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Prohistoria

versión On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.17  Rosario ene./jun.. 2012

 

RESEÑAS

Rideau, Gaël y Serna, Pierre (compiladores) Ordonner et partager la ville, XVIIe- XIXe siecle, Presses Universitaires de Rennes, Francia, 2011, 224 pp. _ ISBN 978-2-7535-1392-1, por Mariana Canedo (UNMDP-CONICET)

En los últimos 30 años se han producido en Francia manifestaciones sociales conocidas como revueltas urbanas que afectaron los suburbios de Paris y las principales ciudades de la república europea. Protagonizadas por jóvenes con escasa accesibilidad al mercado laboral y victimas de mecanismos de discriminación y segregación social y étnica, las revueltas no fueron experiencias exclusivas de este país, aunque tuvieron allí ciertas particularidades. A través de los años, los gobiernos franceses fueron implementando políticas con enfoques disimiles: mecanismos de cooptación de los dirigentes de los movimientos, la Política para la ciudad, o la ampliación del poder de la policía en materia de control en detrimento del poder judicial, por nombrar las más emblemáticas de cada etapa. Las medidas proponían (re)establecer el orden urbano.
Particularmente en torno a las convocatorias más masivas y violentas de 2005 y 2007, las revueltas urbanas aumentaron su presencia en los medios de comunicación y en la opinión pública. El ámbito académico no quedó fuera de los debates y reflexiones sobre las diferentes perspectivas para analizar estos acontecimientos y fenómenos sociales. 
Es difícil no leer la compilación realizada por Pierre Serna y Gaël Rideau, Ordonner et partager la ville..., sin pensar en un diálogo con esta realidad, aunque la misma esté compuesta por diez estudios de caso situados en los siglos XVIII y XIX. Los trabajos seleccionados son fruto de los encuentros realizados en conjunto por la Universidades de París I Panthéon-Sorbonne y de Orleans en enero y marzo de  2009. En el año 2011, se presentan publicados con reflexiones que los conectan explícitamente entre sí: la introducción de los compiladores,  un prefacio de Claude Michaud y el epílogo de Michel Pertué (éstos últimos profesores eméritos, especializados en la historia de la Iglesia durante el Antiguo Régimen y la historia constitucional y administrativa del los siglos XVIII y XIX, respectivamente)
Los capítulos abordan, a partir de casos muy distintos, el orden en la ciudad conceptualizado como orden urbano que incluiría tanto las lógicas espaciales, las relaciones sociales y el entramado institucional. Sin embargo, el libro en su conjunto propone una concepción específica de orden urbano, no esencialista sino en clave de construcción, de acción. Resultan ilustrativas las citas recabadas del siglo XVII y XVIII que los compiladores realizan sobre ordenner (considerado en el sentido de lograr acuerdos) y señalando lo estructurante de la noción durante el Antiguo Régimen. Por su lado, las consideraciones sobre partager quedan más abiertas, producto de la polisemia y complejidad del término, y posiblemente por la cuidadosa atención prestada en el volumen para no caer en concepciones anacrónicas. Los autores privilegian la mirada de un orden urbano basado en la construcción cotidiana y permanente de actores diferentes, que ensambla prácticas y compromisos en el marco de los desafíos de la convivencia, concepto éste propuesto por Céline Borello en su trabajo.
Tres son los ejes que agrupan los capítulos. En "Escribir el orden urbano" se presentan aquellos que describen las percepciones que diferentes actores tuvieron del orden en la ciudad y que dejaron plasmadas en testimonios, tratados, cartas o conferencias. Así, Chantal Senséby analiza la influencia de las narraciones escritas por los monjes benedictinos de Saint-Aubin d´Angers y Marmoutiers en el siglo XII en torno a los elementos constitutivos de un orden y poder señorial sobre la ciudad; Nicle Dyonet se centra en considerar cuál fue el lugar otorgado al orden público en el ambicioso Traité de la pólice de Nicolás Delamare a mediados del siglo XVIII; Jean-PierreVittu aborda el diario de la biblioteca de Paris llevado a cabo entre 1750 y 1769 por el Inspector José d'Hemery, un corpus heurístico recientemente finalizado de sistematizar, como instrumento de la policía de la Enciclopedia, que incluyó la vigilancia de los impresos, la maquinaria administrativa, los actores y prácticas de control aplicados; y Pierre Allorant recupera la percepción de Marcel Jozon, un ingeniero civil francés que viajó por tres meses a América del Norte en 1869 y elaboró y presentó, a partir de cartas y conferencias, su concepción práctica sobre el orden en las ciudades.
