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Cuadernos del CILHA

versión On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.12 no.1 Mendoza ene./jun. 2011

 

DOSSIER

Sociabilidad y redes político-intelectuales. Algunos casos entre 1800 y 1852

Sociability and political-intellectual networks. Some cases between 1800 and 1852.

 

Eugenia Molina

CONICET-IDEHESI/ UNCuyo, Argentina
eramolina@hotmail.com

Recibido: 26-XI-2010
Aceptado: 14-I-2011

 


Resumen: En este trabajo pretendemos abordar algunas modificaciones de las relaciones sociales en el contexto del proceso revolucionario y la posterior construcción de los estados provinciales, porque generaron una politización de los vínculos comunitarios que modificó ciertos valores, imaginarios y conductas colectivas. Para ello nos ocupamos de una serie de prácticas asociativas y formas de sociabilidad de las élites regionales para observar el papel que tuvieron en la conformación de redes políticas e intelectuales.  Nuestra tesis sostiene que estas redes brindaron recursos materiales y simbólicos a quienes participaron en ellas, los cuales les permitieron tener una actuación destacada en el espacio público y político.

Palabras clave: Redes Políticas;  Redes Intelectuales;  Sociabilidad;  Prácticas Asociativas.

Abstract: The aim of this paper is to address same modifications of the social relations in context of revolutionary process and the later construction of the provincial states, because produced a political development within the community links, wich modified certain values, popular conceptions and collective behaviors. We deal with a number of associative practices and forms of sociability in order to observe your roll in the conformation of the political and intellectual networks.  We affirm that the networks conferred material and symbolical resources at your members four a prominent action on the public and political sphere.

Keywords: Political Networks; Intellectual Networks; Sociability; Associative Practices.


 

Diversos estudios se han centrado en el análisis de las formas de sociabilidad de las élites, describiendo sus caracteres, objetivos, actividades y relaciones con la esfera gubernamental tanto para la Hispanoamérica tardocolonial y revolucionaria, como para el Río de la Plata en la misma época (Guerra, 1992, González Bernaldo, 1999). En este sentido, una amplia producción historiográfica ha intentado observar el papel que la sociabilidad, en el tránsito de del Antiguo Régimen a las revoluciones burguesas, desarrolló en la conformación de entramados políticos e intelectuales1. El objetivo de este trabajo apunta a focalizar la atención en las prácticas de los actores que participaron de estas experiencias de sociabilidad asociativa, considerándolos como individuos insertados en grupos de pertenencia con una pluralidad identitaria2. En este registro, según Michel Bertrand, una red constituye "(...)un complejo sistema relacional que permite la circulación de bienes y servicios, tanto materiales como inmateriales, dentro del conjunto de relaciones establecidas entre sus miembros, que los afecta a todos, directa o indirectamente y muy desigualmente"3. Es decir que implica un aspecto morfológico, dado por los individuos integrados y sus relaciones, un sistema de lazos que sirven como vehículos por los que transitan recursos de diversa índole, y la posibilidad de que ellos se movilicen con algún objeto en un momento dado. Teniendo en cuenta esto, conviene atender a la distinción realizada entre red total y red parcial, lo mismo que a las formaciones temporarias de tipo faccioso4 pues, siguiendo la diferenciación establecida por Adrian Mayer entre "conjunto de acción" y "cuasi-grupo", los vínculos forjados en ellos varían en densidad y solidez. Así, los  lazos fortalecidos en diversos contextos a lo largo de cierto período de tiempo logran conducir a la conformación de una red de lazos sólidos y normas codificadas5.

La red otorga, así, a sus miembros una ubicación relativa, intersección de vinculaciones diversas, horizontales, verticales y transversales que, por un lado, le dan un determinado margen de acción y recursos para sus actividades cotidianas y, por otro, hace que las establecidas con terceros influyan en las conexiones diádicas que puedan haberse creado. Los vínculos actuales o potenciales, entonces, brindan más o menos elementos para cumplir con los objetivos particulares según cada situación dentro del entramado, de modo que la observación de las ligazones, detectando sus interacciones y sus transacciones de bienes y recursos permite reconstruir los mecanismos por los cuales se ha establecido la preeminencia de unos y la subordinación de otros dentro y fuera de la red (Dedieu y Moutoukias, 1998). Así, aquélla conforma un marco de acción delimitado para sus miembros, sostenido por factores racionales y emotivos6que los lleva a mantenerse en relación y que les brinda una serie de recursos para lograr sus objetivos y aspiraciones, dándoles elementos de referencia que toman importancia en la medida en que son comunes7.

Teniendo presente esto, buscamos reconstruir algunos entramados relacionales de las élites rioplanteses que consideramos estuvieron especialmente vinculados con determinadas prácticas de sociabilidad, con el fin de observar qué rol cumplieron éstas en su formación y consolidación. En primer lugar, atenderemos al conjunto de relaciones que integraron a los individuos de la vanguardia revolucionaria a partir de 1810, los cuales se aglutinaron en espacios que no sólo pudieron influir en el fortalecimiento de determinados lazos y en el surgimiento de otros nuevos, sino que imprimieron el tono ideológico al conjunto. En segunda instancia, consideraremos las relaciones surgidas en el seno da las entidades literarias y científicas surgidas en Buenos Aires durante el lustro rivadaviano, con el objeto de entrever las articulaciones con un entramado de individuos de clara proyección política. También nos ocuparemos de un grupo contemporáneo a estos  pero que se diferenció por sus notas generacionales. Una red de letrados y políticos en Mendoza, protagonista de la polémica serie de reformas de comienzos de los veinte, constituirá el cuarto tópico, en cuanto encontraron en las modernas prácticas societarias un recurso para desplegar su accionar. Por último, analizaremos la conexión entre la  red "romántica" y una serie de entidades en las que la generación de 1837 fue definiendo sus lazos y su perfil doctrinario.

1. Las prácticas asociativas como ámbitos para la definición de lazos políticos durante el proceso revolucionario

El estudio de las formas de sociabilidad durante las dos primeras décadas del siglo XIX nos ha permitido ver cómo algunas de ellas contribuyeron a definir la red política que nucleó al sector más radicalizado de la élite desde 1810. En este sentido, consideramos que tanto el Club del Marco de 1811 como la Sociedad Patriótica de 1812 constituyeron ámbitos en los que se consolidaron lazos marcados por cierto tono ideológico que obtuvieron en ellos la especificación de su programa político (Molina, 2002). 

La que podríamos calificar como "red reformista-independentista" para marcar la orientación de quienes tempranamente buscaron una salida revolucionaria, estuvo conformada por un número reducido de individuos densamente conectados. Entre ellos  Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes, Juan José Castelli, Saturnino y Nicolás Rodríguez Peña, grupo original luego ampliado con Antonio Luis Berutti, Domingo French y Agustín Donado, tal como se desprende de testimonios contemporáneos8. Su coincidencia en una serie de actividades da cuenta del modo en que sus lazos pudieron ir construyéndose, entre las cuales podemos distinguir, en primera instancia, la participación en los mismos espacios de socialización estudiantil y universitaria, que además de brindar indicios acerca del marco en el que se conocieron, da la pauta de que recibieron una formación ideológica relativamente homogénea. No obstante, también hay que considerar las relaciones literarias que surgieron durante las experiencias editoriales de comienzos de siglo, las cuales posibilitaron cierta intimidad junto a la que debemos contar los intentos por brindar una solución a la situación en la que había colocado a la región la situación imperial desde 1804 (Molina, 20009). Por último, tampoco se puede dejar de tener en cuenta los vínculos familiares y amistosos, reforzados por los provenientes de otros ámbitos, los cuales constituyeron la base de díadas posteriores.

La mayoría asistió al Colegio de San Carlos (Castelli, Belgrano, Saturnino y Nicolás Rodríguez Peña, Berutti, Vieytes), completando sus estudios universitarios en Córdoba (Castelli y S. Rodríguez Peña) y Charcas (Castelli, S. Rodríguez Peña). Sin embargo, sólo podemos asegurar que tuvieron un contacto regular Castelli con S. Rodríguez Peña en Córdoba y en la región altoperuana, y con Vieytes en el mismo Colegio carolino. Por su parte, tanto Belgrano como Berutti, si bien en establecimientos diversos, concluyeron sus estudios en España en el momento de florecimiento del reformismo borbónico, elemento que dice bastante de una misma influencia ideológica durante su formación juvenil (Cutolo, 1968).

Por su parte, la publicación del Semanario de Agricultura, Industria y Comercio y de El Correo de Comercio conformó el marco en el que Belgrano y Vieytes se consolidaron como díada intelectual embarcada en reformas económicas y educativas que pusieran en marcha el progreso regional9. Por su parte, el primero había participado con Castelli en el proyecto de la Sociedad Patriótica promovido por Francisco Cabello y Mesa, que si no llegó a concretarse generó discusiones y reuniones  entre quienes colaboraron en el Telégrafo Mercantil.

Además, si sólo S. Rodríguez Peña participó en las prácticas masónicas introducidas por los ingleses junto a Aniceto Padilla suponemos el conocimiento de éstas tanto por Castelli, quien tenía contacto con oficiales británicos desde la misión del coronel Burke en 180410, como por N. Rodríguez Peña, dado su vínculo sanguíneo con aquél y su complicidad política posterior11. Pero también Vieytes puede haber estado algo vinculado a ellas teniendo en cuenta la confusión de Saavedra al atribuirle la edición de La Estrella del Sur12. A lo que debemos agregar los lazos de parentesco que unían a los hermanos Peña, por un lado, y a Castelli y Belgrano13, por el otro, que en el segundo caso se nutría también con la pertenencia institucional al Tribunal del Consulado, en donde el primero había reemplazado al segundo por un período de tiempo14.

Todos estos vínculos se fortalecieron, sin embargo, al calor de factores políticos y en la participación en las propuestas institucionales que el grupo fue realizando al ritmo de la crisis imperial, pues si sólo algunos estuvieron implicados en los planes de una emancipación con protección inglesa (Castelli, S. Rodríguez Peña, Berutti), todos estuvieron presentes en el proyecto que quería hacer de la Infanta Carlota Joaquina la regente de las colonias americanas15 y en el que buscó desplazar a Cisneros y crear una junta de gobierno en 1810 (Saavedra, 1960: 1096-1097, Belgrano, 1960: 967-968). Instancias en las que el grupo se enriqueció con la incorporación de nuevos miembros (Paso, French, Darregueyra).

En esta primera etapa se fueron definiendo algunos elementos ideológicos cuya radicalización posterior terminó por presentar como única opción la salida emancipatoria. En este sentido, tanto la serie de Memorias presentadas por Belgrano entre 1794 y 1809 en el Consulado porteño, como las columnas del Semanario o el Correo de Comercio mostraron la necesidad de una transformación económica que permitiese aprovechar los recursos de la región. Proponían una transformación del sistema colonial que fomentando la agricultura y protegiendo la industria local redundase en una modificación social mayor, vinculada a la difusión de las luces en el conjunto de la sociedad. En este sentido, otorgaban una función preponderante a la expansión del sistema educativo general y la especialización técnica en particular, tal como lo reflejó el apoyo brindado a las Escuelas de Dibujo y Náutica16.

