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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094

Temas mediev. vol.18  Buenos Aires ene./dic. 2010

 

VARIA

El concepto de aire en el Consilio contro la pestilentia de Marsilio Ficino (1478-1479)1

Virginia Iommi Echeverría
(Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile)

Resumen: Este artículo examina la noción de aire en el Consilio contro la pestilentia escrito por Marsilio Ficino luego de la epidemia de peste que asoló a Florencia entre los años 1478 y 1479. El propósito de este trabajo es indicar los principales elementos que confluyen en esta idea, brindando una interpretación de las posibles fuentes que inspiraron a su autor. A partir del análisis de algunos fragmentos de la obra, se estudia la compleja concepción de pureza del aire y se considera la cercanía entre la definición de Ficino y aquélla planteada por Platón en el Timeo y por la medicina hipocrática clásica.

Palabras Clave: Aire; Medicina; Marsilio Ficino; Peste.

Sommaire:Cet article examine la notion d'air dans le Consilio contro la pestilentia écrit par Marsilio Ficino lors de l'épidémie de peste qui ravagea Florence entre 1478 et 1479. Le but de cette étude est d'indiquer les principaux éléments qui confluent au sein de cette idée, tout en offrant une interprétation sur les possibles sources qui inspirèrent son auteur. À partir de l'analyse de quelques fragments de cette oeuvre, on étudie la complexité de la conception relative à la pureté de l'air et on considère la proximité entre la définition de Ficino et celle qui fut énoncée par Platon dans le Timée et par la médecine hypocratique classique.

Mots-Clés: Air; Médecine; Marsilio Ficino; Peste.

Summary: This article examines the notion of air sustained by Marsilio Ficino in his Consilio contra la pestilental, written after the epidemic of plague which ravaged Florence in 1478 and 1479. The author of the article's purpose is to trace the main ideas which appear in Ficino's work that may point to the sources that inspired him. Some parts of the Consilio lead the author to analyze Ficino's complex idea of purity of the air which in turn is related to Plato's idea appearing in the Timaeus as well as being connected to the classical Hippocratic medicine.

Key Words: Air; Medicine; Marsilio Ficino; Plague.

1. El rol del aire en la obra ficiniana

El filósofo florentino Marsilio Ficino (1433-1499) dio al aire un lugar preponderante en su interpretación del mundo natural. Heredero de la concepción clásica, ubicaba en la parte inferior del cosmos cuatro esferas concéntricas que contenían, en orden descendente, fuego, aire, agua y tierra. Siguiendo a Aristóteles, afirmaba que las partículas elementales alejadas de su esfera tenían un movimiento natural tendiente al lugar dispuesto para ellas2. Junto con esta visión tradicional que permitía comprender una serie de fenómenos físicos -como la caída de los cuerpos pesados y el ascenso de las llamas- Ficino otorgó al aire un rol fundamental en su concepción del cosmos en un sentido práctico. La materia aérea, entendida como nexo entre el ámbito de lo espiritual y el espacio corporal, constituye uno de los temas centrales de su filosofía. De hecho, la idea de un espíritu cósmico que recorre el universo sensible justificaba sus reflexiones y conclusiones a propósito de las influencias recíprocas entre los cuerpos celestes y el mundo sublunar3. A partir de esta relación, el autor florentino desarrolló su conocida teoría mágica de la acción purificadora de las palabras y la música; las cuales, al ser transportadas por el aire, eran particularmente afines al espíritu humano. Éste era definido por Ficino como un vapor cuyo centro estaba en el cerebro y que fluía a través del sistema nervioso hacia todo el cuerpo posibilitando la percepción, la imaginación y la actividad motora4.
Este trabajo aborda el problema del aire desde una perspectiva que considera únicamente su función médica. Si bien en la obra ficiniana son recurrentes las alusiones a este elemento como agente curativo en directa relación con su concepción del universo, examinaremos una faceta específica de su empleo que excluye las concepciones mágicas y cosmológicas en un sentido amplio. Para esto, analizaremos su manual de consejos contra la peste titulado Consilio contro la pestilentia escrito luego de la epidemia florentina del año 14785. Éste se inserta en la tradición de los consilia medievales, dedicados al análisis de padecimientos específicos y a la explicación de los procedimientos adecuados para su cura6. A partir del estudio de algunos fragmentos de esta obra apreciaremos el intento de Ficino por
presentar una definición del aire desprovista de atributos conceptuales abstractos.

