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Estudios del trabajo

versión impresa ISSN 0327-5744versión On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.63 Buenos Aires jun. 2022

 

Artículos

Trabajo y valor en procesos de trabajo cooperativos. Consideraciones a partir del caso de una cooperativa de software libre

Labour and value in cooperative work processes. Considerations from a free software cooperative case

Susana R. Presta1 

1 Investigadora adjunta del CONICET, Instituto de Investigaciones “Gino Germani”, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

Resumen

Con relación a las mutaciones socio-técnicas del capitalismo que se han desbloqueado, especialmente a partir de la crisis de 2007, a partir de un refinamiento de transformaciones que se habían iniciado en la década del 60, los procesos de producción ligados al “trabajo inmaterial” se han extendido considerablemente. En este marco, la extensión de cooperativas de software libre (y los valores y prácticas que representan) se halla no solo inmersa en un capitalismo altamente concentrado que, al mismo tiempo, tiende a la descentralización, sino que además los criterios de competitividad, rentabilidad y eficiencia del mercado interpelan a las cooperativas constantemente. Se generan, en este sentido, transferencias “indirectas” de tiempo de trabajo impago, bajo diversas mediaciones. En el presente artículo, a partir de nuestro trabajo de campo en una cooperativa de software libre (Tandil, Buenos Aires), es nuestro objetivo argumentar en torno a una hipótesis central, a saber: bajo los imperativos de competitividad, eficiencia y rentabilidad, el abaratamiento de los procesos de trabajo en las cooperativas implica la transferencia de tiempo de trabajo gratuito, bajo la mediación del mercado, hacia el sector público y privado. Ante esta situación, las formas de construcción de subjetividades en torno al trabajo cooperativo y autogestivo privilegian la retribución “emocional”, lo cual nos conduce a argumentar sobre formas indirectas de creación y apropiación del valor.

Palabras clave: Mutaciones socio-técnicas del capitalismo; Cooperativas tecnológicas; Plusvalor; Sentidos del trabajo

Abstract

In relation to the capitalism’s socio-technical mutations that have been unblocked, especially since the 2007 crisis, from a refinement of transformations that had begun in the 1960s; the production processes linked to “immaterial work” have been considerably extended. In this framework, the extension of free software cooperatives (and the values ​​and practices they represent) are not only immersed in a highly concentrated capitalism that, at the same time, tends towards decentralization, but also that the criteria of competitiveness, profitability and market efficiency are constantly challenging them. In this sense, “indirect” transfers of unpaid work time are generated, under various mediations. In this article, based on our fieldwork in a free software cooperative (Tandil, Buenos Aires), our aim is to argue around a central hypothesis: under the imperatives of competitiveness, efficiency and profitability, the reduction in cooperative work processes’ costs implies the transfer of free work time, under the mediation of the market, to the public and private sectors. Faced with this situation, the forms of construction of subjectivities around cooperative and self-managed work privilege "emotional" retribution. Therefore, the forms of subjectivities’ construction around cooperative and self-managed work privilege "emotional" retribution, which leads us to argue about indirect forms of creation and appropriation of value.

Keywords: Capitalism socio-technical mutations; Technological cooperatives; Surplus value; Meanings of work

Introducción

Ya en el marco del Consenso de Washington y con la progresiva consolidación de las mutaciones socio-técnicas del capitalismo que habían comenzado con la crisis de la década del 60, emergen las teorías del “fin del trabajo”, que -resulta interesante destacar- contenían planteos sobre el lugar privilegiado de la economía social para absorber la fuerza de trabajo desplazada por el “desempleo tecnológico” (Rifkin, 1999, 2014). Con diversos matices, se ha postulado que la hegemonía de la inmaterialidad del trabajo (es decir, la preeminencia de un trabajo anclado en sus dimensiones cognitivas, simbólicas, emocionales) vuelve irrelevante la teoría del valor-trabajo, ya que sería imposible medir o cuantificar ese tipo de trabajo (Rifkin, 1999; Gorz, 2003; Negri, 2020). A nuestro entender, este tipo de análisis contiene un triple problema: en primer lugar, obtura no solo el hecho de que este tipo de trabajo puede, efectivamente, prolongar e intensificar la jornada de trabajo, puesto que se liga crecientemente a procesos de deslocalización y descentralización de los procesos de trabajo, sino que además esconde una transformación del tiempo de vida en tiempo de trabajo continuo. De modo que el trabajo tiende a confundirse con otros mundos de la vida cotidiana considerados propios de la reproducción social de los y las trabajadores y trabajadoras (De la Garza Toledo, 2000). En segundo lugar, no permite dar cuenta de cómo frente a la heterogeneidad de formas de trabajo, se diversifican las formas de apropiación de valor (Antunes, 2011). Articulado con esto último, el tercer problema consiste en desmaterializar la corporeidad misma del sujeto trabajador, cuyo hacer concreto -ya sea que primen sus habilidades cognitivas, intelectuales y conocimientos específicos por sobre el “gasto físico” de energías- resulta central. Cabe recordar que la extracción de plusvalía es la sustancia de la que se nutre el capitalismo en su conjunto, como sistema (Piqueras, 2017). Pero, especialmente desde la crisis de 2007, emerge una cuestión central: la intensificación del desempleo y la pérdida de capacidad de asalarización en el capitalismo actual (Piqueras, 2017; Antunes, 2020).

Dentro de este escenario, resulta importante analizar el lugar de la economía social, que cobra una mayor visibilidad en nuestro país desde fines de los 90 y, fundamentalmente con la crisis de 2001. Se define a la economía social como un conjunto de organizaciones y empresas cuyas actividades productivas responden a principios prioritarios: adhesión libre, democracia interna, ganancia limitada (reinversión de los excedentes en la acción social y no ganancia individual de los asociados), respeto a la dimensión humana de la actividad y solidaridad (Wautier, 2004: 187-188). De modo que la economía social combina “..los recursos y capacidades de las mayorías sociales y de las organizaciones de la sociedad civil, así como aportes estatales de recursos públicos que legítimamente corresponde redirigir en esa dirección (Hintze, 2003: 40). Así también, la economía social plantea distintas formas de gestión participativa en el ámbito local y la práctica de una democracia participativa. Se vincula también con el concepto de empresa social, es decir, “los emprendimientos que no sólo producen mercancías, sino que ‘producen sociedad’ o lo social (formas sociales, instituciones y pautas de comportamiento)” (Coraggio, 1999: 114). En este sentido, las empresas sociales se caracterizan por generar un valor social agregado, ya que invierten en las capacidades de las personas. Los estudios citados realizan una crítica al asistencialismo y perciben al mercado como un posible instrumento de integración y emancipación ante la alternativa asistencialista.

Sin embargo, consideramos que el dispositivo de la economía social coexiste, no sin contradicciones y tensiones, en el sistema capitalista, a la vez que se halla atravesado por las racionalidades de gobierno2 que se construyen bajo la imbricada relación entre capitalismo y neoliberalismo.

