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Cuadernos del CILHA

versión On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.12 no.1 Mendoza ene./jun. 2011

 

RESEÑAS

Adriana Amante. Poéticas y políticas del destierro
Argentinos en Brasil en la época de Rosas
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010. 635 pp.

 

Laura Catelli

Universidad Nacional de Rosario, Argentina
laura_catelli@hotmail.com

El extenso e intenso estudio reciente de Adriana Amante -ella misma dice en la dedicatoria que es como si se tratara no de uno, sino de tres libros- Poéticas y políticas del destierro pone en marcha un análisis minucioso de un corpus heterogéneo de documentos -epístolas, ensayos, artículos de periódico, al que se suman poemas y novelas-, criteriosamente seleccionado y recortado por la autora. El eje de selección es la pertenencia de los escritores y escritoras que captan el interés de Amante a un sector sociopolítico furiosamente antirrosista de la Argentina, que tuvo la experiencia común del destierro en el Brasil Imperio de Pedro II, aproximadamente entre 1830 y 1870. Amante se maneja con destreza en su exposición de un conjunto de fuentes primarias que podríamos denominar de ambicioso, tanto por la diversidad de géneros que aborda así como por la manera en que logra representar este complejo sector sociopolítico argentino. Poéticas y políticas del destierro no escatima ni en citas ni en sus análisis de las mismas, algo que pone las fuentes primarias, algunas de ellas poco conocidas, en relieve. El estudio muestra cómo se entretejen las diferentes voces y poéticas de los patricios argentinos en el destierro en una red esencialmente política, un aspecto álgido que Amante prefiere no abordar de manera frontal.

Por otro lado, el análisis se construye a partir de los detalles de la vida cotidiana -pública y privada- en el destierro, o desde las intrigas personales y políticas de la red antirrosista. Toda esta información se analiza en los frecuentes intercambios epistolares, de observaciones personalísimas, íntimas, y a veces confidenciales sobre la vida cortesana, las diferencias culturales, sociales y políticas entre Buenos Aires y Rio, y ocasionalmente Pelotas y Porto Alegre. Este ejercicio revela una inclinación hacia la microhistoria, una vertiente historiográfica que ha sido desarrollada en tiempos recientes, que reflexiona sobre el momento histórico a partir del análisis de detalles pequeños, muchas veces privados, de la vida cotidiana. En este sentido, Amante trabaja en un espacio que se nutre tanto del análisis literario como del historiográfico. Esta tendencia, que por otro lado siempre privilegia el plano literario, se hace notar sobre todo en la primera parte, que abre el estudio con el análisis de la figura y la correspondencia de Mariquita Sánchez de Thompson, en el contexto de su destierro. Al tratarse de una figura "menor", no en la historia argentina pero sí en el canon literario, sería positivo que el estudio facilitara un breve trasfondo histórico sobre esta mujer letrada que participó de tantas maneras en el conflicto con Rosas. Hago esta observación meramente porque el estudio, al establecer un diálogo fluido con el momento del Brasil Imperio, representa una contribución para los estudios brasileñistas enfocados en ese periodo. Dado entonces que el libro puede ser de interés para los colegas brasileños que trabajan comparativamente con la Argentina del siglo diecinueve, ciertamente se vería enriquecido con notas, referencias bibliográficas y aclaraciones pertinentes sobre algunas de las figuras que se incluyen. Lo mismo podemos decir de la mención de nombres y datos que pueden ser fácilmente dimensionados por los brasileñistas, pero no necesariamente por los argentinistas, como la Guerra Farroupilha, un evento clave que complica profundamente la idea de un Brasil detenido en su totalidad en la vida cortesana que caracterizó a Río en esta época, y que se explica recién en uno de los últimos capítulos del libro.

Tal vez debido a su inclinación microhistoricista, algo que el estudio sorprendentemente franquea es la elaboración de un resumen crítico del conflicto ideológico entre federales y unitarios, o el gobierno de Rosas y la oposición desterrada. Sería provocador -y por eso deseable- que Amante manifestara explícitamente su propia interpretación crítica ante esa escisión política, social y cultural fundacional para la Argentina, que es en última instancia el hilo conductor del "diálogo extendido" que representa la epistolografía de la oposición antirrosista. Por otra parte, si bien Amante no sintetiza una visión crítica del conflicto, tampoco podemos decir que sea necesariamente objetiva, sino que más bien parecería expresar, en pequeños y ocasionales destellos, cierta complicidad, si no simpatía, con el sector letrado antirrosista que es su objeto de estudio mientras que, en contrapunto, trata con algo de ironía a las figuras rosistas. Por ejemplo, en su análisis de la figura y la llegada a Rio en 1840 del representante de Rosas, Tomás Guido, Amante hace hincapié en un episodio en que Guido tiene dificultades para alquilar una carroza para arribar a la coronación de Pedro II. La autora menciona que la prensa antirrosista hizo circular este episodio en los diarios como una "historieta que ha dado mucho que reír", según cita Florencio Varela en una carta a Juan María Gutiérrez. Amante adopta una postura crítica ambivalente que, intermitentemente, deja traslucir cierta complicidad con la burla a Guido (y al rosismo), al llamar la situación "vergonzosa" (112 n. 63), o al sostener irónicamente, haciendo alusión a que debido a la confusión Guido debió arribar en cierta ocasión en una carroza muy humilde, que "Ya no se trata de 'Las nuevas ropas del emperador', sino de 'La Cenicienta' de Charles Perrault" (112). La ridiculización de Guido culmina con el relato de un brindis en honor a Manuela Rosas, a quien Amante se refiere no por su nombre, sino con un diminutivo, la "princesita bonaerense" (117). Para reestablecer cierta distancia crítica, sería preciso analizar el modo en que la circulación de esa anécdota pone en marcha una ridiculización del gobierno argentino rosista por sus transgresiones de las reglas de civilitas, y que por lo tanto se trata de una operación discursiva que es funcional al discurso político civilización-barbarie que este sector argentino despliega como estrategia de deslegitimación y ataque a Rosas. Claro que la ambivalencia de la postura crítica de Amante ante este conflicto puede verse como un modo de abrir la discusión al debate sin cerrarla, y en este sentido Poéticas y políticas renueva una serie de preguntas sobre el rosismo y el discurso de su sector opositor. 