2. El problema de la pureza en el Consilio

El afán por comprender el origen de las enfermedades se tradujo, durante siglos, en la búsqueda de respuestas que permitiesen inferir de manera general sus causas. Desde esta perspectiva, el mejor instrumento explicativo era aquél que respondiese a las interrogantes y no ofreciese posibilidad de confutación empírica. El aire, dada su invisibilidad, terminó por convertirse, así, en el eje de las interpretaciones médicas. Tal como señala Carlo Cipolla, "el paradigma de la ciencia médica no era el de los microbios y sus vectores, sino el de los humores y los miasmas. Por lo que respecta a la peste, se hablaba de una mal definida, pero no por ello menos acreditada, "corrupción e infección del aire" que degeneraba en miasmas venenosísimos y "pegajosos" que por inhalación o contacto mataban al hombre que hubiera sido atacado por los mismos''7. La imposibilidad práctica de estudio de la materia aérea se tradujo inevitablemente en una incierta definición de su infección, pues imaginar las formas de corrupción resultaba sumamente complejo.
En el inicio de su tratado contra la peste -publicado en 1481-, Marsilio Ficino describe su concepción de este proceso:

La pestilencia es un vapor venenoso enemigo del espíritu vital presente en el aire. Digo enemigo no por cualidad elemental, sino por propiedad específica, tal como es amiga la triaca. Ésta no es amiga por ser cálida o fría o seca o húmeda, sino porque toda su composición resulta en una forma proporcionada a la forma del espíritu vital8.

La enfermedad tenía su origen en la forma combinada del aire, la cual generaba la afección en el cuerpo humano debido a su desproporción con el espíritu vital. La importancia de la composición del elemento es retomada luego por Ficino al afirmar que "el aire puro al no mezclarse, no se pudre"9.
El autor acepta entonces la existencia de dos estados del aire -uno puro y otro combinado- sin precisar de qué manera se realiza el tránsito de uno a otro. La alusión a la triaca, antigua confección farmacéutica a la que se le atribuían curas milagrosas, como ejemplo del carácter benigno de determinadas mezclas resulta interesante, pues Ficino prefiere mencionar una sustancia compuesta antes que una pura10. A propósito de esto, el siguiente fragmento es revelador:

Algunos doctores dicen que la putrefacción pestilente comienza primero en el aire fino, pero dura más en el grueso. No sé cómo probar lo primero, ya que la experiencia demuestra lo contrario y la razón nos dice que no se pude pudrir el elemento puro sino el mixto, y cuanto menos mixto, como el aire sutil, es menos apto a la putrefacción11.

Esta contradicción resultaba inexplicable para el florentino, pues tal como lo había afirmado antes, mientras menos compuesta estuviese la materia menos posibilidades tendría de corromperse.
La pureza del aire se revela así como una noción indefinida. Por una parte, Ficino destaca la peligrosidad de sus formas combinadas y, por otra, asume la confusión en torno a las cualidades de su estado menos alterado. Si la invisibilidad convertía al aire en un conveniente factor explicativo, la incapacidad real de conocerlo como materia constituía un obstáculo insalvable. La ignorancia forzada por las circunstancias obligaba a recoger visiones e interpretaciones que podían exceder la lógica propia del razonamiento médico.