En relación con los avances y desarrollos desiguales de la llamada “cuarta revolución industrial”3, existen estudios que sostienen una discusión respecto a la paulatina destrucción de empleos vinculados a trabajos poco calificados (Sachs y Kotlikoff, 2012; Freeman, 2015). Asimismo, estudios que, aunque reconocen la inminente profundización de la desigualdad social y económica de la cuarta revolución industrial, sostienen una visión optimista y adaptativa respecto del trabajo (que privilegia el emprendimiento social y la economía social) y los procesos de trabajo, la reducción de los costos de producción y la innovación constante (Rifkin, 2014; Schwab, 2017; Levy Yeyati, 2018). Un tercer grupo de estudios aborda la relación de tecnologías emergentes en emprendimientos asociativos, cooperativas y la idea de “emprendedor” (Thomas y Fressoli, 2010; Dafermos, 2016; Irigoyen García, 2016; Oliván Cortés, 2016; Pérez-Ramírez y Castillo-Aguilera, 2016; Subirats, 2012; Valenzuela, 2016).

En virtud de lo mencionado hasta ahora, el capitalismo no solo posee un interés en las capacidades productivas de los sujetos sino, principalmente, en las capacidades reproductivas (en sentido amplio), lo cual constituye un rasgo distintivo de las mutaciones socio-técnicas actuales. Esto último remite, a su vez, a una configuración en las formas de construcción de relaciones sociales. En este sentido, resulta fundamental tener en cuenta que el trabajo productivo no es solamente la relación entre la actividad y su efecto útil, sino que se trata de una relación de producción específicamente social e históricamente constituida que transforma al trabajador o trabajadora en instrumento de valorización del capital (Marx, 1999). Por tanto, los cambios que pueda presentar dicha relación tienen que ser contemplados en el marco socioeconómico e histórico en el que se desarrollan.

En el contexto de dichas transformaciones, Negri (2020) plantea la necesidad de pensar más allá de la fábrica y la creciente explotación del vínculo social en el capitalismo actual. Sin embargo, desde nuestra perspectiva consideramos que lo anterior se articula una dimensión central -que argumentaremos en nuestro análisis- respecto de la extensión de la forma empresa hacia la sociedad en su conjunto en el neoliberalismo4 (Foucault, 2007). Consideramos que lejos de centrarse solo en formas control social (Negri, 2020), dicha extensión radica en que el capital, en su conjunto, ahorra cada vez más los costos salariales, despoja cada vez más de derechos a la clase trabajadora y, fundamentalmente, terceriza en cada individuo los costos de producción y reproducción de su vida. Cabe mencionar que Piqueras (2017) sostiene que el “capitalismo cognitivo” refleja la actual inclinación del capital a desplazar la acumulación fuera del ámbito estrictamente productivo, hacia la esfera de la circulación-reproducción, para intentar apropiarse de todo el conjunto de actividades humanas que hasta ahora quedaban fuera del valor capitalista o al menos solo indirectamente afectadas por él. Dicho énfasis en la esfera de circulación-reproducción se articula con la negación de la teoría del valor de Marx en el marco de los análisis centrados en el concepto de “capitalismo cognitivo”, análisis que se acercan a la teoría subjetiva del valor5 y a elementos de la economía neoclásica (Correa Lucero, 2013), eje transversal del movimiento neoliberal.

Consideraciones metodológicas e hipótesis de trabajo

Nuestro trabajo de campo (2020, 2021 y continúa) ha tenido como unidad de estudio una cooperativa de software libre ubicada en Tandil, provincia de Buenos Aires. Esta inició sus actividades en 2013, cuenta actualmente con diez integrantes y es parte de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (FACTTIC), que se conformó en 20126 en relación con las transformaciones del capitalismo, según sostiene Zanotti (2017).

Cabe destacar que Tandil es sede de un Polo Tecnológico de Software que aúna los ámbitos público y privado, apuesta a la industria del software y exporta a mercados de todo el mundo. El polo se encuentra liderado por la Cámara de Empresas del Polo Informático de Tandil (CEPIT), la cual concentra más de 50 empresas (entre ellas Globant, BeeReal, Unitech) y sostiene como “misión” la promoción del emprendedurismo y la formación de talento7.

Según Barrios y De Angelis (2020), la conformación y desarrollo del Polo Informático en la ciudad de Tandil fue una iniciativa del sector público, impulsada inicialmente por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), que permitió dotar al territorio de una estrategia de desarrollo local y de vinculación comercial internacional. En su estudio, sostienen que el Polo hoy emplea a 1800 personas, está conformado por cerca de 60 empresas y exporta el 70% de lo que produce a nivel local. No obstante, la cooperativa analizada no se encuentra vinculada al Polo Tecnológico, a pesar de reiteradas invitaciones.

Zanotti (2016 y 2017), en sus estudios sobre la FACTICC y las cooperativas tecnológicas que aglutina, sostiene que los principios del software libre, el emprendedurismo y el cooperativismo son compatibles. En este sentido, el software libre implica trabajo colaborativo, conformación de comunidades, producción desconcentrada y autonomía, lo que Zanotti llama “creación en competencia”: “la producción con software libre involucra innovaciones que no se monetarizan directamente y se difunden en redes, dentro de un ecosistema de comunidades donde interactúan gurús tecnológicos, expertos en dominios específicos e innovadores-usuarios” (Zanotti, 2016: 5).

En el presente artículo trabajaremos sobre una serie de entrevistas realizadas a los y las integrantes de la cooperativa. Se trató de entrevistas abiertas y, luego, semiestructuradas. En términos teórico-metodológicos, si bien analizaremos un conjunto de datos construidos a partir de un caso, su articulación con procesos socio-económicos e históricos más amplios del capitalismo actual resulta central si no queremos recaer en la inmediatez de la simple coyuntura que, al contrario, se halla siempre sobredeterminada (Althusser, 2004). De modo que no pretendemos postular generalizaciones sino tendencias en el marco de las actuales mutaciones socio-técnicas del capitalismo y el lugar de la economía social. En este sentido, la pregunta en torno a cómo se produce plusvalor en las condiciones históricas actuales ha sido un interrogante que se ha formulado especialmente respecto del trabajo inmaterial y el consumo de las capacidades cognitivas de la fuerza de trabajo (Míguez, 2008; Sztulwark y Míguez, 2012; Correa Lucero, 2013; Musacchio, 2018) y, asimismo, existen análisis que trascienden el ámbito industrial hacia los espacios extraproductivos (Negri, 2020; Marazzi, 2014; Míguez, 2020). Es posible considerar que las formas históricas de creación y apropiación de plusvalor se diversifican bajo formas “indirectas” que exceden o se yuxtaponen con la forma salario.