Este reformismo quedó expresado explícitamente en la memoria elevada a la Infanta Carlota en setiembre de 1808, en la que junto a cuestiones económicas y sociales, se sumaban las políticas creadas por la crisis de legitimidad desde la invasión napoleónica. Tiempo después, el alegato de Castelli en su defensa de Paroissien volvía a clarificar estos aspectos, al intentar la elaboración de una justificación jurídico-política para las diversas opciones que los antiguos reinos iban adoptando. Con él preanunciaba el que emitiría en el Cabildo del 22 de mayo de 1810, en el que dejó sentada la retroversión de la soberanía una vez caducado el poder del monarca y, por tanto, la absoluta libertad para la formación de un gobierno propio17.

De este modo, al producirse las reuniones de Mayo el entramado que lideraban Castelli y Belgrano se hallaba no sólo unido por lazos literarios, amistosos y políticos, sino que se apoyaba en un programa de reforma social, económica y cultural que, en un determinado momento, los condujo a pensar como inevitable la ruptura con el sistema español. Así, si algunos mantuvieron la lealtad al vínculo real, lo hicieron considerando que debería pactarse bajo condiciones que garantizasen a los antiguos súbditos una serie de derechos nuevos.

En vísperas de mayo de 1810 el conjunto comenzó a incorporar nuevos elementos, algunos de los cuales tendrían una larga militancia en sus filas. Entre estas integraciones se destacó la de Mariano Moreno, que no sólo contribuyó a delinear los derroteros por los que correría su posición ideológica sino que se convirtió en su ego conductor18. En efecto, instalada la Junta tanto el magnetismo de su persona como sus planes políticos radicalizados le permitieron insertarse en el grupo, favoreciendo su liderazgo el alejamiento de Belgrano y de Castelli hacia destinos militares19. De esta fuerte integración daban cuenta las cartas de Belgrano a Moreno, en las que se traslucía  la afinidad de objetivos políticos y el lazo amistoso que había comenzado a surgir tanto entre ellos como entre este último y el resto del grupo prerrevolucionario20; y de hecho, una vez desaparecido Moreno, el entramado de relaciones reivindicó su inspiración en la actividad del Club del Café del Marco21.

Quizá por su intermedio pudo integrarse también Juan Larrea, a pesar de su origen peninsular y de su participación en el grupo republicano que hasta ese momento había sido opositor de los jóvenes ilustrados criollos22. En este sentido, si los factores políticos que unieron a ambos al proyecto de Alzaga de principios de 1809 explican su inserción en la Junta, ello fue complementado en el caso de Moreno por su afinidad, en cuanto criollo, joven y abogado, con el grupo ilustrado de Belgrano, abriendo paso a su inserción y quizá a su rol como conector en la incorporación de Larrea23.

Aun con la ausencia física de Belgrano y Castelli24, la red delineó una personalidad política precisa en la que se hizo evidente su opción por el corte de amarras con el régimen colonial, habiendo logrado a fines de 1810 mayoría en la Junta y contando con elementos en los ejércitos de campaña25 y en otros ámbitos de la administración26. Desde el punto de vista de su programa de acción, pretendía eficiencia en el despacho de los asuntos de gobierno y una creciente ruptura con los valores e imaginarios heredados, como lo expresaba el decreto que suprimía los honores oficiales y establecía una completa igualdad entre los funcionarios:

En vano publicaría esta Junta principios liberales, que hagan apreciar á los pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuacion de aquellos prestigios, que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos de la naturaleza. (...) de aquí es, que á presencia de ese aparato exterior, precursor seguro de castigos y de todo género de violencias, tiemblan los hombres oprimidos, y se asustan de sí mismos, si alguna vez el exceso de opresion les había hecho pensar en secreto algun remedio27.

Temporalmente relajados los vínculos del grupo en el interior de la Junta a causa de la incorporación de los diputados del Interior en diciembre de 1810, pudieron restablecerse en el marco de la Sociedad Patriótica de 181128, la cual brindó un espacio pautado con el cual pudo identificarse la vanguardia revolucionaria opuesta a la tendencia moderada del gobierno. En este sentido, resulta interesante ver cómo si bien la red obviamente no coincidió con la totalidad de los asistentes al Club, por cuanto éstos superaban ampliamente sus elementos básicos, sí se produjo una asimilación ideológica y simbólica de ambos en el imaginario del grupo y en el de la oposición que lo reprimió. En este registro, aparecieron vinculados a sus reuniones Vieytes, N. Rodríguez Peña, Donado, Berutti, French y Larrea junto a recientes morenistas como Miguel de Azcuénaga, o miembros del regimiento "Estrella" como Vicente Dupuy. Si bien sólo se puede probar la asistencia a la entidad concreta de algunos29, la relación del resto queda probada por los testimonios y las medidas de destierro, destitución y juicio que afectaron al núcleo del entramado30. De hecho, hasta Belgrano y Castelli permanecieron vinculados al grupo31.

La asociación se identificó con el entramado permitiendo la incorporación de elementos adicionales como Julián Álvarez, quien actuó como guía de la institución. Es posible, incluso, que fuera su actuación en el Club la que lo dotó del prestigio que le permitió integrarse al grupo, como muestra su trayectoria política y su participación en la Sociedad Patriótica posterior32. Un caso semejante fue el del barcelonés Cosme Argerich, quien si por el momento no apareció vinculado con la red a pesar de su participación en las reuniones del Club, pronto lograría ocupar posiciones relevantes en ella33.

Esta identificación entre Club y grupo radical estuvo clara en el imaginario de los implicados por ambas partes, como muestra el testimonio de Núñez:

El lenguaje anticolonial y firme de la revolución bien entendida, había llegado a hacerse tan reprobable para el presidente y su comitiva, como era criminal para los españoles; ellos decían que esto era volver al sistema de principios proscripto y castigado en la persona del doctor Moreno, que esto era envalentonar a los genios turbulentos, dar alas a los tribunos de la sociedad para continuar prodigando sus doctrinas anárquicas y antisociales (...) (Núñez, 1944, tomo II: 148)34.

De hecho, esta audacia que manifestaban los morenistas en sus reuniones era afín con la que expresó Castelli en el Alto Perú, cuando con un discurso igualitarista proclamó la abolición de la servidumbre indígena (Chiaramonte, 1997: 369-371). Y si observamos la trayectoria de la red hasta ese momento, se ve que cómo con el proceso revolucionario habían comenzado a primar las vinculaciones políticas, desplazando a segundo término las literarias o amistosas, lo que se conectaba  con la aceleración de los acontecimientos y con la fagocitación de la vida privada por la política (Myers, 1999); ello se constataba en las relaciones de Donado con Alvarez o Larrea, las de Rodríguez Peña y Vieytes con  ellos. 

Esta creciente politización de las relaciones se hizo evidente en el destino mismo del Club, el cual creado para la ilustración pública y el fomento del espíritu revolucionario, terminó por unir su destino al de la red de lazos que lo fundó. La prisión y destierro de sus principales componentes significó la inmediata desaparición de la entidad a pesar de que algunos asistentes no hubiesen tenido que ver con el grupo morenista, como lo reflejó el no haber sido afectados por las medidas represivas e, incluso, haber firmado el petitorio de los amotinados35.

El entramado relacional vivió nuevos encuadramientos y reagrupamientos con el avance de la marcha revolucionaria, aunque resulta difícil saber si el conjunto de lazos de comienzos de 1811 reapareció en la Sociedad Patriótica pues no existe una nómina de socios, sino nombres dispersos en las actas publicadas en El Grito del Sud. No obstante, los testimonios la consideraron una resurrección del cub y ella misma se presentó con ese tenor (Berutti, 1960: 3822). Resulta lógico que Vieytes, Peña, Berutti y French se hubiesen incorporado a ella, tal como ocurrió con Larrea, y un elemento que avalaría esta tesis para los dos primeros es que aparecieron luego en la Logia Lautaro teniendo en cuenta que ésta absorbió a aquélla.  La continuidad puede advertirse también en la presencia del Regimiento Estrella en su inauguración36

La Sociedad Patriótica creó, así, un nuevo espacio en el que la red pudo definir su postura política  y enriquecer los lazos que la conformaban. Si ella permitió  la consolidación de vínculos anteriores, por ejemplo respecto de la integración de Álvarez, también posibilitó su ampliación con otros nuevos. Entre éstos fueron  claves las que conectaron a Monteagudo, quien no sólo logró incorporarse al grupo  por su actividad en la Sociedad sino que, simultáneamente, su liderazgo societario se proyectó en el de la red37. Resulta interesante, en este sentido, ver cómo un individuo proveniente de una región excéntrica del virreinato llegó a convertirse en el conductor de un conjunto de acción definido en la marcha revolucionaria. Es obvio que su participación en el movimiento altoperuano y su prédica periodística en la Gazetadesde mediados de 181138, le otorgó un prestigio reconocido a lo que sumó un temperamento capaz de hacer de él un ego coordinador. También hay que contar con su actuación junto a Castelli en el Alto Perú, lo que pudo significar la recomendación para ser aceptado por sus compañeros. Su inserción asociativa, sin embargo, hizo el resto.

Junto a él comenzó a elevarse en el marco asociativo la figura de Alvear39, quien buscaba contactar a los elementos con más claras ideas revolucionarias40 a fin organizar la práctica logista con San Martín y Zapiola. No obstante, su pertenencia a un linaje prestigioso de la región le brindó un elemento social adicional con el que no pudieron contar ni Monteagudo ni San Martín41, hecho que resalta aún más la capacidad del altoperuano para acceder aun lugar destacado dentro la élite criolla a pesar de su oscuro origen y la preeminencia que adquirieron los factores políticos en el establecimiento de los lazos estructurantes de la red y en la vida social en general.

También se integraron un grupo de hombres que ocupó puestos principales en la administración de la entidad como Valentín Gómez y Francisco Planes, quienes fueron elegidos presidentes, Matías Oliden y Manuel Moreno, designados secretarios42, y Tomás Valle y Antonio Sáenz miembros de la comisión para el proyecto constitucional43. Resulta difícil afirmar que la Sociedad fuera una reproducción de las relaciones de la red por cuanto el entramado de lazos que nutrió a ambas no coincidió exactamente; no obstante, se repitió la situación del Club, terminándose de identificar con ella en el imaginario colectivo como reducto de la oposición al gobierno y definida por sus objetivos emancipatorios.

En este sentido, la Sociedad exigió una actitud gubernamental más eficiente respecto de los conspiradores, prédica que llegó a un nivel de presión tal que el ejecutivo debió sancionar un bando:

(...) excitando la Sociedad Patriótica literaria el celo del gobierno para la represión de los conspiradores por la tenacidad, con que los reacios inquietaban la sociedad esparciendo rumores desfavorables, calumnias, malas noticias y cuanto podía distraerlo de tan urgentes negocios, expidió en bando una conminación fulminante en 23 prohibiendo los corrillos de más de tres españoles, pena de ser sorteados y fusilados (...)" (Matheu, 1960: 2425-2426). En una de las sesiones se propuso el castigo impositivo de los españoles y los ciudadanos tibios: "Permitidme que os hable con franqueza: conservamos aun las reliquias de una esclavitud ignominiosa quando contemporizamos tanto con unos hombres, de quienes jamas hemos merecido otras atenciones que las del desprecio, y el odio implacable que juraron á nuestras generaciones. Parece que todos nuestros sacrificios fuesen dirigidos á conservar sus fortunas, y á consagrar la impunidad de los crimenes, y vexaciones con que desde la conquista del pais han afligido á los que tubieron la desgracia de nacer en él44.