El extenso recorrido del estudio por un corpus tan diverso, pero enfocado en un sector específico, resulta en una exposición de numerosas cuestiones y facetas, todas de interés crítico. En primer lugar, la reconstrucción que hace la autora de las convenciones comunicacionales de la época elaboran un marco apropiado y necesario para abordar estudios enfocados en el género epistolar en general. También, a través de la figura de Mariquita Sánchez de Thompson, el segundo capítulo marca contrastes y discontinuidades en los comportamientos sociales de la élite criolla y la sociedad cortesana carioca y, tal vez inadvertidamente, ilustra la contradictoria fascinación de los patricios argentinos por la vida y la cultura imperial brasileña. El modo en que Amante destaca el impacto de la figura de Mariquita Sánchez  en la red antirrosista abre posibilidades de análisis desde la perspectiva del género sexual. En este sentido, surge la necesidad de trazar ciertos matices a partir del género con respecto a las convenciones comunicacionales y los protocolos catalogados por Amante. Es decir, sería propicio pensar en la posibilidad de que las convenciones epistolares que se analizan puedan funcionar como una ventana que nos permite ver las estrategias discursivas de una mujer criolla (patricia) con acceso a espacios de poder típicamente masculinos. 

En la segunda parte, "Sociabilidad política", el estudio toma varias instancias de contacto que Sarmiento tuvo con el emperador de Brasil, Pedro II. Amante se enfoca en el modo en que Sarmiento narrativiza esos encuentros en su escritura, de lo que surge la propuesta más contundente del estudio con respecto al desarrollo de categorías de análisis para abordar este corpus documental criollo. La sección "Conversación y memoria histórica" propone que la conversación, tal como aparece en el registro escrito, y como una "forma de gran productividad en el abordaje de las relaciones en el exilio, ha dado material útil para la construcción de la historia, y se vuelve relevante en la conformación de una memoria historia nacional" (176-177). Al referirse a "Construcciones de estampas que fijan sentidos y los lanzan hacia la memoria nacional", Amante abre el juego al análisis de las estrategias discursivas de los sectores letrados en el exilio antirrosista, un aspecto que sería muy productivo expandir.

También se sugieren algunos temas claves de la discursividad racialista de la época, como la criminalidad (196), lo monstruoso, las enfermedades y el contagio, que surgen a partir de las discusiones entre Sarmiento y Pedro II en torno a la puesta en marcha de un proyecto de blanqueamiento a través de la creación de colonias alemanas en Rio, o la construcción de Petrópolis durante la epidemia de fiebre amarilla, y que pueden pensarse como manifestaciones tempranas de la biopolítica decimonónica a través de la higiene pública y la reorganización demográfica. Amante no deja de señalar que estas políticas de Pedro II captan intensamente la atención de Sarmiento (211). El estudio muestra, aunque desafortunadamente no teoriza, que el momento de transcripción biopolíticaque se consolida con la presidencia de Sarmiento en la década de 1870 tiene importantes antecedentes en su viaje a Brasil, algo que apunta a la productividad de trazar nuevas cartografías en los análisis que atraviesen la frontera de lo nacional. Esta red de pensamiento biopolítico, que aparece en distintas instancias señaladas por Amante en relación al antirrosismo en Brasil, muestra que el desarrollo de las biopolíticas nacionales es un fenómeno que exige ser estudiado y entendido comparativamente.

