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Estudios del trabajo

versão impressa ISSN 0327-5744versão On-line ISSN 2545-7756

Estud. trab.  no.64 Buenos Aires dez. 2022

 

ARTÍCULOS

Organizaciones de la sociedad civil y actores del desarrollo socioproductivo local: articulaciones para la inserción sociolaboral de jóvenes matanceros

Civil society organizations and actors of local socio-productive development: articulations for the socio-labor insertion of young people from La Matanza

Sabrina Ferraris2  * 

2 Instituto Interdisciplinario de Economía Política, Facultad de Ciencias Económicas-UBA/CONICET, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales-UBA, Programa de Estudios sobre Juventud, Educación y Trabajo-CIS-IDES.

Resumen

El trabajo tiene como objetivo analizar las vinculaciones existentes entre organizaciones de la sociedad civil y actores del desarrollo socioproductivo local, en el marco de las prácticas institucionales orientadas a la inserción sociolaboral de jóvenes en el municipio de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Los datos se obtienen a partir de un relevamiento realizado en 2018-2019 a organizaciones de la sociedad civil que forman parte del Consejo de Niñez y Juventud del Municipio. Entendiendo el desarrollo socioproductivo local como una trama de actores caracterizada por un sistema de relaciones económicas, sociales, políticas y legales, se propone una clasificación de los actores relacionados con la gestión de dichas prácticas. Asimismo, a partir de los testimonios de las organizaciones, se mencionan las principales dificultades para articular con estos actores así como las razones de interés para construir estos vínculos.

Palabras clave: Juventud; Inserción sociolaboral; Desarrollo socioproductivo local; Organizaciones de la sociedad civil

Abstract

The objective of the present article is to analyze the existing links between civil society organizations and actors of local socio-productive development, within the framework of institutional practices aimed at the socio-labor insertion of young people in the Municipality of La Matanza, Province of Buenos Aires. The data was obtained from a research carried out in 2018-2019 with civil society organizations, which are part of the Council for Childhood and Youth of the Municipality. We first define local socio-productive development as made up of a network of actors characterized by a system of economic, social, political and legal relations, to then propose a classification of the actors related to the management of said practices. Likewise, based on the testimonies of the organizations, the main difficulties in articulating with these actors are mentioned, as well as significant reasons for building these bonds.

Keywords: Youth; Socio-labor insertion; Local socio-productive development; Civil society organizations

Introducción

En el marco del desarrollo local y las políticas públicas, se ha señalado la importancia de fortalecer la cooperación y articulación de los actores presentes en el territorio; asimismo, que los programas de formación e inserción sociolaboral de jóvenes, cuando se han orientado a los diferentes perfiles productivos locales, han tenido mejores resultados. Así pues, este trabajo tiene por objeto analizar las vinculaciones existentes entre organizaciones de la sociedad civil y actores del desarrollo socioproductivo local, en el marco de las prácticas institucionales orientadas a la inserción sociolaboral de jóvenes, gestionadas por organizaciones de la sociedad civil del municipio de La Matanza, en la provincia de Buenos Aires. ¿Qué experiencias de vinculación con actores del desarrollo socioproductivo local tuvieron? ¿Qué tipo de articulaciones han sido? ¿Qué aportan estos actores en la gestión de esas prácticas? ¿Cuáles son las principales dificultades de estas vinculaciones?, son algunas de las preguntas que guían el escrito.

Cabe destacar que interesa en particular indagar sobre estas vinculaciones, ya que nuestra hipótesis es que este entrecruzamiento es clave para reflexionar sobre la implementación de políticas públicas orientadas a mejorar la inserción sociolaboral de jóvenes matanceros.

Los datos se obtienen a partir de un relevamiento realizado entre 2018 y 2019 a organizaciones de la sociedad civil que forman parte del Consejo de Niñez y Juventud del Municipio. Con tal fin, a continuación se presenta el marco del trabajo, seguido de la presentación de los datos y la metodología utilizada. Luego, se desarrollan los principales hallazgos, para finalizar con algunas reflexiones de todo el proceso investigativo plasmado en este artículo.

Marco del trabajo

Diversas investigaciones en diferentes latitudes, incluyendo Argentina, han demostrado que la población joven se ve afectada de manera selectiva por los imperativos que imponen el sistema económico y el mercado laboral (Benítez, Contartese, Mazorra, Schachtel y Schleser, 2011; ILO, 2015; Bertranou y Casanova, 2015, entre otros), así como por el debilitamiento que se reproduce en los sistemas familiares, comunitarios y educativos (Gandini, 2003). En consecuencia, se han diseñado programas con medidas específicas de inclusión tanto laboral como social juvenil, buscando proporcionar un mejor acceso a las oportunidades económicas y al empleo de calidad. Ejemplo de ello han sido estrategias tendientes a fomentar la formación y calificación (acciones de apoyo a la oferta), o los servicios de intermediación laboral, el apoyo al trabajo independiente y la promoción de la generación de empleo en relación de dependencia (apoyo a la demanda de trabajo) (CEPAL/OIT, 2014; Cetrángolo, 2015).

En el marco de las reformulaciones de las políticas de empleo y formación en los 2000, en las que se pasa del enfoque de “las necesidades” al enfoque de “los derechos”3, aparece como herramienta para su desarrollo -a nivel institucional local- el diseño de políticas articuladas con el espacio local (Jacinto, 2016b; Oyarzún, Dávila, Ghiardo y Hatibovic, 2012). Desde esta perspectiva, se propone un diálogo social ampliado, con la participación de actores “tradicionales” del diálogo social (Estado, sindicatos, empresarios), así como con la novedad de incluir otros actores en la búsqueda por contribuir a una construcción colectiva de lo público (Jacinto, 2016b). Así, se incorporaron municipios y oficinas de empleo, destacándose las articulaciones con organizaciones de la sociedad civil (tanto de base como de carácter técnico) por medio de mecanismos de cogestión de dispositivos de políticas de educación, formación y empleo (Jacinto, 2016b). En este contexto, diversos trabajos han abordado el estudio de las tramas institucionales en las que se encuentran inmersos ciertos dispositivos destinados a población juvenil. Estos han hecho foco, como base de análisis de la trama institucional, en la escuela secundaria (Garino, 2016), en programas (Burgos, 2016; Sosa, 2016; Roberti, 2016; Pozzer, 2016; Barbetti, 2016), en Centros de Formación Profesional (CFP) (Millenaar, 2016) o en CFP como centros implementadores de un programa (Freytes Frey, 2016).

En particular, recuperando aquellos trabajos que han sido abordados en La Matanza en sintonía con la propuesta analítica de este artículo, cabe señalar el de Millenaar (2016), el cual analiza el entramado institucional territorial que se da particularmente a partir de la propia lógica de cogestión del CFP así como de su participación en la mesa regional del Consejo para la Educación y el Trabajo (COPRET), dando cuenta de los alcances y limitaciones en su intervención. A su vez, desde una perspectiva socioproductiva “local”, interesa recuperar el trabajo de Pérez (2007), en el cual se destaca la importancia de la figura del “barrio” como límite de alcance exclusivo de búsqueda de empleo por parte de los/as jóvenes.