2.1 La influencia platónica: idealismo e incorruptibilidad

Es posible que esta imprecisión tenga su origen en la lectura del Timeo de Platón por parte de Ficino. El florentino inició su estudio de esta obra muy joven y se cree que su primer tratado, el ahora perdido Institutiones ad Platonicam Disciplinam, era en realidad una glosa al diálogo12. James Hankins ha publicado algunos fragmentos de los comentarios que Ficino escribió hacia 1454 en la versión de Calcidio que poseía, los cuales revelan su interés en las secciones dedicadas a la materia y a la teoría de los elementos13. Cuando en 1462 recibió, de manos de Cosme de Medici, la obra íntegra del autor griego, finalmente tuvo acceso al texto completo. Precisamente en el Timeo encontramos la explicación quizás más próxima a la idea de aire puro implícita en el Consilio:

La composición del mundo incluyó la totalidad de cada uno de estos cuatro elementos. En efecto, el creador lo hizo todo de fuego, agua, aire y tierra, sin dejar fuera ninguna parte o propiedad, porque se propuso lo siguiente: primero, que el conjunto fuera lo más posible un ser vivo completo de partes completas y, segundo, único, al no quedar nada de lo que pudiera generarse otro semejante; tercero, que no envejeciera ni enfermara, ya que pensó que si objetos calientes o fríos o, en general, de fuertes propiedades rodean un cuerpo compuesto y lo atacan inoportunamente, lo disuelven y lo corrompen porque introducen enfermedades y vejez. Por esta causa y con este razonamiento, lo conformó como un todo perfecto constituido de la totalidad de todos los componentes, que no envejece ni se enferma (32c-33b)14

A propósito de la estructura del mundo y de los cuatro elementos, Platón señalaba que cada uno de ellos era un todo constituido que, al no estar compuesto, era incorruptible. El filósofo establecía una relación directa entre la pureza de los elementos originarios y la imposibilidad de su degeneración. El principio de las enfermedades radicaba en el debilitamiento de la estructura y en el ingreso de cuerpos externos que terminaban por imponerse a la materia (81c-d). Así, afirmaba luego que un elemento sólo mantiene su salud cuando conserva su identidad y proporción, mientras la alteración y transformación conducen inevitablemente a su destrucción (82b).
La existencia de diversos estados elementales era explicitada por Platón al afirmar que, en lo concerniente al aire, era posible identificar diversos tipos: uno, el más claro, llamado éter y otro, el más turbio, llamado niebla. Entre ambos había una gran cantidad de formas anónimas nacidas de la desigualdad de los elementos constitutivos (58d).
Se aprecia de esta manera la presencia de criterios platónicos en la base de la consideración del aire en el Consilio, pues
se asumen significados equivalentes del aire puro y compuesto. A pesar de esta coincidencia, Ficino no alude directamente a su fuente inspiradora15. Aunque comulga tácitamente con la noción de pureza del Timeo -pues es incapaz de comprender a aquéllos que ven en la sutileza la causa de la degeneración- omite en su tratado una explicación más precisa sobre la estructura del aire. Creemos que la razón de esta ausencia se encuentra en el propósito central del Consilio.
Ficino estaba interesado en la divulgación popular de su tratado y probablemente estimaba que este tipo de aclaraciones teóricas harían más árido su consejo. En una carta escrita por el autor a propósito de su obra sobre los humores, aparecida también en los años posteriores a la peste de 1478-1479, éste describe las dificultades presentadas por la complejidad del problema tratado16. La misiva está dirigida a Bernardo Rucellai y aborda las críticas de sus amigos:

Algunos de mis amigos objetaron que haya escrito tanto sobre el humor sin propósito. Me dieron dos razones. Primero, pareciera poco probable que alguien lo entendiese completamente. Segundo, señalaron que un feliz y proporcionado temperamento de la criatura melancólica era imposible de encontrar; lo imaginaba más bien que considerarlo como una realidad, tal como Zenón y su hombre ideal, la república de Platón o el orador de Cicerón17

