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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.34 Buenos Aires ene. 2012

 

RESEÑAS

Maria Silvia Di Liscia y Andrea Lluch (editoras) Argentina en exposición. Ferias y exhibiciones durante los siglos XIX y XX. Colección Universos Americanos. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, 268 pp.

 

Sandra Gayol

Universidad Nacional de General Sarmiento - CONICET.

 

Argentina en exposición retoma los trabajos presentados en el Simposio Visiones argentinas. Ferias y exposiciones nacionales e internacionales en los siglos XIX y XX. Un análisis interdisciplinario, y transita el camino abierto por una serie de trabajos que, desde la perspectiva de los estudios culturales latinoamericanos, planteó preguntas y problemas específicos poniendo el foco en ferias y exposiciones nacionales e internacionales. Respetuoso de estos trabajos pioneros, especialmente el que Mauricio Tenorio Grillo dedicó a la participación mexicana en las exposiciones universales de fines del siglo XIX y la compilación más reciente de Beatriz González Stephan y Jens Andermann1, el libro sin embargo no replica a escala argentina las aproximaciones metodológicas y las interpretaciones más frecuentes con que suelen ser mirados estos eventos. No se contenta con una mirada visual y cultural de las exposiciones pues bucea en los anclajes institucionales e individuales, y si bien las piensa como espacios significativos para exhibir una idea de nación y el logro del progreso, es especialmente sensible a las múltiples y a veces contradictorias posibilidades que plantea el análisis de la representación nacional. La autocelebración, idea clásica de las exposiciones, convive en los trabajos aquí reunidos con la capacidad de éstas de operar como cajas de resonancias de conflictos sociales, económicos, políticos y sectoriales.

La idea rectora del libro es, siguiendo la formulación de González Stephan y Andermann, pensar las ferias y exposiciones como una miniatura totalizante de la realidad, como un modelo cuya apariencia imagina un nuevo orden de las cosas. El lector puede seguir diacrónicamente, y por supuesto sincrónicamente, el tipo, características, volumen, formas de exhibición de los objetos y de los seres humanos expuestos, calibrar o imaginar el rol de las instituciones estatales, los productos hegemónicos, las iniciativas de los particulares, y la capacidad preformativa de estos encuentros. La participación de la argentina en exposiciones desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX se organiza en dos partes. La primera titulada "Naturaleza, cultura y ciencia. Visiones y representaciones nacionales en movimiento" se articula en el interés por rescatar el proceso de compenetración de los análisis científicos sobre el ambiente y las sociedades, y sobre la complejidad y diversidad de representaciones posibles de la nación entre las elites argentinas. La contribución de Irina Podgorny, que abre el volumen, "La industria y laboriosidad de la República". Guido Bennati y las muestras de San Luis, Mendoza y La Rioja en la Exposición Nacional de Córdoba", se adentra en la exposición –que a iniciativa del presidente de la nación Domingo Faustino Sarmiento- se celebró en dicha ciudad en 1871. No fue sólo una manera de fortalecer los vínculos entre productores, inversionistas y gobernantes; sino también, y es la perspectiva elegida por Podgorny, una ventana estupenda para ver los sujetos involucrados en la selección de lo que se muestra. Aquí irrumpe Guido Benatti, comendador de la Orden Imperial Asiática y Director de la Sociedad Médico-Quirúrgica Científica Italiana, encargado de seleccionar los objetos que representarían a estas provincias del interior. Minerales, plantas medicinales y cueros curtidos fueron los productos elegidos por este cirujano, médico ambulante sin diploma, charlatán y coleccionista aficionado –todo esto junto- y aceptados por el gobierno provincial. Este accionar individual por afuera de las instituciones le permite a Podgorny, por un lado, llamar la atención de cómo los objetos científicos exhibidos –en una exposición y luego en un museopueden resultar del cruce de las más diversas tradiciones y, por otro lado, a partir de este personaje, excepcional y normal al mismo tiempo, discutir "la tendencia que lee la eficacia de las acciones directamente en los objetos del pasado".

Plantas medicinales, maderas, minerales, también aparecen en el artículo de María Silvia Di Liscia "Drogas y maderas para la nación argentina. Los recursos naturales en las exposiciones universales". La autora incursiona en un aspecto muy poco estudiado: la elección de las plantas nativas en el conjunto de las colecciones enviadas a las exposiciones realizadas en el país o en el extranjero. Las formas de exhibición de los productos, en frascos o en las mismas planchas de papel, permiten imaginar que el objetivo era esencialmente provocar un uso económico, real o potencial. La definición de recurso natural, desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, estaba determinada por una lógica económica que llevó a clasificar a las especies como alimento, vestido, medicina, etcétera, si podían ser reproducidas. Las que competían con el ecosistema o conspiraban contra la productividad eran, entonces, clasificadas como invasores, como pestes o como depredadores.