También desde un enfoque local, se ha estudiado el modo en que la población juvenil logra insertarse en mercados de trabajo locales (como la vitivinicultura en Mendoza) y la articulación de las políticas de formación y empleo en esa dinámica (Martín, 2015). Otros estudios han abordado el análisis de instituciones de formación para el trabajo desde una perspectiva espacial, focalizando en las desigualdades en la distribución de la oferta de las instituciones educativas y en las barreras físicas-simbólicas para el acceso a la educación y formación para el trabajo (Sassera, 2021, 2015).

A su vez, trabajos como los de Freytes Frey (2015) y Martignoni y Raimondi (2014) dan cuenta de la importancia que ha tenido en la provincia de Buenos Aires, en el marco de la Ley de Promoción y Protección Integral de Derechos de la Niñez la Adolescencia y la Juventud (Ley 13298), la implementación de programas desde un enfoque de derechos, como el programa Envión, de carácter multidimensional, que incluye el eje “trabajo”, así como educación, salud, participación y recreación. Otra dimensión a destacar de esta ley es su propuesta de un sistema integral de protección de derechos, lo cual requiere la articulación entre actores estatales (en el nivel nacional, provincial y local) así como de la sociedad civil (CASACIDN, 2008).

Siguiendo a Jacinto y Solla (2005), en Latinoamérica en los últimos años varios factores parecieran indicar que, en la medida en que el diseño y ejecución de los programas de formación e inserción sociolaboral de jóvenes responden a los diferentes perfiles productivos locales, incluso con todas las precariedades que puedan existir, los programas cuentan con mayores probabilidades de “éxito”. Pero no son muchos los municipios que cuentan con definiciones político-socioeconómicas en el marco de un proyecto de desarrollo productivo local (Jacinto y Solla, 2005).

A su vez, se ha señalado que la promoción económica local depende tanto de logros propiamente económicos como de una inversión clave en el capital social e institucional que garantice estos procesos. Así, para el desarrollo económico local es necesario estimular diálogos, construir agendas institucionales y públicas, generar redes territoriales, y asumir y compartir responsabilidades (Alburquerque, 2004). La identidad territorial y la cercanía favorecen las estrategias de articulación de actores relacionados en las cadenas productivas y ámbitos territoriales. En ese sentido, en las experiencias más exitosas de desarrollo territorial se destaca la importancia de la participación del sector público, sector privado empresarial, sector de conocimiento y ciudadanía (Alburquerque y Pérez Rozzi, 2013).

En consecuencia, siguiendo a Alburquerque y Pérez Rozzi (2013), como estrategias para el desarrollo territorial será necesario: a) incidir en la mejora de la distribución del ingreso para la inclusión social y el fortalecimiento del mercado interno; b) mejorar la calidad de las relaciones de trabajo, fortaleciendo el papel de los colectivos vulnerables; y c) fomentar las formas de economía social y solidaria o cooperativas, ya que no puede restringirse únicamente a las economías formales. En efecto, entre los principales factores de los que depende la productividad se hallan el fortalecimiento de la organización productiva territorial y la capacidad territorial innovadora, junto con la buena vinculación entre los sistemas productivo y educativo o de formación profesional y técnica, mejorando la cualificación de los recursos humanos e incorporando a todo ello la sostenibilidad ambiental de los procesos productivos. En ese sentido, el fortalecimiento de los procesos de cooperación y articulación entre los actores, tanto del territorio como de los demás niveles superiores, deben considerarse como uno de los puntos claves en la ejecución de las políticas, favoreciendo y estableciendo vínculos de intercambio e involucramiento con la dinámica integral del territorio (Alburquerque y Pérez Rozzi, 2013).

Por último, se ha evidenciado la importancia que han cobrado las organizaciones de la sociedad civil en la promoción de la inserción sociolaboral de jóvenes, ya que suelen poseer también la “ventaja de local”: un profundo conocimiento sobre la realidad local y sobre los/as jóvenes del territorio, así como la capacidad de ofrecer modelos más flexibles que les atraen (BID, 2014). Así, se han convertido en un actor de la agenda pública y privada en el campo, influida e influyente (Jacinto, 2016a).

Datos y metodología

En el marco expuesto, el objetivo central del trabajo es analizar las vinculaciones existentes entre organizaciones de la sociedad civil “de base territorial”4 y actores del desarrollo socioproductivo local (fábricas, cooperativas, sindicatos, CFP), encuadradas en las prácticas institucionales orientadas a la inserción sociolaboral de jóvenes del municipio de La Matanza. Se entiende por prácticas institucionales al conjunto de actividades gestionadas por organizaciones de la sociedad civil, en ocasiones acompañadas por el Estado a través de programas e institucionalidades derivadas (en sus diferentes niveles de gobierno)5, que impulsan la inserción sociolaboral juvenil. Son llevadas a cabo en el marco de organizaciones de la sociedad civil que participan del Consejo de Niñez y Juventud del Municipio. Asimismo, son prácticas que, desde un enfoque integral y contextual, apuntan a la inserción sociolaboral, a partir de un diverso abanico de actividades formativas y educativas (Ferraris, 2021); a saber: talleres culturales, recreativos y deportivos; prácticas relacionadas con el apoyo escolar, la terminalidad educativa de los niveles obligatorios y la continuidad en superiores; talleres de oficio (estética, huertas, alimentos, tejidos, sublimados y electricidad, por destacar algunos). Esta multiplicidad de actividades en su mayoría se considera que forman “para la vida”, incorporando el aprendizaje de “saberes transversales” (Jacinto y Millenaar, 2012). En efecto, se ha evidenciado la importancia del desarrollo de habilidades socioemocionales, por cuanto es considerado un factor fundamental para incrementar las posibilidades del éxito de la población juvenil en el mercado laboral (BID, 2014).

Dado que el objetivo de este artículo está puesto en las articulaciones con actores del desarrollo socioproductivo local, focalizaremos particularmente el análisis en las prácticas referidas a talleres de oficio6, ya que son en gran medida las que cuentan con este tipo de vinculación.

Cabe destacar que interesa indagar sobre estos lazos, ya que nuestra hipótesis es que este entrecruzamiento es clave para reflexionar sobre la implementación de políticas públicas orientadas a mejorar la inserción sociolaboral de jóvenes matanceros.

Por su parte, se elige al municipio de La Matanza como caso porque, luego de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), es el distrito más poblado del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), contando para el año 2013 con alrededor de 2 millones de personas. A su vez, el Municipio se encuentra ubicado en la zona oeste del conurbano bonaerense, y presenta la peculiaridad de estar integrado por tres cordones con características socio-económicas diferenciales. La distancia geográfica a la CABA tiende a manifestar un progresivo deterioro en las condiciones de vida y en las características socio-ocupacionales de las personas y sus hogares. Las poblaciones asentadas en los cordones más lejanos presentan una serie de limitaciones, tales como: una menor disponibilidad de infraestructura básica y de saneamiento, de transporte, de oferta de servicios de salud y educativos, del parque de viviendas, de la calidad ambiental (Molina Derteano, Davolos y Viu, 2014).