También sus miembros exigieron la declaración de la independencia y el dictado de una Constitución que ordenase la vida social y política:

A mí me parece, Señores, que ese origen funesto que buscamos, lo encontraremos en la indefinición de nuestros sistéma, y en la incertidumbre en que estamos de lo que somos, y de lo que seremos. (...) El sábio congreso de Caracas, conociendo la magnitud de males que gravitaban sobre el estado, y los muchos que le esperaban para lo futuro, si permanecia mas tiempo en la indefinicion de sistéma, en que como nosotros se hallaban envueltos, tomó la medida que ya sabeis, y que ya es tiempo tomemos nosotros. Ciudadanos, nada nos puede detener de dar este paso magestuoso: (...) á nuestros gobiernos les tiene mas cuenta depender de un fantasma, que del pueblo45.

De esta manera, buscaban el establecimiento de una Asamblea que determinase estas cuestiones, de allí su intervención en la revolución del 8 de octubre orientada a concretar su convocatoria. Para esa época, la afinidad de objetivos con los oficiales logistas había conducido a la integración de Alvear en la Sociedad. No obstante, ello era sólo la punta del iceberg. En efecto, la participación de la Patriótica en el movimiento del 8 de octubre fue el primer indicio de su progresiva incorporación en la organización diseñada por Alvear y San Martín, la cual sería confirmada en las elecciones de diputados para la Asamblea Constituyente y puede apreciarse en el listado de Zapiola. Esta nómina constituye una muestra clara del modo en que la Logia logró ubicar a sus elementos en puestos claves de poder; así, individuos que participaron en las  experiencias societarias que habían venido nucleando a la vanguardia revolucionaria como Larrea, Vieytes, Monteagudo, Donado, o incluso Gómez y Valle, obtuvieron diputaciones en 1813, mientras que otros como N. Rodríguez Peña y M. Moreno fueron ubicados en el gobierno. Esta vez parecía que el personal de la red se identificaba  con el de la asociación, lo que concretaba el objetivo buscado por sus organizadores.

En efecto, si se quería disciplinar al grupo dirigente para lograr coherencia en la conducción política, lo mejor era que sus elementos coincidiesen con los de la entidad desde la que se impartían las directivas. Así, la nómina de socios se correspondió con el conjunto de funcionarios, conformándose una red política que debía asegurar la univocidad de acción y opinión. Como ha afirmado Mitre: "(...) su influencia se ramificó en toda la sociedad, y los hombres más conspicuos de la revolución por su talento, por sus servicios o su carácter se afiliaron a ella. Los clubs y las tertulias políticas donde hasta entonces se había elaborado la opinión  por la discusión pública o las influencias de círculo se refundieron en su seno por una atracción poderosa" (Mitre, 1940: 167). Y si bien el entramado inicial podría haber subsistido en su seno como una subred, ello no se produjo en cuanto sus lazos se debilitaron por la creciente dispersión de sus miembros46 y la división en el interior de la organización logista.

El testimonio de El Hurón confirma la continuidad entre Patriótica y Logia al marcar la filiación de Sáenz y Álvarez. Respecto del primero, no tenemos suridad de que haya participado desde el principio en la entidad, pero sí del segundo pues su asociación "masónica" codirigida con Manuel Pinto sirvió a los fines disciplinadores y jerarquizadores de la Gran Matriz. En este sentido, tanto aquel periódico como el informe de Zapiola revelan cómo se logró una gran amplitud de reclutamiento incorporando a individuos del sector militar (Guido, Chilavert, Vázquez, Luzuriaga), intelectual o profesional (Agrelo, Anchoris, López, Ugarteche) y eclesiástico (Sarmiento, Vidal, Amenábar, Fonseca). Con posterioridad, algunos de estos lazos se reagruparon en la Logia de los Caballeros Orientales para la lucha contra el régimen directorial, donde reaparecieron junto a Alvear, Larrea, Santiago y Ventura Vázquez y Juan Zufriátegui47.

A principios de 1820, la anarquía en el interior de la Lautaro comprometió a los vínculos que hasta ese momento habían unido a quienes seguían a San Martín, como ha quedado reflejado en los testimonios que aluden al desorden y la traición imperantes en su seno48. La diversificación de las prácticas logistas, el debilitamiento de los lazos de lealtad política y la preeminencia de los intereses personales por encima de la acción colectiva explicaban, según los contemporáneos, su disolución:

Anoche ha estado conmigo el canónigo el doctor Sáenz, del Congreso. (...) me contó que el venerable Pinto había entrado en la Sociedad, titulada del Sol, y que estuvo de acuerdo en las innovaciones. No lo extraño, después de haber visto la conducta propia y papel de arlequín que ha representado el tal coronel mayor, hecho tal sin ninguna campaña. Pero en el día está bien castigada su falta de carácter, porque se ha constituido objeto de desprecio para todos, lo mismo que el fantasmón Terrada. Hombres inconsecuentes y miserables49.

De este modo, la trayectoria recorrida por la red que nucleó a la vanguardia revolucionaria durante los años posteriores a 1810 muestra cómo un entramado de relaciones buscó acceder a distintos espacios y formas de institucionalización según las circunstancias. Si consideramos la experiencia en su totalidad, desde los años anteriores hasta la progresiva desaparición pública o física de sus miembros a mediados de la segunda década del siglo XIX, veremos que la red dio lugar a la conformación de sucesivos "conjuntos de acción" que a largo plazo que contaron con diversos egos conductores pero tuvo una personalidad definida vinculada al programa emancipador y constitucionalista. Resulta fundamental destacar, en este sentido, que las prácticas asociativas iniciales contribuyeron no sólo a consolidar y enriquecer los lazos heredados de la época colonial, sino que permitieron su definición ideológica precisando su lugar dentro de la lucha política del momento.  Estas experiencias brindaron un espacio pautado para crear y alimentar vínculos políticos que si desde la perspectiva individual permitía a sus miembros el acceso a puestos claves y a la circulación de bienes materiales e inmateriales, desde la colectiva contribuía a definir un grupo dentro del proceso revolucionario.  Y lo interesante es que más allá de la coincidencia real entre los miembros de la red política y los de las asociaciones se produjo un mimetismo dentro del imaginario colectivo. Así, si éstas pudieron incluir a elementos neutrales, como marco de acción colectiva se identificaron con ámbito de las prácticas y los discursos del sector radicalizado del grupo revolucionario50.

2. Solidaridades y conflictos en el marco de las prácticas societarias de la red letrada porteña de los veinte

Hemos visto en al apartado anterior la funcionalidad que las prácticas asociativas adquirieron en la formación de conjuntos de acción con operatividad política. Ahora veremos cómo contribuyeron también a la consolidación de otros tipos de lazos, en los que si el factor político no dejó de estar presente, fue claro su desplazamiento a un segundo plano. Es el caso del entramado que conformaron un grupo de individuos de elevada formación profesional y fuerte compromiso con el programa de orden y aislamiento que se había iniciado a comienzos del lustro de 1820, en el que si los componentes partidarios no dejaron de tener peso, la clave estuvo en las relaciones literarias e intelectuales51

Así, reunió a personajes que habían alcanzado su madurez, es decir, que habían arribado a la etapa considerada generacionalmente fructífera desde el punto de vista de la actuación pública, en cuanto unían a los conocimientos teóricos y empíricos en sus propias disciplinas, una larga experiencia en diversos aspectos políticos, culturales, sociales y económicos dados por su vivencia del proceso revolucionario. La mayoría había nacido entre los años 1770 y 1780, lo que implicó una formación universitaria de lineamientos ideológicos semejantes junto a una vivencia directa de la crisis y desintegración del sistema  indiano52.

Prácticamente todos habían terminado sus estudios superiores, aunque algunos habían acumulado conocimientos autodidácticos lo que no impidió, sin embargo, un variado saber, cuyos casos más claros fueron los de Ignacio Núñez y Santiago Wilde, quienes no siguieron cursos universitarios regulares pero manifestaron un concienzudo manejo de los elementos teóricos necesarios en política y economía cuando se comprometieron con el plan rivadaviano. Avelino Díaz, por su parte, había asistido a la Academia de Matemáticas, lo que le dio una capacitación que demostró en el Departamento de Topografía y Estadística en la segunda mitad de 1820. Incluso, Juan Madero, sin certificación institucional, reveló una amplia cultura nutrida de lecturas y reflexiones de diversa fuente que se observó en sus artículos de La Abeja Argentina.

De todos modos, nadie podía dudar  que el grupo aglutinaba a los elementos más cultos de la sociedad porteña de la época, contando entre sus filas a Antonio Sáenz, Valentín Gómez y Juan Manuel de Agüero, todos conectados a los claustros del Colegio de San Carlos, luego del Sud, y en la recientemente creada Universidad de Buenos Aires, junto a los cuales estaban Cosme Argerich, Juan A.  Fernández53 y  Manuel Moreno. La combinación de espíritu cultivado y experiencia pública estuvo ejemplificada en Vicente López, quien completó su formación jurídica con una amplia gama de actividades científicas y literarias (Molina, 2000 y 2001). La red integró, no obstante, a individuos con inclinación poética y dramática como Esteban de Luca y Camilo Henríquez, cuyos versos y obras teatrales contribuyeron a forjar un imaginario patrio de ruptura con el de la estructura colonial, como hemos visto.

Además de los cargos políticos que ocuparon luego de 1810 y que de hecho pudieron servir para el establecimiento de algunas relaciones, nos interesa la experiencia compartida en diversos proyectos asociativos en los que participaron, pues ello quizá les brindó, por un lado, la posibilidad de establecer vínculos literarios y, por otro, elementos de organización que luego aplicarían. Así, Moreno, Argerich, Sáenz y Gómez tuvieron un papel activo dentro de la Sociedad Patriótica de 1812, en la que pudieron ejercitar un ordenamiento eficiente de los trabajos intelectuales y críticos. Por su parte, al menos J. S. de Agüero y Funes participaron de los pasos iniciales de la Sociedad filantrópico-literaria promovida por Castañeda54. Es posible que algún otro de los posteriores implicados en este entramado de relaciones haya participado en ella, en cuanto buscó nuclear a los elementos más prominentes de la élite porteña. Por ello no resultaría extraño que hubiesen estado también Sáenz, López, Senillosa, Juan M. Agüero o Argerich55.

El antecedente clave, no obstante, fue la Sociedad del Buen Gusto del Teatro de 1817, en la que los poetas de la Revolución, López y de Luca, pudieron estrechar lazos con Henríquez56, mientras que Núñez y Wilde fortalecieron vínculos anteriores57. Además de las prácticas novedosas que implicaban la elección democrática y periódica de las autoridades y del respeto por la libertad de opinión, sus miembros intervinieron en actividades en las que la organización del trabajo en comisiones permitió enfrentar la renovación del material dramático.

A todo ello debemos sumar las relaciones que permitieron desarrollar las tertulias en lo de de Luca, las cuales adquirieron un papel aún más destacado cuando la tormenta política amainó después de 1820. Como ha descrito Vicente F. López, estas reuniones permitieron el contacto asiduo de hombres dedicados a las ciencias y la literatura, entre los que se hallaban López, Senillosa, Avelino Díaz, Wilde y Madero. Es bastante probable, incluso, que ella haya continuado paralelamente a las reuniones de la Sociedad Literaria, como ámbito no pautado en el que el mismo elenco de personas podía disfrutar de veladas literarias que, además, aceptaba una participación femenina tácitamente descartada en el marco de aquélla (López, 1944: 199-207).