Claude Michaud observa en el prefacio del libro que hasta el primer tercio del siglo XVIII, y según un raciocinio analógico, el orden terrestre habría sido ajustado por las jerarquizadas reglas celestes. Este orden es interrogado en los tres capítulos de "Orden religioso y compartir en la ciudad" a partir de cuestiones especificas. Alain Cabantous  estudia cómo a partir de una propuesta de acondicionamiento de la Plaza de Armas, sitio con gran peso simbólico en la ciudad de Metz, se generaron cuestionamientos del cuerpo capitular de la catedral al gobernador, mariscal de Belle-Isle. Los capitulares,  que reunían a buena parte de los propietarios de las parcelas afectadas, lo alertaron sobre los trastornos que alterarían el orden social. Déline Borello interpretala resistencia de los protestantes en la ciudad católica de Marselle durante el siglo XVIII enfocada desde la convivencia que tuvo lugar en base a lo que la autora considera estrategias de los protestantes y pragmatismo institucional. El cuarto capítulo es el análisis realizado por Gaël Rideau de las procesiones religiosas practicadas en la ciudad de Orleans durante los siglos XVII y XVIII, consideradas como manifestación del orden del espacio urbano, y sus transformaciones ante la formación de un orden secularizado al avanzar el siglo XVIII.
Por último, se agrupan tres trabajos sobre el siglo XIX que abordan debates de carácter nacional a nivel de las sociedades urbanas en "Desorden nacional, orden político y participación social en la ciudad". La ciudad se (re)constituye en un nuevo acuerdo donde la política fue sustituyendo paulatinamente aspectos de la religión. Pierre Serna analiza las transformaciones considerando el plano europeo, nacional y local. El orden urbano se convirtió en Orelans en un escenario privilegiado de los cambios urbanísticos del XIX, y de aquellos denominados por Serna como del orden de los signos (políticos). A partir de las observaciones dejadas por el padre Pataud, considera la desintegración del orden existente y el papel (la responsabilidad) de las elites en la agitación de síntomas de crisis. Noëlle Dauphin considera el paso de un orden monárquico a un orden municipal a partir del análisis del orden arquitectónico y urbanístico de la ciudad de Versailles en el siglo XIX, complementario de los otros. Mientras que Bernard Gainot avanza en el estudio de la política en las colonias que se caracterizaría por manifestarse en una transformación profunda del orden urbano, fundamentalmente en cuestiones de higiene, seguridad y organización de los mercados.
En la mayoría de los trabajos de la compilación, el orden público surge como reflexión u objeto de análisis vinculado de maneras diversas con el bien común. Su dominio es considerado un objetivo fundamental de los enfrentamientos religiosos, y también de las relaciones de poder entre el clero y las instituciones seculares. Michel Pertué lo analiza en el epílogo poniendo de manifiesto la complejidad del concepto desde las perspectivas del derecho. Sin embargo, pareciera ser este un tema clave para seguir reflexionando de manera cuidadosa con las especificidades de las sociedades de cada época en la relación público/privado o particular.1
Una  imagen diferente de la ciudad y del orden urbano en la etapa moderna emerge tras la lectura del libro. La dimensión económica está ausente como eje de análisis y también el enfoque de una política que emana de un aparato político. La perspectiva basada en la construcción de un orden urbano logrado a partir de buscar considerar el reto en la práctica diaria de diferentes actores, basado en el intercambio no carente de tensiones, donde se mezcla la política y la religión, el espacio y la sociedad, las normas y prácticas, es uno de los aportes centrales del libro, que de alguna manera resulta un llamamiento a descentrar la dimensión de la seguridad y de las fuerzas institucionales en el estudio del orden en las ciudades de las sociedades del siglo XVIII y XIX, y también del XXI.

Notas

1 En este sentido, celebramos la publicación prácticamente simultánea del libro compilado por Patrick Boucheron y Nicolas Offenstadt, L ´espace public au Moyen Âge. Débats autourr de Jürgen Habermas, PUF, Francia, 2011,         [ Links ] que desde otra perspectiva permite enriquecer los análisis.

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