Los datos se obtienen de un relevamiento realizado entre 2018 y 2019 a organizaciones de la sociedad civil que forman parte del Consejo de Niñez y Juventud del Municipio. El Consejo está formado por un equipo técnico, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social, y por alrededor de 235 organizaciones (al momento de las entrevistas): jardines comunitarios, merenderos, hogares y centros de día, centros juveniles, sociedades de fomento, casa del niño, organizaciones relacionadas con entidades religiosas. Tiene la dinámica de Asambleas Territoriales mensuales para trabajar en conjunto. El relevamiento consistió, por un lado, en la confección y aplicación de un cuestionario sobre las prácticas institucionales de organizaciones que trabajan con jóvenes, así como sobre los vínculos con otros actores (estatales y privados) a la hora de gestionarlas.

Por otro lado, se hicieron entrevistas en profundidad semiestructuradas a referentes y miembros de las organizaciones acerca de sus experiencias de trabajo para la inserción sociolaboral de jóvenes. Se entrevistó a un total de 25 organizaciones, distribuidas en los tres cordones socioeconómicos que integran el Municipio, con el fin de dar cuenta de la diversidad territorial y sus problemáticas. Dado que la técnica de entrevista busca (re)construir las percepciones de las personas entrevistadas, los criterios de selección son de orden teórico, y el tamaño de la muestra dependerá de la saturación teórica (Sautu, Boniolo, Dalle y Elbert, 2005). En este sentido, además de la territorialidad, otros criterios de selección sobre el total de organizaciones que integran el Consejo fueron: organizaciones que realizan (o han realizado) actividades con niños y jóvenes, y Centros Juveniles (CJ). Las entrevistas se hicieron tanto a referentes de las organizaciones como a miembros que estuvieran a cargo de la coordinación de las actividades con jóvenes, es decir, quienes pudieran responder sobre las prácticas institucionales llevadas a cabo y sus articulaciones para gestionarlas. Dicha técnica se complementó con observaciones participantes en: Asambleas Territoriales convocadas por el Consejo, en las que participan referentes de las organizaciones; actividades con participación de las organizaciones, niños/as y jóvenes; y reuniones con el equipo técnico del Consejo. Todo ello ha enriquecido el intercambio, la información y el proceso de investigación, mediante la observación de las dinámicas y actividades, así como ampliando el acceso a informantes claves.

Principales hallazgos

A. Clasificación de actores y vinculaciones

Partiendo de una noción de sistema socioproductivo local entendido como una red de actores sociales conformada por una trama de relaciones económicas, sociales, políticas y legales (Vázquez Barquero, 2000), construimos la siguiente clasificación de tipos de actores de desarrollo socioproductivo local, la cual sigue como criterio: i) un análisis “situado” (Rofman y Villar, 2005), ya que se toman en cuenta los actores con los que articulan las organizaciones en el marco de las prácticas para la inserción sociolaboral de jóvenes (no todos los que se encuentran en el territorio); ii) la lógica predominante con respecto a la inserción sociolaboral de jóvenes: emplear/producir o formar; iii) cuando los actores son de lógica formativa, los “tipos” de institucionalidad de esa formación (el modo de gestión de la formación y de los recursos, la emisión de certificación de saberes). También se consideran tanto los actores locales como los extralocales presentes en la trama de articulaciones de las organizaciones, entendiendo que los primeros son los que su sistema de acción coincide con la escena local. Los segundos son los que tienen su sede en otro lugar, pero cuya acción produce fuertes impactos en la escena local (Rofman y Villar, 2005). Quedan, entonces, conformados tres grupos:

1. Actores de lógica productora/empleadora: fábrica, empresas, microempresas, cooperativas. Están más relacionados con el empleo de la fuerza de trabajo para la producción. Si bien nos interesa ver su articulación a partir de prácticas de formación en las que pueden capacitar a la fuerza de trabajo, no es su accionar central. Debido a que no sólo se restringe a la economía “formal”, también se consideran las cooperativas y las empresas recuperadas.

2. Actores de lógica formativa: están más relacionados con el carácter formativo de la fuerza de trabajo joven a partir del dictado de cursos. Por su tipo de institucionalidad, proveen certificación de los saberes. Y en este distinguiremos dos subgrupos: a) Sindicatos, CFP; además de lo dicho, se relacionan con la formación de oficios y con la protección de sus derechos. b) Terciarios y universidades; además de lo expuesto, se relacionan con la formación en carreras y profesiones.

3. Actores de la lógica autogestionada de formación: se encuentra conformado por las organizaciones de base territorial que realizan talleres de formación para la fuerza de trabajo joven, los cuales redundan en productos o servicios para la venta. En ese sentido, pasan a integrar la trama socioproductiva local al tiempo que forman para el trabajo desde la autogestión. En efecto, se caracterizan por no contar con certificación de saberes y, en contraposición a los tipos 1 y 2, los recursos que poseen para llevar adelante los talleres son menores (ejemplos: taller de electricidad, taller de barbería). Asimismo, suelen articular con el Estado o con otras organizaciones y/o fundaciones para llevar adelante estos talleres.

A continuación, detallaremos a estos grupos de actores, así como el grado de formalización de los vínculos (y si el Estado interviene en él) y qué recursos aportan en la formación para el trabajo de jóvenes.

1. Actores de lógica productora/empleadora

Dentro de este grupo, se ordena la presentación en base a dos de los principales aportes que hacen en el marco de las prácticas de inserción sociolaboral de jóvenes: formación/saberes y donación o préstamos del espacio, ya que las dos dimensiones hacen al desarrollo de la práctica, pero desde distintos sentidos.

Formación/saberes

Una primera experiencia a recuperar de vinculación con actores de esta lógica, que aportó a la formación y aprendizaje de saberes para jóvenes, proviene de una organización que al mismo tiempo forma parte de una cooperativa. Vinculando con un programa nacional7 a partir de una fundación, la Organización A relata lo interesante de esta articulación que, si bien aclara fue más una experiencia con adultos que con jóvenes, resultó en una mejora en la calidad de vida de las familias (vivienda y trabajo). Así, “eso generó tres cosas: para nosotros un fortalecimiento institucional, para las familias postulantes al programa mejorarles la vivienda, y la fuente de laburo para 25 personas, albañiles8. Asimismo, se “aprendió también el oficio en base a eso, haciendo”. En efecto, a partir de una articulación formal mediante el programa, ha sido posible esta experiencia de formación laboral para jóvenes y sus familias, y todo eso “hizo una movilidad económica y social del lugar”.

Otra Organización (la B) logra una experiencia de formación para jóvenes a partir de articular con una fundación, en el marco de un programa9 vinculado también a la Cámara de Industria y Comercio de La Matanza. En este caso, se trata de una articulación formal que incluye varios actores territoriales, en tanto los/as jóvenes que participan en el programa están en sexto año de la escuela lindera a la sede de la organización, la cual también forma parte de la trama. Esta Organización resalta la importancia de trabajar con jóvenes “las relaciones”, “el trabajo en equipo”, “el liderazgo”, en el marco de las prácticas profesionalizantes, ya que ello es “más difícil de trabajar dentro de una empresa”. También es interesante el planteo que realiza con respecto a que sabían que “era el lugar a donde teníamos que ir, pero no sabíamos cómo encauzarlo”. El programa ya estaba armado, con sus lineamientos; la Organización preguntó de qué manera se podía sumar, y encontraron ese eje, que era el más difícil de pensar dentro de una “estructura empresarial”. Y todo ello lo hacen a partir de trabajo con jóvenes en huerta, en donde se aprende a trabajar con otros y para otros.