Sabemos que las exposiciones no sólo exhiben objetos sino también personas bajo el estigma de la inferioridad cultural, moral y política. Las investigaciones de Marta Penhos "Saint Louis 1904. Argentina en escena", y la de Álvaro Fernández Bravo "Las fronteras de lo humano: fueguinos en las ferias mundiales, 1881-1889" comparten la vocación por comprender las formas, los sentidos y las lógicas que sustentan los mecanismos de exhibición de los indígenas fueguinos. En los diferentes escenarios en que apareció representada la Argentina en 1904 –obras de arte, materias primas y objetos arqueológicos- el grupo de onas de Tierra del Fuego actuaba como contracara del mundo civilizado. Eran, sostiene Penhos, el pasado que quedaba atrás, eran una operación colonial eficaz: pueblos enteros quedaban congelados en imágenes estereotipadas, que si por un lado acortaban la distancia espacial que los separaba de occidente, por otra acentuaban la distancia temporal colocándolos en un pasado impreciso pero definitivo. Las fotografías analizadas por Fernández Bravo rescatan también temporalidades diferenciales. Los salvajes están sometidos debido a su temporalidad anacrónica, temporalidad que no es compatible con ninguna de las disponibles, de ahí también su sometimiento, nacional-estatal, colonial, subalterna, periférica o imperial. Inferiores, en todos los sentidos posibles, humillados y sucios, no sólo algunas fotografías fueron incapaces de extirpar todo rasgo de humanidad de los indígenas sino que además, como su presencia física efectiva, el rechazo convivía con la fascinación. Y es en esta capacidad, precisamente, donde según Fernández Bravo también se construye identidad, donde se desafía la propia identidad y se la construye.

Las contribuciones de la segunda parte de la compilación "Hacia el progreso. Instituciones y producción en exhibición", comparten el interés en rastrear el backstage de estos eventos y los contextos y debates económicos, sociales y políticos gestados en torno a y por fuera de las exposiciones. Más allá de sus diferencias y sin ocultar su propia especificidad, los cuatro artículos reunidos formulan una pregunta clave: ¿cuál fue el impacto de estas exposiciones? ¿Generaron un legado duradero en los negocios, la utilización de tecnología, la arquitectura urbana, por ejemplo? Cristina Boixadós en "Una ciudad en exposición. Córdoba, 1871" observa cómo era el espacio urbano que albergó durante tres meses la exposición de las industrias y las artes y, al mismo tiempo, evalúa el impacto del evento. Siguiendo a Marshall Berman postula que al ser un "ensayo de modernización desde arriba, propias de las regiones donde la modernidad no va al unísono de la modernización" el evento tuvo un carácter efímero medido en su capacidad de impactar de manera duradera en el espacio urbano. Para la producción y los productores rurales argentinos participar de las ferias nacionales o internacionales no fue inocuo.

Julio Djenderedjian en "En busca de la experiencia. El impacto de la participación en exposiciones internacionales sobre la producción agropecuaria argentina durante la segunda mitad del siglo XIX" argumenta sobre la capacidad interactiva entre productores y mercados propiciados por las exposiciones internacionales. La presencia y participación fue una decisión estratégica que proporcionó beneficios y enseñanzas. Sondeaba los gustos de los potenciales clientes, estimulaba la innovación tecnológica, informaba sobre la existencia de insumos y tecnología para mejorar los productos, y facilitaba la inserción en redes sociales internacionales. Motores para el capital económico también los fueron para el capital social. Como sostiene Malena Becerra en "La economía social argentina en las exposiciones internacionales. La exhibición del Museo Social Argentino en la Exposición Universal e Industrial de Gante (1913)", estos espacios eran lugares de sociabilidad, de formación de redes y de intercambio de información y de influencias. Como en el caso de los productores agropecuarios analizados por Djenderedjian, los promotores y participantes eran, en la mayoría de los casos, hombres nucleados en instituciones no gubernamentales, en este caso el Museo Social Argentino. La "cuestión social", lado oscuro de la modernización, y la economía social como ciencia puesta a su servicio, fue exhibida por la argentina por primera vez en Gante. En el despliegue de tecnologías e instrumentos de intervención disponibles para garantizar una convivencia social armónica la imagen, a través de "materiales gráficos, cuadros, diagramas, maquetas" ocupó el centro de la escena. Como sostiene Becerra la "premisa que orientaba la concepción de la exposición era la de la superioridad de lo visual en la transmisión de los mensajes, y frecuentemente el interés por la forma prevalecía sobre el interés por el contenido". Con gráficos, estadísticas, dibujos, Argentina mostraba en Gante la distancia que la separaba del resto de los países latinoamericanos, obsesión diferenciadora que excede ampliamente este evento específico, daba pruebas de su progreso material y esencialmente moral. Exponiendo un problema y un temor, al mismo tiempo que las herramientas para erradicarlo, la presencia argentina capitaneada por el Museo Social Argentino y especialmente por su director Tomás Amadeo, era necesaria para "ser parte de" y se reveló muy fructífera para la adquisición e intercambio de información y documentación, la concreción de convenios y de intercambios específicos.