En la tercera parte del estudio, "Muerte y vida en el destierro", se trabaja la familia -o las relaciones de parentesco- como entorno político. La sección "exiliados ilustres" plantea la importancia de traer una lectura de las relaciones de parentesco al análisis de la formación de la clase sociopolítica patricia que aparece de conflicto con Rosas. Amante muestra que uno de los modos en que se forjan alianzas es a través del matrimonio, que significa un acuerdo no sólo económico y social, sino también político. Aquí sería de interés teorizar más explícitamente la cuestión de los parentescos y los linajes en relación con la formación de las redes de sociabilidad criollas, un tipo de abordaje que las historiadoras María Elena Martínez y Verena Stolcke antes de ella han desarrollado para los casos de México y Cuba, respectivamente. La sección culmina con un sugerente análisis de La familia del comendador, novela de Juana Manso sobre una familia brasileña hacendada, que propone una distinción sutil pero fundamental entre "raza" y "esclavitud", y que muestra la tensión de estas dos categorías en el pensamiento argentino criollo. De todo el estudio, Juana Manso es la única escritora que Amante denomina "argentino-brasileña" (374). Manso ocupa en este estudio un tercer espacio, está dentro y fuera de las redes de sociabilidad antirrosistas, algo que parece ser necesario para escribir sobre raza, esclavitud y matrimonios y relaciones mixtas. Amante parece proponer que, para abordar estos temas, es necesario cruzar la frontera hacia Brasil, "El Oriente de América." ¿Se refiere a Juana Manso y sus contemporáneos, o también a la crítica? 

La cuarta parte, "Poéticas y políticas del espacio", se aleja del tema del racismo y los matrimonios mixtos, aunque no del todo. El imperio retorna a través del romanticismo en la primera sección, donde Amante coteja la influencia de los romanticismos europeos, sobre todo la del inglés, pero también del francés y el alemán, según se manifiestan en los diarios de viaje o travelogues de la época. La experiencia del destierro se lee aquí a través del romanticismo, ya no a través del conflicto político con Rosas. Es interesante notar que, a la vez que la clase patricia desterrada construye su discurso como parte de una estrategia para "tumbar" a Rosas, también construye otro discurso, paralelo, marcado por la estética romántica, que busca insertarse en la tradición literaria europea (sobre todo la inglesa). En esta conjunción de lo político y lo poético es donde se está fundando la literatura argentina, propone Amante por otro lado, señalando las palabras de Sarmiento a Echeverría en 1846, "es este Rosas un tapón que tiene estancados los raudales de nuestra literatura nacional" (Amante 488). Poéticas y políticas acaba por separar el análisis en dos vertientes paralelas que a lo sumo se rozan. En realidad, Amante no sostiene que deban analizarse separadamente, pero tampoco teoriza la relación entre ambas de modo tal que lleguen a entrecruzarse.

En términos de los debates críticos, este es un gesto que podemos analizar desde aquello ya señalado, en varias ocasiones, por Antonio Cornejo Polar: que la literatura latinoamericana se caracteriza por su conflictividad, por sus rupturas, por la heterogeneidad de las voces que participan en su construcción. El estudio de Amante construye paulatinamente la idea -porque no se lanza la tesis de frente- de que la literatura argentina que surge en este periodo es no sólo una pieza operativa en una idea de nación que está en juego, sino que es una o cierta literatura argentina, y por lo tanto es parte de la formación de una o cierta idea de nación, la del sector letrado antirrosista -donde tampoco hay, por otro lado, una idea necesariamente estable ni de nación ni de tradición literaria.  Esa conflictividad, y su relación con el plano político, está confirmada en uno de los últimos capítulos del libro, "El desorden (¿o el orden?)", que analiza el desarrollo de dos concepciones diferentes de "nación", la de Sarmiento y la de Alberdi. Amante se acerca aquí a una excelente oportunidad para problematizar la idea de "nación". Uno de sus argumentos centrales es justamente que los desterrados del rosismo despliegan, desde el exilio, una idea de la nación o la patria (el estudio no deslinda los términos) como red de vínculos socioculturales y políticos atravesada por un ethos estamentario propio de la sociedad cortesana que trasciende otras diferencias. Debemos agregar que la idea de nación que va apareciendo en el corpus de los criollos antirrosistas está claramente vinculada con las jerarquías propias del sistema de castas colonial. El estudio no avanza en esta dirección pero, de así hacerlo, daría lugar a desarrollar el aspecto poscolonial del conflicto con Rosas, y por supuesto del proceso de construcción de una tradición literaria y una identidad nacional.

Poéticas y políticas deja así la lupa puesta sobre la relación de lucha que los letrados, desde el destierro, establecen con el estado y entre sí, a través de una discursividad que tiene como piezas centrales la literatura y la nación. Amante amplía el cánon y expone, desde allí, una mirada provocadora sobre el rol de las redes sociopolíticas y las luchas de poder que fueron constitutivas en la formación de "una o cierta" tradición literaria, y de cierta idea de nación, en Argentina y parcialmente en Brasil. Como si esto fuera poco, nos propone una metodología interdisciplinaria y diversas categorías de análisis para abordar este complejo debate. Finalmente, y este es uno de los gestos más valiosos del estudio, Amante nos enfrenta con el desafío de continuar teorizando sobre una coyuntura histórica que desestabiliza las categorías de colonia, nación, literatura, historia, política, poética. Gesto que también señala lo productivo y necesario de entablar un diálogo crítico abierto, que pueda atravesar los límites de lo nacional y las fronteras disciplinarias. 

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