Durante los años que transcurrieron entre 1820 y 1825 estas personas protagonizaron una serie de asociaciones con distintos objetivos específicos, cuya organización y trayectoria ya hemos visto. No obstante, la entidad que adquirió mayor fuerza aglutinante fue la Sociedad Literaria, por cuanto permitió la integración de hombres pertenecientes a diversos saberes. Así, reuniendo a lo más granado de la intelectualidad de la ciudad integró a individuos con experiencia asociativa como López, Núñez, Wilde, Luca, Henríquez, Gómez, Sáenz, Argerich, Moreno, Rojas, Funes y Agüero, y a otros que hasta el momento no habían participado en este tipo de sociabilidad, como Valentín de San Martín, José S. Malabia, Juan A. Fernández, o de  los que al menos no tenemos noticias al respecto. Es claro que sobre ella convergían nudos relacionales más estrechos, tales los que unían a Núñez y Wilde58, a Gómez y Agüero59, a López y de Luca. No obstante, la labor periodística y literaria emprendida por la institución permitió el cruce y fortalecimiento de otros vínculos. En este sentido, resulta interesante observar cómo las comisiones de edición, redacción y fiscalización de las publicaciones mostraron la intencionalidad de mezclarlos para estrechar sus relaciones.

Del mismo modo que la Sociedad Literaria permitió la ampliación de las díadas y tríadas relacionales, otras entidades profesionales tendieron a fortalecerlas en el marco mayor de la red. Ello permite comprender la vía por la cual se buscaron ciertas incorporaciones a la entidad, algunas con más éxito que otras. De esta forma, en la Academia de Medicina, Fernández y Argerich pudieron alimentar su afinidad profesional nacida en la práctica hospitalaria, fortalecer sus vínculos con Moreno, al que se acercaron en un ámbito alternativo60, y con López, integrado a la entidad por sus aportes a la salud física y psíquica infantil. Por su parte, la Sociedad de Ciencias Físico Matemáticas  contribuyó a delinear otro lugar de sociabilidad científica paralelo, en el que continuaron consolidándose ciertas relaciones, como las de Senillosa y Avelino Díaz61, la de ambos con López, o la de éste mismo con Moreno.

En 1823, a su vez, el empuje reformista dio lugar a la formación de una entidad cuyo objetivo, como vimos, fue difundir el método lancasteriano en los establecimientos urbanos y rurales. En su seno se hizo presente también este entramado junto con las relaciones que algunos de sus elementos buscaron integrar. Participaron en ella Agüero, Argerich, Fernández (posiblemente Juan Antonio), López, Núñez, Wilde y Senillosa, junto a individuos tardíamente incorporados a la Sociedad Literaria como Valentín de San Martín y José María Rojas, o nunca aceptados, como Ramón y Avelino Díaz.

Esto muestra cómo las prácticas asociativas enriquecieron vínculos surgidos en ámbitos laborales y proyectos periodísticos compartidos o derivados de amistades alimentadas con componentes de tipo exclusivamente afectivo, y que si el elemento político no dejó de estar presente como se reveló en el vínculo entre Gómez y Agüero desde 1821, o en el posterior entre López y Moreno62, es claro que no constituyó el eje de un entramado que se organizó sobre la base de intereses científicos e intelectuales que persistieron a pesar las divisiones creadas a partir de 1824.

Sin embargo, sobre todo en la Literaria la red pudo alimentar su definición doctrinaria a través de sus debates, publicaciones y las resoluciones que debieron adoptarse ante diversos acontecimientos63. Si bien seguía de cerca los lineamientos ideológicos gubernamentales, cercanos al liberalismo utilitarista de raíz inglesa (Rodríguez, 1921, t. I: 379)64, no sólo quiso mantener su autonomía para la crítica65 sino que así como Agüero y Gómez eran conspicuos del partido oficial, otros no tuvieron una clara filiación, tal como Argerich, Senillosa o, incluso, López y Moreno, los que terminaron por adherirse al partido opuesto cuando se discutió la federalización de Buenos Aires. En este sentido, hay que marcar que la presencia de Rivadavia o Manuel García resultó marginal en relación con los lazos literarios, lo que no quiere decir que no constituyeran referentes intelectuales en su contexto, ni que no mantuvieran estrechas ligazones con algunos miembros66, sino que su vinculación al grupo nucleado en la Literaria tuvo una coloración más política que intelectual67 y, de hecho, no integraron ni ésta ni las otras entidades sino como socios honorarios.

La fuerza aglutinante de la Literaria se manifestó, sobre todo, cuando la red comenzó a desintegrarse alrededor de 1825 ante la galvanización de la división política. Estas fisuras habían comenzado a entreverse en sus últimas sesiones y, de hecho, fue la reaparición de los conflictos partidarios lo que terminó por sellar su extinción68. Aun cuando quedaban la Lancasteriana, la Academia de Medicina y la de Ciencias es claro que su desaparición facilitó la dispersión de los vínculos69. En este sentido, el pacto de dejar de lado las opiniones políticas que había constituido la base de la entidad, fue violado progresivamente a partir de la convocatoria al Congreso de 1824 y el avance de la cuestión Oriental, cuando varios de sus miembros abandonaron la quietud intelectual para introducirse en la lucha política.

Las actas de sesiones de la Sociedad Literaria constituyen una fuente fundamental para conocer ciertos aspectos que hacen a la dinámica de esta red de relaciones en cuanto da indicios sobre las vinculaciones indirectas, las lealtades individuales, sus fisuras y tensiones. Los debates generados en torno de la organización de la entidad y de las nuevas incorporaciones, por ejemplo, conforman un prisma privilegiado para captar la transitividad, los conflictos y la solidaridad a los que el entramado nucleado en la entidad, dio lugar70.

En este sentido, cabe marcar algunos casos  en los que los miembros de la red que pertenecían a la sociedad como socios de número buscaron integrar algunos de sus propios vínculos personales, candidaturas que no siempre lograron la aceptación, aunque por otras vías pudieron lograr la inserción en la red.  Por el contrario, hubo casos en los que la unanimidad lograda para la incorporación institucional no redundó en una auténtica integración en el entramado relacional. Un caso de lo primero fue el de Ramón y Avelino Díaz, quienes fueron propuestos por Senillosa sin éxito como numerarios (Rodríguez, 1921, tomo I: 348) pero que establecieron contactos por intermedio de éste con López y el resto de los asistentes a la tertulia de Luca y aparecieron más tarde entre los promotores de la Sociedad Lancasteriana71. Un ejemplo de lo segundo estuvo dado por Funes y Malabia, quienes  siendo efectivos socios de la Literaria no lograron una plena actividad dentro de la red, como lo revela su desconexión con la mayoría de sus miembros72.

Pero, por otro lado, las actas de sesiones respecto de las incorporaciones de socios transparentan también las solidaridades y los conflictos en esas relaciones, de  forma que si las aceptaciones de Gómez, San Martín y Rojas reflejaban las afinidades, la dilación de la incorporación de los hermanos Díaz y la de Gil junto con el rechazo de Somellera pueden revelar ciertas tensiones. La aceptación de Funes, además, no sólo como socio sino como editor del Argos, no significó que Agüero y Gómez abandonaran su actitud despectiva hacia él (López, 1944: 227), ni tampoco que el trabajo mancomunado de Núñez y Moreno haya impedido entrever cierta rivalidad respecto de la conducción de la sociedad.

La transitividad relacional permitió, a su vez, el establecimiento de vinculaciones con otros grupos fuera de la ciudad en el intento de estimular una república literaria. Así, la intimidad de lazos que habían desarrollado en el interior de la Sociedad del Buen Gusto debió permitir a Luca, López o Núñez la invitación de Henríquez al proyecto asociativo porteño en calidad de correspondiente chileno, por cuyo intermedio podrían conectarse con los círculos cultos de aquel país, tal como lo revelan las cartas enviadas a la Sociedad dando cuenta de la difusión de El Argos y La Abeja(Rodríguez, 1921, tomo I: 349 y 389). Por su parte, esta transitividad permitió a Tomás Godoy Cruz vincular este grupo con aquel al que él pertenecía en Mendoza, posibilitando contactos literarios expresados en el intercambio de papeles periódicos entre esta entidad y la Lancasteriana mendocina73. Por último, las relaciones extranjeras que tanto Moreno como Senillosa pudieron establecer durante sus residencias fuera de las Provincias Unidas permitieron a la Sociedad conectarse con individuos de lejanas regiones. Así, el primero  ofreció su lazo con el Coronel Duane para obtener su incorporación como correspondiente en Estados Unidos y con el representante de Colombia en este último país, Manuel Torres, en la misma calidad para su país de origen, mientras que el segundo hizo lo propio con un colega suyo de París (Rodríguez, 1921, tomo I: 356).

Como vemos, los vínculos que habían comenzado a establecer los miembros de un sector de la élite cultural en Buenos Aires encontraron en las sociedades surgidas en el lustro rivadaviano pero sobre en la Literaria, espacios aglutinadores en los que pudieron intercambiar conocimientos, opiniones y ejercitar principios que hacían a su formación cívica. En este sentido, las experiencias que algunos habían recogido en proyectos durante la década revolucionaria pudieron ser aplicados en la organización de éstas, además de utilizar y ampliar los lazos forjados en esos mismos años. Estas prácticas nos han permitido observar, además, la forma en que la transitividad permitió a estos individuos establecer nuevos contactos y acceder a otros recursos e instrumentos de acción, usando la dinámica de solidaridades y conflictos que atravesaba este entramado relacional al que pertenecieron.

3. El rol de los lazos estudiantiles: la Sociedad Valeper y la formación de un grupo literario de contenido generacional

Simultáneamente al proceso aglutinante de la Sociedad Literaria, la Academia de Medicina y la Sociedad de Ciencias, se desarrolló la actividad de una entidad sin vinculaciones institucionales con el grupo ilustrado maduro, aunque compartían con él los lineamientos ideológicos del programa de gobierno encabezado por Rivadavia. Tampoco estaban demasiado conectados en el momento de esta experiencia con el gobierno, pues no ocupaban puestos públicos ni se mostraron durante los debates y las reuniones como pasivos seguidores de sus medidas.

En este sentido, dos factores permiten explicar el nucleamiento de estos personajes, por un lado, el elemento generacional, lo que daba al entramado un matiz "juvenilista" ausente en la red anteriormente estudiada74, expresada, por ejemplo, en las discusiones acerca de la incorporación de nuevos socios y en el hincapié sobre su talento y distinción (Rodríguez, 1921, t. II, pp. 442 y 444-445). El segundo, pudo relacionarse con el hecho de que la mayoría de sus miembros recibiera una educación superior en el Colegio del Sud y la Universidad de Buenos Aires, ya que casi todos habían cursado sus estudios medios en la primera institución y estaban realizando sus carreras en Leyes o Medicina en la segunda. De hecho, teniendo en cuenta que los hombres maduros de la élite letrada se fueron agrupando en entidades en las que convergieron sus propios vínculos previos, fue una consecuencia natural que estos estudiantes buscasen estrechar sus relaciones en una propia.