Su preocupación por la crítica es evidente. Para demostrar lo inapropiado de los comentarios, señala que su intención era proponer una situación ideal y no centrar su trabajo en casos reales. Según lo expresa Ficino, la supuesta complejidad del tema tenía su base en su concepción ideal o imaginada.
Si analizamos esta apreciación desde el problema de la exclusión en el tratado de una exposición del concepto de aire, veremos que se trata justamente del caso contrario. El Consilio es un trabajo práctico y, desde esta perspectiva, la presentación de una definición de este tipo escapa a la orientación inicial.
Cuando Ficino se enfrenta a la ambigüedad de las propiedades de la pureza del aire, de cierta forma participa de la definición platónica. Por lo tanto, la omisión de una explicación más precisa sobre su estructura inicial no implica la carencia de una noción en este sentido sino más bien la certeza de que ese tipo de exposiciones conceptuales fuese ajeno al sentido práctico del tratado.

2.2 La influencia hipocrática: movimiento y combinación

La idea del aire en el Consilio se sustentaba entonces en sus combinaciones perceptibles, postura que parece basarse en la incapacidad de analizarlo en abstracto. Ahora bien, ese intento de comprensión tenía a su vez otros matices:

Cuídate del aire espeso muy encerrado y húmedo, sabe que el aire que no se mueve a menudo no se renueva (...), fácilmente se mezcla y toma putrefacción venenosa como el agua que se estanca18

Se aprecia aquí el efecto del encierro y la falta de movimiento en la transformación del aire. Esto permite a Ficino proponer una comparación con el agua. Antes había hecho la misma analogía señalando que el aire grueso y nebuloso se pudre como el agua turbia y mezclada19. A partir de este parangón, es posible afirmar que el movimiento constituye un elemento clave en la purificación. La circulación del aire y el consecuente impedimento de su combinación con otras sustancias era el medio más efectivo para conservar su pureza. A propósito de esto último Ficino señala:

El viento que vuelve el aire frío, seco o claro es por naturaleza saludable, recibirlo temperadamente es el principal remedio contra este veneno. Ten gran cuidado con los vientos que vienen de pantanos estancados, de aguas donde haya hierbas podridas, lino en maceración o cualquier mal olor20

El viento es el principal remedio contra el veneno, pues impedía su estancamiento al reestructurar su composición. Sin embargo, si bien las corrientes evitaban la consolidación de combinaciones nocivas, éstas también introducían en el aire puro los ingredientes de la corrupción. Como destaca Ficino citando a Galeno, la propia peste sería como la exhalación de un dragón con cuerpo de aire que sopla viento contra el hombre21.
Desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, el medio más utilizado para evitar la enfermedad fue escapar de lugares cuyo aire estuviese corrompido22. Si bien esto puede hablar del pánico colectivo y de los efectos sociales de la peste, también es un ejemplo de lo que significaba el aire para la medicina de laépoca. Cuando éste estaba putrefacto, el modo más efectivo de evitar el mal era alejarse y respirar lo que podríamos llamar''aire puro''. Este acto revela la desconfianza natural en las posibilidades de purificación.
El aire, maligno por su combinación con vapores venenosos, al llegar a un determinado estado de putrefacción originaba las epidemias. Se creía además que permanecía en esas condiciones por meses, independiente del movimiento, las corrientes o el uso de agentes benignos como buenos olores o perfumes. Sobre el período de purgación, Ficino señala:

En cuanto a la calidad del aire bastan tres meses, el espacio de un cuarto de año, de modo que donde ninguno se enferma por tres meses se entiende purgado el aire23

El aire corrupto era ante todo un enemigo desconocido y ese parece ser el centro de la visión médica y popular. Si bien encontramos en Ficino una tendencia a estructurar su comprensión y a proponer soluciones contra el mal, termina por reconocer la relevancia de la fuga como única posibilidad de no enfermar. De hecho, él mismo aconsejaba a sus amigos Bernardo Bembo y Antonio Vinciguerra escapar de la peste:

(...) por último huyan, huyan tan rápido como puedan de esta tierra mortal, huyan de esta amarga ribera. Vayan al campo, si pueden, y dejen la ciudad atrás24

