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Revista argentina de sociología

versión On-line ISSN 1669-3248

Rev. argent. sociol. v.7 n.12 Buenos Aires ene./jun. 2009

 

ARTÍCULOS

Religión, política y capital simbólico. Reflexiones en torno al caso de Santiago del Estero. (Argentina, 1990-2005)

Ana T. Martínez

Universidad Nacional de Santiago del Estero -Argentina

anatares@yahoo.com.ar
Doctora en Ciencias Sociales UBA. DEA en Sciences Sociales ICP Francia. Licenciada en Filosofía. UNT. Investigadora del CONICET. Universidad Nacional de Santiago del Estero. Docente Adjunta.

Abstract

Luego de una narración sucinta de procesos políticos y religiosos ocurridos en la provincia de Santiago del Estero desde la década de 1980 hasta inicios del año 2006, el texto abre una reflexión teórica acerca de la multiformidad y el peso del capital simbólico en la sociedad local, tanto en sus determinaciones como capital político, como en lo que podríamos llamar capital religioso. Plantea así la utilidad de detenerse en los procesos de construcción social de las creencias y en el significado de los márgenes de indeterminación de lo que Bourdieu llama capital simbólico, para comprender la dominación política en la provincia y para analizar los acontecimientos que en la década del 90 enfrentaron en la sociedad santiagueña a dos agentes: uno que hablaba de política desde el lugar de lo religioso y otro que había construido un poder religioso desde el espacio de la política.

Palabras clave: Religión; Política; Capital simbólico; Campo; Santiago del Estero

Alter a brief narration of political and religious processes happened in Santiago del Estero, from 1980 decade, until the beginnings of 2006, the text opens a theoretical reflection upon multiformity and importance of the symbolic capital in local society, just in its symbolic capital determinations, as in what we could name religious capital. In this way, it suggests the utility of studying carefully the social construction processes of beliefs and the meanings of the indetermination in what Bourdieu calls symbolic capital, in order to understand political domination in the province, and analyse the 90´s events that confronted two agents in this society of Santiago: The one that spoke about politics from the religious side, and the one that had built a religious power from the political side.

Keywords: Religion; Politic; Symbolic capital; Field; Santiago del Estero

El presente trabajo desarrolla una reflexión teórica acerca de los procesos en los cuales las instituciones religiosas, a través de algunos de sus miembros legítimamente constituidos en autoridad, deciden tomar partido e intervenir explícitamente en el ámbito propiamente político, liderando o "acompañando" procesos de oposición, desgaste o eventualmente insurrección respecto de autoridades políticas instituidas en una sociedad. El punto que nos interesa particularmente es el de la teoría de la acción social que nos permite pensar estos procesos de modo más adecuado, en un movimiento que nos facilite a la vez pensar desde los niveles estructurales y desde el punto de vista de los sujetos que actúan en el proceso. Esta perspectiva pone en juego la teorización de los movimientos sociales y de la cultura política. El horizonte desde el cual nos situamos (los procesos vividos en los últimos quince años en la provincia de Santiago del Estero, Argentina) nos invitará al mismo tiempo a reflexionar sobre la identidad históricamente constituida de la cultura política local, en una perspectiva que posiblemente tenga muchos puntos de contacto con otros procesos latinoamericanos, acercándonos así a una comparación razonada donde las diversidades serían tanto o más reveladora que las coincidencias. Este es el punto que especialmente nos interesa abrir a la reflexión.

1- Cronología y etapas del proceso.