Considerando el rol destacado y polémico que Lafinur había desplegado en su labor docente, aunque lo separase del resto una distancia de edad mínima, uno podría creer que la mayor cantidad de contactos de la red habrían pasado por su persona. Sin embargo, analizadas las relaciones que pudieron conducir a la formación de la entidad y el hecho de que él mismo era originario de otra región y, por tanto, sin mayores lazos en la ciudad75, se podría conjeturar que fue Belgrano el eje de la mayor parte de las vinculaciones en cuanto sobre él convergían vínculos estudiantiles y amistosos76, además de reunirse la asociación en su domicilio particular. A ellos se sumaron Valentín Alsina, también conectado por sus estudios de Derecho, Ireneo Portela, estudiante de Medicina como Alcorta en la Universidad de Buenos Aires, José Lagos y Pedro García, cuya relación con el resto del grupo no ha podido ser explicada ni por la vía estudiantil ni la laboral por falta de datos. No obstante, la figura de Lafinur no dejó de ser clave, pues tuvo un papel importante desde el punto de vista de la conexión con el grupo letrado mendocino. Así se explica que la Valeper fuese elogiada por la sociedad literaria mendocina (Rodríguez, 1921, tomo II: 482) y que Agustín Delgado, miembro de la red letrada cuyana, pudiera compartir con Alsina y Pico la edición de El Mensajero Argentino, entre 1823 y 1824.

La actividad permitió el fortalecimiento de ciertos lazos previos, como los que debieron unir  a Pico y Alsina y que explican que fuera el primero quien presentase al segundo en el seno de la Sociedad (Rodríguez, 1921, tomo II: 447)77. Por su parte, una vez concluida la experiencia asociativa, también Ruperto Godoy pudo mantenerse conectado con sus antiguos compañeros, aplicando algunos de los conceptos asimilados en su seno en la administración sanjuanina de Salvador María del  Carril.

En este sentido, quizá con menor evidencia que en el caso de la Sociedad Literaria dada la falta de información, pero con una funcionalidad similar, la Valeper logró dotar a ciertos vínculos estudiantiles de un marco en el que pudieron fortalecerse y ampliarse con otros, y en cuyo establecimiento la transitividad cumplió un papel clave. Por un lado, contribuyó a consolidar la tríada estudiantil de Belgrano, Alcorta y Godoy surgida en torno a la figura de Lafinur y, por otro, nutrió la afinidad profesional y el vínculo personal entre individuos como Pico y Alsina, quienes tendrían ocasión de reencontrarse en otros ámbitos de estudio como la Universidad o la Academia de Jurisprudencia. Incluso, permitió el surgimiento de ciertas relaciones literarias que explican el abordaje de una tarea periodística conjunta, al menos en el caso de Saravia y García78, y el establecimiento de conexiones indirectas con otros círculos ilustrados provinciales cuyos personajes convergerían en Buenos Aires sobre las relaciones que la entidad contribuyó a crear durante su corta experiencia. Y el sentimiento de pertenencia a un entramado coincidente con los límites de la Sociedad reflejado en normativas que pautaban conductas expresivas de la distinción que implicaba ser  socio y la preservación del grupo original muestra cómo, una vez más, la práctica asociativa permitía delinear una red literaria forjadora de lazos de tipo moderno, que encontró en el orden institucional el marco para establecerlos y consolidarlos.

4. La experiencia asociativa del grupo letrado mendocino

El sector que lideró en Mendoza el proceso de modernización institucional y cultural durante la década de 1820 conformó una red de relaciones que le permitió a sus miembros acceder a diversos medios para aplicar su programa de reformas; en este sentido, les posibilitó el manejo de los diferentes recursos que la nueva vida pública ofrecía: ya fuera la sociabilidad asociativa vinculada a la producción periodística, ya la nueva organización del poder en la que ocuparon cargos desde los cuales concretar aquél. Este núcleo de personas reunía a un sector de la élite de la ciudad que pese a la persistencia de lazos tradicionales, se basaba en general en vínculos de tipo moderno. De hecho, en el proceso de construcción de su identidad como grupo fue vital el enfrentamiento con el cuerpo capitular, el cual actuó como catalizador de una masa de descontentos subsumibles tras la representación corporativa (Molina, 2001b).

Las relaciones que nutrieron a este entramado habían comenzado a consolidarse durante el período de estabilización política del gobierno de Godoy Cruz (1820-1821), en el que surgieron los primeros periódicos y sus miembros ocuparon puestos relevantes. En esa época también, la visita de Diego Thompson dio la oportunidad de avanzar en un proyecto de modernización de la enseñanza que sirvió de aglutinador de vínculos previos a través de la creación de la Sociedad Lancasteriana, lazos que, no obstante, fueron mantenidos hasta por lo menos 1831 cuando el triunfo federal llevó al exilio a  varios de ellos.

Dentro de este entramado hubo personajes que participaron en las experiencias asociativas y periodísticas, mientras que otros tuvieron una actuación secundaria o intermitente apareciendo en algunos momentos y alejándose en otros. Sin embargo, se pueden distinguir dos subconjuntos dentro del tejido relacional, uno de carácter más literario vinculado al periodismo, y otro más político, que si bien pudo transitar por aquél terreno tenía su fuerte en los puestos decisionales de poder. Ambos, no obstante, se mantuvieron en estrecho contacto por medio de hombres que actuaron como intermediarios entre los individuos de uno y otro grupo.

En el marco de la actividad propiamente literaria se hallaron Juan Gualberto Godoy, José María Salinas, José L. Calle, Francisco Borja Correas, Juan Gillies, Agustín Bardel, Lorenzo Güiraldes y Crisóstomo Lafinur, redactores de los papeles que apoyaron la modernización de las instituciones y la vida cultural entre 1820 y 1830.  Fueron compañeros de redacción en El Verdadero Amigo del País, Lafinur, Godoy y Salinas; en El Eco de los Andes, estos dos últimos con Correas y Calle; en El Aura Mendocina, Güiraldes con Godoy; en El Huracán, éste con Correas; y en El Iris Argentino, ambos con Bardel y Calle. Sólo sabemos con seguridad que perteneció a la Sociedad Lancasteriana Güiraldes, seleccionado por ser rector del Colegio, y Lafinur, quien acaba de ser nombrado catedrático en él.  En este sentido, si bien el resto no apareció en el listado inicial de socios, dada la posterior ampliación de la afiliación, no hubiese sido extraña su incorporación teniendo en cuenta los vínculos previos o simultáneos con otro socios fundadores (Molina, Villanueva, Delgado).

Por su parte, Agustín Delgado, Nicolás Villanueva, Pedro Molina, Ignacio Bombal, Bruno García, Juan de Dios Correas, Pedro Nolasco Videla, Pedro Nolasco Ortiz, Vicente Zapata, Tomás Godoy Cruz, Joaquín Sosa y Lima, Francisco Delgado, Pedro Nolasco Mayorga, tuvieron una actividad política  más intensa, ocupando lugares en los nacientes poderes ejecutivo y legislativo. Tres de ellos fueron gobernadores en el período estudiado (Molina, Correas y García, éste como delegado de ambos), otros actuaron como ministros secretarios (Delgado, Ortiz y Videla), y varios fueron representantes en la Sala entre 1822 y 1825 (Delgado, Villanueva, Bombal, García, Sosa y Lima y Godoy Cruz). Es cierto que Molina luego se apartó del grupo79; no obstante, el resto mantuvo un estrecho contacto.

Si bien las relaciones entre los sectores literario y político se daban a través de intermediarios como Agustín Delgado y Nicolás Villanueva, no se puede descartar el rol de los vínculos familiares como los de Francisco Borja y su padre Juan de Dios Correas, el de Godoy Cruz con su suegro Sosa y Lima, o el de los hermanos Agustín y Francisco Delgado. Pero es claro también que Delgado mantuvo una relación cercana tanto con Bardel (con quien colaboró en La Gaceta de Mendoza), como con Godoy, Salinas y Lafinur, pues del mismo modo que Villanueva, redactó con ellos El Verdadero Amigo del País (1822-1824).  A su vez, ambos conocían a Lafinur desde los comienzos del proyecto lancasteriano y Delgado fue quien lo defendió en la Sala ante las insistencias capitulares de expulsarlo de la ciudad. Cabe agregar también que fue ministro de gobierno de Bruno García y de Juan de Dios Correas, en cuyas gestiones se avanzó en la delimitación de los órganos de poder con la eliminación del Cabildo, la creación de la Cámara de Justicia y los proyectos de modificación de los procedimientos electorales para la Sala (Seghesso, 1997).

Un elemento a destacar son los contactos que la red mantuvo con los círculos literarios porteños, algunos de los cuales ya mencionamos. Recordemos, en este sentido, que Lafinur mantuvo sus relaciones con los compañeros de la Sociedad Valeper, entre los que figuraban Francisco Pico y Valentín Alsina, y que a través de la transitividad de lazos pudo vincularlos con sus pares mendocinos antes de partir hacia Chile. En virtud de ello, Agustín Delgado publicó junto a ellos y a Juan Cruz Varela, El Mensajero Argentino (1825). Por otro lado, debemos tener en cuenta la relación de al menos uno de los redactores de El Verdadero Amigo del País con el sector literario porteño, en cuanto actuaba como corresponsal en Cuyo de El Correo de las Provincias redactado en Buenos Aires por F. Lemoine. Por último, hay que agregar que Salinas fue el contacto local de El Argos de Buenos Aires para su distribución80.

Lo particular es que no sólo los miembros de este entramado sentían su pertenencia a él, asimilado con la Lancasteriana y la Sociedad de la Biblioteca, sino que nominaron esa pertenencia para distinguirse del bando capitular en el enfrentamiento que protagonizaron entre 1822 y 1825, nominaciones que fortalecieron la identidad colectiva del grupo.

En efecto, durante los embates con el Ayuntamiento sus miembros utilizaron una serie de calificativos autorreferenciales que expresaban su voluntad de llevar adelante las reformas  para implementar lo que consideraban un efectivo sistema representativo y liberal. Así, se designaban como "hombres enérgicos", aludiendo al esfuerzo que desplegaban en la concreción de las transformaciones jurídicas, políticas y culturales pero también en los embates con el grupo capitular y eclesiástico81.

Por su parte, sus colegas de Buenos Aires los vinculaban con "la juventud" y "las luces"82 dentro de una visión bipolar del progreso social en la que algunos individuos lo promovían al ritmo que otros se dedicaban a obstaculizarlo. La alusión a un supuesto tono juvenilista no condecía del todo, sin embargo, con el hecho de que la mayoría había nacido en torno a 1780, por lo que contaban entonces con unos cuarenta años, tal como Molina, Correas, Güiraldes, Zapata, Sosa y Lima. Más jóvenes eran, en cambio, Delgado, Godoy Cruz, Villanueva, Bombal y sobre todo, Lafinur, J.G.Godoy, Calle y F.B. Correas. Lo de "ilustrados", por su parte, apuntaba a su adhesión a los principios racionalistas e individualistas proclamados por el Iluminismo, pero también al carácter de hombres de letras que poseían debido a una formación esmerada, sistemática en unos y autodidáctica en otros. Esta denominación los identificaba, incluso, con la labor que habían realizado en materia educativa y, más concretamente, con el Colegio de la Santísima Trinidad en el que habían sido profesores, directivos o miembros de su comisión protectora.