Los vapores malignos tendrían entonces un período medianamente establecido de permanencia dado por las características ambientales. Sin embargo, a propósito de lo mismo, Ficino advertía sobre los peligros de la fuga, pues quien regresaba pronto al lugar apestado luego de huir se encontraba en mayor riesgo de enfermar que quien lo visitaba constantemente con cautela. Argumentaba esta aseveración señalando que la naturaleza no soportaba este tipo de acciones súbitas y respondía con mayor agresividad contra quienes se habían ausentado por un tiempo25.
Sin embargo, también era posible familiarizarse con el aire venenoso:

Pues si esperas tanto que muchos sean marcados, aún si tú no eres marcado en ese lugar, cuando partas serás marcado poco después por dos maneras: o porque ya habrás tomado el contagio de los enfermos o porque habrás tomado la cualidad de ese aire poco a poco y te será familiar por algún tiempo, de modo que la naturaleza no se levantará contra ella, ni ella contra la naturaleza. Pero al huir y respirar un nuevo aire, el primero no te será más familiar (...)26

Era así factible sobrevivir en un ambiente corrupto gracias al acostumbramiento al aire pero si se decidía huir esa inmunidad desaparecería volviendo sumamente maligno el retorno. Esto demuestra que la consideración del aire puro era tan ambigua que, incluso, podía aplicarse al aire venenoso. No queremos con esto negar la idea de corrupción sino establecer la complejidad de la evasión de la enfermedad. La fuga era un consejo parcialmente efectivo, pues el margen de error cuestionaba la generalidad de la idea.
Los últimos fragmentos citados reflejan el interés de Ficino por enfatizar la prudencia con que debían seguirse las indicaciones para evitar una posible reacción contraria de la naturaleza. Pareciera que su intención fuese acentuar el problema profundo e irresoluto de la incertidumbre final sobre el mejor método de prevención.
En resumen, Ficino no presenta un concepto fijo y definido del aire. Éste podía ser maligno o benigno, igual que las corrientes. Este enfoque no constituye en ningún caso una novedad en el pensamiento médico. De hecho, el tratado del siglo XV se inserta en la tradición inaugurada por el escrito de Hipócrates, Sobre los aires, aguas y lugares (s. V-IV a. C). En él, el aire es descripto a partir de las temperaturas y los vientos, sin proponer una definición absoluta. Afirmaba, por ejemplo, que los habitantes de una ciudad expuesta a vientos cálidos es probable
que tuviesen la cabeza húmeda y llena de flema, sufriesen de trastornos intestinales frecuentemente y poseyesen un aspecto desanimado27. Hipócrates deducía así, del tipo de viento de un lugar, las características físicas de quienes habitaban en él. La relación en este caso es mucho más lineal de lo que aparece en Ficino pero se expone el mismo criterio básico según el cual el aire determina, en gran parte, la salud humana.
Se deduce también de la aproximación hipocrática un elemento sumamente importante en la definición del aire. En este escrito es abordado únicamente a partir de los vientos, es decir, el aire es caracterizado por el tipo de movimiento y no por su sustancia.
No sabemos con seguridad si Ficino conoció este tratado. Aunque se conservan manuscritos anteriores a la redacción del Consilio, esta obra no es mencionada por el florentino en sus escritos, a diferencia de lo que ocurre con otras obras del corpus hippocraticum28. Si bien fue difundido gracias a una traducción del siglo XII, el tratado no fue utilizado como texto universitario, lo que explica la escasez de copias y la ausencia de comentarios29. Sin embargo, un texto compilatorio posterior es recogido por Ficino en numerosos pasajes de su obra y constituye una posible vía de transmisión de la concepción hipocrática. Se trata del De medicina de Cornelio Celso (siglo I d.C.). Como
ha reconstruido Pedro Conde Parrado, este tratado tuvo gran difusión en el contexto renacentista desde su redescubrimiento en 1425. Es interesante destacar que los círculos intelectuales florentinos se vieron inmediatamente interesados en el manuscrito, lo que explica que la primera edición haya aparecido en esa ciudad en 147830.
Junto con esto ha sido ya demostrada la presencia explícita de Celso en otros escritos de medicina de Ficino31. Considerando este aspecto, la cercanía entre la exposición del enciclopedista romano y los principios hipocráticos antes citados resulta sumamente interesante. En el libro II, capítulo 1, el autor detalla qué vientos pueden considerarse nocivos y cuáles podrían contribuir a la salud de los habitantes de un determinado lugar dependiendo de la estación. Afirma que los días más saludables del invierno son aquéllos en los que hay una total ausencia de vientos, mientras lo más favorable en verano es el soplido de viento oeste. Señala luego que es mayor el bienestar en climas estables, salvo en el caso de enfermedades pre-existentes las cuales evolucionan de manera desfavorable más rápido. Concluye este pasaje declarando que el peor clima para un hombre enfermo es aquél que ocasionó su mal, de modo tal que incluso el traslado a un clima naturalmente adverso podría ser, en su caso, positivo32.
Celso recoge y reproduce el patrón explicativo establecido en el De aere, aqua et regionibus, refiriéndose al aire como centro de la medicina y aludiendo a él sólo desde su movimiento. Propone de hecho más adelante un paralelo en el cual deter
minados vientos se relacionan directamente con enfermedades específicas33. Sin embargo, al reconocer que el cambio de aire es la primera medida terapéutica para tratar cualquier enfermedad-más allá de la calidad del nuevo aire- el autor latino se somete a la ambigüedad fundacional de la medicina clásica, rasgo que reconocemos claramente en el Consilio.
Aunque Ficino habla del aire de una manera más específica, en la práctica no elaboró una definición más precisa. En sí, el aire significa muy poco. Más importaban las corrientes, los vapores malignos o su estancamiento. Es decir, se definía a partir de su combinación. Los textos de Hipócrates y de Celso presentan el mismo aspecto, lo que permite hablar de una tendencia propia de la medicina clásica que es confirmada por el filósofo florentino.