1. 1 Desde la década del 80, se viene desarrollando en la Diócesis de Santiago del Estero un proceso importante de constitución de comunidades eclesiales de base católicas, articuladas a la reflexión bíblica, la formulación y animación de la Catequesis Familiar Santiagueña, la formación de animadores de comunidades, ministros de la Palabra y ministros de la Eucaristía. Este movimiento se ha desarrollado particularmente en algunas zonas rurales y suburbanas.
1. 2 Desde 1987, se viene llevando a cabo anualmente la Semana de Pastoral Diocesana, que define objetivos y líneas de acción en un trabajo colectivo A ver si entiendo bien la corrección, en realidad no son títulos, los números diferencian párrafos y los ordenan, sin que tengan títulos del que participan cada vez de 500 a 700 agentes de pastoral delegados por sus comunidades parroquiales de todos los rincones de la diócesis de Santiago1. Los objetivos y líneas de acción vienen definiendo una pastoral en la línea de "la opción por aquellos que tienen la vida y la fe amenazada", según explica el objetivo diocesano. Este proceso fue impulsado por un grupo de sacerdotes diocesanos y de religiosas/os de varias comunidades que vivían en barrios pobres de la ciudad y en medios rurales o trabajaban en espacios marginales de la diócesis. Los tres obispos que presidieron la diócesis durante este período asumieron actitudes diversas, que fueron desde el "dejar hacer" del primero, a la asunción de un fuerte protagonismo personalista en el segundo y al acompañamiento -al comienzo reticente, luego más decidido- en el tercer caso.
1 . 3 Durante la década del 90, en la Provincia se intentaron implementar las políticas de "ajuste estructural" propias del modelo económico que Carlos Menem puso en marcha en todo el país: reducción del Estado (es decir, de sus agentes burocráticos y de sus funciones), privatización de las empresas del Estado y tercerización de los servicios, pérdida de las garantías y derechos laborales, y acentuación de la liberalización de la economía. En el campo político provincial esta intención del gobierno nacional encontraba un límite doble: el principal dirigente peronista, Carlos Juárez, había sido opositor de Menem durante las internas previas a su elección al interior del Partido Justicialista; y al mismo tiempo, Juárez tenía ahora frente a sí a un antiguo aliado constituido en opositor interno, Cesar Iturre, que intentaba liderar un movimiento alternativo, en una provincia donde tradicionalmente, el modo de construir poder político ha pasado por la distribución de cargos públicos, de negocios para los proveedores del Estado, y sobre todo de empleo estatal y ayuda social directa. El desmantelamiento del Estado Provincial significaba así, además de una importante crisis social, el riesgo de descapitalización de los agentes políticos, en un momento en que Juárez no podía correr el riesgo de perder su influencia sobre la pequeña clase media ni sobre los más desheredados, y en el que Iturre necesitaba precisamente construir su propio espacio político para proponer una alternativa al Juarismo.
1 . 4 La complejidad de relaciones con el campo político nacional -del que la provincia depende absolutamente en su presupuesto- y la complejidad del juego interno de poder entre Iturre y Juárez (que fueron alternativamente gobernadores por esos años) se manifestaba en escarceos en torno a la sanción por retazos de leyes de "reforma" del Estado solicitadas por el gobierno nacional, que finalmente no se reglamentaban o no se cumplían en los hechos. La presión social en rechazo de las reformas se articuló en torno a algunos gremios (particularmente ATE) y a la Comisión de Pastoral Social de la Iglesia Católica.
1.5 Hacia fines de 1993, se produjo una situación de caos y desgobierno, con varios meses de salarios atrasados y amenazas (reales y virtuales) de despidos, junto a evidencias y rumores de corrupción, que culminó en una revuelta social en la que se incendió la Casa de Gobierno, otros edificios públicos y las viviendas particulares de varios de los dirigentes políticos locales, Juárez e Iturre incluidos. Inmediatamente se intervino la provincia, y se hizo evidente que en la contienda política por el gobierno local, Juárez había logrado convertirse en el aliado del gobierno nacional e Iturre había perdido la partida. Cuando, finalizada la intervención, Juárez es electo gobernador por cuarta vez en su vida, implementa una "reforma" del Estado que ya había sido instalada por la intervención federal, y que lejos de fragilizar su poder, le permite consolidarlo. Por un lado, la privatización de las principales empresas públicas santiagueñas (el Banco de la Provincia, la Caja de Seguros, los juegos de azar, y los servicios públicos de agua y electricidad) a manos de un único aliado económico que adquiere así un poder paralelo desde la monopolización del campo económico, pero asociado por su dependencia de origen y de consolidación. Ese poder económico se refuerza y reproduce mediante la propiedad mayoritaria de los medios de comunicación locales. Por otro lado, si se producen retiros voluntarios en la administración pública y se disminuye el personal del Estado en los espacios mencionados, se recupera la influencia política directa sobre la clase media dependiente del Estado mediante la extensión de la red clientelar en el área de la educación pública y del sistema de Salud (que pasan a depender del Estado Provincial), donde la Rama Femenina del Partido Justicialista, liderada por la esposa de Juárez, adquiere un papel central, que se suma al que ya tenía gracias a la red de "roperitos", comedores y otros servicios de asistencia directa que se realizaban de manera continua desde las unidades básicas. Una maquinaria electoral cada vez más aceitada sumada a una red de vigilancia y represión - en manos de los mismos agentes que la habían montado en torno a la dictadura militar de 1976- terminaron de dar forma a una división del trabajo de dominación entre agentes fuertemente centralizados que manejaban monopólicamente, de un lado el campo político, y del otro el económico, sin dejar mucho espacio disponible para la disidencia ni la construcción de alternativas.
1.6 En este contexto -y esto es lo que nos interesa analizar- la Iglesia Católica va adquiriendo protagonismo en el esfuerzo de abrir una brecha en ese espacio social cerrado. La reflexión sobre las peripecias que se fueron sucediendo nos interesa en la medida que nos permite comprender los modos en que funciona el tipo de capital acumulado que le permitió actuar con cierta eficacia en esta coyuntura y que al mismo tiempo la volvió vulnerable. Sintetizamos los hechos que nos interesará interpretar:
1.7 a. En 1994, luego del "Santiagueñazo" (la revuelta en la que se quemó la casa de gobierno, varios edificios públicos y domicilios particulares de políticos y funcionarios) nace Memoria y Participación: partido vinculado a dirigentes y sacerdotes que animaban las CEBs de varias parroquias y su alianza con grupos gremiales y de izquierda marxista inspirados por entonces en el modelo de la revolución nicaragüense (como en este caso, varios sacerdotes fueron candidatos en la primera participación electoral). Este partido se constituye en un intento de dar un paso desde el compromiso social hacia la participación política en sentido restringido, paso impulsado por algunos de los sacerdotes y laicos más comprometidos en el proceso.
b. El espacio de oposición a Juárez se concentra desde la Iglesia Institucional en la Las Secretaría de Derechos Humanos de la Diócesis, donde se reciben denuncias de "gatillo fácil" y abusos diversos de parte de las fuerzas de seguridad provinciales (cuya dirección ostentaba los mismos nombres desde 1973).
c. Desde 1995 el obispo Gerardo Sueldo comienza a "romper lanzas" con Juárez, y con evidencia desde 1997 asume un fuerte protagonismo, especialmente a través del apoyo a la Pastoral Social y la Secretaría, a través de sus homilías de fuerte tono político y de denuncia y de un programa de radio semanal desde la FM de la Universidad Católica donde llamaba a la ciudadanía a la toma de conciencia de sus derechos. En septiembre de 1998 muere en un accidente de tránsito a pocos Km. de la ciudad capital de Santiago.
d. En 1999 asume la dirección de la diócesis Mons. Maccarone, quien al comienzo trata de agotar las instancias de negociación con el gobernador Juárez, reelegido para un quinto mandato. Progresivamente, va dando mayor protagonismo al área de Pastoral Social y consolida el espacio de oposición, pero esta vez evitando el protagonismo personal, y apoyando especialmente los espacios de formación de ciudadanía, de reclamos por la usurpación de tierras, etc., que se sostenían desde la sociedad, con apoyo en grupos de laicos católicos y en sacerdotes diocesanos y religiosos/as.
e. Mediante manipulaciones legales y políticas, Juárez mantendrá la continuidad de su poder hasta marzo de 2004, en que, octogenario ya, y estando su esposa en la gobernación, la provincia será nuevamente intervenida. Esta intervención federal se va gestando a partir de un movimiento ciudadano liderado por un espacio multisectorial donde los grupos vinculados a la Iglesia Católica asumen cierto (aunque evidentemente no el único) protagonismo. El reclamo que articula una protesta que va creciendo en intensidad y masividad a lo largo del año 2003 es el esclarecimiento de dos crímenes de características sumamente violentas y rasgos macabros, concretados sobre dos mujeres jóvenes procedentes de medios pobres. Todos los viernes de ese año se suceden marchas de silencio cada vez más multitudinarias, encabezadas por los padres de las víctimas (especialmente por la madre de una de ellas) y acompañadas por vecinos de las comunidades de base, grupos políticos de izquierda y cada vez más ciudadanos comunes que apoyan un reclamo que se va ampliando en sus pretensiones, hasta solicitar abiertamente la caída del gobierno provincial. La coyuntura nacional -a pesar de la inicial alianza entre Juárez y Kirchner previa a su elección presidencial de 2003los favorece, especialmente por la implementación del gobierno nacional de una política renovada de defensa de los Derechos Humanos.
f. En marzo de 2004 se producirá la intervención federal de la Provincia. Juárez y su esposa serán sometidos a prisión domiciliaria, se intervendrá el Poder Judicial local y se intentará un proceso en que se atacará también al poder económico monopólico constituido durante el juarismo como la otra cara de la dominación. Durante el año que se prolonga la Intervención Federal, tanto el obispo local como el rector de la Universidad Católica de Santiago del Estero, como algunos dirigentes de Memoria y Participación, se constituyen en interlocutores calificados de las autoridades de la provincia, participando incluso un dirigente de Memoria como Defensor del Pueblo y otro en la coordinación del Diálogo Santiagueño. En esta etapa se fortalece la Mesa de Tierras 2 y se convoca el Diálogo Santiagueño3, ambas iniciativas de la Pastoral Social que movilizaron e intentaron articular espacios de la sociedad civil. Sin embargo, los aliados en el nivel nacional que poseía el principal agente del campo económico asociado a Juárez y las dimensiones que había adquirido gracias a los múltiples negocios desarrollados en detrimento del Estado Provincial4, parecen haberle permitido salir prácticamente indemne de los intentos de reducir su espacio en la división del trabajo de dominación5. Al final del año de intervención federal, su influencia sobre jueces e instituciones locales, ligada a su cuasi-monopolio del campo económico permaneció inalterada y el nuevo gobierno convive al momento con él, en el mismo espacio de articulación del poder construido por Juárez.
g. Finalizada la intervención, el obispo de Santiago convoca a la preparación de un Sínodo Diocesano, que parece apuntar claramente a consolidar la línea de la diócesis en la perspectiva de la "opción por los pobres". En ese contexto, se logra dar un golpe maestro sobre el espacio de disidencia abierto desde la Iglesia Católica. Un video en el que el obispo mantiene una relación sexual con un adulto joven llega a Roma en tiempo record y es exhibido simultáneamente en medios de comunicación local y nacional y en Internet. El obispo Maccarone acepta su autenticidad y renuncia a presidir la diócesis, dimisión que es aceptada de inmediato por el Papa recientemente electo Benedicto XVI. Si la muerte trágica de Sueldo lo había eliminado, pero había agigantado su figura, al punto que su muerte, sospechosa al menos en el imaginario popular, se había vuelto una prueba más en contra del poder juarista, la muerte simbólica de Maccarone tuvo una eficacia supresora infinitamente mayor, desconcertando y desactivando un proceso de construcción eclesial y ciudadana que se venía consolidando y apuntaba a nuevas líneas de expresión y concreción. En marzo de 2006, la cúpula directiva de la Universidad Católica local -consultora frecuente de Maccarone y la Intervención Federal, sede de la Misión sobre DDHH de la OEA en 2005 - fue removida mediante un proceso judicial iniciado por una parte de la Asociación de sus propietarios. El proceso se inició con el mismo tipo de estrategia: una campaña de cadenas de correos electrónicos infamantes y de fotos - en este caso trucadas- que se prolongó abarcando cada vez más personas y más temas a lo largo de casi un año, donde se atacaba la moral económica y sobre todo sexual de funcionarios y docentes de la UCSE.
Este es, en términos muy comprimidos, el relato de hechos a partir de los cuales nos interesa reflexionar, explorando esquemas teóricos que nos permitan profundizar en su interpretación.