Sus contrarios, en cambio, los designaban con motes de fuerte violencia verbal como "perturbadores del orden", "herejes", "inmorales" o "ambiciosos"83, todos surgidos del contexto de conflicto en el que fueron enunciados. Así, lo de "perturbadores" hacía referencia a la consideración de que sus actividades alteraban el statu quo dentro de la distribución de poderes, no sólo en el ámbito de la educación, jurisdicción indiscutidamente atribuida al Cabildo hasta ese momento, sino en otros tales como las facultades legislativas y electorales84. Por otro lado, la acusación de católicos "desviados" tenía que ver con la desconfianza que generaba la aceptación de un sistema de enseñanza elaborado e importado de tierra anglicana y, en cuanto tal, apartado del dogma católico. No obstante, pudo ser también un calificativo estratégicamente adoptado para atraer a los sectores de la grey y el clero local  preocupados por el trastocamiento de la piedad y devoción cristianas.

Lo de "inmorales" apuntaba, a su vez, a la supuesta promoción de escándalos públicos que habían generado con sus denuncias por la prensa, argumento propio de una publicidad de Antiguo Régimen en la que el cuidado de la moralidad individual era una cuestión de responsabilidad comunitaria desde el momento en que la infección de unos podía afectar el destino terrenal y celestial de todos (Lemperière, 1998).  No obstante, también podía relacionarse, siempre en el marco de la misma mentalidad, con la falta de respeto hacia a las autoridades, concretamente el  Cabildo, cuyo honor y prestigio había sido "ultrajado" públicamente.

Finalmente, el mote de "ambiciosos" pareció también vinculado al enfrentamiento en cuanto refería a la administración de las ganancias que la comisión de la Sociedad realizaba85, tarea financiera puesta en duda por el Cabildo en un cruce sugerente entre el principio de publicidad y juicio de los actos de gobierno que permitía y exigía el nuevo régimen político, y la persistencia de la idea del escándalo como develamiento de hechos que debían quedar ocultos.

Las relaciones que unían a los miembros de este grupo se fueron consolidando, así, en diversos contextos en los que ante aparentemente inmediatos objetivos de lucha fueron revelando una continuidad de lazos y un programa político mucho más persistente de lo que parecía a primera vista. En vista de la sucesión de enfrentamientos con el Cabildo, escalonados entre 1822 y 1824, se puede pensar que la estrategia del grupo fue convencer a la sociedad local de la necesidad de una modernización institucional que dejaba afuera a aquél. En este sentido, tácitamente por medio de su acción en la Lancasteriana o explícitamente por medio de la prensa y la acción gubernamental, fueron creando la situación para que esa resolución no fuese interpretada como una medida revolucionaria.

Las vinculaciones que nutrieron este entramado permitieron a sus miembros participar en las diversas instancias que la nueva publicidad literaria y política creaba, compensando los recursos a los que unos u otros pudieron acceder con vistas a los objetivos generales de su acción colectiva. Así, hubo algunos personajes que no aparecieron en el listado de la Lancasteriana pero sí en la lista de suscriptores de sus diarios, en el de la Biblioteca Mendocina o en cargos políticos fundamentales. En este sentido, cabe marcar que, por un lado, al menos durante el enfrentamiento con el Cabildo se produjo una absoluta identificación entre el grupo letrado y la Sociedad Lancasteriana, pues si las relaciones que implicaban al primero rebasaban los límites de ésta, en la lucha se produjo una asimilación tanto en el imaginario como en el léxico nominativo que usó su opositor capitular. Pero, por otro lado, resulta sintomático también que tanto entre 1822 y 1824 como en 1830 y 1831, los individuos comprometidos con el programa modernizador buscasen nuclearse en ámbitos pautados, reconociendo su eficacia como base para una acción colectiva con vistas a las reformas pretendidas. En este sentido, es claro que las sociedades contribuyeron no sólo a los fines de consolidar ciertos lazos, sino también a alimentar su identificación como grupo definido en la sociedad y la política de la época.

5. Formas de sociabilidad y trayectoria de la "red" romántica

La mayor parte de los trabajos que se han ocupado del romanticismo en la Argentina han dado por sentado los contactos y la afinidad ideológica de sus protagonistas y se han ocupado directamente de definir su pensamiento, explicar sus influencias doctrinarias o marcar las adaptaciones de los aportes filosóficos foráneos.   No obstante, resultaría interesante escudriñar la dinámica interna del movimiento para descubrir en qué marcos asociativos se desarrollaron sus lazos y nutrieron de su afinidad ideológica. Este tipo de preocupaciones no pueden ser resueltas sólo por el método generacional en cuanto él no permite comprender por qué personas que por su edad pertenecerían a ella no se identificaron con su programa, por qué razón otras mayores o menores sí lo hicieron y el modo en que algunas que no participaron en sus primeras  actividades asociativas lograron convertirse, más tarde, en sus referentes. La noción de generación tampoco permite descubrir los procedimientos por los que individuos separados por miles de kilómetros, dispersos en el país o los estados vecinos, pudieron pensar del mismo modo, ni tampoco  el mecanismo por el que su pertenencia grupal influyó en su pensar. Por eso consideramos interesante observar aunque sea brevemente cómo jugaron en su consolidación y trayectoria las diferentes formas de sociabilidad en las que sus lazos se fueron fortaleciendo (Molina, 2000b). 

En este sentido, habría que integrar no sólo a los lazos que podríamos definir como núcleo de la red sino también a los que conectaban a individuos que actuaron sólo en algún momento86 e, incluso, a personas que por su edad no pertenecerían a la generación pero que participaron en la dinámica de sus relaciones, como Vicente López87 y Mariquita Sánchez, quienes no sólo comulgaron con las ideas de sus hijos sino que llegaron a tener un trato intelectual especial con éstos y sus amigos. Por último, hay que tener en cuenta a figuras que actuaron como conectores entre grupos, como fue Andrés Lamas (Pena de Matsushita, 1985: 315-333), quien mantuvo vínculos estrechos con el grupo argentino88

Tanto la participación en los mismos ámbitos de sociabilidad formal (Asociación de Estudios Históricos, Gabinete y Salón de Sastre, Asociación de la Joven Argentina) e informal (tertulias en lo de Alcorta, Cané y Mariquita Sánchez) y la correspondencia analizada permiten observar la existencia de una fuerte relación personal entre quienes se reconocían parte de este grupo, favorecida también por una vida universitaria compartida en Buenos Aires y  por la dura experiencia del exilio sufrido en Montevideo y Chile.

Hay casos en los que esos contactos pueden ser inferidos a partir de las vinculaciones indirectas y la transitividad, como ocurre con Sastre, de quien, por ejemplo, no sabemos que haya tenido un trato directo con Mariquita pero que puede suponerse por la asistencia de ella a la inauguración del Salón Literario (Weinberg, 1977, p.47) y la asociación a éste de su hijo Juan, o como pasó con Cané, tempranamente en Montevideo, de quien resultaría increíble no haya conocido personalmente a Echeverría, teniendo en cuenta que había conformado con algunos de los emigrados la Asociación de Estudios Históricos, compartido tertulias en lo de Alcorta y sido compañeros en la Universidad de Buenos Aires; de hecho, Cané integró la filial montevideana de la Joven Argentina.

En esta línea, ciertas relaciones amistosas se convirtieron en núcleos a partir de los cuáles se generaron contactos, como ocurrió con Alberdi y Gutiérrez, quienes habían cursado en los mismos claustros y pudieron consolidar su amistad en el Salón Literario y en la  Joven Generación Argentina, nutriéndola luego en el exilio en Montevideo y en el viaje a Europa89, al calor de la cual surgieron otras relaciones; así, Gutiérrez introdujo a Alberdi en el círculo íntimo de su protectora Mariquita y lo acercó a Manuel Quiroga Rosas.

Las diversas instituciones asociativas que experimentaron antes del exilio resultan claves para explicar, aunque sea en parte, la conservación de los vínculos a lo largo de los años posteriores a 1840. En este registro, si resultaron importantes las primeras tentativas de organización de los lazos estudiantiles en la Asociación de Estudios Históricos y el Salón Literario, la Asociación de la Joven Generación Argentina, en cambio,  adquirió un rol simbólico fundamental al permitir la determinación del credo político que precisando objetivos, aclarando fines e intentando definir procedimientos, brindó al entramado la doctrina que sirvió de vínculo una vez iniciado el éxodo. Por otra parte, el que la institucionalización fuera reforzada con un juramento permite comprender la fuerza de la ligazón afectiva y psicológica que estrechó a sus miembros, lo mismo que su clandestinidad, al crear la dependencia interindividual y del conjunto. Pero además, ella impulsó la difusión doctrinaria hacia otros puntos geográficos, ampliando las vinculaciones junto a la extensión de su proyecto político.

En este sentido, la sociedad instaurada en San Juan por Quiroga Rosas permitió el restablecimiento de un espacio de debate y estudio especial a partir de las relaciones que previamente lo habían unido a Sarmiento, Cortínez y Gómez, posibilitando el contacto de estos jóvenes con los que él había establecido en Buenos Aires. Ello contribuyó, por ejemplo, a que Sarmiento, una persona que no compartió la vida universitaria ni las experiencias asociativas porteñas, pudiese incorporarse a la red e incluso convertirse en exponente de sus ideas en un momento dado90. De hecho, el grupo sanjuanino constituyó un subconjunto bien definido si se tiene en cuenta la estrechez de las vinculaciones entre Quiroga Rosas, Aberastain, Cortínez, Rodríguez y Sarmiento, que no sólo tenían antecedentes en la vida escolar sino que paralelamente a la experiencia de esta asociación los habían consolidado en otras formas de sociabilidad también "civilizadoras" de las costumbres como había sido la Sociedad Dramática Filarmónica,  El Zonda y el Colegio de señoritas de Santa Rosa (Hudson, 1931: 323-324).

También el Club de los Cinco puede considerarse como un subconjunto dentro del entramado  relacional más amplio como desgajamiento faccioso de la Joven Argentina volcado a una acción conspirativa. Así, si bien Tejedor, Peña, Corvalán, Lafuente y Albarracín  habían compartido con el resto los avatares de la sociabilidad estudiantil, el entusiasmo del Salón y las inquietudes de la entidad impulsada por Echeverría, estrecharon sus lazos para nuclear  a las fuerzas opositoras, como hemos visto. 

El salón de Mariquita cumplió, por su parte y en su informalidad, un rol clave tanto durante su actividad en Buenos Aires como en sus reuniones montevideanas, pues prácticamente todos los miembros de la red que residieron o pasaron por esa ciudad asistieron a él, accediendo a los recursos socioeconómicos que su anfitriona podía brindarles: desde Gutiérrez, Alberdi y Echeverría, hasta Sarmiento, V.F. López, Mármol y Rivera Indarte. 

De esta forma, si en las etapas previas al exilio, la sociabilidad asociativa había resultado importante por crear espacios en los que la estabilización de las relaciones garantizaba su consolidación, a partir de esos años fue la informal de las tertulias la que cumplió esta función. Tanto los que se quedaron en Montevideo como los que arribaron a Chile, se reunieron periódicamente con el fin de intercambiar opiniones literarias o políticas y compartir el recuerdo de la Patria abandonada. Sarmiento, por ejemplo, se detenía en sus cartas en el encuentro que había tenido con algunos de sus colegas al pasar por aquella ciudad camino a Europa. Pero, por otro lado, la correspondencia muestra también el modo en que los lazos se mantuvieron y circularon las ideas, retomando lo debatido en los discursos del Salón y lo proyectado en las reuniones de la Joven Argentina91. La discusión y la crítica de obras, artículos, opúsculos obligaron a los interlocutores a definir posturas, aclarar conceptos  y precisar opiniones y, en este sentido, constituyó una de las vías privilegiadas para lograr la comunión de nociones básicas como  la idea de progreso social, el rol que la Revolución Argentina había tenido en él, el peso que los factores geográficos y culturales poseían en la vida política. Ejemplo de esto fue Vicente López enviando copias de manuales y traducciones de los doctrinarios y eclécticos franceses a su hijo en Chile, o Quiroga Rosas y Sarmiento recibiéndolos en San Juan desde Buenos Aires y Córdoba.

