declaradas formalmente como tales, que poseían al menos un trabajador registrado y dado de alta en una Aseguradora de Riegos del Trabajo (ART) y que no registraban suspensión y/o finalización. Se descartaron aquellas obras no denunciadas como tales (en general, pequeñas refacciones domiciliarias) y también aquellas que por algún motivo no declararon oportunamente la cantidad de metros cuadrados a construir. A partir de esta definición, se obtuvo para la Ciudad de Buenos Aires y los partidos del GBA seleccionados un total de 1587 obras elegibles.

Un dato que aporta la base de la SRT es la Clave Única de Identificación Tributaria (CUIT) de las empresas que inscriben las obras que llevarán adelante. Al haberse detectado números de CUIT que se repetían (ya que una misma empresa puede inscribir más de una obra), se decidió otorgar distintas probabilidades de selección en función de la cantidad de obras registradas para una misma empresa. Por lo tanto, la probabilidad de una empresa de ser elegida fue menor en función de la cantidad de obras registradas para una misma empresa (en la base había 313 casos de empresas que tenían registrada más de una obra, llegando como máximo a 13 obras inscriptas por una misma empresa o razón social).

La selección de los casos se realizó a partir de un diseño aleatorio simple, con la probabilidad ajustada por la cantidad de obras registradas por cada empresa y con muestras independientes para cada una de las regiones consideradas (CABA por un lado y partidos seleccionados del GBA por el otro), si bien en este artículo se las trata de manera agregada. Aplicados los procedimientos de selección, el n total de la muestra resultó de 82 obras, en cada una de las cuales se aplicó la encuesta a un máximo de 4 trabajadores por obra seleccionados por cuota de edad (hasta 24, 25 a 45 y 46 y más) y posición en el escalafón (ayudante, medio oficial, oficial, oficial especializado). Las cuotas fueron establecidas a partir de datos obtenidos del IERIC. En total fueron relevados 322 trabajadores.

Adicionalmente a los datos provistos por la Encuesta, se utilizaron testimonios de trabajadores de la construcción, a partir de trabajo de campo realizado en obras del AMBA entre los años 2014 y 2017. Esta información fue utilizada para confirmar y complejizar algunos hallazgos obtenidos a través del procesamiento de los datos.

Las carreras laborales de los migrantes paraguayos de origen rural en la construcción

Con el propósito de comprender la dinámica de la inserción laboral en el sector por parte de este grupo de trabajadores de origen paraguayo y rural, el análisis siguiente se enfoca en sus carreras laborales en la construcción. Adicionalmente, a los efectos de develar si se trata de un grupo al cual le corresponde una condición particular por el hecho de movilizarse desde áreas rurales, se establecen algunas comparaciones con otros dos agrupamientos: trabajadores locales y paraguayos de origen urbano.5

En primer lugar, la importante presencia de trabajadores de la construcción de origen paraguayo es confirmada en la encuesta realizada en el AMBA, alcanzando valores algo superiores a los registrados en estudios anteriores, si bien para algunas regiones del país ya se había notado una tendencia creciente en esa participación. En efecto, poco más de la mitad de los trabajadores entrevistados provenía de Paraguay y el 70,6% de estos afirmaba haber nacido en una zona rural de aquel país, lo que a su vez representa el 37,6% del total de encuestados.

En todos los grupos, la edad promedio correspondiente al primer trabajo -sea en la construcción o en otro sector de actividad- no presenta grandes diferencias, ubicándose cercana a los 16 años, lo cual remite más bien a cierta condición social que atraviesa al conjunto de esta población.

Sin embargo, entre los paraguayos de origen rural existe una mayor proporción de primer trabajo en condiciones no remuneradas (35%) en comparación con los argentinos y también con los paraguayos no rurales (cercana al 10% para cada uno). Esta situación aparece relacionada con el hecho de que, entre los primeros, la categoría ocupacional predominante del primer trabajo es la de “trabajador familiar”. Esta categoría llega al 45% entre los paraguayos de origen rural contra aproximadamente el 20% en los otros dos grupos. Entre estos, la categoría que predomina es la de “asalariado sin aportes jubilatorios”, lo que confirma la informalidad como característica relevante de la inserción laboral de esta población, principalmente en el comienzo de su trayectoria ocupacional en el sector.