2. Conclusión

La peculiaridad del texto de Marsilio Ficino radica en aquello que omite. Probablemente si se tratara de un médico cuya experiencia y estudios no conociésemos, sería imposible establecer determinadas conclusiones. Sin embargo los datos biográficos que manejamos -sustentados en su correspondencia y obras- nos permiten asumir una serie de hechos fundamentales para nuestra interpretación, especialmente en lo referido a su uso del De medicina de Celso y del Timeo.
La omisión de una exposición completa se comprende a partir de la imposibilidad de encontrar aire puro. El interés práctico que tenía Ficino al escribir la obra significó que evitase exposiciones de carácter ideal, lo que se desprende de su carta a Rucellai. El aire puro como idea no presentaba en este caso ningún interés y como realidad era inexistente. Por esta razón, la concepción de aire del Consiglio se inserta en la tradición hipocrática al centrarse en su movimiento y combinación como elementos básicos de su definición.

Notas

1 Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en la X Jornada de Historia de la Medicina en Santiago de Chile, el 23 de octubre de 2009.

2 Paul Oskar KRISTELLER, Il pensiero filosofico di Marsilio Ficino, Florencia, Le Lettere, 2005, p. 197-198.         [ Links ]

3 Frances YATES, Giordano Bruno y la tradición hermética, Barcelona, Ariel, 1994, pp. 81-104.         [ Links ]

4 Daniel Pickering WALKER, Magia spirituale e magia demoniaca da Ficino a Campanella, Turín, Nino Aragno, 2002, pp. 44-82.         [ Links ] Ver también Ioan P. CULIANU, Eros y magia en el Renacimiento, Madrid, Siruela, 1999.         [ Links ] Sobre la ambigüedad del concepto de spiritus en Ficino, ver Robert KLEIN, La forme et l`intelligible, París, Gallimard, 1970, pp. 31-64.         [ Links ]