En esta misma línea, el pedido de crítica o prologamiento de obras constituye otro aspecto para explicar la consolidación de la identidad grupal, pues revela cuánto importaba a sus miembros el juicio de los pares  y la marca de su prestigio. Sarmiento se preocupó de que Gutiérrez realizase una crítica a su Facundo por la prensa, mientras que Rivera Indarte hizo llegar sus artículos en El Nacional hasta Corrientes, en donde residía Juan Thompson, por intermedio de una Mariquita que se quedaba con su propio ejemplar92. A esto se sumó la  distribución de los trabajos entre los integrantes de la red, hecho del que también Sarmiento dio el ejemplo al valerse de los contactos de Gutiérrez para alcanzar su Facundo a los emigrados en Montevideo93. Era natural, entonces, que la referencia o crítica de las obras se hiciese también en relación con terceros, de modo que no fue extraño que Frías criticase La República Argentinade Alberdi en carta a Thompson, ni que Sarmiento alabase a Mármol en otra a Gutiérrez.

La participación en las mismas empresas periodísticas contribuyó a reforzar también la reflexión colectiva y a alimentar su pertenencia. En este sentido,  como hemos visto, La Modahabía reunido a un parte de ellos antes de la partida y cuando todavía parecía posible cierto colaboracionismo con Rosas. Alberdi, Corvalán, Gutiérrez, Quiroga Rosas, V.F.López, Tejedor, Peña, fortalecieron sus lazos en un contexto literario en el que la modificación de las costumbres se presentaba como una reforma muy lejos de ser un inocuo proyecto de sofisticación social. Luego fueron El Nacional, El Tirteo, El Talismán, ¡Muera Rosas!, y otros que, convertidos en armas de lucha política, funcionaron también como ámbitos de consolidación de identidad grupal, pues prácticamente todos los emigrados argentinos residentes en Montevideo realizaron alguna colaboración en ellos, acompañados en la brega por Lamas, fundador y redactor del primero en equipo con Miguel Cané. Por su parte, El Mercurio, El Progreso y la Revista de Valparaíso, hicieron lo propio en el país trasandino, constituyéndose en vehículos de difusión del ideario romántico, espacio para el debate y la refutación a los escritores chilenos y, en este aspecto, ámbito de nutrición de un sentir argentino.

En relación con esto último, es claro que la vivencia de un mismo exilio constituyó un elemento adicional para la consolidación de los vínculos personales, desde dos perspectivas. Por un lado, porque el residir en un lugar extraño acercó a las personas conocidas, reforzando la amistad sobre la base de una necesidad afectiva, psicológica y "material"94. En este sentido, ella podía brindar no sólo compañía y contención en los momentos de nostalgia, sino también contactos para ingresar a otros círculos de sociabilidad y recursos de subsistencia.  Pensemos en el caso de Alberdi, quien por intermedio de Gutiérrez pudo acercarse a Mariquita en Montevideo y acceder a los funcionarios y diplomáticos franceses que podían ayudar a los emigrados en la lucha contra Rosas, o en V. F. López al arribar a Chile contando  con su reciente amistad con  Sarmiento, residente más antiguo en esas tierras y que, en virtud de ello, pudo brindarle vinculaciones para integrarse en la vida literaria y universitaria. Otro caso fue el de Mármol, quien si bien no tuvo una relación cercana con este último, fue visitado por él durante su estancia en Río de Janeiro.

Pero, por otro lado, el peso de una misma melancolía por la patria abandonada y por la ignominia de la persecución contribuyó a la identidad y el fortalecimiento de los lazos95. El sentirse distinto del "otro" chileno alimentó, así, una identidad nacional en la que la "argentinidad" comenzaba a erigirse como un ser  diferente, por lo que la emigración no sólo consolidó a la red como entramado relacional y lo asimiló al ideario romántico, sino que promovió un incipiente sentimiento de nacionalidad superador de las diferencias regionales y provinciales (Myers, 1998: 412).

La trayectoria de la red de relaciones que conformaron los jóvenes románticos muestra al menos dos aspectos de la relación entre las formas de sociabilidad posrrevolucionaria y los entramados que integraron a ciertos sectores de los grupos dirigentes. Por un parte, lo que ya vimos en los casos anteriores respecto de su función como espacio para la consolidación de lazos previos y el establecimiento de otros nuevos a partir de la transitividad que los entramados permitieron, favorecida por la institucionalización y regularidad brindada por los marcos asociativos. En este sentido, las recurrentes reuniones de un mismo grupo de personas y las actividades realizadas en su seno conformaron factores claves en el fortalecimiento de vínculos personales de tipo moderno, es decir, voluntarios y de algún modo contractuales, tal como incluso puede entenderse a la amistad más allá de sus connotaciones afectivas.

Pero, por otro lado también, hemos visto cómo un conjunto de individuos densamente conectados fue seleccionando diversas formas de sociabilidad de acuerdo a los objetivos inmediatos que se fueron planteando, optando por modalidades más o menos pautadas según las necesidades intelectuales y políticas, pero también de acuerdo al contexto de su actuación.

6. Consideraciones finales sobre las relaciones entre formas de sociabilidad, redes políticas y literarias

Hemos observado hasta aquí la íntima conexión que existió entre el desarrollo de determinadas prácticas de socialización y la conformación de ciertos entramados relacionales, tanto desde el punto de vista del establecimiento de los lazos que los constituyeron como desde el de la acción colectiva que pudieron emprender en un momento dado. Por otro lado, ha quedado evidenciada la posibilidad de un doble camino metodológico, ya que si podemos servirnos de las redes políticas e intelectuales para profundizar el estudio de las funcionalidades de las formas de sociabilidad surgidas en la primera mitad del siglo XIX, también podemos utilizar a éstas como prisma para analizar la morfología y la dinámica de un conjunto determinado de vinculaciones. En este sentido, hemos podido observar en qué medida han sido causa y consecuencia de la trayectoria colectiva de grupos que organizaron en ellas sus objetivos y definieron su referente ideológico.

Ha resultado claro que las relaciones han sido complejas en la medida en que pocas veces han coincidido exactamente los grupos de personas que conformaron las asociaciones y las redes. Hemos visto desde experiencias en las que se produjo una coherencia plena entre los individuos que se hallaban afiliados a una sociedad y los que pertenecía a un cierto entramado social, hasta aquellos en los que el espacio asociativo constituía una especie de subconjunto dentro de la red. En esta línea, el nudo relacional al que dio lugar la Sociedad Valeper y el que coincidió con la Logia Lautaro representó ejemplo de lo primero, por cuanto en ambos se buscó una identificación material en el grupo de individuos implicados. Por su parte, las sociedades patrióticas conformaron una buena muestra de que no siempre los límites asociativos llegaron a aglutinar los lazos de un determinado grupo, sino que superaron ampliamente la coincidencia exacta; no obstante, hemos visto también cómo su actividad pública llegó a producir su asimilación en el imaginario colectivo, hasta el punto de que en el caso de la de 1811, el desplazamiento político del sector partidario vinculado con ella significó la virtual desaparición de la entidad.

La trayectoria de los grupos políticos y literarios referidos ha permitido observar que la forma asociativa adoptada fue adecuada a los objetivos planteados y cada espacio de sociabilidad se convirtió en la base para sus actividades públicas. De este modo, el grupo morenista optó por una modalidad en la que primaba la finalidad cívico-pedagógica pero que ofrecía también un marco de agitación para presionar al sector oficial más  moderado. Por su parte, los fines literarios y científicos del grupo letrado "maduro" porteño como el de los jóvenes de la Valeper, determinaron la conformación de una entidad que favoreciese la discusión  sobre cuestiones filosóficas, artísticas y científicas.

La influencia ejercida por los objetivos colectivos del grupo en la opción asociativa se vio aún más claramente en las distintas entidades en las que se fue integrando el entramado romántico rioplatense, pasando de la organización de tipo estudiantil con vistas a completar los estudios universitarios, a la elección de una entidad clandestina que ocultara a los ojos del gobierno los planes de reforma que se proponían. De hecho, ello resultó evidente en las diversas modalidades que adoptaron los mismos subconjuntos, pues si el Club de los Cinco se diferenciaba de la filial de la Joven Argentina de San Juan por la inmediatez de sus planes conspirativos, ésta se caracterizó por la prioridad dada a  las discusiones doctrinarias.

Por otro lado, las asociaciones sirvieron a la definición ideológica de los grupos en cuestión al darles una personalidad definida en su propio contexto de actuación. En el Club del Marco o la Sociedad Patriótica, por ejemplo, el sector morenista determinó su orientación independentista y constitucionalista, y ello  tanto para sí como para el resto de la sociedad que actuaba como espectadora, dejando clara su pretensión de definición jurídica de la situación rioplatense respecto de España. En su momento, también la Joven Argentina porteña delimitó los puntos hacia los cuales debía orientarse la actividad colectiva de sus miembros, ordenando y jerarquizando los problemas a considerar de acuerdo con la urgencia estipulada por las condiciones sociales existentes; así, si en 1838 todavía era posible pensar en una modificación de lo social como tópico previo y prolegómeno de lo político, este último aspecto se volvió clave a partir de la represión que siguió al descubrimiento de la conjuración de 1839, de allí que las entidades de Córdoba y Tucumán fueron organizadas para un reclutamiento político-militar.

Si bien el enfoque que adoptamos aborda sólo un fragmento tanto de la multiplicidad y potencialidad de vínculos de las élites como de las mismas formas de sociabilidad, en la medida en que nos hemos centrado en los modos relacionales políticos e intelectuales, creemos que propone sugerentes vías para repensar los intersticios por los que se fue construyendo una clase política nacional. En este sentido, permite detectar los trayectos por las cuales se conectaron los grupos letrados provinciales entre sí y los derroteros que podían seguir sus miembros. Así, si Julián Alvarez o Monteagudo lograron obtener predicamento en el sector más radical debido a su rol como conductores de las sociedades patrióticas habiendo partido de una situación marginal respecto de la vida política porteña, también Sarmiento fue buen ejemplo del modo en que la inserción asociativa creó vínculos literarios nuevos que se podían utilizar en la propia carrera intelectual. A su vez, las relaciones entre el grupo mendocino aglutinado en la Lancasteriana con los miembros de la Sociedad Literaria y la Valeper, evidenciaron cómo se establecieron los lazos entre élites locales diversas y las solidaridades e integraciones que ello podía producir en la vida pública.