2- Religión, política y capital simbólico.

Para conceptualizar teóricamente la sucesión de acontecimientos que hemos tratado de sintetizar más arriba (evidentemente relatados desde una posición al interior del proceso, posición que supone un punto de vista particular), vamos a recurrir a algunas categorías de las ciencias sociales, como las de campo y capital simbólico. (Bourdieu 1980, 1992). Nos proponemos con ellas darnos un instrumento de distanciamiento y relectura que nos permita afinar nuestra comprensión de los hechos, interpretar algunas dimensiones de las lógicas implícitas en su dinámica y abrir preguntas que sean aplicables a otros casos y situaciones estructuralmente análogas.
La primer cuestión que nos salta a la vista, es la de las condiciones de posibilidad de un proceso como el relatado. Es decir, ¿en qué configuración social es posible que una institución religiosa asuma un protagonismo político tal como el que tuvo la Iglesia Católica en Santiago del Estero en los últimos quince años? Desde este punto de vista, encontramos que la noción de capital simbólico elaborada por Pierre Bourdieu resulta particularmente apropiada para describir la estructura y dinámica de la vida social santiagueña. Hablar de capital simbólico supone asumir una definición relacional de la sociedad y del "capital" que define su estratificación: capital, en este sentido, no es algo que se tiene, sino el hecho de tener algo (medible en cantidad o intensidad) que en la sociedad de que se trate permita posicionarse en algún lugar del espacio social, ser reconocido en él y modificar en algún grado el juego de relaciones que lo configuran y que configuran la propia posición y posibilidades (Martínez 2007). Desde esta perspectiva, el capital económico sería sólo una modalidad de capital -la más importante en las sociedades capitalistas- pero no la única a tener en cuenta. En distinto grado según la configuración social, también se definen lugares y posibilidades en una sociedad dada a partir de otros tipos de capital: las alianzas sociales, el simple conocimiento o frecuentación de ciertas personas, los títulos escolares, los títulos nobiliarios, la pertenencia a un grupo político, la portación de un apellido, un tipo determinado de apariencia física, etc. Desde esta perspectiva teórica, cuando hablamos de capital simbólico hablamos exclusivamente de la percepción que los otros sujetos tienen sobre una identidad social, percepción que para ser durable debe ser construida a lo largo de un lapso prolongado, incorporándose a los procesos de socialización de los agentes e incidiendo así sobre sus modos de percepción y apreciación. El capital simbólico es altamente efectivo, pero a la vez invisible como tal -es más, para ser eficaz necesita ser eufemizado- y con grados de indeterminación más o menos importantes. (Bourdieu 1984; Martínez 2007). El efecto que producía hace cien años la publicación en la sección "sociales" de un diario importante, de la lista de asistentes a una boda prestigiosa y de los regalos que cada uno de los invitados había hecho en la ocasión, resultaba invisible en su calidad de acumulador de capital (poder fundado en la creencia que producía, reproduciendo los lugares y las distancias sociales), pero además era altamente variable en su eficacia según la confluencia de factores en los sujetos, en el momento, en las características de la presentación o en su oportunidad. A esto nos referimos con la invisibilidad y la indeterminación del capital simbólico. Todos los usos suntuarios y exhibicionistas del capital económico, así como la exhibición de la prodigalidad con "los necesitados", pueden ser comprendidos desde este punto de vista, pero según la sociedad de que se trate -y el momento y lugar en la historia de esa sociedad-, también la exhibición de aliados políticos, de conocimiento sobre un tema en particular, de fuerza física o moral, tienen la dimensión performativa que construye las creencias sociales. El capital simbólico consiste, entonces fundamentalmente, en la acreditación de capital, es decir, en lograr que los otros reconozcan implícita o explícitamente un poder y orienten sus conductas teniéndolo en cuenta. Aquí tener poder es lograr hacer creer que se lo tiene.
Nuestro modo de abordar los hechos que intentamos comprender, supone la hipótesis que, por un lado, la sociedad santiagueña se configura de manera privilegiada en torno a los juegos del capital simbólico6 y por otro, que a fines de la década de 1990 la configuración del campo del poder en la sociedad local había cristalizado en un espacio social cerrado, cuyo sistema de relaciones era a tal punto rígido que se podía utilizar para describirlo la noción de "aparato", que no es sino un concepto límite cuando pensamos en términos de campo. El espacio social santiagueño era por entonces un espacio cerrado de reproducción del poder, casi sin fisuras, con un orden social, político y económico fuertemente consolidado y centralizado. Esta rigidez se asentaba sobre una división del trabajo de dominación distribuida entre dos tipos de agentes: el grupo que había logrado monopolizar el campo económico dejando progresivamente afuera a los competidores por la apropiación de los bienes del Estado durante el proceso de privatizaciones, y que se había convertido así en el socio económico casi único de Carlos Juárez; y del otro lado, la monopolización del poder político en manos de un líder que luego de haber dejado fuera los intentos de renovación de la dirigencia partidaria -al punto que ya sólo su esposa podía aparecer como heredera legítima-, y ya en su quinto mandato en la gobernación, manejaba la distribución de las prebendas, de los cargos políticos, de los puestos en el Estado, un aparato de vigilancia y represión muy consolidado, y -a través de su red de dirigentes mediadores y de base- los planes sociales, los pequeños beneficios, la resolución de problemas básicos de la vida cotidiana de buena parte de la población. ¿Cuáles eran las bases antropológicas del poder de Juárez?, esta es una segunda pregunta, vinculada a la primera. ¿Por qué fue precisamente la Iglesia y no otro partido político u otro grupo u organización de la sociedad civil, quien lideró, al menos en un primer momento, el movimiento de rechazo al juarismo? Esta tercera interrogación parece encontrar una respuesta que surge casi naturalmente de las anteriores. Y tal vez también al mismo tiempo, algunas pistas para entender los costos y fragilidades de ese mismo movimiento.