Como cierre del libro Andrea Lluch en "Ferias y exposiciones: un campo de representación del mundo empresarial argentino de principios del siglo XX" se distancia del flash de las exposiciones internacionales para centrarse en las exposiciones industriales argentinas en una mirada diacrónica: la exposición industrial organizada por la Unión Industrial Argentina en 1924 y la Exposición de Artes e industrias Británicas de 1931. Su análisis permite conocer diacrónicamente el peso, evolución, relevo, de ciertos rubros; y el impulso y expansión de otros sectores industriales. La exposición de 1924 fue una autocelebración y opera aquí como vitrina y barómetro de los éxitos y los límites de la primera etapa del desarrollo industrial argentino. Pensada como una herramienta para modificar una serie de representaciones en boga sobre el mundo empresarial argentino y sobre la calidad de sus productos, fue también ideada para recuperar y fortalecer la imagen institucional de la Unión Industrial Argentina luego de los agudos conflictos internos que la sacudieron previamente. Más que una autocelebración de la industria nacional y sus empresarios, la exposición de 1931 fue un eslabón más de la creciente rivalidad entre Inglaterra y Estados Unidos. La apelación discursiva a un vínculo histórico y sólido entre Argentina e Inglaterra no logró opacar las rivalidades entre ésta y Estados Unidos y no fue suficiente, tampoco, para torcer las tendencias de largo plazo de las importaciones británicas y el nuevo rol de los Estados Unidos y de las empresas norteamericanas. En el corto plazo el impacto fue menos mezquino, a juzgar por la cantidad de público –más de 1.500.000 personas-que asistió al evento. Resta indagar, en todos los artículos que contiene este volumen, la recepción en la mayoría de los asistentes. La capacidad, o no, que tuvieron estos eventos de generar experiencias y llenar de significados, de nuevos significados, o no, a sus vidas. El éxito y el impacto de estas celebraciones se medía por la puesta en escena de tecnologías, de objetos disímiles y de belleza, pero también por la cantidad, variedad y modo con que miles de personas recorrían los esplendorosos pabellones.

Varias exposiciones en una exposición puede encontrar el lector en este libro. La participación argentina albergaba varias intencionalidades a la vez, fue pensada de manera disímil y no estuvo exenta de conflictos. Los diferentes proyectos, la confusión, el optimismo y las opiniones variadas que despertaban estos eventos se imponen claramente en los artículos reunidos. Argentina en exposición aborda un área de vacancia en la historiografía argentina y lo hace a partir de una diversidad de fuentes, preguntas y metodologías. Esta aproximación plural se explica por el objeto específico de análisis pero especialmente por la feliz convergencia y convivencia de estudiosos provenientes de distintas disciplinas sociales: la historia cultural, la historia de las ideas, la historia de la ciencia y la historia económica. Más allá de estas particiones Argentina en exposición es un libro de historia cultural. No sólo por apelar a criterios de inteligibilidad interdisciplinarios sino también por prestar atención a los lenguajes, las representaciones y las prácticas como el mejor modo de comprender las relaciones entre formas simbólicas y mundo social2. Finalmente, es una compilación coherente. No se trata de una suma de artículos unidos por un titulo general y una introducción integradora; sino de contribuciones que si obviamente pueden leerse de manera autónoma, comparten un tema, el rigor del abordaje y preguntas de investigación. Si a los breves comentarios aquí vertidos sumamos una edición impecable, se comprenderá rápidamente porqué Argentina en exposición es un libro que merece ser leído.

Notas

1 Mauricio Tenorio Grillo, Mexico at the World’s Fairs: Crafting a Modern Nation, University of California Press, Berkeley, 1996.         [ Links ] Beatriz González Stephan y Jens Andermann (eds)., Galerías del progreso. Museos, exposiciones y cultura visual en América Latina, Beatriz Viterbo, Rosario, 2006.         [ Links ]

2 Un trabajo clásico sobre esta aproximación: Hunt, Lynn (ed)., The New Cultural History, University of California Press, Los Angeles y Londres, 1989.         [ Links ] También, para una lectura renovada: Roger Chartier., "¿Existe una nueva historia cultural?" en Sandra Gayol y Marta Madero (eds)., Formas de Historia Cultural, Prometeo-UNGS, Buenos Aires, 2007.         [ Links ]

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