En el caso estudiado se produce también una yuxtaposición contradictoria entre las formas de apropiación colectiva de trabajo contenido en el software preexistente (Zukerfeld, 2008) y la transferencia de tiempo de trabajo gratuito, bajo diversas mediaciones. De modo que las producciones e innovaciones del software libre se monetarizan indirectamente debido al tiempo de trabajo no retribuido que contienen puesto que, al exceder la mera circulación en ecosistemas de comunidades y redes, bajo la mediación del mercado y el sistema de precios, se acoplan a procesos de valorización más amplios. Precisamente, Fuchs (2012) plantea una crítica a conceptos “discontinuos” como “economía del conocimiento/información”, “sociedad postindustrial”, “posmoderna”, “de la información”, “del conocimiento” y “de las redes”: “estos [conceptos] no logran mostrar la negatividad y el carácter de clase de estas transformaciones, descuidando así nociones como dominación, explotación, poder e ideología” (Fuchs, 2012: 28). A partir de plantear el concepto de “capitalismo informacional transnacional”, el autor sostiene que la relación entre conocimiento y nuevas tecnologías no tiene efectos unilaterales, sino dialécticos: están mixturados en un antagonismo fundamental del capitalismo entre la cooperación y la competencia, entre la autodeterminación y la alienación (Fuchs, 2012: 38). Consideramos que, justamente en el seno de dicho antagonismo fundamental, se yuxtaponen formas de apropiación colectiva y formas de transferencia gratuita de tiempo de trabajo.

En virtud de nuestro trabajo de campo, dicha yuxtaposición supone asimismo analizar las implicancias de la coexistencia de la forma salario y otras formas de trabajo (autogestivo, asociativo) en el marco de una pluralidad de bases económicas en la que se hallan inmersos los sujetos (Comas d’Argemir, 1998). El concepto de pluralidad de bases económicas se funda en la búsqueda de múltiples estrategias que los sujetos ponen en práctica con el objetivo de lograr la permanencia en el sistema capitalista. La articulación de una misma persona, grupo doméstico, unidad de trabajo o comunidad local con diferentes tipos de actividades se sostienen en relaciones de producción de distinta naturaleza:

Lo relevante de esta combinación no es en sí la diversidad de actividades que pueden concurrir en un mismo grupo doméstico e, incluso en una misma persona, sino la lógica de coexistencia de relaciones de producción aparentemente contradictorias. Lo importante es entender las condiciones que crean la posibilidad de diversificación de actividades y cuáles son las repercusiones para la reproducción de las unidades sociales implicadas y del conjunto social que las incluye (Comas d’Argemir, 1998: 70).

En este sentido, una primera hipótesis es que el capitalismo actual convierte la separación o diferenciación entre trabajo productivo y trabajo improductivo en una unidad indisociable y ambivalente que, de manera estratégica, invisibiliza toda medida objetiva del valor, lo cual tienden a abarcar -no sin tensiones- el trabajo cooperativo y asociativo. Al respecto, vale plantear algunas aclaraciones, puesto que esto último no tiene lugar de manera directa, es decir, bajo una relación contractual salarial a partir de la compra-venta de la fuerza de trabajo en cuanto mercancía o bajo relaciones directas de explotación, sino de manera indirecta, mediada por las exigencias de competitividad, rentabilidad y eficiencia del mercado, que conllevan formas de autoexplotación. Esto último tensiona significativamente las formas de apropiación colectiva de valor en la cooperativa.

El planteo realizado hasta aquí emerge, como veremos a partir de nuestro trabajo de campo, del hecho de que una parte del tiempo de trabajo necesario para la producción no es retribuida. Toda categoría económica debe dar cuenta de relaciones sociales específicas y, es por ello que para Marx (1999) el trabajo se constituye en un “valor” oculto detrás del “valor de cambio”. En nuestro caso, no podemos obviar que las formas de organización y procesos de trabajo de la economía social no pueden desligarse por completo del comando del capital y sus lógicas y, por ende, de los procesos de valorización.

En consecuencia, resulta importante poner en relieve una dimensión invisibilizada por los autores que se han ocupado de esta cuestión, a saber: la constante transferencia de los costos y riesgos de producción, como también de la reproducción social de la fuerza de trabajo -y en un sentido más amplio de los costos de reproducción de la vida-, hacia cada unidad productiva o individuo. Nos referimos, específicamente, a un ahorro sustancial que el capital (entendido en su conjunto y como relación social específica) obtiene no solo a través de tácticas de autogestión del propio trabajo y la propia vida, sino también a través de un ahorro en la masa salarial, a partir tanto de procesos de terciarización social de la producción como de captación de procesos de trabajo, conocimientos y formas de construcción de relaciones sociales que quedaban históricamente fuera de su órbita. Esto sucede, en muchos casos, o bien al prescindir directamente de la forma-salario, o bien al yuxtaponerla a otras formas no asalariadas de trabajo al mismo tiempo que los procesos de trabajo y las mercancías producidas se mantienen orientados al mercado.

Se ha planteado que el software libre pone en tensión la forma-mercancía al “ser un bien no escaso, indivisible, imposible de intercambiar, no consumible, inconmensurable” (Dartsch, 2013, 567), lo cual se justifica debido a su costo marginal tendiente a cero. Resulta problemático pensar en estos términos porque, por ejemplo, los sistemas de gestión basados en software libre se personalizan según los requerimientos y necesidades de cada cliente, lo que implica costos que varían según sea el tipo de proyecto. La producción anclada en el software libre lejos se encuentra de limitarse a “copiar y pegar para generar una nueva copia de software” una vez producida la primera unidad, tal como sostiene Dartsch (2013: 568). Por el contrario, al tratarse de una mercancía “inmaterial”, se tiende a invisibilizar el trabajo que efectivamente contiene. Recordemos que el valor de uso de la mercancía en que toma cuerpo el trabajo refiere a una determinación que no depende de su contenido o resultado, sino de la forma social determinada que reviste.