3. Bases antropológicas del poder juarista.

Es aquí,al aproximarnos a las bases antropológicas del poder que sustentaba a Juárez, que reaparece el tema del capital simbólico como una noción central. Juárez había llegado a la gobernación por primera vez en 1949, a los 31 años, más conocido como dirigente de Acción Católica que como militante de algún partido, y tras una breve carrera vertiginosa en la función pública7. Su candidatura -la de un joven casi desconocido- se improvisó en la prolongación de conflictos partidarios entre laboristas, radicales de uno u otro signo y filo-nacionalistas, que conformaban la coalición del naciente peronismo. Sin embargo, su vinculación con caudillos radicales que habían tejido largamente redes de alianzas y relaciones de intercambio en las zonas rurales de la provincia8 a la vez que conseguido cargos nacionales por el peronismo en las elecciones del `46, le permitió instalarse en la gobernación. A partir de entonces, a pesar de las discontinuidades de la política argentina, atravesando intervenciones federales, golpes militares y gobiernos nacionales de signos diversos y contrarios al suyo, Juárez vuelve una y otra vez a la gobernación o mantiene cargos políticos de nivel nacional: a lo largo de su vida será veinte años gobernador, y trece senador nacional por la provincia: es decir, desde 1949 en adelante no hubo año de gobierno democrático en la Argentina en que Juárez no fuera una u otra cosa. Tuvo suerte (sus primeras cuatro gobernaciones suceden a intervenciones federales o dictaduras militares), habilidad en el juego -y la intriga- entre los profesionales de la política, y - pareciera- sobre todo, capacidad de negociar y mantener a lo largo del tiempo la red de apoyos y mediadores capaces de sostener la fidelidad de sus seguidores en sus sucesivas reelecciones. A estos factores deberíamos agregar el de unas condiciones estructurales de posibilidad que Juárez se cuidaba bien de transformar. Desde sus primeros discursos en 1949, tanto en los dirigidos a la ciudadanía como en los que se orientaban a la legislatura, Juárez promete administrar bien la pobreza -sobre la cual no deja de estetizar y de moralizar- pero nunca propone claramente modificar las condiciones estructurales en la provincia, cuya miseria aparece naturalizada como inevitable. Juárez parece conciente desde su primera gobernación de que el presupuesto provincial no depende de la producción local, sino de los impuestos coparticipables de la administración federal y que, por lo tanto, su principal objetivo es mantener cadenas de aliados tanto hacia abajo como hacia el poder central. Progresivamente, se va convirtiendo para todos -incluso para los demócrata-cristianos que gobernaron la provincia durante el golpe militar de Onganía en los años 60, como para Menem en los `90, que necesitó hacer alianza con él cuando la provincia se había vuelto ingobernable, meses antes del Santiagueñazo- (Tenti de Laitán 2005) en el aliado Laitán, con acento escrito ineludible, el "hombre fuerte" de Santiago del Estero.
Si el capital político es siempre en definitiva capital simbólico (Bourdieu 2000, 2001), cuanto menos cuentan las instituciones y las leyes, y más se centra la acción política en las decisiones discrecionales de ciertos sujetos, más se trata de producir creencias para que el sistema funcione. La imagen de Juárez fue agigantada hasta límites mágicos por la población, y no sólo por los más desprovistos de capital escolar9. Entre el "padre de los humildes" al que todo se le debía, el temible político que "hacía matar"10 a los que lo traicionaban, y el anciano siniestro -pero no por eso menos admirable- que se mantenía vivo porque bebía sangre de niño11, cuando se llega a este punto en las entrevistas, de Juárez se hablaba en voz baja, como temiendo que escucharan las paredes. El poder es así, como sugiere la imagen de Norbert Elías, "la pastilla de jabón del cuarto de baño de un sahib que, para su sirviente hindú, constituye la fuente mágica del poder del hombre blanco" (Elías 1994), es decir, el poder se sustancializa y se convierte en el "carisma" de un hombre, en una propiedad que le sería inherente o habría recibido de alguna fuente oculta (Dios o el diablo). No en vano Max Weber para hablar del poder político en estos términos trae con toda conciencia una palabra del lenguaje religioso, habla de "poder carismático" del líder (Weber 1993). Un sociólogo de la religión como era Weber no podía dejarse embrujar él mismo por esa idea del carisma: el carisma no es otra cosa que poder simbólico, trabajo social de construcción de creencias. Y en este punto es donde convendría detenerse a calibrar en qué consistió ese trabajo social en el caso