5 Para este trabajo nos remitiremos a la edición de los herederos de Filippo Giunta publicada en Florencia en 1523. La única edición moderna es la de Teodoro KATINIS, Medicina e filosofia in Marsilio Ficino. Il Consilio contro la pestilentia, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 2007.         [ Links ]

6 Sobre los Consilia ver Jole AGRIMI y Chiara CRISCIANI, Les Consilia médicaux, Turnhout, Brepols, 1994 y KATINIS,         [ Links ] op. cit., pp. 29-34.

7 Carlo CIPOLLA, "Miasmas y humores", en IBID., Contra un enemigo mortal e invisible, Barcelona, Crítica, 1993, p. 18.         [ Links ]

8 La pestilentia è uno vapore velenoso concreato nell'aria, inimico dello spirito vitale; inimico dico non per qualità elementale, ma per proprietà specifica, sì come è amica la tiriaca; la quale non è proprio amica perché sia calda o fredda o secca o humida, ma perché in tutta la compositione sua risulta una forma proportionata alla forma dello spirito vitale -Marsilio FICINO, "Consiglio contro la pestilentia", en AA. VV., Contro alla peste, Florencia, Giunta, 1523, fol. 2v.         [ Links ] La traducción es nuestra-. Sobre el uso de la noción de "propiedad específica" en Ficino ver Brian P. COPENHAVER, "Scholastic Philosophy and Renaissance Magic in the De vita of Marsilio Ficino", Renaissance Quarterly, 37 (1984), 523-554 y KATINIS,         [ Links ] op. cit., pp. 43 y 103.

9 Alcuni dottori dicono che la putrefattione pestilentiale prima comincia nell'aria sottile, ma dura più nella grossa, non so come maprovare la prima parte, con ciò sia che la sperentia ci monstri el contrario; et oltre a questo la ragione ci detta che non si potendo putrefare lo elemento puro, ma il misto, quanto meno misto è, come è l'aria sottile, meno è atto alla putrefactione (...) -FICINO, Consiglio, fol. 2v.-.

10 Ficino insiste a lo largo de tratado en las virtudes de la triaca asumiendo el legado galénico al respecto, KATINIS, op. cit., p. 131.

11 FICINO, op. cit., fol. 3v.

12 James HANKINS, "The study of the Timaeus in Early Renaissance Italy", en Anthony GRAFTON y Nancy SIRAISI (eds.), Natural Particulars. Nature and the Disciplines in Renaissance Europe, Cambridge (Mass.), MIT Press, 1999, pp. 77-119 -en especial,         [ Links ] ver p. 84-.

13 Ibidem, p. 85.

14 PLATÓN, "Timeo", en Diálogos, VI (ed. de Francisco Lisi), Madrid, Gredos, 2000, p. 170.         [ Links ]

15 Al interpretar un pasaje del texto en el cual Ficino se refiere a las propiedades benéficas de los cuerpos sobrios, citando las autoridades de Aristóteles y Galeno, Katinis ha identificado las referencias en el De Caelo I, 269b-270b, donde el Estagirita alude al quinto elemento incorruptible y en la obra De historia philosophica -por ese entonces atribuida a Galeno- donde se reproduce la tesis aristotélica. Esta idea de cuerpo puro, sin embargo, no es incorporada por Ficino en su definición del aire como elemento, se limita únicamente a la sobriedad del cuerpo humano, Teodoro KATINIS, "Sulle fonti aristoteliche et platoniche del Consilio contro la pestilentia di Ficino", Bruniana & Campanelliana, a. 9, n. 2 (2003), 445-451 -en especial,         [ Links ] p. 450-. En lo referido al elemento aéreo, Katinis propone como posible fuente de la idea de incorruptibilidad los Problemata de Aristoteles -ver KATINIS, Medicina e filosofia..., pp. 104-105 y nota 42, p. 47.         [ Links ]

16 Se trata de un escrito sobre la melacolía que posteriormente constituiría el comienzo de su influyente De vita.

17 Marsilio FICINO, Le divine lettere del gran Marsilio Ficino (ed. de Felice Figliucci), Venecia, Gabriel Giolito de Ferrari, 1548, II, 44v.         [ Links ] La traducción al español es nuestra.