En función de lo dicho, podemos plantear una segunda hipótesis: bajo los imperativos de competitividad, eficiencia y rentabilidad, el abaratamiento de los procesos de trabajo en las cooperativas implica una transferencia de tiempo de trabajo gratuito, bajo la mediación del mercado, hacia el sector privado y público. Ante esta situación, las formas de construcción de subjetividades en torno al trabajo cooperativo y autogestivo privilegian la retribución “emocional” por sobre una retribución monetaria. El énfasis en los valores extraeconómicos y las necesidades vitales no racionales se plasma, con particular fuerza en los últimos años, en la noción de “salario emocional”. Dicha noción parte de reconocer que, ante las bajas chances de hallar un empleo con un salario “digno”, las empresas deben promover el bienestar emocional a partir de la flexibilización de horarios de trabajo, home-office, promoción del trabajo voluntario comunitario, la atención a las carencias emocionales, entre otras (Rubio-Rodríguez y Varón Romero, 2018). Pero esta técnica no se restringe a las empresas capitalistas, sino que se propone también para el sector cooperativo y las/os emprendedores (Rubio-Rodríguez y Varón Romero, 2018; Funes y Nachón Ramírez, 2021). La noción de emprendedor no es novedosa (Hayek, 2007[1935], 1985; Schumpeter, 1967), mas sí lo es la intensidad con que se ha extendido en las últimas décadas. Se trata de la construcción de un sujeto interpelado por el miedo (desempleo, pobreza), pero al mismo tiempo, interpelado por la esperanza de que si es capaz de autogestionar sus propios recursos (capacidad de trabajo, su poder-ser, sentimientos y valores, relaciones) será exitoso, lo que, desde la Escuela Austríaca, una de las principales vertientes del neoliberalismo, se llama “racionalidad adaptativa” (Hayek, 1981). En este sentido, para la Escuela Austríaca, la concepción de emprendedor remite a “cualquiera que tolere los riesgos (risk-bearer) y cuyos ingresos consisten no en renta de la tierra o salario sino en el beneficio” (Hayek, 1985: 226). Dicho beneficio puede ser tanto monetario como emocional, razón por la cual el “salario emocional” o el énfasis en la retribución emocional pueden inscribirse dentro de las tecnologías de poder del neoliberalismo en el capitalismo actual.

Software libre y economía social. Antecedentes y el problema del “trabajo impago”

El software nace en las décadas de 1950 y 1960. Precisamente, en un momento de crisis capitalista de sobreacumulación y caída de la tasa de ganancia. El “acuerdo” de posguerra entre las empresas, sindicatos y Estado, bajo el modelo fordista de producción y organización del trabajo, dejó ver su lado oscuro a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, a la par que tuvieron lugar múltiples luchas contra el racismo, el sexismo, la injusticia distributiva, las condiciones de seguridad e higiene del trabajo y el reclamo de oportunidades para realizar tareas que tuvieran sentido y fueran creativas. En esta misma superficie histórica, el desempleo cíclico fue el mecanismo de regulación. Se produce una transformación en la composición orgánica del capital que conlleva un proceso de mutación de los procesos de acumulación y valorización, el avance del capitalismo financiero, la transnacionalización de la producción, la apertura económica y el avance de la precarización y flexibilización de las formas de trabajo. Dicha transformación implicó también la hegemonía de la dimensión cognitiva del trabajo vivo como fuerza dominante de producción y, así, la hegemonía del trabajo inmaterial y los bienes inmateriales (Correa Lucero, 2013).

Durante la década de 1970 se produce una creciente apropiación privada de los conocimientos producidos en I&D básica como fruto de un intento de EE. UU. de reforzar su hegemonía mundial disputada crecientemente por Alemania, Japón y Francia. Cerca del 50% de la investigación básica del mundo se desarrollaba en EEUU hacia esa década y, sin embargo, los resultados eran aprovechados para realizar innovaciones por los países mencionados (principalmente Japón). Frente a esto, y con el accionar de la Suprema Corte norteamericana, se legalizó la apropiación de la que hasta ese momento era de “propiedad común”: el conocimiento. (Correa Lucero y Bazque, 2009: 6).

Frente a la legalización de la apropiación del conocimiento, en la década de 1980 emergen los pilares del software libre (Míguez, 2017). Se trata de dimensiones técnicas y culturales, la creación colectiva de contenidos, productos y servicios que proponen alternativas a los procesos de acumulación de capital de las grandes corporaciones (Dafne Calvo, 2020: 14). En el caso de Argentina, en década del 80 surgen los primeros instrumentos de política pública con la Comisión Nacional de Informática, y más tarde, la Ley de Promoción de la Industria del Software en 2004, que fue reemplazada posteriormente por la Ley de Economía del Conocimiento (Girolino y Feldman, 2020). Sin embargo, el potencial democratizador de los recursos digitales y su valor emancipador queda en duda cuando lo situamos dentro de la lógica precarizadora del sistema socioeconómico actual (Canclini, 2020: 154).

Respecto del software libre, Miguez (2017) sostiene que el trabajo informático no solo se trata de productos inmateriales, sino que fundamentalmente se caracteriza por una organización basada en equipos, en relación con redes y en función de distintos proyectos, por lo cual la colaboración resulta central. En general, el software libre se entiende como un bien común del conocimiento: “el software libre es un programa o programas informáticos, desarrollados por un conjunto de agentes que actualmente se denominan comunidades y que engloban a empresas, organizaciones sin fines de lucro, desarrolladores individuales y a usuarios en general” (Bodero, Villcrés, Radicelli y Pomboza, 2020, 361). El software libre permite disponer no solo de la versión operativa sino también del código fuente con el que ha sido desarrollado; aunque ello no es sinónimo de software gratis, sí plantea una disputa sobre el paradigma de las licencias comerciales y patentes, anclándose en valores como la confianza, la reciprocidad, la autonomía y la libertad.

Según Dafne Calvo (2020), las corporaciones tecnológicas desarrollan herramientas, habitualmente gratuitas, que generan beneficios de la actividad de los usuarios de sus servicios, como también de las prácticas de producción y compartición de información. Esto puede vincularse con el apogeo del “capitalismo de plataforma” (Srnicek, 2017), donde los usuarios/as se transforman en productores de valor (producción, recolección y procesamiento de información), valor que es apropiado de forma gratuita (Lins Ribeiro, 2018; Subirats, 2017). En este sentido, se plantea una “gubernamentalidad algorítmica” como proyecto político y como forma de regulación del campo social (Sadin, 2018: 137), o la idea de los algoritmos como una nueva tecnología de poder (Lins Ribeiro, 2018: 26).

Se plantea, asimismo, en relación a lo anterior -la apropiación de valor anclada en la apropiación de conocimientos e información-, el problema de la precariedad de recursos de las iniciativas cooperativas y las contribuciones impagas (Calvo, 2020: 15). En este sentido, en su estudio de cooperativas y comunidades de software libre, la autora sostiene que los entrevistados consideraban que invertir tiempo, dinero y recursos sin contraprestación económica resultaba una práctica subversiva, en tanto se situaba fuera de la lógica del sistema de producción capitalista (Calvo, 2020: 19). No obstante, concluye que “la posibilidad de que compañías oligopólicas se apropien de los proyectos de cultura libre impide que estos espacios alternativos se encuentren plenamente libres de control corporativo” (Calvo, 2020: 15).

Las contradicciones que plantea la autora advierten sobre la necesidad de analizar la heterogeneidad de las formas de trabajo actuales en articulación con las mutaciones del sistema capitalista, Articulación que no podemos reducir a postulados sobre el fin del trabajo:

Teletrabajo, trabajadores del conocimiento, trabajo digital, trabajadores de plataformas, prosumidores, producción colaborativa, trabajo creativo, fin del trabajo y muchas otras expresiones conforman un archipiélago de nociones que, sin perjuicio de sus méritos individuales, limitan una visión general del devenir del trabajo en la presente etapa si no se articulan teórica y empíricamente y especialmente, si no se encuadran en una narrativa sobre el devenir de la totalidad capitalista. (Zukerfeld, 2020: 5).