Constituirse como trabajador familiar entre la población rural perteneciente a unidades campesinas forma parte de estrategias vastamente conocidas y documentadas en amplias regiones del mundo orientadas a la subsistencia y la reproducción, incluyendo el hecho de que en este contexto el trabajo considerado “ideal” suele ser aquel que se realiza en el marco del grupo doméstico-familiar (tal como es desarrollado en los estudios clásicos de Chayanov, 1966 y Meillasoux, 1972).

En estudios de campo previos (Del Águila, 2014), trabajadores paraguayos de origen rural nos relataron los motivos de su emigración haciendo referencia a eventos climáticos extremos, pero también a privaciones de tipo estructural (Pastore, 1972; Palau y Heikel, 1987; Palau Viladesau, 2005). Grandes sequías y distintos tipos de crisis de la producción fueron identificados como los motivos primarios para emigrar. En más de una oportunidad, se refirieron a “cosechas perdidas” frente a las cuales, sencillamente, no tenía sentido permanecer en las comunidades (Riquelme, 2003). En el caso de integrantes de familias campesinas dedicadas al cultivo del algodón en Paraguay, el hecho de que “se viera plata cada 6 meses” alentaba la búsqueda de una ocupación alternativa que les permitiera al menos estabilizar sus ingresos. La elección de la construcción como ámbito de trabajo se identificaba con que “es el mercado más fácil de adaptarse”, ya que tanto el trabajo rural como el de la obra comparten el hecho de ser “trabajos duros” (Del Águila, 2014).

En la generalidad de los casos, las situaciones críticas de los núcleos domésticos rurales suelen ser resueltas a través de los lazos de solidaridad que funcionan a nivel de la comunidad. Sin embargo, en algunas oportunidades estas vías no resultan suficientes. Ante este tipo de situaciones, la emigración del núcleo doméstico completo (o de alguno/s de sus miembros) es interpretada como la alternativa apropiada (y única, las más de las veces) para garantizar su subsistencia.

Con respecto a las trayectorias educativas de los sujetos y su posible asociación con las experiencias laborales, aproximadamente la mitad de todos los trabajadores se encontraba cursando estudios al momento de obtener su primer trabajo, siendo este porcentaje levemente superior para los argentinos. Sin embargo, mientras que entre estos últimos el 35% declaró haber tenido que dejar los estudios por causas de ese primer trabajo, entre los paraguayos de origen rural ese porcentaje asciende hasta el 45% del total de este grupo.

Específicamente con respecto a la inserción laboral en la construcción, el 80% de los paraguayos de origen rural comenzó a trabajar entre los 15 y los 24 años, mientras que en el resto esa incorporación se produce más tarde (ya que entre un cuarto y un tercio lo hace a partir de los 25 años o más). Esa inserción más temprana en la construcción puede explicarse a partir de que posibilita el acceso a un pago en dinero en efectivo (cuestión que, como se ha visto, resulta muy infrecuente para gran parte de los trabajos en el medio rural). Esta explicación puede completarse con la evidencia recogida en la Encuesta, que muestra que para el 56,7% de los paraguayos de origen rural ese primer trabajo en la construcción era remunerado, mientras que esto resulta algo menor entre los argentinos (49,1%) y también entre los paraguayos no rurales (53,2%). Si bien las diferencias no resultan muy significativas, es previsible que entre estos últimos su inicio en la construcción se realice “ayudando” a un trabajador por cuenta propia que se desempeña en esta actividad.

Vista desde el hogar, la estrategia migratoria está dirigida a garantizar la subsistencia del núcleo doméstico, ya que sus integrantes se desplazan de a uno mientras que la actividad productiva se mantiene para asegurar el sostenimiento del hogar y para enfrentar posibles riesgos en la inserción laboral del migrante. Esto queda reflejado en el hecho de encontrar migrantes a una edad relativamente avanzada (por encima de los 35 años, por ejemplo) y sin ningún tipo de experiencia laboral previa distinta a la agrícola.6

Por último, aproximadamente dos tercios de los paraguayos de origen rural fueron asalariados sin aportes jubilatorios en su primer trabajo en la construcción. Esto resulta similar para el caso de los paraguayos de origen no rural, pero contrasta con los argentinos, entre quienes únicamente un 29% no poseía aportes para ese primer trabajo. La marcada diferencia no parece estructurarse en torno del origen rural o urbano de los trabajadores, pero sí en función de la nacionalidad del trabajador.7

La inserción laboral actual de los trabajadores de la construcción

En el contexto de fuerte informalidad que caracteriza a las relaciones de trabajo en la construcción, al momento de la Encuesta el 65% de los paraguayos de origen rural había establecido un contrato oral o de palabra con su empleador, mientras que esto ocurría en algo más del 50% para el segmento de los trabajadores argentinos. Más allá de que no existan diferencias sustanciales justamente por la mencionada elevada informalidad, en el grupo de los ocupados de origen rural esa condición aparece más difundida.