Hay un área que se llama habilidades socioemocionales, que era para ellos la más difícil de trabajar dentro de una empresa. […] Claro, cómo se labura esa parte, la humana, la de relaciones, la de vínculos, cuando lo real es que cuando te metés a laburar, vas a laburar solo. […] Específicamente, producción de plantines. Cada uno aprende, bajo la excusa de la huerta, a identificar la tierra, […] cómo seleccionar la semilla, cómo armar el plantín, cómo armar la maceta y a dónde lo llevamos a regalar. […] Y soñamos, imaginamos juntos, cómo va a repercutir ese cajón de verdura en las 30 familias de la escuela que va a recibir esa verdura. (Organización B).

Otra articulación con el desarrollo socioproductivo local -una empresa-, a partir de un programa nacional llamado Incluir10, es la que relata la Organización C, en la que los/as jóvenes realizaron labores y adquirieron experiencia. En este caso, la articulación se hace con una escudería de autos de CABA, a partir del taller de aerografía que realizaba la organización, sustentado por el programa “que te enseñaba a capacitarte en diferentes áreas, para que vos encuentres trabajo”, traído por un referente local del Municipio. Es interesante recuperar también que los/as jóvenes se quedaron trabajando para la empresa, “es más, uno de ellos vive en España gracias a eso”.

Otra Organización (la D) comparte su experiencia de articulación, en este caso con una fábrica metalúrgica, de modo formal también a través de un programa estatal pero de carácter provincial, el Envión11, y por medio del Municipio. Los/as jóvenes se capacitaban mediante prácticas calificantes, becados: “Y después hicimos la gestión y fueron los del Centro Juvenil a Acindar, y después se cortó. […] Era bien pasantía, estuvieron un tiempo, era limitado. Le daban la práctica calificante”.

Ahora bien, algunas articulaciones con los actores de lógica empleadora/productora surgen a través de vínculos informales, “contactos”. Como relata la Organización D, un vecino del barrio que participa en el jardín de la organización les brindó la oportunidad de hacer prácticas de formación para jóvenes en su fábrica de látex que está en el barrio, “como sabía que laburábamos con jóvenes”. Asimismo, la organización señala la ventaja de que los/as jóvenes tengan, a partir de esta experiencia, “la formación necesaria”. Además, reconoce la diferencia de una práctica a partir de este tipo de vínculo en comparación a la realizada en el marco de la coordinación del Municipio (que se mencionó arriba), “una experiencia distinta” en cuanto al grado de formalización.

Espacio y donaciones

Por su parte, la Organización E también ha tenido una experiencia en base a un vínculo informal, a partir de formar parte de un equipo y conocer “gente que está en la misma” para armar un curso de fotografía para jóvenes. No obstante, a diferencia de los casos anteriores, en esta articulación lo que la fábrica recuperada brinda es el uso del espacio: “Ese curso duró un año, y los chicos aprendieron un montón. […] E hicimos esa primera exposición en esa fábrica recuperada” (Organización E).

De hecho, el préstamo del espacio físico o las donaciones de parte de estos actores a las organizaciones son más frecuentes que la articulación para realizar pasantías y capacitaciones. Ello lo ejemplifica la Organización E en su vinculación con la cooperativa del barrio, una fábrica de cemento: “con ellos trabajamos permanentemente, con esos chicos tenemos mucha vinculación, ellos donaron todos los ladrillos”. Esta misma organización tiene contacto con otros actores como los corralones, que les dejan los materiales al costo, y si necesitan un camión para el traslado, no les cobran, sólo pagan el combustible. Incluso articulan con empresas que están en otros municipios lindantes, que les donan los fletes. La Organización B también señala su vinculación con fábricas y empresas con el objetivo de obtener donaciones para otros merenderos que “no tengan nada”: “Por ahí, para pedirles alguna donación, articulación pensando en prácticas, no”.

En sintonía con la E, la Organización F también relata su articulación con una fábrica de bebidas, Manaos, así como con comerciantes del barrio para pedir donaciones. A esa misma fábrica le pide donaciones cuando tienen un evento la Organización G, al igual que a comerciantes y vecinos del barrio, y al propio Municipio, para llevar adelante también los talleres con jóvenes, como el que hicieron de cocina fría y caliente “buffet froid”.

2. Actores de lógica formativa

Dentro de estos actores, se ordena la presentación en base a los dos subgrupos señalados: sindicatos, Centros de Formación Profesional (CFP) y terciarios, universidades.

2.1 Sindicatos, CFP

En este subgrupo también resulta pertinente distinguir esos dos principales aportes que se hacen en el marco de las prácticas de inserción laboral de jóvenes: formación/saberes y donación o préstamos del espacio.

Formación/saberes

La Organización H relata su articulación con el sindicato de la construcción para el curso que realizaron de colocación de cerámicas, con certificación de competencias. No obstante, también cuenta que luego de finalizar el curso, intentaron seguir articulando y no obtuvieron buenos resultados: “Después lo pedimos de vuelta, fuimos al sindicato, y no nos dieron bolilla. Y no nos hicimos más problema, y arrancamos nosotros”.

Otras organizaciones articulan con los CFP. En este caso, la Organización G lo hace para diversas actividades, ya que desde el CFP “el año pasado todos los sábados nos mandaban un micro”. La que queremos destacar es la referida al taller de bombones y trufas, en el que lograron capacitarse jóvenes. Asimismo, la Organización D relata la articulación con el CFP del sindicato Luz y Fuerza:

Laburamos muy bien con Luz y Fuerza […] y los pibes van porque se toman un colectivo, tenemos algunas SUBES comunitarias […], hoy en día se te va la guita en mandar a un pibe. Pero bueno, de la estación con un colectivo se iban a Luz y Fuerza., que son espacios contenedores, y que los pibes -pibes con situación de algún momento conflicto con la ley penal- han podido estar en el espacio grupal, y sostener su curso: Inglés, Pastelería y Cocina. (Organización D).

De este testimonio queremos recuperar, por un lado, el acompañamiento que hace la organización para que los/as jóvenes puedan ir a tomar los cursos y, por otro, que los centros a los que están yendo son “espacios contenedores” para que “los pibes pueden sostener el curso”. En ese sentido, la Organización I también trabaja el acompañamiento de los/as jóvenes para que sigan estudiando, sobre todo “cuando las familias están muy ausentes” y “los chicos quedan demasiados solos”. Los estimulan con el fin de que sigan formándose, puedan ir a las capacitaciones de los CFP, ya que “son gratuitos” y “les dan títulos oficiales”.

Donaciones y uso del espacio

A su vez, con este grupo de actores también se articula para donaciones. Como ejemplos de ello, la Organización F se vincula con un sindicato metalúrgico, así como con los vecinos, para armar en conjunto la plaza del barrio donde desarrollan actividades. La Organización J articula con un sindicato de plástico para donaciones, y con el sindicato municipal para pedir prestado el espacio.