del Juarismo. Una de las líneas que habría que explorar es la siguiente: las llamadas relaciones clientelares no son, como cree el discurso de la teoría de la acción racional, alimentado de economicismo e individualismo liberal, meras relaciones de intercambio de favores por votos, sino procesos complejos de solución de problemas, que también construyen sentido social y redes de reconocimiento y sentido de la vida (Aurero 1997, 2001). Aunque el tema merecería mayor desarrollo, lo que aquí nos interesa señalar es que cuando este modo de construir relaciones sociales es nudo de la cultura política, es porque lo es de la cultura. Cuando se convierte en el modo habitual porque atraviesa toda la sociedad, los puestos, los cargos, los beneficios, son negociados por los dirigentes como si fueran bienes propios y cuando esto está en el imaginario, la violencia simbólica -y eventualmente física- otorga, en ciertas condiciones, un plus de omnipotencia (ver Aurero 2007). Aquí se alimenta la máquina de autorreproducción y reproducción de la miseria y la arbitrariedad, autojustificada por la necesidad, porque "así es", porque esto es "la política", y cualquier modo distinto queda descartado a título de impensable. Quien aparece a la cabeza de la red se convierte entonces en la fuente última y generosa de la sobrevivencia, sea que distribuya sus bienes o los del Estado. Ahora bien, los mediadores en esta cadena tienen siempre posiciones frágiles: cada uno tiene poder mientras le muestre a quien está más abajo que mantiene sus contactos eficaces hacia arriba, y al de más arriba que mantiene su convocatoria hacia abajo. Y aquí la indeterminación del capital simbólico es clave: ¿Cuánto vale la recomendación de un concejal para lograr un puesto de maestra? ¿Quién tiene la mejor recomendación? ¿Cuánto vale el llamado telefónico de la inspectora del área? ¿Y el carnet de afiliado? ¿Y la pertenencia a la rama femenina del partido? ¿Cuánto vale en cada caso y ante quién? Si nada está sujeto a reglas claras ni a un orden de méritos, ni siquiera los puestos de trabajo son propios: lo que se tiene por favor será siempre precario y sume en la inseguridad permanente, en la ansiedad y el temor por el futuro, alimentando la imagen de omnipotencia aplastante del único punto fijo -mirado desde abajo- en esta jerarquía: el caudillo del que todos los demás son meros dependientes.
A este trabajo social (en el sentido de Durkheim), que constituye una verdadera "alquimia simbólica" colectiva, contribuye también el lenguaje religioso del discurso de Juárez, desde sus primeras intervenciones públicas. Decíamos más arriba que nunca dejó de "estetizar" ni "moralizar" sobre la pobreza de su provincia de "cauces silenciosos y resecos", "caminos polvorientos e intransitables", "ranchos abatidos sin piedad por la miseria y la naturaleza", "mirada suplicante de niños que no han aprendido a reír"12. Estas piezas de oratoria lo conectaban emocionalmente con sus bases, tocando puntos profundos de la experiencia de angustia que atravesaba sus vidas cotidianas. Pero más, aún su primer discurso a la legislatura provincial en 1949 comienza haciendo alusión al juramento que acababa de hacer y concluye con una invocación a Dios. Entre medio de estos puntos, el uso repetido de verbos y sustantivos de raíz religiosa ("redimir", "consagrar", "conjurar", "consagración", "pasión de apóstol", "orientación espiritual", "fe pujante", "hombres virtuosos", etc.), junto con la alusión a sus propias "cristianas convicciones", delinean una actitud de predicador, y casi de Mesías, que viene a inaugurar un tiempo nuevo. Su apostolado será el trabajo ("trabajar", "esfuerzo", "realizar", "tesón", etc.), "para redimir esta sufrida y abnegada tierra" a cuyo servicio ha de poner "sin reticencias, todas las fuerzas de mi cuerpo y la decisión encendida de mi espíritu". El sacrificio del apóstol es reclamado por el sufrimiento cotidiano de su pueblo. Estas líneas discursivas fueron invariables hasta sus últimas intervenciones en 2003.
Estas estrategias discursivas si pudieron tener lugar y eficacia fue porque se planteaban en una configuración social capaz de articularse a ellas. En el espacio simbólico así construido, su contrincante debía ubicarse también en el orden del capital simbólico, por eso las instituciones religiosas podían constituirse en aliadas privilegiadas, que aprovecharan de su asociación para sostenerse y reproducirse (la diócesis de Añatuya mantuvo siempre buenas relaciones con Juárez y tuvo copiosas ayudas para sus obras de "caridad"), o podían ser sus opositoras privilegiadas, fundadas en otro capital simbólico construido de larga data y proveyendo de otra figura protectora: la del obispo.