18 Guardati dell'aria stretta molto rinchiusa et humida, et sappi che l'aria la quale non si muove spesso e rinuova (...) facilmente piglia mistione e putrefattione velenosa come l'acqua che sta ferma -FICINO, Consiglio, fol. 9r.-.

19 Ibidem, fol. 3v.

20 El vento che fa l'aria fredda et secca et chiara è per sua natura salutifero ricevendolo temperatamente et è il principale medico contro a questo veleno. Habbiti grande cura da venti che vengono da stagni o padulii, da acque ove sia herbe marce et lino in macero et da qualunque male odore -ibidem, fol. 9r.-.

21 Ibidem, fol. 11r. Sobre la tradición de esta imagen ver KATINIS, Medicina e filosofía..., p. 135-.

22 Jean-Noël BIRABEN, "La peste dans l'Europe occidentale et le bassin méditérranéen: principales épidémies, conceptions médicales, moyen de lutte", Le Concours Medical, 5 (1963), 781-790.         [ Links ]

23 Inquanto alla qualità dell'aria basta tre mesi, el quale spatioè una delle quarte dell`anno, in modo che ove nessuno per tre mesiè morbato l`aria sintende purghata -FICINO, Consiglio, fol. 41v.-.

24 FICINO, Le divine lettere, II, 5v.

25 FICINO, Consiglio, fol. 41r.

26 Imperoché se aspetti tanto ne sia segniati molti, etiam se tu non sarai segniato in detto luogho, quando ti partirai sarai forse segniato poco poi, per due modi o perché già harai preso qualche contagione dagli amorbati o perché harai preso la qualità di quella aria, si a poco a poco che ti sarà fatta quasi familiare per qualche tempo, in modo che la natura non insurgerà contra aessa ne essa contra la natura. Ma andando tu con essa all`aria aliena fuggiendo, quando harai presa l'altra aria non ti sarà più familiare la prima (...) -ibidem, fols. 40v-41r.-.

27 HIPÓCRATES, "Sobre los aires, aguas y lugares" (ed. de J. A. López), en Tratados hipocráticos, Madrid, Gredos, 2000, pp. 108-109.         [ Links ]

28 De hecho, el De aere aqua et regionibus no es mencionado en los catálogos de la biblioteca de San Marco de Florencia, donde sí se indica la presencia de los Aforismos, las Cartas, el Pronóstico y Sobre las afecciones. Ver Berthold L. ULLMAN y Philip A. STADTER, The public Library of Renaissance Florence. Niccolò Niccoli, Cosimo de'Medici and the Library of San Marco, Padua, Antenore, 1972, pp. 196-197,209-210 y 259.         [ Links ]

29 Pearl KIBRE, Hippocrates Latinus. Repertorium of Hippocratic writings in the Latin Middle Ages, Nueva York, Fordham University Press, 1985, pp. 25-26.         [ Links ]

30 Pedro CONDE PARRADO, Hipócrates latino. El De Medicina de Cornelio Celso en el Renacimiento, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2003, p. 27.         [ Links ]

31 Ibidem, p. 30. Ver también A. COSTA. "Echi celsiani e spiriti nuovi en un libro quattrocentesco d'igiene dell'età senile (il De vita producenda sive longa di Marsilio Ficino)", Archivio "De Vecchi" per l'Anatomia Patologica, 62 (1977), 223-236.         [ Links ]

32 CORNELIUS CELSUS, Of Medicine in eight books (ed. de A. Lee), Londres, E. Cox, 1831, pp. 53-54.         [ Links ]

33 Ibidem, pp. 56-58.

 

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