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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094versión On-line ISSN 1850-2628

Temas mediev. v.17  Buenos Aires ene./dic. 2009

 

NOTAS CRÍTICAS

Frassetto, Michael. Los herejes. De Bogomilo y los cátaros a Wyclif y Hus. Madrid, Ariel, 2008, 303 pp

El tema que aborda Michael Frassetto en este libro sintetiza buena parte de su producción de los últimos tiempos, que se ha centrado en los aspectos religiosos de Europa a partir del año 1000, combinados con los sociales fundamentalmente. Los asuntos han sido las herejías, las tradiciones cristianas, la piedad, el celibato, el mundo monástico, entre otros. Además tiene a su cargo los temas religiosos de la Enciclopedia Británica y enseña historia en la Universidad de Delaware.
Los herejes constituye una obra de lectura ágil y amena, a la vez que trasciende la simpleza de su argumentación básica dando una explicación completa y compleja de los acontecimientos que rodearon el surgimiento de los mismos. De hecho, cuestiones religiosas y sociales, económicas y políticas en menor medida son detalladas como causales. Europa será el espacio central de la acción y su rango temporal estará ubicado dentro de los siglos X y XI y hasta el XV. El punto de partida es Bulgaria. La tesis fundamental que justifica la presencia de herejías en Europa es el surgimiento de los bogomilos en ese país y su posterior advenimiento misionero; ambos sembraron el camino con sus ideas para el desarrollo de las numerosas variantes que se presentaron. La naturaleza dualista es perfectamente advertida entre los cátaros, sin embargo también fomentaron la devoción a las Escrituras y a la vida de Cristo y los apóstoles, la pobreza y la predicación activa. Todo esto aparece en la "Introducción" a la obra en una carta del monje Heriberto de comienzos del primer milenio que señala las características esenciales que tenía un grupo de hombres que formarían el atisbo de los grupos heréticos europeos primigenios.
El primer capítulo está dedicado a los personajes de Bogomilo y Cosmas. Ambos habrían contribuido de manera esencial en la aparición de la herejía en Bulgaria hacia el siglo IX, gracias a la fusión del cristianismo y el fuerte paganismo de la población nativa. El primero habría sido el gestor de esta religión que tendría como centro la creencia en dos dioses, uno bueno y otro malo, y éste habría creado el mundo, hallando de este modo explicación la maldad presente en él. El segundo se habría convertido en su testigo, documentó todo y sumó varios adeptos.
El segundo capítulo se centra en Esteban y Lisois, dos canónigos respetables que aparecen en Orleans hacia el siglo XI con ideas similares a las de Bogomilo. Se distribuyeron principalmente desde Italia hacia el norte, por Francia llegando a los Países Bajos, y su difusión coincidió con la primera época del feudalismo. Ambos estaban conectados con la alta sociedad religiosa y política y el grupo por ellos formado se originó en un círculo elitista donde la imposición de las manos y la iniciación secreta eran el núcleo de las enseñanzas.
El siguiente personaje es el monje Enrique del siglo XII, cuya importancia radica en ser el fundador de una auténtica alternativa cristiana a las doctrinas de la Iglesia y la figura más trascendente antes de que se presente la herejía cátara y la valdense. Luego de analizar el contexto socio-religioso, sugiere que el descontento con la Iglesia generó la aparición de Enrique en Le Mans. Su pensamiento fue definiéndose a lo largo de varios años y de entrecruces con miembros religiosos.
El capítulo cuarto está dedicado a quien sería el precursor de una de las herejías que perduraría hasta nuestros días: Valdo de Lyon y los valdenses. Era un comerciante próspero de la industria textil en el siglo XII que se comprometió religiosamente a combatir la herejía cátara. La pobreza y la predicación fueron los dos ideales esenciales en su intención de vivir como apóstol, sin embargo el último punto fue el que le generó tensión con la Iglesia, junto a su desobediencia. Siempre buscó la aprobación eclesial que no consiguió. Tras su muerte, el grupo subsistió hasta que en el siglo XVI se fusionó con las Iglesias protestantes y formaron la moderna iglesia valdense.
El quinto capítulo está dedicado a los cátaros, la cruzada albigense y a Ramón VI de Toulouse, en particular, dado que se comportó de manera sospechosamente tolerante hacia los primeros, por lo cual fue centro de las persecuciones. Primeramente caracteriza el catarismo como una combinación de disensiones religiosas occidentales y el dualismo religioso de Bogomilo y lo ubica en Francia y en el Imperio. Probablemente el otorgamiento del consolamentum a los creyentes y la elevación al rango de perfectus de hombres y a mujeres, fueran algunos de sus rasgos sobresalientes. Su difusión se debió al apoyo y la conversión de parte de la nobleza seglar del sur de Francia y Ramón, conde de Toulouse, sufrió en carne propia los embates encarnizados de la Iglesia contra la herejía, los cuales son relatados detalladamente.