La cita nos parece importante a fines de nuestro análisis, más aún si consideramos que, según el autor, el capitalismo informacional exalta la inmediatez con las ideas de emprendedor, las llamadas “comunidades” y la “apertura” (openness). Cabe destacar que, en la década de 2000, las ganancias sobre la base de dicha apertura se ha anclado en la explotación del trabajo digital impago (Zukerfeld, 2020: 13).

Según unos de los exponentes de las teorías del fin del trabajo, el “nuevo patrón tecnológico-energético” que supone una Economía Híbrida (una combinación entre capitalismo y “procomún colaborativo”) vaticina que, cuando las máquinas tengan la inteligencia suficiente para transformarse en “trabajadoras”, entonces “el capital se transforma en trabajo” (Rifkin, 2014:156) y, en esa instancia, propone que “el empleo pase de una economía de mercado muy automatizada a una economía social que requiere mucho trabajo humano” (Rifkin, 2014: 332). En este sentido, el valor del “capital social”8 implica la importancia de la comunidad, la búsqueda de trascendencia, las recompensas anímicas (Rifkin, 2014: 169). Consideramos que plantear la identidad de dos categorías históricas como “trabajo” y “capital” no solamente obtura las relaciones de explotación y dominación en términos históricos, sino que nos lleva a pensar en un desplazamiento estratégico de la forma salario hacia la forma emprendimiento o hacia formas de trabajo no asalariado.

El problema del valor hora-trabajo y transferencia gratuita de tiempo de trabajo. Consideraciones a partir del caso estudiado

La cooperativa estudiada firmó a través de la FACTTIC un convenio con el Ministerio de Trabajo de la Nación en 2018, para la asistencia técnica del Programa de Empleo Independiente (PEI), una herramienta concebida para generar políticas de empleo y seguridad social. El propósito del Programa era el de asistir a trabajadores y trabajadoras afectados por problemáticas de empleo en el desarrollo de emprendimientos productivos independientes e incrementar la capacidad productiva y comercial de pequeñas y pequeños productores y microempresarios, mediante el fortalecimiento de entramados y redes asociativas locales.

Para nosotros representa una oportunidad de mostrar un perfil diferente del que promueve el emprendedurismo clásico. Nos interesa el perfil del Emprendedor y Emprendedora Social, ligado al desarrollo local, con fuertes lazos de asociativismo anclados en el territorio donde desarrolla su trabajo. Es una instancia en la que también trabajamos con los y las participantes sobre la posibilidad de pasar del emprendedurismo individual a un formato colectivo, haciendo especial énfasis en la formación de Cooperativas de Trabajo (Testimonio socios de la cooperativa en entrevista realizada por FACTICC9).

En 2018 también se dictaron en Tandil dos cursos para más de 30 emprendedores y se presentaron más de 20 proyectos de emprendimientos. En nuestro caso, la FACTTIC ofrece ayuda legal y lineamientos en torno al modelo de negocios, el estatuto de socios, el valor hora trabajo, así como también coordina proyectos intercooperativos y una bolsa de trabajo. Los servicios de la cooperativa estudiada consisten en sistemas de gestión con base en software libre, desarrollo de aplicaciones, e-learning. Entre los años 2016-2017 han recibido subsidios estatales para el desarrollo de capacitaciones comunitarias. Actualmente, entre sus clientes encontramos universidades, cooperativas (de Argentina y Chile), pymes, el Estado nacional y empresas privadas extranjeras. Según uno de los socios fundadores, “buscar ‘contactos’ con empresas extranjeras es útil porque el valor-hora trabajo en el exterior es mayor y permite mantener un valor-hora trabajo local más barato […], es una forma de compensar” (P, socio fundador, ingeniero en sistemas, programador).

La cooperativa emerge a partir de la iniciativa de algunos trabajadores con trayectorias laborales ligadas a empresas privadas de software. Uno de los socios fundadores explica que cuando trabajaba en una empresa privada, por iniciativa de su jefe, piensan en la cooperativa y comienzan una serie de reuniones: “cada uno fue aportando con el trabajo que venía haciendo, todos los clientes que ya tenía cada uno, se pusieron en la cooperativa y arrancamos con eso”.

Actualmente, los y las integrantes de la cooperativa “no viven sólo de la cooperativa” (P, socio fundador, ingeniero en sistemas, programador). De modo que cuentan con trabajos como freelancer o autónomo, teletrabajo por cuenta propia no asalariado y trabajo asalariado (especialmente en el ámbito de la docencia). Los motivos para ser parte la cooperativa (y la economía social) contemplan un amplio espectro: desde sentirse atraídos por valores como la “libertad” y la “flexibilidad” (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación audiovisual), “ser parte de algo distinto a ser freelancer” (S, ingeniero en sistemas, programador) o como forma de reconocimiento del propio trabajo y esfuerzo contra la “explotación” “y formas de apropiación del conocimiento de las empresas privadas de software” (J, ingeniero en sistemas y programador).

Teniendo en cuento lo anteriormente mencionado, consideremos el siguiente testimonio:

Con el software libre vos permitís que lo que estás haciendo sea visible desde el lado del cliente. Crea comunidades que permiten que el conocimiento pueda esparcirse y pueda llegar hacia más lugares. Siempre se corre el riesgo de que empresas privadas puedan apropiarse de conocimientos. (S, ingeniero en sistemas, programador).

En el testimonio del entrevistado encontramos que se plantea una tensión entre la apropiación colectiva del conocimiento y la apropiación capitalista del mismo; anteriormente, hemos mencionado que Dafne Calvo (2020) sostiene el mismo problema. A pesar de tratarse de una cooperativa, que contempla formas de organización y valores diferentes a los que plantea una empresa capitalista, el problema de la extensión de formas empresariales de gestión del trabajo se mixtura entre experiencias previas de trabajo asalariado y el trabajo en la cooperativa que implementa, además de trabajo presencial, modalidades de teletrabajo que se asientan sobre el “trabajo por proyecto o por objetivo”. Esto último, como veremos, tiende hacia una naturalización del trabajo impago.

Me ha pasado de excederme incluso al horario y hay horas que no se cobran, pero porque yo tengo un proyecto, yo voy por proyecto. (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación audiovisual)

Con la pandemia y el home-office ahora está más relajado el tema de los horarios, pero en ese entonces [antes de la pandemia], tenías que cumplir tal horario” (P, socio fundador, ingeniero en sistemas, programador).

Especialmente desde la pandemia, las formas de la modalidad de teletrabajo son múltiples, pero prima el trabajo por objetivos (Giniger, 2020: 27). Desde la década del 70 y, especialmente en los 90, la emergencia de la categoría de teletrabajadores/as por cuenta propia o autónoma y teletrabajadores/as por cuenta ajena, asalariados o dependientes produce una tendencia hacia la individualización y flexibilización de lugares de trabajo (Lenguita, Duhalde y Villanueva, 2005: 4). Como veremos más adelante cuestiones atraviesan, no sin tensiones, a la cooperativa.