2.2 Terciarios y universidades

En este segundo subgrupo, las organizaciones articulan con universidades y terciarios con el fin de contribuir a la formación de jóvenes. Como relata la Organización D, llevan a jóvenes de los últimos años de nivel secundario a conocer estos espacios de formación superior, y las instituciones “les hacen un recorrido y los hacen parte de algunas clases de los primeros años”. Esta actividad la realizan también algunas escuelas con las que articulan, así como un programa provincial-municipal (Envión-Podés12) lo hacía hace un tiempo. Es decir, por diversos canales, algunos formales y otros más informales (“por contactos”), los/as jóvenes que participan de la organización tienen esa experiencia. Y particularmente, las organizaciones destacan la importancia de que los/as jóvenes transiten por estos espacios, porque si no, “¿qué oportunidad iban a tener de recorrer la universidad?”.

Ahora bien, también las organizaciones articulan con universidades por las capacitaciones que brindan, a las que llevan a los/as jóvenes. Así lo relata la Organización I, que en el marco del programa de capacitación para organizaciones sociales que dicta la Facultad de Ciencias Sociales, hace el esfuerzo “a pulmón” de llevar a jóvenes, porque “a veces no dan los tiempos o lo económico”, para “que vean otro mundo” y “sentir que pudieron llegar a la universidad sin que le pidieran también demasiados papeles” o el secundario completo, como señala esta organización. Lograr esta articulación ayuda a perder el miedo al “monstruo de la universidad”, como también comentó otra organización, a pensar ese espacio de formación como algo accesible para los/as jóvenes.

3. Actores de lógica autogestionada de formación

Finalmente, el tercer grupo de actores está integrado por las propias organizaciones como parte de la trama socioproductiva local, formadoras para el trabajo de jóvenes desde la autogestión. En simultáneo, interesa recuperar las vinculaciones generadas para realizar estos talleres.

En ese sentido, la Organización J relata su experiencia con diversidad de talleres de formación en oficio para jóvenes, realizados de forma autogestionada. En algunos casos han sido acompañados por el Estado a través de un programa nacional, pero en otros los han llevado adelante gracias a sus propios recursos. Asimismo, a partir de estos talleres los/as jóvenes han logrado vender lo producido, o bien en el mismo barrio, o bien en espacios de articulación como el Mercado Central. Es interesante destacar el trabajo que hace la organización desde el abordaje integral, estimulando al joven con un “vos podés”, particularmente con la revinculación de jóvenes provenientes de centros cerrados a partir de los talleres de huerta.

Mirá que esto no es un arte mío, ¿eh? “Si vos tenés tranquilidad y paciencia, vos podés”. Y le pusimos de nombre “Vos podés”. […] Y teníamos también un taller de soldadura aparte, con el que hicimos canastos de basura, conjuntamente con la huerta. […] También tuvimos de centros cerrados unos chicos que hicieron la revinculación en la huerta. […] Me preguntaron si podían venderlos, y les dije que sí. […] Algunos chicos lo pudieron aprovechar bien [taller con maderas], e hicieron souvenires” (Organización J).

Por su parte, la Organización C relata su experiencia de formación autogestionada, también con el acompañamiento del Estado, a partir del programa provincial Envión. El taller de arte “es variado” (aerografías, pintura, estampado de remeras, decoración, etc.), “cada uno tiene su sector y viene, y lo tira. Después surgen emprendimientos”. Otra organización (la B) realiza varios talleres acompañados por el mismo programa Envión: “Hacemos elaboración de mermeladas, vivero, jardinería, huerta, producción de plantines, producción de compost”. Además, cuentan que algunos jóvenes, a partir del aprendizaje de los talleres, hacen productos para la venta. Y en particular señalan que el espacio de formación “tiene una energía diferente y te abre la cabeza para pensar en otras opciones”, porque consideran que los/as jóvenes no solo necesitan un empleo, “necesitan un trabajo de autoestima, necesitan saber que todo alrededor te puede condicionar, sí, pero no debería modificar”.

También la Organización K contó con el apoyo de un programa estatal para llevar adelante una capacitación para jóvenes, de reparación de audio y televisión, buscando “algo en oficio que al pibe le sirva, pero como herramienta de salida laboral”. Asimismo, relatan que:

No le podíamos dar un título profesional porque el Estado no nos reconocía para dar un título como las capacitaciones de oficio que hay hoy en día. Entonces combinamos con el programa nacional, y lo que nos bancaba, era el tema de las horas cátedra, dentro de ese presupuesto que es muy difícil que un programa lo pueda bancar, herramientas para los pibes y un equipamiento general, para poder dar el taller. (Organización K).

Queremos recuperar de esta experiencia, por un lado, que gracias al apoyo estatal para las herramientas varios jóvenes pudieron generarse sus propios emprendimientos, mientras que otros se fueron a trabajar con los profesores. Eso lo remarcan como ventaja, ya que “en este oficio en particular hay herramientas que son muy caras”. Por otro lado, que la Organización K resalta la dificultad de no disponer, en los talleres de este tipo de lógica autogestionada, una certificación. Eso mismo señala la Organización C, que considera que sería importante contar con “una certificación del saber, con respecto por ejemplo a barbería”.

Ahora bien, en estos testimonios se observan experiencias de talleres autogestionados que se realizan con el apoyo estatal mediante programas o becas, pero varios de ellos las organizaciones lo realizan sin este acompañamiento. Al respecto, la Organización H relata su experiencia sobre el armado del taller de informática para jóvenes con los aportes de una fundación que les brindó las computadoras, y el profesor fue un compañero. Otras, como la Organización D, obtienen el acompañamiento para que los/as jóvenes aprendan un oficio de otra organización que forma parte del Consejo. En una actividad del Consejo, vieron que en esa organización “los pibes tenían perfil de acompañantes”, y los/as jóvenes se fueron a capacitar con ellos en “trenzas y barbería”. La Organización K, por su parte, realizó un taller de fotografía a partir de sus propios recursos y contactos, y ello generó como resultado que uno de los jóvenes trabaje de fotógrafo. Cabe destacar de esta experiencia la propuesta de la organización de darle oportunidad a “los pibes del barrio” de acceder a una computadora y ver un programa de fotografía, en tiempos en los que los/as jóvenes “no tenían la notebook en la escuela”: “Porque la base de los proyectos es cómo uno puede brindar las oportunidades para todos”.

La Organización J también realiza, por sus propios medios, un taller de pizza, y a partir de eso los/as jóvenes “acá en la puerta los viernes vendían para las familias, para tener sus recursos”. Otras organizaciones han realizado capacitaciones también contando sólo con sus propios recursos: la H hizo así cursos de filmación, sonido e iluminación, mientras que la Organización C conformó un taller de barbería para jóvenes. Asimismo, es interesante recuperar el lema y práctica de la Organización C: “jóvenes capacitando a otros jóvenes”, así como la importancia de estimular a los/as jóvenes que participan de los talleres tanto a formarse en el oficio como a seguir estudiando en la escuela: “si vos no hacés la tarea, te suspenden del curso, no podés venir”. Ello también da cuenta del abordaje integral que realizan las organizaciones, algo que caracteriza la formación en esta lógica autogestionada, a diferencia de otros espacios de formación, como lo menciona esta organización: “Yo creo que por ahí, las capacitaciones tendrían que tener esto también. […] Cómo publicitar tu trabajo, cómo mostrar tu trabajo, y sobre todo sentirte seguro con lo que sos. Yo creo que falta eso, falta apoyo, charlas, mucha charla” (Organización C).

