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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094

Temas mediev. vol.18  Buenos Aires ene./dic. 2010

 

NOTAS CRÍTICAS

Pilar Jiménez Sánches, Les catharismes. Modèles dissidents du christianisme médiéval, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2008 (454 pp.).

Esta obra de Pilar Jiménez Sánchez corresponde a la versión corregida y publicada de la tesis de doctorado de la autora defendida en la Universidad de Toulouse II-Le Mirail. El objetivo central del libro consiste en demostrar que no existió un catarismo sino varios y que éstos son fenómenos endógenos al Occidente medieval, contrariando la tesis más extendida -que supone la unidad de las creencias cátaras y el origen exótico (oriental) de las mismas-.
En primer lugar, la autora presenta el estado de la cuestión y, en torno a este tema, distingue dos corrientes historiográficas. La primera, católica supone el origen oriental y único del catarismo. Este habría sobrevivido en Oriente en el marco de sectas maniqueas con las que Occidente entró en contacto a partir de las cruzadas. El problema más importante de esta interpretación del fenómeno cátaro es que parte de una lectura ingenua de las fuentes, polémicas e inquisitoriales, posteriores a la segunda mitad del s. XII. Según éstas, el catarismo no es cristiano y procede de ese Oriente. Un Oriente que es percibido como lugar de origen de todos los males luego de las derrotas de las cruzadas. La segunda corriente es protestante y reconoce los mismos orígenes del catarismo pero, en lugar de tener una visión negativa del fenómeno, lo considera un antecedente de la disidencia religiosa que llevaría más tarde al surgimiento de la Reforma. La autora se ubica en otro lugar historiográfico y propone que, en Occidente a partir del s. IX y con la renovación carolingia, se establecen las condiciones intelectuales y religiosas necesarias para el surgimiento de los catarismos. Ella le otorga, además, gran importancia al ideal ascético-monástico, que proponía el alejamiento de las tentaciones del mundo y de la carne como camino de salvación. La moral de las primeras herejías 'cátaras' del s. XI estaría fuertemente influenciada por este ideal. Sin embargo, el contexto concreto de la aparición de las más antiguas de estas herejías fue el que nosotros llamamos Reforma gregoriana. Por ello, Pilar Jiménez señala que muchos de los contenidos de esta última son parte de las creencias básicas de los disidentes cátaros. De alguna manera, éstos representan una posible evolución de esa reforma pero que va a quedar por fuera de la ortodoxia católica liderada por el papado romano centralista y centralizador. Por otra parte, los cátaros también se hicieron eco de muchas de las críticas que, en tierras del Sacro Imperio, se formulaban contra el clero romano o pro-romano durante la querella de las investiduras. En última instancia, son considerados heré
ticos porque se negaron a aceptar el proceso de clericalización y jerarquización de la Iglesia propio de la Reforma gregoriana pero también rechazaron la estructura sacramental sobre la que este proceso se apoyaba. Los disidentes se veían a sí mismos (esto suele ocurrir) como la continuidad verdadera de la Iglesia de los apóstoles y de los mártires. La identificación de la herejía cátara como dualista y como un único movimiento herético la inició Eckbert de Schönau a mediados del siglo XII. Sin embargo, éste también fue el primero en reconocer las variaciones internas existentes en la misma. Esta salvedad le permite a la autora iniciar una argumentación que la lleva a negar la existencia de una sola Iglesia cátara en el siglo XII y a sostener el origen múltiple de esta disidencia religiosa dentro del contexto de las luchas entre papado e imperio y de la dinámica intelectual de la época (cuyo mayor desarrollo se produce en las escuelas urbanas de Renania, herederas del renacimiento carolingio). Jiménez Sánchez descubre el camino textual probable a través del cual se comenzó a atribuir a las disidencias cátaras (que, en principio, sólo compartían creencias dualistas más o menos imprecisas) unidad de creencias: Cesáreo de Heisterbach, entre 1219 y 1223, en su Dialogus miraculorum explica que los cátaros eran llamados bougres y afirma que esa designación correspondía a su principal escondite, Bougria (Bulgaria); una década más tarde, Anselmo de Alejandría es el primero en afirmar que los orígenes históricos y doctrinales de los cátaros se encuentran en Oriente.
En conclusión, la autora realiza un trabajo artesanal y riguroso para desarmar el soporte textual a partir del cual la historiografía dominante construyó y defendió el origen oriental del catarismo y su unidad doctrinaria. Por el contrario, llega a la conclusión de que este movimiento incluyó una variedad de sectas diferentes, que en última instancia coincidieron en su condición de dualistas. Se trata, por lo tanto, de una forma de cristianismo medieval, eliminado por la que resultaría ser la forma dominante, la ortodoxia católica romano-céntrica. El libro de Pilar Jiménez Sánchez es sumamente convincente y erudito y creemos que merece convertirse en un eslabón fundamental en el estudio de la disidencia cátara. Se trata, también, de un libro muy recomendable para los especialistas en religión y religiosidad medieval desde el periodo carolingio hasta el siglo XIII.

Alfonso Hernández Rodríguez

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