Cuando vamos a cotizar un proyecto de diseño, incluso yo digo que trabajo un poquito de menos horas para que salga, porque no nos pagan. A nosotros como diseñadores gráficos, al menos desde el área en donde yo laburo, tengo clientes particulares fuera de la cooperativa, que no van a pagar nunca la hora de lo que pagan hoy a un ingeniero en sistemas que está trabajando en el área de programación. […] Tenemos un valor-hora y un porcentaje que se capitaliza en función de que se dé la baja de algún proyecto, y que siempre debe quedar una parte, por las dudas, para poder pagar la hora trabajo. Y, a fin de año, hacemos una votación a ver si queremos que ese fondo se distribuya entre todos nosotros como, digamos, un aguinaldo, o si queremos reinvertir y capitalizar. (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación audiovisual).

Varias cuestiones derivan de los citados testimonios: primero, se plantea una tensión entre la idea de un valor-hora trabajo igual para todos y todas (que sostiene el estatuto de la cooperativa) y la práctica, en la que se expresa una diferenciación entre el valor-hora de un programador y la de un diseñador. El “fondo” que mencionan implica que todos los socios/as transfieren parte de su “retribución monetaria” para cubrir riesgos. Dicha transferencia o resignación de la correspondiente compensación monetaria alimenta formas de instrumentalización de la cooperación social y del potencial subjetivo y colectivo de los/as trabajadores/as, las cuales ponen en relieve una dimensión que consideramos central: la constante transferencia hacia cada unidad productiva o individuo de los costos de producción (a partir de la asunción de riesgos o de la terciarización social de la producción, que implica un abaratamiento de los procesos de trabajo) y de reproducción de la fuerza de trabajo (ya que, con el fin de sostener sus condiciones materiales de existencia, los sujetos deben insertarse en una pluralidad de bases económicas) y, en un sentido más amplio, de los costos de reproducción de la vida. Nos referimos, específicamente, a un ahorro sustancial que el capital realiza sobre masa salarial al implementar técnicas de autogestión de la propia vida y del propio trabajo, las cuales atraviesan a las cooperativas. En nuestro caso, podemos hallar una apropiación de plusvalor, mediada por el mercado, que beneficia tanto al sector privado como público y que, al mismo tiempo, se inscribe en procesos más amplios de valorización del capital en su conjunto.

Podemos considerar que se actualiza la preocupación de Herbert Marcuse sobre el modo en que el progreso técnico-tecnológico (a partir de la década del 60) se extiende hasta ser todo un sistema de dominación y coordinación, que crea formas de vida (y de poder) que parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al sistema (Marcuse, 1993: 22), porque la automatización y el uso de tecnologías reduce la cantidad e intensidad de energía física gastada en el trabajo. Este elemento material y tangible en las formas de explotación y apropiación del valor se va desplazando hacia el esfuerzo mental. Es por ello que Marcuse sostiene que la realidad tecnológica reclama al individuo en su totalidad.

Entre el que paga, por decirte USD 50, y el que trabaja que termina cobrando USD 5, es una cosa que vos decís “¿Qué pasa?”. Todo lo que es estimar un proyecto y ponerle un precio… es… si la errás…, la errás por un montón y uno tiene que seguir trabajando, pero el cliente no te sigue pagando. Generalmente, se subestiman las tareas. Uno quiere salirle barato al cliente. (P, socio fundador, ingeniero en sistemas, programador).

Bajo la mediación del mercado, los imperativos de competitividad y eficiencia operan de modo tal que se produce una constante desvalorización de la fuerza de trabajo en el afán de obtener clientes. El “valor hora cliente” (valor hora trabajo que se presupuesta al cliente por proyecto) no es el mismo que el “valor hora de retiro” (categoría propia de los/as entrevistados/as), es decir, según sus palabras, se trata del valor-trabajo de cada uno en horas mensuales. A lo cual se suma que “tenemos un ‘precio compañero’ en proyectos con otras cooperativas” (S, ingeniero en sistemas, programador).

El valor hora de retiro es mucho menor que el valor hora cliente porque este cubre un montón de cosas (costos de la cooperativa, margen de ganancia de la cooperativa y “horas reproductivas” que son horas destinadas a hacer cosas de la cooperativa (P, socio fundador, ingeniero en sistemas, programador).

Según los entrevistados, la competitividad de las empresas privadas radica en hacer las cosas “más rápido” y dicho imperativo lleva (a las cooperativas) a “no cobrar hora trabajo” para “salirle más barato al cliente”. Al mismo tiempo, se genera una insatisfacción por trabajar horas no pagas que quedan “a cuenta”, insatisfacción que tiende a compensarse con la esperanza de una retribución futura, asentada en las promesas del porvenir, como forma de justificar la resignación de retribución monetaria en el presente.

Encontramos entonces que, a partir de diversas mediaciones, una cantidad de tiempo de trabajo es apropiada -ya sea al prescindir de una relación salarial, ya sea a partir de la inserción de un mismo sujeto en diversas e incluso contradictorias relaciones sociales de producción-. Se trata de la apropiación de un beneficio con una doble dimensión: por un lado, económica en términos de un ahorro sustancial sobre la masa salarial y, por otro, de gobierno de la fuerza de trabajo ante la conflictividad social efecto de las mutaciones del capitalismo. La articulación entre Estado, empresas y organismos internacionales resulta central para comprender la construcción de diversas estrategias de gobierno, delineadas en función de los intereses del gran capital en su conjunto.10 Este punto es clave, puesto que no podemos pensar estos procesos más que en relación al conjunto de la producción social.

El capitalismo actual, con altas tasas de desempleo, informalidad y pobreza efecto de sus transformaciones, ha generado, a fin de continuar con la apropiación de plusvalía (y su realización de cara a las constantes crisis de sobreproducción autoinducidas para rebajar costos y como tecnología de gobierno de las poblaciones) formas más mediadas y diversificadas que las formas que Marx analizó, al tiempo que se mixturan con estas. Esto último requiere mantener a esa población flotante en cuanto productores/consumidores en el mercado bajo diversas maneras. El tiempo libre creado por el desempleo y subempleo se transforma en tiempo productivo, ya que los trabajadores y las trabajadoras son interpelados a “reciclarse”11 dentro del sistema y, como todo lo reciclado, su costo resulta más barato, sino gratuito.

