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Memoria americana

versión On-line ISSN 1851-3751

Mem. am.  no.19-2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2011

 

RESEÑAS

Lucaioli, Carina P. y Lidia R. Nacuzzi (comps). 2010. Fronteras. Espacios de interacción en las tierras bajas del sur de América. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología. 253 p.

Monica Quijada

Línea de Estudios Americanos, Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, España.

 

Desde la independencia de México, su construcción nacional ha estado notoriamente vinculada al liberalismo. Más aún, es difícil comprender la identidad nacional mexicana sin tener en cuenta dicha tendencia política como uno de sus componentes básicos; y debido precisamente a esa presencia axial, el liberalismo ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de más de un siglo. Sorprendentemente, o quizás precisamente por ello, el pensamiento conservador ha sido muy poco estudiado; tampoco han recibido gran atención por parte de la investigación mexicanista las prácticas políticas derivadas de dicha posición. El conservadurismo ha sido, por tanto, un gran desconocido, si no es por su conversión en el referente negativo de un polo político binario. Lo anterior hace doblemente bienvenido el libro de Mirian Galante que estamos reseñando. Libro que además, aunque publicado en México, ha sido escrito en España; país donde esa tendencia de pensamiento ha sido muchas veces vinculada por la historiografía, de forma más o menos excluyente, a la parte más integrista de sus raíces. Para entender esto basta con recordar el famoso y muy influyente libro de Javier Herrero, Orígenes del pensamiento reaccionario español.

Basada en una abundante y sólida documentación, Galante propone que el pensamiento conservador mexicano de la primera mitad del siglo XIX fue básica y profundamente liberal. No se refiere, claro está, a las formas específicas a las que nos ha acostumbrado en las últimas décadas la tendencia que conocemos por el nombre de neoliberalismo, sino al liberalismo decimonónico de la libertad y de los derechos. En una investigación muy compleja, y de forma que considero convincente, la autora señala no sólo el cruce de ambas tendencias en la construcción del pensamiento conservador mexicano; prueba, además, que en algunos aspectos este último pudo ser más liberal que ciertas tendencias políticas que los liberales mexicanos han reivindicado siempre como parte inescindible de su propia tradición política, como es el caso del federalismo.

Como botón de muestra del encaje de bolillos que hace la autora en relación a ciertos desarrollos de su tema, voy a referirme al principio de representación sobre el que los conservadores cimentan todo el edificio de su construcción política, que es al mismo tiempo una defensa clarísima de la soberanía popular e incluso del individuo y de sus derechos. Junto a ello, se utiliza también como una forma de asegurar la primacía de la élite constriñendo los derechos políticos del soberano exclusivamente a la elección de sus representantes; y no de cualquier representante, sino de los miembros de esa élite. Pero es también –y esta es la originalidad primordial del análisis de Galante– una contribución fundamental a la comprensión moderna de la representación, porque los conservadores la identifican con el ámbito nacional y con el mandato no vinculante, frente al mandato imperativo que los federalistas exigían para sus provincias.

Junto a este cruce complejo y difícil de estudiar de lo conservador y lo liberal, otra contribución importante de este libro es el hecho de que estudia el proceso de surgimiento y desarrollo del pensamiento conservador mexicano a lo largo de treinta años. Es decir, el análisis no se focaliza en la posición de un corpus ya configurado y más o menos completo, sino siguiendo el proceso mismo de su configuración. Y muestra cómo se van diversificando las propuestas, hasta conformar un pensamiento conservador de raíz liberal que también está lleno de contradicciones en su propio seno. Este análisis basado en la diversificación de las propuestas es, a mi juicio, uno de los grandes aciertos del libro. No es fácil encontrar trabajos que hagan un seguimiento procesual tan cuidadoso y complejo de un pensamiento político, desde sus orígenes y a lo largo del tiempo. Sobre todo del pensamiento conservador, que ha sido desde siempre menos atractivo para la historiografía que otras corrientes.

Esta manera de presentar los conceptos y sus resignificaciones tiene otra consecuencia, ya que muestra la importancia de las paradojas políticas en la historia frente a la simplificación del pensamiento que, desgraciadamente, suele estar muchas veces presente en la historiografia. Y esto me lleva a lo último que quería señalar. Para ello debo recordar que en los últimos tiempos la historiografía latinoamericanista ha retomado el debate sobre la antigüedad o modernidad de la construcción política decimonónica hispana o hispanoamericana. Es decir, la confrontación entre una tendencia interpretativa que defiende la permanencia del Antiguo Régimen en el siglo XIX a través de la continuidad de algunas instituciones y aquellos que abogan por la identificación del período 1808-1830 como una etapa rupturista en materia de ideas y prácticas políticas que abre camino a la irrupción de la modernidad. Con este libro, Mirian Galante –posiblemente sin proponérselo– ha entrado de lleno en este debate, tomando partido claro por la modernidad. Y le ha hecho un gran favor a esa postura, porque ha mostrado con mucha claridad cómo la utilización de recursos y discursos del Antiguo Régimen, o el mantenimiento de prácticas e instituciones, estuvieron sujetos a la nueva contextualización que los dotó de nuevas significaciones. Particularmente expresivo en este sentido es el párrafo con que termina el libro: "…a menudo los modelos historiográficos jerarquizan unas tradiciones sobre otras impidiendo a la historia hablar libremente desde sus complejidades, matices, intensidades. Sólo ven contradicciones, insuficiencias, incapacidades especulares. Y, sobre todo, soterran las relaciones entre un antes y un después, de lo mismo y lo contrario, de lo dinámico y lo estático" (p.347).

Es posible que con este libro Mirian Galante sea asumida ante el pensamiento conservador como lo que Charles Hale fue para el pensamiento liberal. Y digo bien: Charles Hale y no Reyes Heroles. Por muchas razones: porque se trata de una mirada desde fuera de México –y por eso mismo no es una visión nacionalmente comprometida–; porque es un análisis que rastrea con valentía en la complejidad de los procesos; porque lo hace incluso en aquellos aspectos que pueden generar disensiones y tensiones en los ámbitos académicos. Y, porque de alguna manera, recoge el testigo de Charles Hale que mostró con maestría los dos momentos del liberalismo en México, desde el liberalismo fundado en la libertad de la primera mitad del siglo, al liberalismo fundado en el orden y el progreso, de la segunda.

Y esto no deja de ser sorprendente porque en muchos casos –que tienen nombres y apellidos– allí donde Hale veía liberales conservadores, Galante ve conservadores liberales. Que ciertamente no es lo mismo e introduce una perspectiva nueva. Adelanta, además, en varios años la cronología de Charles Hale, porque el libro de Galante muestra cómo se va configurando en la primera mitad del siglo ese pensamiento conservador basado en el orden que más tarde va a ser retomado por muchos que se consideran a sí mismos, y son considerados, como liberales. En suma, se trata de un libro importante por su originalidad, cuidada documentación e interesante juego interpretativo.

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