La formación autogestionada en las organizaciones “sirve” en diversos sentidos, como señala la siguiente organización:

Todas, en ese orden: para educación, formación para el trabajo, para la salud. También economía, política…, construcción de ciudadanía, política entra en ese marco, para nosotros la construcción de ciudadanía es política. ¿Para qué con uno solo? ¡A los pibes les rompemos la cabeza! […] Nosotros no vamos con un suavecito, nosotros somos picantes. Cuando tenemos que picar, la picamos. (Organización B).

Se trata de brindarles oportunidades, herramientas para un trabajo pero también para su autoestima porque con el aprendizaje “se sienten capaces”, prestando atención además a su vocación, como dice la Organización J:

Hay dos cosas, como que los chicos salen con una herramienta, está en ellos si la van a utilizar o no. Pasa que esa herramienta puede convertirse en una posibilidad de trabajo […]. También levanta el autoestima, porque ellos saben, ¿viste? […] Algunos chicos que no tanto, por ahí, porque tenés que pegarla con lo que es la vocación de cada uno. Por eso tenés que tener 3 o 4 talleres que salgan, y que sean bien distintos. (Organización J).

Porque “lo puedo aprender y lo sé hacer”, y se “llevan cosas” que quizás no están planificadas en un taller de electricidad:

Y después los pibes te dicen que pudieron arreglar tal cosa en la casa, y eso también lo va cambiando, y le va cambiando la impronta de que yo lo puedo hacer. Lo puedo aprender y lo puedo hacer. Me puede transformar en mi casa, no solamente en lo personal. Nos parece que se llevan cosas que a veces uno no lo ve, no lo planifica. (Organización K).

B. Dificultades de vinculación con el desarrollo socioproductivo local

Las organizaciones relatan diversos tipos de problemas que se les presentan a la hora de vincular, en el marco de las prácticas de inserción sociolaboral de jóvenes, con actores del desarrollo socioproductivo local.

Una primera dificultad que emerge en los testimonios, y es bastante frecuente en las organizaciones, refiere al orden de lo “impensado”: “No se me ocurrió” o “No se dio”. Así lo relata la Organización H en el caso de la articulación con un CFP, que incluso reconoce que hubiese sido bueno, en el curso de electricidad que dieron bajo la lógica de formación autogestionada, el haber podido otorgar un certificado:

Hicimos el curso de electricidad el año pasado, lo daba un electricista matriculado. No les dábamos certificado, sólo el conocimiento. […] Pero nunca articulamos. Tener el comprobante sería muy bueno, pero hasta ahora nunca se dio. Y hay que ver si sobreviven los CFP. Nosotros teníamos contacto con un muchacho que está en los CFP, quizás podemos… A mí por lo menos nunca se me ocurrió de preguntar. (Organización H).

Es interesante recuperar que incluso cuando tienen algún contacto con esos actores, suelen reconocer que no se les ocurrió establecer una articulación. Una experiencia similar corresponde a la Organización F, que intentó articular con un sindicato para dar en la organización un taller de soldadura. Allí la dificultad radicó en no contar con el espacio necesario; no obstante, “no se dio” charlar la posibilidad de llevar a los/as jóvenes al CFP del sindicato, a pesar de reconocer que los cursos son abiertos al público en general, y no solo a afiliados. Tampoco “se les ocurrió” incluso cuando conocen que tienen muchas fábricas en el territorio cercanas y que en alguna de ellas se solían hacer pasantías para jóvenes articulando con las escuelas, como cuenta la Organización G:

Hay muchas fábricas por acá. No sé, nunca se me ocurrió igual. Nunca se me ocurrió ir a articular. […] Mi hijo fue a la escuela técnica de San Justo, y antes de terminar, en 5to año, hicieron pasantías en Acindar, y él trabajó después en Acindar. […] Pero vos sabés que la Mercedes Benz no toma gente de acá cerca. Mi hijo cuando se quedó sin trabajo tiró curriculum ahí, y le dijeron que ellos por política de la empresa, no tomaban a gente que viva a menos de 5 km del trabajo. […] No toman porque dicen que llegan tarde, que faltan, esa fue la excusa. (Organización G).

En este testimonio se evidencia una segunda dificultad, ligada al territorio, que, en este caso, refiere a una política de fábrica de no tomar jóvenes que viven cerca. Esta segunda dimensión también interfiere en otras situaciones, asociada a la inaccesibilidad del territorio o a la falta de luminosidad y seguridad. Así lo relata la Organización B, que no pudo articular con un sindicato que se ofreció a darle un bachillerato popular por la noche: “[…] Nosotros acá el mayor problema que tenemos es el de tránsito y seguridad. El bachi funciona siempre después de las 6 de la tarde, y acá después de las 6 de la tarde se pone muy heavy. Durante el día también es complicado” (Organización B).

También la Organización J da cuenta de las dificultades de traslado para articular y llevar a sus jóvenes a un CFP, ya que para llegar hay que tomarse dos colectivos y “a la noche se vuelve peligroso”. La distancia y los problemas de acceso también obstaculizaron la articulación con un CFP a la Organización K: “Entonces hubo cosas que nos quedaron ahí media truncas por el tema del acceso”. El “estar lejos de todo”, como dice una organización ubicada en el tercer cordón, se vuelve una dificultad. En ello coincide la Organización D, que, por la distancia, no pudo articular con una fábrica para una pasantía de jóvenes, ya que “por entonces había que ir hasta San Justo, salir del barrio del centro de Catán, viajar hasta allá”. Esa dificultad se asocia fuertemente con otro de los inconvenientes señalados por las organizaciones, que tiene que ver con la falta de recursos económicos. En ese sentido, la Organización D cuenta los problemas para que el joven pueda “sostener” el curso, o la capacitación, en esas instituciones:

El Centro Juvenil tuvo una experiencia muy chiquita, articularon con el CFP. Hicieron reparación de aires, reparación de celus, y uno que pudo hizo el de electricidad. […] Que pudo sostenerlo. Es uno de los más grandes, que hace changas, recolecta, hace separación de basura, y lo ayudamos porque también era uno. Porque si son 15, se nos complica, porque todo es caro, igual le buscamos la vuelta. Y pudo sostenerlo. (Organización D).

En el mismo sentido, la Organización C agrega que no articularon con los CFP de la zona porque “son todos pagos”.

Otra de las dificultades mencionadas por las organizaciones para poder vincularse con empresas o fábricas con el fin de buscar espacios de formación tiene que ver con la necesidad de un respaldo institucional, como lo explica la Organización K:

Siempre lo hicimos como organización, pero nunca nos animamos a hacerlo, porque nos parecía que para eso el pibe tenía que tener un título, o la organización tendría que tener otro respaldo, más de parte de Educación, como para que puedan entrar a una empresa, coordinar con alguna otra entidad para poder hacer una pasantía. (Organización K).

Finalmente, una última dificultad a destacar tiene que ver con no querer relacionarse con política partidaria, como lo ejemplifica a continuación esta organización: “Con sindicato, menos. Con los sindicatos, lejos [risas]. [...] Esto siempre lo trabajé así, nació sin bandera política, y lo voy a seguir sosteniendo” (Organización I).