¿Ser o no ser emprendedor? Sobre los sentidos del trabajo

En las entrevistas realizadas, uno de los mayores puntos de discrepancia fue suscitado por las preguntas sobre el emprendedurismo: “¿Ustedes se consideran emprendedores? ¿En el ámbito del software libre es necesario contar con un “espíritu” emprendedor e innovador?”. Una de las entrevistadas respondió que “Trabajar en la cooperativa tiene un plus no monetario sino desde la parte de lo que es gratificante como profesional” (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual). Al mismo tiempo, resaltó la importancia del “espíritu emprendedor e innovador” en la economía social:

Hay que ser innovadores en la vida entera, buscarle la vuelta de rosca […]. O te adaptás y adoptás una nueva forma de trabajar o quedas obsoleto. Las crisis hay que aceptarlas porque son oportunidades para volver a reformularnos y ver cómo volver a insertarnos en el mundo laboral. […] Tengo mensajes de WhatsApp, mensajes en Facebook, mensajes por mail, y el tiempo que tengo que estar trabajando cuando, antes, era una sola forma de contactarte: ir al negocio y si estabas ahí, genial, y si estabas trabajando no ibas a atender ese pedido. Ahora es estar haciendo cuarenta cosas a la vez. Tenemos que estar 24/7 (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual).

Ser emprendedor queda asociado a la capacidad de adaptación a circunstancias cambiantes impuestas por el mercado12. De modo que el sentido del trabajo queda sujeto a constantes procesos de autotransformación subjetiva y autogestión de la propia vida que se conjuga con el imperativo de una “disponibilidad constante”. A ello se suma que el trabajo en la cooperativa es percibido como “superador y sustentable”, a la vez que anclado en el compartir:

Es un trabajo que no solo genere dinero, sino que sea sustentable y genere puestos de trabajo. La empresa [capitalista] siempre busca sacar el mayor beneficio y, en cambio, en las cooperativas creo que no es así. Busca que sus asociados estén bien -porque tampoco vivimos del aire- que seamos competitivos con esas empresas. Pero, a la vez, que hagamos algo superador” (S, ingeniero en sistemas, programador).

Es el tiempo la base que, en realidad, se mejora cuando nosotros estamos compartiendo el conocimiento. Si aumentamos el conocimiento de todos, vamos a salir todos beneficiados a la larga (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual).

En las entrevistas, emerge una cuestión compartida: el “atractivo” de una jornada laboral flexible, es lo que “más atrae” de las cooperativas:

Con la pandemia, yo tengo amigos que trabajan, por ejemplo, para Arcor y se empezaron a acostumbrar de que en realidad hay que trabajar por proyecto, en casa o en un café, no en la oficina. […] Democracia y libertad son los dos conceptos que más me agradan de la cooperativa, porque me siento libre, como si trabajara incluso sola. (C, Lic. en Publicidad, Lic. en Diseño Gráfico y Comunicación audiovisual).

Aunque parezca paradójico, se concibe al trabajo en virtud de su flexibilidad (como sinónimo de libertad) pero no bajo la construcción de lazos sociales que consoliden la dimensión colectiva y cooperativa del trabajo, sino que se anclan un sentimiento de libertad “individual”: “es como si trabajara sola”. Como mencionamos anteriormente, los criterios de rentabilidad, competitividad, adaptación y flexibilidad permean las formas de construcción de subjetividades en las y los integrantes de la cooperativa.

Sin embargo, los socios y socias que no han sido parte de los inicios de la cooperativa plantean, respecto de los socios fundadores, una tensión en torno a esos criterios. En las entrevistas a los primeros, la idea de emprendedor o emprendedurismo se vincula directamente a formas de precarización del trabajo: “no somos emprendedores”, “hay mucho engaño en eso que sos tu propio jefe” “esto depende de nosotros y de nadie más” (M, ingeniero en sistemas, programador, socio fundador). El testimonio enfatiza, sobre todo, el sentido de responsabilidad colectiva que requiere el funcionamiento de una cooperativa. “Esta bueno que el cooperativismo sea emprendedor para poder agregar otro tipo de valor más allá del trabajo propiamente dicho. Pero no es 100% necesario” (P, socio fundador, Ingeniero en Sistemas, programador). No obstante, según otro testimonio, “vas a encontrar que no todos piensan lo mismo sobre esto” (M, Ingeniero en Sistemas, programador, socio fundador)

Ahora bien, a pesar de las mencionadas tensiones en cuanto a los sentidos del trabajo y el ser o no ser emprendedor, podemos encontrar que predomina un anclaje en la dimensión emocional/valorativa o retribución emocional -que podría vincularse con la idea de “salario emocional”- que termina por naturalizar o justificar el tiempo de trabajo impago, que hemos analizado.

Reflexiones finales

Las formas de organización del trabajo que plantea el software libre (como el trabajo en equipos y la cooperación) e incluso las tendencias hacia la auto explotación, lejos de vincularse exclusivamente con el carácter cooperativo del caso estudiado, refieren a formas de organización e interpelación del trabajo humano que emergen con las transformaciones del capitalismo en los años 50 y 60 (Rosendo, 1998; Martínez, 2000; Presta, 2006). Se trata de formas que se han extendido de la empresa privada capitalista hacia la sociedad en general, especialmente dentro el dispositivo de la economía social y solidaria en el marco de las transformaciones del capitalismo, sobre todo a partir de la crisis de 2008 (Presta, 2009). Esto último adquiere mayor importancia si pensamos en las trayectorias laborales ligadas al trabajo asalariado en empresas privadas de software de la mayoría de los integrantes de la cooperativa.

Cuando observamos el énfasis puesto en la adaptabilidad, la autogestión de los propios recursos (capacidades de trabajo, sentimientos y valores, relaciones y conocimientos) y formas de retribución “emocional”, encontramos elementos asociados a la construcción de un sujeto emprendedor. Sin embargo, tal como hemos analizado, no se trata de una cuestión homogénea, sino que existen distintos sentidos del trabajo que se hallan constantemente tensionados por prácticas concretas que se inscriben en la economía social.

Podemos concluir que las mutaciones en el sistema capitalista y las formas de gobierno de la fuerza de trabajo han generado una progresiva yuxtaposición entre formas de trabajo asalariado y la forma emprendimiento, autoempleo y trabajo autogestionado y asociativo, que se han consolidado en las últimas décadas, no sin resistencias ante la extrema desigualdad y pérdida de derechos que ello implica. Al mismo tiempo, la coexistencia contradictoria entre formas de apropiación colectiva y la transferencia de tiempo de trabajo gratuita bajo diversas mediaciones resulta en un punto nodal de discusión que emerge del trabajo de campo realizado.

Dentro de los análisis del capitalismo cognitivo, la negación de la teoría del valor de Marx (Negri, 2020) obtura la existencia de múltiples formas y procesos de trabajo, así como relaciones sociales de producción.