El cuadro siguiente muestra la distribución de los trabajadores según su condición migratoria y de nacionalidad considerando la ocupación en la que se desempeñan actualmente. En primer lugar, sobresale la fuerte concentración -aunque con diferencias entre grupos de trabajadores- en tres ocupaciones: albañil, armador y carpintero. Sin embargo, mientras que entre los argentinos esas ocupaciones equivalen a algo más del 70% del total respectivo, para los de origen paraguayo supera el 90%, siendo más elevado para los de origen rural comparado con los provenientes del medio urbano de la misma nacionalidad.

Cuadro 1 Distribución de trabajadores de la construcción por ocupación actual en las obras del AMBA, según origen. 

Esta situación se refuerza al constatar que existe un porcentaje no despreciable (16,7%) de ocupaciones que únicamente son desarrolladas por argentinos (serenos, pañoleros, herreros, electricistas, tareas de limpieza, entre otras), confirmando la tendencia de que los trabajadores de este origen se distribuyen de manera más uniforme en todas las ocupaciones que demanda una obra, mientras que es evidente la dependencia del resto respecto a un número más reducido de ocupaciones.

Asimismo, es para destacar que el 44% de los paraguayos de origen rural se desempeña como carpintero, siendo que esa ocupación resulta significativamente menor entre los argentinos (15,8%) e incluso entre los paraguayos de origen no rural (25,5%). Resulta difícil establecer una razón que explique este comportamiento, aunque testimonios recogidos oportunamente daban cuenta de una mayor frecuencia entre esos trabajadores de antecedentes laborales en tareas con madera que contribuiría a explicar esa inserción, incluyendo el desempeño como hacheros en el desmonte de parcelas propias o trabajando para terceros. Otra línea de análisis, de alguna manera complementaria, surge al considerar la ocupación de los paraguayos de origen urbano: la elevada presencia de ocupados en albañilería, con un 55,3%, supera al 39,2% entre los paraguayos de origen rural y el 36,7% entre los argentinos. Entonces, es factible pensar que, dado el sentido común prevalente con relación a “lo paraguayo”, el mercado de trabajo argentino de la construcción esté adjudicando ciertas pericias intrínsecas -aunque no necesariamente entendidas como calificaciones especiales- a los trabajadores de esa nacionalidad, fundamentalmente en torno de las ocupaciones vinculadas a la albañilería y la carpintería.8

La siguiente descripción para una obra de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires permite avanzar sobre la asignación de ciertas tareas y su posible asociación con ciertos tipos de trabajadores: “Utilizan un sistema de encofrado característico de las obras pequeñas: conformado por tablas largas que son clavadas una al lado de la otra, para reducir costos de compra de fenólicos. […] En la obra no se utilizan máquinas eléctricas de gran tamaño. Los hierros se doblan ‘a mano’ (con grinfas), gran parte del material para levantar paredes es mezclado en el piso con pala, y los materiales se descargan y se suben a los niveles también mediante “pasa mano”. (Nota de campo, CABA, obra de la calle Humberto 1°, julio de 2014).

Por lo tanto, si bien en las obras de pequeña envergadura la gran mayoría de las tareas se lleva a cabo con herramientas manuales no eléctricas (martillos, tenazas, grinfas, etc.), en obras medianas y grandes los trabajadores deben aprender a utilizar regularmente sierras sensitivas o de banco, amoladoras, martillos neumáticos, montacargas, entre otras muchas herramientas y máquinas eléctricas. Entonces, es posible concluir que las ocupaciones en carpintería y albañilería demandan menos manejo de máquinas eléctricas y más utilización de herramientas manuales, al menos para las obras de menor envergadura en el AMBA.

Del análisis de la distribución de los trabajadores según la posición en el escalafón laboral surgen algunos hallazgos de interés. Según el Cuadro 2 que se muestra a continuación, los paraguayos de origen rural son en su mayoría “oficiales” (44,2%), contra 32,5% entre los argentinos y 36,2% entre los paraguayos de origen no rural. También en relación con la categoría “oficial especializado”, los paraguayos de origen rural se destacan en relación a los otros grupos.