C. Motivos de articulación con actores del desarrollo socioproductivo local

Cabe señalar que, a pesar de las dificultades retratadas, todas las organizaciones entrevistadas han manifestado su interés de participar en algún proyecto que vincule con estos actores del desarrollo socioproductivo local, por diversos motivos: “Sí, queremos un proyecto así. Es una puerta para los chicos, para que lo que nosotros les enseñamos, para que sean ellos mismos, se haga realidad. Y al cambiar la historia de un grupo, eso se vuelve un ejemplo, para que el resto crea que es posible”, señala una organización. “Una puerta” que abre oportunidades “reales”, el sentido de “una posibilidad concreta”, es una de las razones por la que varias organizaciones consideran interesante articular con estos actores. Es una “posibilidad al mundo laboral”, sostiene otra organización, “para la inserción laboral, para aprender cómo se hace el trabajo, que conozcan. Aprender un oficio” refuerza ese sentido otra organización. Justamente, otra de las razones que circula entre las organizaciones tiene que ver con aprender un oficio en un espacio de trabajo y las ventajas de ello. “Aprender a cómo presentarse a un trabajo” dice una organización en esa dirección, “en las fábricas: cómo ingresan, qué piden”, “así podrían buscar la forma para que los pibes tengan laburo, una práctica más real, para que tengan una visión de laburo. No sé si van a ir a trabajar, pero al menos que lo puedan ver”. Esta articulación les permitiría “una visión de laburo”, conocer cómo se trabaja, aunque las organizaciones son conscientes de que eso no necesariamente redunde en que el joven finalmente adquiera ese trabajo. Porque es “interesante para los chicos, para su futuro. Conocer, tener más herramientas”, afirma otra organización. Así, el foco está puesto en aprender herramientas para su futuro, para que “el proyectarse” que se aborda en las organizaciones pueda estimularse en esos espacios.

Ahora bien, otra de las razones mencionada tiene que ver con poder articular con actores que trabajen propiamente la dimensión laboral con los/as jóvenes, como comenta la siguiente organización: “Importantísimo poder articular con gente que no trabaje sólo la contención y lo social, que trabaje con lo laboral, para una salida laboral”. Refuerza ese sentido otra organización, pero también considerando que ello no debe perjudicar el estudio de los/as jóvenes: “Nexo para oficio, que les enseñen alguna salida laboral. Alguna beca, prueba para después trabajar ahí. Que sea de medio tiempo para que puedan estudiar”. Eso también se encuentra muy presente en los testimonios de las organizaciones: “Salida laboral para los chicos, siempre y cuando lo primordial sería que puedan terminar el secundario”. Lo “primordial” es terminar el nivel secundario, pero varias señalan también la importancia de estimularlos (como vimos anteriormente) a continuar estudiando en el nivel superior, si bien siendo conscientes de la necesidad de trabajar en simultáneo.

Asimismo, la mayoría de las organizaciones señala que sería interesante lograr en este vínculo “alguna capacitación de oficios, pasantías, experiencia”, como dice una organización. “Y estaría bueno, porque ellos tienen la mente muy joven, y tienen muchos proyectos en la cabeza”, cuenta otra organización. Además, porque los/as jóvenes les dicen que quieren trabajar, “nos queremos ganar una moneda”, menciona una de ellas como testimonio.

Ahora bien, este tipo de vinculación también se piensa como potencial para “mejorar la calidad de vida” y “para fortalecer la institución”, dicen las organizaciones. En efecto, esta articulación se considera beneficiosa para el crecimiento de la propia institución, incluso manifestado en algún caso como un problema la falta de estos vínculos: “Nosotros, pienso yo, ahora en general, que nos falta tener vínculos hacia afuera, ¿no? […] Pero habría que ver, replantearse este problema, que ahora que vemos, porque ahora lo estoy viendo, que nos falta eso”.

Por último, esta vinculación también es considerada beneficiosa para “reforzar el tejido social, con el trabajo solidario nos beneficiamos todos”, como propone otra organización. Las organizaciones consideran que estos actores también forman parte de la comunidad: “Ellos como organización aportan a la comunidad y forman parte, solidaridad”. El beneficio de este tipo de articulación es para todos.

Reflexiones finales

Señalábamos al inicio de este artículo que diversos trabajos han analizado la implementación de políticas y dispositivos de formación para el trabajo juvenil, así como sus tramas institucionales en torno a la educación y el trabajo, tomando como base de análisis programas y otras instituciones. La novedad de nuestro abordaje subyace, por un lado, en que toma como eje las actividades realizadas y gestionadas por organizaciones de la sociedad civil de base territorial, y analiza sus vinculaciones para llevar adelante prácticas orientadas en mejorar la inserción sociolaboral de jóvenes. Por otro lado, nuestro análisis está enfocado en los actores del desarrollo socioproductivo local, proponiéndose una clasificación de estos siguiendo una serie de criterios. Así, se construyeron los grupos a partir de: un análisis situado, su lógica predominante (emplear/producir o formar) y de acuerdo a los “tipos” de institucionalidad de la formación que brindan (cómo se gestiona la formación y los recursos, y la posibilidad de emisión de certificación de saberes). En consecuencia, quedaron conformados tres tipos de actores del desarrollo socioproductivo local, que se asocian a diferentes tipos de formación para jóvenes en el territorio: 1) actores de la lógica productiva/empleadora; 2) actores de la lógica formativa, y 3) actores de lógica autogestionada de formación.

En la articulación que tiene lugar entre las organizaciones y el tipo 1, una primera característica es que la formación suele realizarse en los espacios de trabajo y el formato suele ser del tipo pasantías. Lo que la articulación aporta a los/as jóvenes es experiencia, vivenciar el espacio de trabajo, sus ritmos y tiempos, así como la posibilidad de cargar esa información en el currículum. No obstante, también hemos visto esta articulación en formato de prácticas profesionalizantes, en las que el joven en el marco de la organización se forma en habilidades socioemocionales, factores que son difíciles de trabajar en el contexto de una empresa. A su vez, señalamos que estas articulaciones pueden generarse en marcos formales como programas estatales o de fundaciones, pero también a partir de contactos con actores del territorio, en vínculos más bien informales. Por último, en las articulaciones con este tipo, los actores suelen aportar donaciones y/o préstamo de espacios -incluso más frecuentemente que capacitaciones-.

Con respecto a la articulación con el tipo 2, si hay algo que caracteriza a los actores es que el tipo de institucionalidad que tienen les permite aportar a los/as jóvenes la certificación de saberes que adquieren en sus cursos. Hemos diferenciado dos subgrupos de actores: por una parte, los sindicatos y CFP, cuya formación está más bien orientada a oficios, aunque también las organizaciones articulan con ellos para donaciones y préstamos del espacio físico, que les facilita el desarrollo de las prácticas con jóvenes. Por otra parte, el subgrupo de terciarios y universidades brinda formaciones más orientadas a carreras y profesiones, y el vínculo con las organizaciones redunda también en experiencias de habitar el espacio, de vivenciar los ritmos de clase. El conocimiento y experiencia que viene de la vivencia, dirá Simmel (2002), implica una experiencia preteorética, en contraposición a una reflexión intelectual, en la que prima la inmediatez, y que genera un resultado, un saber, una objetivación que se mantiene duraderamente. A su vez, la cristalización de esas formas de socialización, la “importancia de las condiciones espaciales de esa socialización” (Simmel, 2016: 934) y el simbolismo de pisar/habitar la universidad ayudan a romper el miedo y a considerarla como accesible, como un espacio habitable. Asimismo, las articulaciones con estos actores suelen ser más bien de carácter informal, a partir de contactos y/o por cercanía territorial.