En cuanto a los antagonismos, contradicciones y coexistencias, nuestro análisis nos permite plantear un avance significativo en la construcción de formas de apropiación de “plusvalía indirecta” al considerar las siguientes dimensiones: en primer lugar, la tendencia constante a subsumir diversos procesos de trabajo, percibidos en tanto “alternativos” al comando del capital, a los procesos de valorización del capital entendido en su conjunto; en segundo lugar, la profundización de las formas de auto explotación de la fuerza de trabajo a partir del trabajo en tiempo continuo (desacralización de los tiempos y espacios de vida y de trabajo, más allá del espacio tradicional de la fábrica) y la inserción de los sujetos en una pluralidad de bases económicas -en nuestro caso, los/las integrantes de la cooperativa se hallan insertos en múltiples relaciones sociales de producción, incluso contradictorias, tal como mencionamos anteriormente-. Esto último implica, simultáneamente, una diversificación de las formas de apropiación de valor que abarca heterogéneas formas de trabajo (asalariado, autogestivo, asociativo y cooperativo, por cuenta propia, entre otros) de manera directa e indirecta, según sean las relaciones sociales de producción que se consideren. En tercer y último lugar, la extensión de formas de extracción/creación de plusvalía indirecta de la sociedad en general a partir de la autogestión del propio trabajo y la propia vida que, al prescindir cada vez más de la forma-salario o yuxtaponerla con otras formas de trabajo, produce una transferencia/terciarización de los costos de producción y reproducción de la fuerza de trabajo (en sentido amplio) hacia cada sujeto bajo diversas mediaciones: el sistema de precios, el mercado, las exigencias del sector privado, el Estado.

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Notas

2 Refiere a aquellas estrategias de gobierno y construcción de las poblaciones según estas se van delineando a partir de prácticas discursivas y extradiscursivas que, aunque sean pensadas conscientemente desde diversos dispositivos, se van configurando en un relleno estratégico que, en los hechos, va más allá de las decisiones conscientes de los individuos (Foucault, 2006, 2007). La racionalidad de gobierno es lo que nos permite discernir el campo discursivo dentro del cual el ejercicio del poder es conceptualizado, es decir, una racionalidad que enmarca una forma de pensar y ejercer el poder. No alude simplemente a teorizaciones, ideologías o engaños, sino a formas de pensar un problema, de constituirlo, de hacerlo inteligible a través de determinadas características y, por ende, formas de actuar sobre él.

3 Se trata de un refinamiento de transformaciones en las formas de producción, organización del trabajo, incorporación de tecnologías y avance de la dimensión “inmaterial” del trabajo que fuesen ya planteadas en la “tercera revolución industrial” (Correa Lucero, 2013) que se inicia a fines de la década del 50.

4 Entendemos al neoliberalismo como un proyecto o tendencia civilizadora que ha provocado una mutación en el orden social del capitalismo (Murillo, 2018) que se desplaza de análisis economicistas y homogeneizadores del movimiento neoliberal.

5 La teoría subjetiva del valor fue sistematizada por Carl Menger (1985) en el siglo XIX, en disputa con El capital de Karl Marx. Plantea que el valor de un bien depende exclusivamente de la valoración subjetiva que los individuos realizan respecto de dicho bien, incluyendo como bienes económicos la amistad, la confianza, el amor, las relaciones sociales. Descarta, así, categorías como “salario” y “mercancía”.

6 La FACTTIC define a las cooperativas de tecnología, innovación y conocimiento del siguiente modo: “Son empresas que se dedican a brindar soluciones informáticas a otras organizaciones, empresas o personas. El trabajo que realizan consiste en el desarrollo de software, es decir, la creación de sistemas que posibilitan la realización de una tarea específica. Estas empresas se dedican al diseño de estos programas y a garantizar su correcta implementación. Por otro lado, ofrecen servicio de consultoría o soporte técnico y auditorías sobre los sistemas que una organización ya posee. Otro de los servicios ofrecidos son las capacitaciones a las empresas en el uso de los sistemas”. Extraído de https://facttic.org.ar/facttic/.

8 Si tenemos en cuenta que uno de los objetivos del neoliberalismo es construir “sentido común” e, incluso, cambiar los esquemas de percepción respecto del mundo que habitamos y las dimensiones de la realidad social que nos atraviesan como sujetos, podemos comprender por qué se pregona con tanto ahínco la necesidad de un “cambio cultural” (Murillo, 2018). Dicha necesidad parte de suponer que el fracaso económico tiene raíces culturales (Fukuyama, 2003). La “destrucción creativa” de capital social, entendido como una categoría que permite aplicar un criterio de inteligibilidad económica a las dinámicas culturales con el fin de mensurarlas y homogeneizarlas, constituye la base de ese aclamado “cambio cultural” que, no azarosamente, se halla vinculado a la posibilidad de que los individuos débiles se organicen para procurarse sus necesidades básicas y defender sus intereses (Fukuyama, 2003: 3). Tal planteo se vincula directamente con el propósito de gestionar el conflicto social y el intento de colonizar las luchas y resistencias a través de su resignificación y apropiación desde los sectores hegemónicos.

9 Extraído de https://facttic.org.ar/facttic/.

10 Luego de la crisis de 2001, organismos como el Banco Mundial (2006) promocionan enfáticamente la economía social y solidaria.

11 Esta idea de “reciclarse”, que paradójicamente atraviesa las entrevistas realizadas, es sostenida por el Fondo Monetario Internacional (2011) en un documento respecto de la crisis de 2007 y sus implicancias: para hacer frente a los costes humanos de las tendencias estructurales (cambio tecnológico basado en aptitudes y mayor prevalencia de las cadenas de valor mundiales), se propone la promoción de una actitud adaptativa de la fuerza de trabajo anclada en el “reciclaje laboral” y el aumento de la productividad de sectores no manufactureros. El propósito: generar “cohesión social” y “evitar el conflicto”.

12 La virtud, como capacidad de adecuarse a los dictados del Logos universal, es resignificada por la racionalidad de gobierno neoliberal, por la necesidad de adaptación de los mandatos de esa entidad metafísica universal: el mercado y las leyes económicas naturales que todo regulan en pos del “bien común”. Ese Otro del cual se espera reconocimiento ya no solo son los otros o la comunidad, sino el mercado. “La palabra ‘mercado’ es en sí misma sugerente, pues en tiempos donde todo lo sagrado o trascendente parece haber sido abolido, una nueva instancia metafísica lo habita todo de modo omnipotente, omnipresente y omnisciente: el mercado. Émulo laico del viejo Dios que parece haber muerto” (Murillo, 2006: 17). Al plantear esto, no queremos decir que los sujetos estén totalmente determinados ni que no existan diversos modos de construir el sentido de sus prácticas, ni tampoco que esto implique la fijación definitiva y sin resistencias de modos de pensar y actuar. No obstante, sostenemos que las formas del ejercicio del poder ahondan las contradicciones en las relaciones sociales y condicionan el cuestionamiento efectivo que pudieran alcanzar las prácticas de la economía social.

Recibido: 29 de Abril de 2022; Aprobado: 22 de Junio de 2022

* E-mail de contacto: spresta@hotmail.com.

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