Cuadro 2 Distribución de los trabajadores por posición en el escalafón laboral de su ocupación actual, según su origen. En porcentajes. 

A partir de lo analizado hasta el momento cabría esperar que los trabajadores paraguayos de origen rural ocuparan los niveles más bajos del escalafón laboral. Sin embargo, los datos reflejados en el cuadro no solamente hablan de la pericia objetiva alcanzada por el trabajador, sino también del grado de “fidelidad” que ese trabajador tiene en principio con la industria de la construcción en su conjunto. A pesar de ello, si bien la importante presencia de trabajadores paraguayos de origen rural que son oficiales u oficiales especializados puede interpretarse a partir de que estos trabajaron en la construcción durante muchos años, se destaca el hecho de haber trabajado en forma relativamente más estable con el mismo empleador: del total de trabajadores que se desempeñaron 6 o más años con el mismo empleador (durante el período 2007-2017), un 70% son paraguayos de origen rural. Por lo tanto, los datos en realidad reflejan que los trabajadores paraguayos de origen rural poseen trayectorias de trabajo más estables en el sector y con una misma empresa/contratista y que por ello han conseguido alcanzar posiciones relativamente más elevadas en el escalafón.

Esta constatación resulta del hecho de que para ascender en el escalafón se requiere cumplimentar con ciertas pericias específicas, cuya certificación corre a cuenta del empleador y que se encuentran estipuladas por convenio colectivo.9 Además, se debe considerar el hecho que son los trabajadores formales los que cargan en la tarjeta personal del constructor la cantidad de horas desempeñadas en cada categoría10. Resulta entonces esperable que, luego de varios años de trabajo junto a un mismo “patrón”, el trabajador sea recompensado con un ascenso de categoría (nuevamente, más allá de las pericias técnicas objetivamente alcanzadas por el trabajador en cuestión).

Con respecto a la duración de la jornada de trabajo, también surgen algunas diferencias entre las poblaciones analizadas. El 58,3% de los paraguayos de origen rural trabaja más de 8 horas diarias, mientras que el 45% de los argentinos y el 53,2% de los paraguayos de origen no rural trabajan esa cantidad de tiempo. Una vez más, las distribuciones muestran a los paraguayos de origen rural en la cúspide de los indicadores que hacen a una mayor dependencia respecto al empleo y a una mayor aceptación de las “necesidades” que impone el proceso productivo de una obra.11

Sin embargo, en la construcción muchas veces la contabilidad de las horas opera encubriendo otro tipo de arreglos informales. Así, suele ser común el arreglo de trabajos “por tanto” o “por producción”, lo que debe entenderse como un pago por metas. De este modo, y dado que el esquema de pagos debe formalmente traducirse en horas-reloj para ser computadas, suelen ser frecuentes las negociaciones que implican un intercambio de una determinada cantidad de horas por el cumplimiento de una tarea específica (por ejemplo, el revoque de tantos m2 de mampostería a cambio de una cierta cantidad de horas). Lo que el empresario/contratista se garantiza con este sistema es que las horas pagadas sean horas efectivamente trabajadas; es decir, se asegura de que el obrero las trabajará y no malgastará el tiempo, ya que buscará “autoexplotar” su fuerza de trabajo con miras a terminar el trabajo más rápidamente. Esto puede verse complementado con ciertas diferencias referidas a los niveles salariales respectivos. A valores de principios de 2018, el monto promedio del salario por grupo poblacional era de $22.471 para los argentinos, de $21.555 para los paraguayos de origen urbano y de $19.238 para los paraguayos de origen rural.

En cuanto a la modalidad de pago, si bien las proporciones son bajas para el conjunto de los trabajadores, la remuneración “por tanto” está algo más presente entre los trabajadores paraguayos de origen rural (5,8%), mientras que lo hacían solamente el 2,5% de los argentinos y el 2,1% de los paraguayos no rurales. De este modo, si bien la mayoría de los trabajadores paraguayos y argentinos trabaja por hora, nos encontramos con que los paraguayos de origen rural establecen más del doble de arreglos por producción que los otros grupos. En este sentido, a la explotación de la fuerza de trabajo realizada por parte del sector empleador bajo condiciones normales, podría estar adicionándose la “autoexplotación” del trabajador, que busca completar su tarea remunerada a destajo en el menor tiempo posible.