Por último, el tipo 3 está constituido por las propias organizaciones que, de forma autogestionada, realizan formación para el trabajo juvenil, al tiempo que estas prácticas redundan en productos y/o servicios para la venta. Así, son parte del desarrollo socioproductivo local. En ocasiones, estos talleres son acompañados por el Estado a partir de becas o programas, por lo que adquieren un carácter más formal; pero en otras, son llevados a cabo sin este acompañamiento, haciendo malabares para la obtención de recursos (humanos y materiales), a veces también vinculándose con otras organizaciones y actores territoriales. Además, si hay algo que define a este tercer tipo es, por un lado, la ausencia de certificación de saberes debido al marco de informalidad del aprendizaje, algo que es reconocido como falencia. Por otro lado, se caracterizan por su abordaje integral: se forma para el trabajo, la salud, la educación y el relacionarse con otros, porque, como expresa una de las organizaciones, cuando “tienen que picar la pican”, “no van con suavecito”.

Ahora bien, hemos mencionado una serie de dificultades que las organizaciones relatan con respecto a la articulación con actores del desarrollo socioproductivo local. Dificultades asociadas al territorio: la inseguridad para realizar actividades nocturnas, las distancias y los accesos sin transporte público para el intercambio con estos actores. Otras referidas a los recursos económicos para acceder a estas instituciones, o la falta de un respaldo institucional para poder presentarse frente a una fábrica o empresa y gestionar una pasantía. Otras concernientes a políticas partidarias, cuando la organización prefiere realizar actividades sin intervenciones de este tipo, en especial de los sindicatos. Y una última dificultad, que particularmente nos interesa destacar, muy frecuente en los testimonios de las organizaciones, que se relaciona con el orden de lo “impensado”: no se les ocurrió articular con dicho fin, incluso cuando en algunos casos ya existen vinculaciones (para donaciones o préstamo del espacio) o tienen contactos en esas instituciones. Romper con lo impensado, justamente, es entrar en el escenario de “lo posible”, y lo posible es real: “lo real es lo que se hace posible, y no lo posible que se vuelve real” (Bergson, 1972: 102).

A su vez, hemos mencionado que, a pesar de esta serie de dificultades, todas las organizaciones entrevistadas mostraron interés en poder articular con estos actores, en particular con empresas, fábricas y cooperativas. En primer lugar, porque consideran que en base a esa relación puede surgir una experiencia “concreta”, “real” de formación para el trabajo, asociado a poder vivenciar y aprender en el espacio de trabajo. También, porque es un vínculo más orientado al eje trabajo, y no tanto a la contención, que es algo que las organizaciones pueden brindarle a los/as jóvenes. Además, es interesante recuperar el sentido de esa articulación asociado a que se concibe a estos actores como parte de la comunidad, y se considera que ellos también se beneficiarían con el intercambio, estimulando la solidaridad y aportando al tejido social territorial.

En efecto, como señalábamos al inicio, el fortalecimiento de las articulaciones con actores del desarrollo socioproductivo local es clave en la ejecución de las políticas de inserción sociolaboral juvenil, buscando favorecer vínculos de intercambio e involucramiento con la dinámica integral del territorio.

Por último, nos interesa mencionar que estos distintos tipos de actores con sus diferentes lógicas también están asociados a diversas formas de pensar el trabajo que manifiestan las organizaciones y trabajan con los/as jóvenes. Así, las formaciones a partir de la lógica empleadora/productiva se asocian con trabajos para los/as jóvenes en cuanto empleados, la lógica autogestiva formativa apunta a trabajos de emprendimientos propios y la lógica formativa se asocia a carreras, oficios y profesiones. Queda para un próximo escrito profundizar sobre dicho análisis, así como sobre lo considerado y construido con los/as jóvenes por parte de las organizaciones sobre qué es “un buen trabajo”.

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Notas

3 El enfoque de derechos implica considerar a las y los jóvenes como “sujetos de derecho” y/o “actores estratégicos del desarrollo”, por lo que el acceso a servicios no debe ser visto como una concesión del Estado, sino como un derecho cuya vigencia debe estar asegurada, en conjunto con medidas centradas en fomentar la participación activa y protagónica de los jóvenes en la sociedad (Rodríguez, 2011). En el caso de las intervenciones sobre la empleabilidad de los jóvenes, responde a una perspectiva en que la educación y la formación para el trabajo son derechos. Así, la empleabilidad es entendida como problemática multidimensional, comprendiendo su mejoramiento a partir de articular experiencias laborales, educación formal y no formal, incluyendo componentes de orientación sociolaboral y de desarrollo de habilidades para la vida (Jacinto, 2016a).

4 La “organización de base territorial” (Rofman, 2019) es entendida como una categoría específica de organizaciones de la sociedad civil, integradas por personas vinculadas por el territorio -generalmente vecinos- que se agrupan para buscar soluciones a sus propios problemas, mayormente relativos a las condiciones de vida en ese territorio. Funcionan como mediadores locales de las políticas estatales, asumiendo un rol importante como referentes de los territorios empobrecidos. Así, desarrollan un capital social y político relevante, que se sirve de su accionar territorial, pero se proyecta, de forma creciente, también a escala provincial y nacional (Rofman, 2019).

5 Para profundizar sobre las articulaciones con el Estado en el marco de estas prácticas institucionales gestionadas por organizaciones de la sociedad civil en La Matanza, véase Ferraris (2021).

6 Para más detalle sobre las prácticas institucionales relevadas y su enfoque integral, así como los programas nacionales, provinciales y/o municipales con los que en ocasiones interactúan, ver Ferraris (2021).

7 Refiere al programa nacional “Mejor vivir”, orientado a mejorar la vivienda de personas que no pueden acceder a formas convencionales de crédito.

8 Los comentarios entrecomillados y en cursiva son fragmentos de los testimonios de las entrevistas.

9 Refiere al programa de una fundación orientado a promover las oportunidades formativas de jóvenes de contextos vulnerables y el acercamiento al mundo del trabajo.

10 Programa nacional para jóvenes de 18 a 25 años en situación de vulnerabilidad y exclusión social, creado en 2004 y orientado a la inserción sociolaboral.

11 Programa provincial dirigido a jóvenes de entre 12 y 21 años que se encuentran en situación de vulnerabilidad social, con diversos ejes tales como inserción laboral, terminalidad educativa, integración social, actividades artísticas y deportivas.

12 El Programa de Orientación y Desarrollo Educativo Sociocomunitario (Podés) es de carácter municipal y trabaja de forma articulada con el programa provincial Envión, con el objetivo de promover la inclusión social de jóvenes entre 12 y 21 años en situación de vulnerabilidad a través de la promoción de derechos.

Received: August 31, 2022; Accepted: December 11, 2022

* E-mail de contacto: sabrina.ferraris@gmail.com.

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