4. Posición y toma de posición de la Diócesis de Santiago.

Si entonces, hacia fines de la década de 1990 ese espacio social en el que el capital simbólico tenía una singular eficacia, se había tensado en una división del trabajo de dominación que se repartía entre un poder político - especificación también, como vimos, del poder simbólico- monopolizado de un lado, y un poder económico concentrado del otro, que además le estaba asociado porque dependía de aquel, en un contexto en que ni los títulos escolares, ni ningún otro tipo de acumulación social tenía la autonomía relativa suficiente como para hacerse valer y abrir espacios de participación o modificar el juego de posiciones, solamente un centro de producción y reproducción de capital simbólico que tuviera autonomía relativa respecto de los poderes locales y eficacia propia en el espacio social, podía hacer frente al juarismo con alguna posibilidad de eficacia. La diócesis de Añatuya se alineó y lo fortaleció, la de Santiago del Estero utilizó su capital simbólico acumulado para intentar cambiar el juego de posiciones y las relaciones de poder.
Esta no fue una decisión tomada sólo por los obispos, en ninguno de los tres que sucesivamente acompañaron el proceso, sino sobre todo por una parte de los agentes de pastoral diocesanos. En el caso de Sueldo, una vez que decidió involucrarse, asumió, como él mismo decía explícitamente "la voz de los sin voz", es decir, una representación que no sólo no le había sido explícitamente entregada, sino que además tomaba el lugar del representado, pero esta actitud fue particularmente eficaz en el corto plazo, porque una buena parte de la sociedad santiagueña estaba pronta a otorgar adhesión a quien asumiera ese lugar, si aparecía dotado de autoridad. El capital simbólico de los obispos, como el de cualquier agente religioso mandatado por la institución (Bourdieu 1971, 2009), parte de una base de acumulación que pertenece a la institución que lo legitima, no necesita en principio ante sus fieles reconstruir el espacio cada vez. Este capital simbólico que poseía por ser obispo fue lo que transfirió al terreno político, enfrentando así en el campo dos poderes: uno que hablaba de política desde el lugar de lo religioso y otro que había construido un poder religioso desde el espacio de la política. Las armas y el campo de lucha era el mismo, como haciéndonos evidente hasta qué punto religión y política son poder simbólico, ambas ponen en juego y se apoyan sobre una misma dimensión antropológica: la de la construcción y reproducción de las creencias que sostienen el orden social. Sin embargo, la eficacia del discurso de Sueldo no fue evidente, ni siquiera para los agentes de pastoral más involucrados, hasta el momento en que su muerte trágica, inesperada, prematura y sospechosa (ideal por tanto para la canonización popular), agrandó su figura -de un modo impresionante durante sus funerales13- y lo convirtió tal vez en el primer símbolo fuerte contra el gobierno juarista. La muerte de Sueldo parece en este sentido haber acelerado el proceso de su derrumbe, ayudando a compactar fuerzas al interior de la Iglesia14 y dando visibilidad y aún mayor legitimidad social a sus palabras.
Esta misma eficacia simbólica de una figura martirial se sumaría en su momento a las manifestaciones de protesta que cada viernes del año 2003 partían de la ciudad de La Banda para pedir el esclarecimiento de los dos crímenes producido a comienzos de ese año. Esta vez se trataba de dos mujeres jóvenes, cuyos cuerpos -atrozmente torturado uno, reducido a unos pocos huesos el otro- se encontraron juntos en un lugar llamado La Dársena. Otra vez la tragedia de la muerte prematura, inesperada, sangrienta y encubierta por el poder. La marcha era encabezada por la madre -en silla de ruedas- de una de las jóvenes15 y aunque el padre siempre la acompañó, fue la figura femenina de la maternidad el rostro visible que apelaba eficazmente al imaginario social. Durante varios meses una marcha mayoritariamente protagonizada por sectores sociales pobres, de clase media empobrecida y de militantes; progresivamente, en la medida que se conocían más detalles de la muerte de Patricia y en la medida en que los hechos ganaron prensa - gracias a operaciones realizadas en tal sentido- en los medios de comunicación de Buenos Aires, se iba sumando a la marcha un componente mayor de clase media urbana.
Durante la Semana Santa de 2003, el obispo diocesano se unió a la marcha, con ropa de calle y sin aceptar encabezarla, ratificando así el proceso en que la Iglesia venía prestando su apoyo, compartiendo el espacio intersectorial que organizaba este proceso, pero esta vez sin liderarlo explícitamente, apostando por profundizar el fortalecimiento y la autonomía de grupos sociales que tenían ahora sí un punto donde apoyarse en el ámbito nacional16. La marcha terminaba en la puerta de la catedral, donde tomaba la palabra la madre de Patricia y otros oradores, ocasionalmente llegados de fuera de la Provincia para apoyar el movimiento. El tono de los discursos, el espectro de reclamos y los símbolos que acompañaban las marchas (desde banderas de partidos de izquierda a impresos gigantescos del obispo Sueldo) fueron creciendo y diversificándose, hasta convertirse en un "significante vacío" (Laclaud 2005), es decir, una palabra plurisémica hasta el vaciamiento, porque era capaz de contener todos los significados, necesidades y expectativas que agentes y grupos muy diversos ponían en él. El evidente encubrimiento y la certeza creciente de que miembros de los grupos políticos y económicos dominantes estaban relacionados con los hechos, permitieron pasar del pedido de esclarecimiento al pedido de intervención federal de la Justicia Provincial y finalmente de los tres Poderes, es decir, de la destitución de la gobernadora. En este mismo movimiento se hablaba del "crimen impune" de Gerardo Sueldo y de la omnipotencia del "dueño de la provincia", el empresario cabeza del grupo económico dominante.
Más allá de las diferencias en los estilos pastorales entre Sueldo y Maccarone, más allá de las disidencias dentro de la organización multisectorial de las marchas, el sentido de orientación en el mundo social que constituye el sentido práctico de la situación, indicaba estrategias diferentes: esta vez, apoyar a las incipientes organizaciones sociales que comenzaban a encontrar brechas por donde incidir, prestándoles el capital simbólico de la Iglesia, pero sin sustituirlas ni asumir protagonismos evidentes. Sin embargo, ese capital ya estaba jugado y era leído desde los espacios de la decisión política en términos políticos.
Cuando, luego de finalizada la Intervención Federal a la Provincia, se difundió el video que motivó la renuncia de Maccarone, los agentes del poder económico y político (especialmente luego de la canonización políticoreligiosa de Sueldo) mostraban haber aprendido de qué se trataba una guerra simbólica, posiblemente más que sus contrincantes, confiados en la carga heredada del poder simbólico institucional. Aún en el caso de un largo trabajo social de construcción de creencias, como el que la Iglesia Católica tiene realizado en Santiago del Estero desde hace siglos, el capital simbólico puede ser eficaz pero es frágil: por definición necesita ser sostenido y reproducido de modo constante, necesita validarse en la percepción de los otros. El grupo económico dominante pareció acentuar su estrategia de construírselo a través de su Fundación, de las propagandas constantes en el casi único canal de TV de aire de Santiago -y el principal de cable- exhibiendo la pujanza de sus empresas modernas y la eficacia de los modernos servicios que ofrece a la población, combatiendo a sus enemigos por vía de denuncias judiciales, y con las más sutiles armas -en un proceso de socavamiento paciente- del desprestigio y la calumnia. Prácticas de extorsión simbólica a los enemigos y de construcción de la propia imagen, se articulan como dos caras de unmismo movimiento.