El capítulo sexto se enfoca en Pierre Autier y los últimos cátaros, señalando la fortaleza de los mismos quienes, a pesar de las innumerables batallas libradas durante la vida de Ramón VI, no habían sido erradicados. El autor señala como posible causa de disolución interna de la herejía la división entre dualistas absolutos y moderados -lo cual generó numerosas competencias entre ambas- y, como causa externa, la persecución impuesta por la Iglesia católica, cada vez más centralizada y eficaz. El sur de Francia continuó siendo, aunque más debilitado, el bastión cátaro. En este momento, fines del siglo XIII y principios del siglo XIV es cuando aparece Pierre Autier, para ayudar en la supervivencia del movimiento durante diez años más. La Inquisición puso fin a la historia cátara con el sacrificio en la hoguera de su último y muy preciado misionero en abril de 1310.
Fray Dolcino y los apostolici forman parte del capítulo séptimo. Luego del catarismo apareció este grupo también llamado la Hermandad Apostólica, directamente en contra de la Iglesia. Sus fuentes fueron las lecturas de Joaquín de Fiore, las doctrinas de Segarelli, la Biblia y las propias profecías de Dolcino. Fue un pensador original que elaboró una filosofía escatológica de la Historia y reveló lo que Dios le había anunciado sobre el futuro. Aunque sus revelaciones no se cumplieron, su movimiento prosiguió hasta que la cruzada puso fin a Dolcino; para disolver el movimiento hubo que esperar hasta el siglo XV.
El octavo capítulo se refiere a Marguerite Porete: misticismo, beguinas y herejes del libre espíritu. Este caso se enlaza con todos estos movimientos vigentes en el siglo XIV y esta mujer fue condenada a hoguera por negarse a discutir o denunciar las enseñanzas contenidas en su obra mística El Espejo de las almas simples. El capítulo comienza describiendo el papel de las beguinas en la sociedad urbana. La aparición de una herejía denominada del Libre Espíritu, condenada por la Iglesia, se vio mezclada con las ideas de las beguinas. Finalmente, el libro de Marguerite promovió en la Iglesia una condena pública.
Los apartados noveno y décimo describen otro tipo de herejías relacionadas con las desavenencias que, en el siglo XVI, llevarán al cisma religioso. John Wyclif en Inglaterra y los lolardos constituye uno de los núcleos. Su carrera religiosa, sus estudios teológicos y su relación con la Universidad de Oxford, fueron fundamentales para la escritura de sus obras. Sus pensamientos excedieron el ámbito intelectual y se extendieron a la política, ubicándose del lado del gobierno. Si bien no fue excomulgado, a sus seguidores se les prohibió continuar sus enseñanzas. Sus pensamientos críticos fueron varios, relacionados con: la idea de que todo el poder terrenal derivaba de la gracia de Dios, que la Iglesia no seguía el Evangelio y que la Biblia debía ser tomada como base para la actuación de la autoridad temporal de la Iglesia. Su movimiento pasó a los lolardos y con ellos al continente y estos últimos fueron un claro antecedente de las amonestaciones de Lutero contra la Iglesia.
Jan Hus: reforma y herejía en Bohemia es el último núcleo. Representa una continuación de lo anterior dado que las enseñanzas de Wyclif fueron seguidas por partidarios fervientes en Bohemia. Jan Hus fue el intelectual y teólogo más destacado y, además, "puede considerarse como una etapa de transición entre el período medieval y la Reforma" (p. 221). Su líder, que tuvo un trágico final, inspiró la revolución husita y la aparición de la Iglesia nacional checa. A comienzos del siglo XV, Hus comenzó un intenso trabajo de reforma de la Iglesia checa en contra de la opinión de las autoridades políticas. Fundamental fue su crítica contra las indulgencias. Esto derivó en su excomunión. Propuso un programa de reforma que intentaba mejorar la vida y la estructura de la Iglesia. Sus enseñanzas sobre la naturaleza de la Iglesia y los poderes del Papa y el clero lo apartaron de la ortodoxia, lo cual derivó en su condena a morir en la hoguera.
En la conclusión, el autor presenta una síntesis general de todos los temas tratados. El libro cuenta con una cronología de los acontecimientos, sumados los aspectos políticos y militares. También las notas aparecen al final de todos los capítulos, a los que se adjunta la bibliografía del tema. Un índice onomástico concluye el libro y hace más ágil la búsqueda requerida.
En síntesis, Michael Frassetto realiza un recorrido histórico por las corrientes heréticas medievales en busca de un eje que trascienda la individualidad de cada una de ellas y resalte la complejidad de las relaciones que han tenido con los diversos ámbitos de la historia.

María Luján Díaz Duckwen

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