Por último, la situación de los trabajadores frente a la seguridad social medida por la existencia de descuentos jubilatorios muestra algunas diferencias entre grupos, aunque esa condición se encuentra muy difundida para el conjunto de los ocupados. De cualquier manera, también en este caso entre los trabajadores paraguayos de origen rural es mayor la proporción de ocupados a los cuales no se les aplican los descuentos para la seguridad social (cercana al 20%) -correspondiéndole un nivel similar al del conjunto de los trabajadores de esa nacionalidad- mientras que para los argentinos ese valor es de aproximadamente el 10%.

Conclusiones

La presencia de trabajadores que combinan la nacionalidad paraguaya con un origen rural no solo mantiene una participación cuantitativamente importante en la región del AMBA sino posiblemente creciente, dando continuidad a una condición histórica del trabajo en el sector. Esta condición se observa en los períodos de auge de la actividad, pero también durante situaciones recesivas como la que corresponde al momento de implementación de la Encuesta sobre la que se basa este artículo.

La persistencia de la crisis de los sectores campesinos en las zonas de origen contribuye a mantener esos flujos poblacionales hacia la Argentina. Esto tiene lugar aun cuando la también histórica inserción laboral de migrantes paraguayos temporarios en producciones agrícolas de zonas limítrofes de la Argentina ha venido disminuyendo, principalmente por efecto de la reducción de la demanda de fuerza de trabajo. Más recientemente, la identificación de este tipo de migraciones en otras regiones y producciones de la Argentina no alcanza a compensar esa caída, que se intensificó hacia finales del siglo pasado.

Como quisimos dejar entrever a través de distintos pasajes del artículo aquí presentado, las condiciones precarias de existencia que alcanzan a muchos trabajadores de origen rural en Paraguay no resultan verdaderamente transformadas a partir de la emigración y posterior inserción laboral en la industria de la construcción en el AMBA. Por el contrario, y si bien existe un proceso claro de proletarización e incorporación al trabajo industrial asalariado, de ninguna manera esto implica una ruptura respecto de la vulnerabilidad previa experimentada por estos trabajadores. Lo que prima, por el contrario, es cierta continuidad y/o encadenamiento de las situaciones precarias de existencia: antes en el campo, ahora en la ciudad.

Así, en un contexto de elevada precariedad característica del sector, la inserción laboral de los trabajadores paraguayos de origen rural se traduce en una intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo, algo que se observa desde el inicio mismo de sus trayectorias laborales. El abandono más temprano de la escolarización y los niveles relativamente más bajos de acceso a la seguridad social que muestran en los primeros años del trabajo en el sector son evidencias claves de esa situación inicial, que termina incidiendo en las etapas subsiguientes.

En efecto, durante el resto de la trayectoria en la que transcurre un trabajador paraguayo en la construcción se destaca la presencia relativa mayor de modalidades de pago por producción, de remuneraciones medias mensuales más bajas, de ocupados en jornadas que exceden las 8 horas y de personas no registradas. Sin embargo, son estos mismos trabajadores los que consiguen alcanzar posiciones relativamente más elevadas en el escalafón. Esta situación aparece vinculada con la existencia de carreras laborales más estables no solamente en el sector sino también en términos de la “fidelidad” a un mismo empleador. De esta manera es posible detectar una doble precarización de este grupo: por un lado, con respecto al sector en su conjunto y, por otro, en términos de su participación en las ocupaciones con calificaciones relativamente más altas, aunque peor remuneradas. En esta línea de análisis, podría argüirse que el techo de cristal resulta más difícil de romper para los paraguayos de origen rural que para el resto de los trabajadores analizados. Como vimos, los datos muestran que ni la calificación laboral ni la mayor fidelidad al empleador son suficientes. Quizás, para determinados grupos sociales, sería más acertado comenzar a pensar en techos construidos con materiales más resistentes que el cristal.

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Notas

3 En contraposición, solo algo más de uno de cada diez trabajadores ocupados hacia 2010 en las obras del AMBA se había desempeñado con anterioridad en la construcción en Paraguay (Bruno y Del Águila, 2010).