Conclusiones transitorias

Acabada la Intervención Federal, la división del trabajo de dominación se modificó a favor del poder económico, que salió fortalecido al punto de lograr invertir los papeles: en el orden local, el grupo dominante ya no dependía directamente del poder político para sostenerse y reproducirse; ahora, a la inversa, fueron las figuras del espacio político -en un momento de reagrupamiento de fuerzas y reconstitución de figuras y grupos- las que, además de lograr el apoyo del gobierno nacional, parecían depender en buena medida de no hostilizarse con el grupo económico local para consolidar su posición en el campo propio. En una configuración más cercana a la de los escenarios mundiales en los años 90, el poder político de los grupos económicos se hace invisible por legitimado y son los agentes políticos quienes se desdibujan en un espacio donde su real margen de acción se reduce. En las batallas simbólicas, las de la definición y la legitimación de los lugares sociales y los poderes, las de la construcción de las creencias en la legitimidad del orden social, al menos en sociedades como la de Santiago del Estero, los grupos religiosos siguen siendo una clave en una guerra compleja donde -a pesar de los procesos de secularización- tienen palabra de alto voltaje político, tanto cuando hablan como cuando callan.

Notas

1 La Provincia, partida en diagonal por el Río Salado, está dividida en dos diócesis: la de Santiago, al sur del Río Salado, donde se encuentra concentrada la mayor cantidad de población, y la de Añatuya, al norte, que condensa aún más pobreza y población rural. Esta segunda diócesis se mantuvo al margen del proceso eclesial que describimos, gobernada en todo este lapso por Mons. Basseotto, quien mantuvo «excelentes» relaciones con el poder político de la provincia y recibió sistemáticamente financiamiento. En 2003 dejó la diócesis para desempeñarse como capellán castrense, cargo desde el cual protagonizó un escándalo por declaraciones polémicas referidas a la vez a cuestiones de salud reproductiva y a los «vuelos de la muerte» durante la dictadura militar que se inició en Argentina en 1976.

2 Espacio intersectorial de debate e incidencia que convoca mensualmente a las ONGs y otros agentes de la sociedad civil vinculados a la problemática de la posesión de las tierras, el agua y la producción y organización campesina en Santiago.

3 Espacio de debate sobre las transformaciones que se deseaban en los diversos ámbitos de la vida social, donde participaba libremente la ciudadanía, las Instituciones, los partidos políticos, administración de justicia, etc. a fin de elaborar propuestas para las áreas Educación, Salud, reforma de la Constitución, Partidos políticos, etc.

4 Durante la Intervención Federal, el titular de la Oficina Anticorrupción de la Provincia desarrolló una investigación pormenorizada, que describiendo los procesos de privatización en detalle, acusa de asociación ilícita a Carlos Juárez, su esposa, Néstor y Gustavo Ick y una lista extensa de ex funcionarios. La acusación fue sustanciada en el Juzgado de Instrucción en lo Criminal y Correccional de 4ta nominación, de Santiago del Estero. Actualmente está archivada de hecho.

5 No solamente se intentó la vía judicial, sino la de rescindir contratos o incumplir algunas cláusulas dañosas para el erario público o simplemente abusivas, como las referidas a los códigos de descuento de los empleados públicos, que podían llegar al 50% de los salarios, descontado por planilla oficial, para pagar deudas contraídas con la tarjeta de crédito de la empresa financiera del grupo económico en cuestión.

6 En un trabajo anterior estudiamos desde este punto de vista la sociedad local en la década de 1920. (Martínez 2003b ó Martínez, Taboada, Auat. 2003)

7 La trayectoria de Juárez puede seguirse en Martínez 2008.

8 En el plano local fueron centrales las que anudó con Rosendo Allub, caudillo radical anti-Yrigoyenista, que manejaba las redes clientelares vinculadas a las proveedurías de los obrajes, los almacenes de ramos generales e incluso a los mismos obrajeros, especialmente los de origen sirio y libanés, que por esos años no eran pocos.

9 No faltó una declaración en un diario de su médico personal que, cuando se le interrogó sobre lo que pudiera ocurrir cuando muriera Juárez, respondió «eso nunca va a suceder».

10 Hemos recogido en entrevistas entre dirigentes populares relatos acerca de colaboradores que habrían sido eliminados por Juárez por sospecha de traición mediante la intervención de curanderos o brujos.

11 Reflexión de un taxista, recogida por la autora en 1999.

12 Primer mensaje a la legislatura provincial, 1949.

13 Los aplausos más o menos espontáneos y prolongados en que estallaba la multitud que participó de los funerales, especialmente en los momentos en que se mencionaba su actuación política, fueron vistos por muchos participantes como expresión de protesta contra el régimen juarista.

14 La aparente unanimidad y homogeneidad de la Iglesia católica no es sino fruto de un trabajo constante de homogenización y construcción simbólica y ritual de la unidad, donde la jerarquía tiene un rol central. La diversidad de prácticas, creencias, experiencia social y tomas de posición que esta apariencia encierra queda disimulada para el observador externo, pero también para los agentes mismos, que la viven en una especie de doble verdad del intercambio social (Bourdieu 2009).

15 Precisamente la madre de Patricia, cuya «moral intachable» la hacía más capaz de concentrar la simpatía de todos, contrastando con cierto manto de desconfianza que algunos tendían sobre Leila, que había ejercido la prostitución.

16 Desde que Kirchner asumiera la presidencia de la Nación se venía implementando una política de DDHH, que permitió que la Secretaría de DDHH de la Nación se convirtiera en interlocutora del proceso.

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ACEPTADO: 01 de Setiembre 2009.

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