4 Estas tendencias también se reflejaron en estudios que abordaron en su conjunto la dispersión de paraguayos y paraguayas por el mundo. De acuerdo con el estudio Ampliando Horizontes realizado por el PNUD en 2008, el Departamento Central era el que registraba el mayor flujo de emigrantes a España: 48,88%. Es decir que casi la mitad de quienes emigraban desde estas zonas tenía como destino a ese país europeo, lo que evidenciaba una clara opción migratoria por ese destino por parte de las personas provenientes de las zonas más pobladas y urbanizadas del país. El mismo estudio mostraba que, por el contrario, las y los migrantes de los departamentos más empobrecidos y de población rural, como San Pedro o Caaguazú, se dirigía principalmente a la Argentina, en un 71,5% y 72,6% respectivamente, mientras que apenas un 19,8% de las personas migrantes de San Pedro, y un 18,9% de Caaguazú, tenía como destino España (PNUD, 2008).

5 La Encuesta detectó otros grupos de trabajadores, pero cuya significación estadística es muy baja (menos del 10% del total), y no fueron considerados para este análisis, incluyendo argentinos de origen rural y extranjeros provenientes de otros países (principalmente de Bolivia y Uruguay, en ese orden).

6 Entre los migrantes de origen urbano -especialmente de ciudades como Asunción o Encarnación- es frecuente encontrar individuos que no se insertan en la construcción sino en otras actividades como la tapicería o la industria del calzado; esto parece vincularse a experiencias laborales relacionadas con tradiciones familiares de trabajo en la industria manufacturera a diferencia de la marcada inserción en tareas agrícolas entre el resto.

7 En otra oportunidad, afirmamos que en la industria de la construcción del AMBA la nacionalidad es interpretada en términos de clase, es decir, que a los ojos de los empleadores la nacionalidad es entendida como una “característica” de los sujetos que habla de la disposición de estos a aceptar determinadas condiciones de explotación de su fuerza de trabajo. El hecho de ser paraguayo tornaría “intrínsecamente apto” a alguien para el trabajo en obras bajo ciertas modalidades específicas de informalidad, precariedad y desprotección (Del Águila, 2017). Esta nota al pie repite parcialmente un párrafo de la página 8.

8 Un dirigente de una organización social conformada por paraguayos de la zona oeste del Gran Buenos Aires sostiene que “mientras en las clases populares como que no había problema, había una valoración positiva porque el paraguayo es trabajador, en las clases medias para arriba sí, ahí aparece la subestimación cultural, el paraguayo quedó estereotipado como el albañil y la doméstica” (Nota de campo, agosto de 2015).

9 Para un detalle de las pericias relativas a cada categoría, ver http://www.uocra.org/pdf/9c21ef_76.75.pdf. El artículo 7° establece lo siguiente: “Cuando un obrero de cualquier categoría realice, continua o alternativamente, durante doscientas (200) horas tareas de categoría superior a la suya, pasará a dicha categoría siempre que cumpla con todas las condiciones establecidas en la reglamentación de su especialidad. No cumpliendo las condiciones de la especialidad, el obrero volverá a la categoría que tenga asignada pero, de continuar con tareas de la categoría superior por más de doscientas (200) horas, pasará automáticamente a la misma a partir de la fecha en que haya cumplido las doscientas (200) horas”.

10 Los trabajadores de la construcción se registran ante el IERIC y reciben una tarjeta en la cual su empleador debe detallar mes a mes las horas trabajadas, entre otras cuestiones. Estos datos sirven, por ejemplo, a la hora de solicitar el seguro de desempleo. Este aplica a trabajadores comprendidos en el Régimen Nacional de la Construcción (Ley N.º 25371) que estén desempleados y que tengan al menos 8 meses de trabajo con aportes en los últimos 2 años anteriores al despido o finalización de obra.

11 Sin embargo, es preciso destacar que, en el relato de algunos migrantes, estas situaciones de sobreextensión frecuente de la jornada laboral suelen aparecer como “deseables”, debido a cierta primacía del “fetichismo del salario” (Leite Lópes, 2011), por la que dicha ampliación de la jornada de trabajo es pensada como una “oportunidad de hacer más horas y ganar más dinero”. Esto también parece vincularse con lo señalado por diversos autores en relación a que el salario ordinario percibido por las horas de trabajo “normales” podría resultar insuficiente para muchos trabajadores, siendo en última instancia la motivación de esta aparente “intención” de hacer horas extras. Por su parte, desde la óptica del empleador, esto puede resultar más rentable en tanto y en cuanto extender la jornada laboral de un mismo trabajador puede implicar ahorrarse costos de contratación de un obrero adicional para cubrir el trabajo faltante.

Received: December 05, 2020; Accepted: May 26, 2021

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