Por último, no conviene olvidar que los mismos protagonistas atribuyeron a la sociabilidad asociativa una fuerza aglutinante fundamental, en cuanto creían que podía otorgar a sus movimientos la eficiencia requerida para la obtención del poder político o para acumular el capital cultural necesario para justificar sus esfuerzos "civilizadores", tampoco se puede dejar de marcar que más allá de las consideraciones de sus actores, las modificaciones en las formas de socialización permitieron a las élites establecer lazos en los que el parentesco y la pertenencia corporativa pasaron a un segundo plano. En este sentido, habían comenzado a sustentarse en criterios voluntaristas vinculados con la vida política y con la concentración de poder científico e intelectual, los cuales conformaban la base simbólica que justificaba la reivindicación del liderazgo modernizador en su propia sociedad96.

Notas

1 Para una síntesis crítica de la metodología de redes, Dedieu y Moutoukias (1998) y Moutoukias (1998).

2 François Xavier Guerra ha marcado que un individuo pertenece a diversos grupos, lo que hace necesaria la consideración de distintos factores al delimitar su identidad. La prioridad que demos a alguno constituye un recurso analítico y no implica que una persona pueda ser sólo aprehendida sólo desde el aspecto seleccionado. "El análisis de los grupos sociales: balance historiográfico y debate crítico". (Guerra, 2000).

3 Para una concepción similar pero con hincapié en la propiedad de las redes sociales como instrumentos para inferir el comportamiento social de sus miembros ver Mitchell (1969). Por su parte, Barry Wellman maneja una noción bastante más amplia (Wellman, 1997).

4 La psicología de grupos define la facción como una agrupación colectiva temporaria para fines determinados (Moutoukias, 1998). 

5 Estos conjuntos suelen estar conducido por un ego que actúa como guía del grupo, estableciéndose una jerarquización de los vínculos en su interior (Mayer, 1980). 

6 La función social del lazo amistoso y la transitividad de relaciones en un entramado son clave (Wolf, 1980).

7 Giovanni Levi ha llamado la atención sobre la dinámica de la "racionalidad selectiva" como el proceso que permite a los individuos moverse según valores, ideas y pautas de conducta que adquieren sentido en cuanto son compartidos por el grupo al que pertenecen (Levi, 1993).

8 Del testimonio de Enrique Martínez se desprende que el núcleo inicial lo conformaron los seis primeros y luego se amplió con Paso, Darregueyra, Chiclana y Tagle. Es claro que esta incorporación se produjo en las vísperas de Mayo por cuanto alude también a Saavedra, Terrada, Viamonte y Rodríguez (Martínez, 1960: 526-527).  También Saavedra confirma el estrecho lazo que unió al citado núcleo de individuos (Saavedra, 1960, pp. 1058 y 1062. Por otra parte, las relaciones se reflejan en las cartas incautadas a Diego Paroissien al ser detenido en 1808 y en las declaraciones a las que dio lugar la Causa Reservada. (Biblioteca de Mayo, tomo XI, 1961: 10297).

9 Estos lazos pueden explicar la influencia asociacionista de Belgrano sobre Vieytes (Belgrano, 1960: 956-957).

10 "S. Rodríguez Peña a J. J. Castelli", 24-10-1808 (MayoDocumental, 1962: 123-124).

11 "Copia de la declaración prestada por Paroissien sobre las cartas que conducía de S. Rodríguez Peña", 22-11-1808 (MayoDocumental, 1962: 241-244).

12 "Carta del presidente de la Junta de Buenos Aires, don Cornelio Saavedra, al coronel comandante de una división en el ejército de insurgentes al mando de don Antonio Balcarce situado en el Alto Perú, don Juan José Viamonte". (Saavedra, 1960: 1095).

13 La abuela materna de Castelli era hermana del abuelo paterno de Belgrano (Chávez, 1944: 48).

14 Esta institución se convirtió en un espacio de sociabilidad para el sector criollo en ascenso (Navarro Floria, 1999).

15 El grupo firmó el memorial enviado a la Infanta Carlota en setiembre de 1808. Para la acción conspirativa a la que el proyecto dio lugar Segreti (1997).

16 Para una síntesis del pensamiento de Belgrano ver Navarro Floria (1999: 154-164) y para Vieytes, ver el trabajo preliminar de Weinberg (1956: 13-32).

17 Respecto de las fuentes ideológicas de ambos sigue siendo clave el estudio de Tulio Halperín Donghi (1961).

18 Los testimonios remarcan esta ubicación inicialmente marginal de Moreno dentro del sector que había accedido al poder en mayo y el modo en que logró obtener su liderazgo hacia mediados de año.

19 La radicalización de la postura ideológica de la red se produjo bajo el influjo de Moreno, cuyas ideas eran afines con el pensamiento de Castelli. Para un estudio del pensamiento morenista y sus fuentes ideológicas ver Goldman (1989, 1990) y Egües (2000).

20 Carta de Belgrano a Moreno, Santa Fe, 8-10-1810 y Bajada del Paraná, 20-10-1810 (EpistolarioBelgraniano, 1970: 65 y 67).

21 Así lo reconocía el sector oficialista al que se oponía. Ver el "Manifiesto sobre los antecedentes, y origen del suceso de la noche del 5 y 6 del corriente". Cfr. Gazeta Extraordinaria, 15-4-1811. 

22 Recordemos que Juan Larrea y Domingo Matheu fueron los únicos españoles de la Primera Junta y que debieron su inclusión a su participación en el partido republicano de Alzaga (Ramallo, 1968: 7-8 y 48).

23 Más allá de esta intermediación, Larrea estableció lazos directos con los individuos de la red por cuanto se mantuvo vinculado a ellos aún después de la muerte de Moreno.  Respecto de su integración  al grupo por intermedio de Moreno es sintomática la carta de Belgrano a éste, en la que alude a Larrea con gestos que revelan el aprecio político de su figura. Curusuquatiá [sic], 13-11-1810 (EpistolarioBelgraniano, 1970: 73).

24 La conservación de los vínculos con Castelli queda confirmada por un pasaje en el que Saavedra alude a las resoluciones de éste de vengar a sus amigos afectados por las medidas de abril (Saavedra, 1960: 1062).

25 Vieytes fue auditor de guerra en las fuerzas de Ortiz de Ocampo y tuvo un rol clave en el abastecimiento de la expedición al norte comandada por  Castelli (Cutolo).

26 Donado fue nombrado acalde de barrio en esa época.

27 "Orden del dia". Cfr. Gazeta Extrordinaria, 8-12-1810.

28 Al producirse la votación para su incorporación, los compañeros de Moreno lo abandonaron y siguieron a Saavedra.

29 "Representacion dirigida por la sociedad patriótica á la Excma. Junta  y decreto que se le puso". Gazeta de Buenos Ayres, n. 42, 28-3-1811.

30 Entre las peticiones de los amotinados no sólo se exigió la destitución de Vieytes, N.Rodríguez Peña, Azcuénaga y Larrea de la Junta, y de Berutti y French de sus cargos militares, sino que se reclamó un informe de Belgrano sobre su actuación en el Paraguay. Ver el "Oficio de los alcaldes á la Excma Junta dirigiendole las diez y ocho peticiones del pueblo: y pidiendo su cumplimiento". Gazeta Extraordinaria, 15-4-1811. Las medidas represivas también alcanzaron a otros miembros de la red del Club, como Donado y Felipe Cardoso. Gazeta de Buenos Ayres, n. 69, 3-10-1811.

31 Carta de Belgrano a Rivadavia, Jujuy, 19-8-1812 (EpistolarioBelgraniano, 1970: 155) y carta de Belgrano a Saavedra, Tucumán, 29-12-1812 (EpistolarioBelgraniano, 1970: 174).

32 Álvarez había estudiado derecho y se había doctorado en Córdoba y Charcas, y hasta ese momento no había tenido ningún papel en la política revolucionaria, pero fue detenido en abril, lo que refleja su integración en el grupo morenista (Gelly, 1844).

33 El hecho de que no fuera afectado por la represión de abril revela su desconexión con las relaciones de la red a pesar de su participación en el Club; más tarde tendría un rol  prominente en la patriótica de Monteagudo, situación parecida a la de Matías Oliden, también miembro de ambas instituciones.

34 Los comentarios de Guadalupe Cuenca a su esposo revelan la conexión que existió entre el grupo, el Club y la represión saavedrista. Así, en una de sus cartas se refería al sufrimiento de los desterrados y a la campaña difamatoria contra Castelli y Moreno. Buenos Aires, 20-4-1811 (Williams Alzaga, 1967: 71). En otra alude a la humillación sufrida por Belgrano por la suspensión de su grado militar y el juicio por su proceder militar. Buenos Aires, 9-6-1811 (Williams Alzaga, 1967: 79).

35 Tanto Ignacio Alvarez Thomas como Florencio Terrada eran miembros del Club pero aparecieron entre los coroneles y tenientes que apoyaron el motín cívico militar de abril. 

36 La crónica de la inauguración alude al acompañamiento musical del Regimiento. Cfr. El Grito del Sud, n. 20, 17-1-1812.

37 No sólo fue el organizador de la entidad, pronunciando el discurso de apertura, sino que fue secretario y presidente. La Gazeta de Buenos Ayres, n. 20, 17-1-1812 y El Grito del Sud, n. 14, 13-10-1812, n. 15, 20-10-1812, n. 24, 22-12-1812 y 26-1-1813. La proyección del liderazgo fuera del marco de la sociedad sobre el grupo se reveló en la conducción del movimiento de la plaza mayor durante la revolución del 8 de octubre de 1812. 

38 En ello debió ser clave su defensa del grupo desplazado en abril. Ver "Causas  de las causas". Cfr. Gazeta de Buenos Ayres, n. 14, 20-12-1811.

39 Fue vicepresidente en dos ocasiones. Cfr. El Grito del Sud, n. 14, 13-10-1812 y n. 24, 22-12-1812.

40 Tal como sostenía Matheu "(...) no se podía descollar sin ser uno parte de tantos focos en ebullición que convergían a la patria nueva" (1960: 2471).

41 Resulta sintomático que a diferencia de Alvear, San Martín y Zapiola no aparecieran entre las autoridades de  la  Sociedad,  y de hecho no puede ser ratificada su asociación por cuanto no disponemos del listado de socios; sólo Matheu alude a su participación (1960: 2471).

42 Cfr. El Grito del Sud, n. 14, 13-10-1812, n. 15, 20-10-1812, n. 24, 22-12-1812 y s/n, 26-1-1813.

43 Cfr. El Grito del Sud, n. 18, 10-11-1812.

44 Sesión del 24-9-1812, Idem, n. 12, 29-9-1812.

45 Sesión del 29-9-1812, Idem, n. 14, 13-10-1812. Ver también sesión del 9-10-1812.

46 Moreno había fallecido a comienzos de 1811, Castelli murió en 1812 y Vieytes en 1815. Belgrano alternó la vida militar con misiones diplomáticas que lo mantuvieron alejado de la política porteña, mientras que Berutti y  N. Rodríguez Peña se enrolaron en el Ejército de los Andes; el último terminó por radicarse en Santiago de Chile, luego de su liberación en 1818. S. Rodríguez Peña, luego de una existencia azarosa en la que corrió la misma suerte que su hermano debido a su filiación alvearista, terminó en el destierro como Larrea, quien de todos modos se vinculó a la nueva red política surgida bajo la égida de Alvear en Montevideo. Donado, fue confinado a San Luis por tres años también por su complicidad con la facción desplazada en abril de 1815.

47 Todos ellos habían sido afectados por las medidas de destierro dictadas por la justicia civil y militar (Berutti, 1960, p. 3878). El objetivo aglutinador de la red tuvo efecto duradero, pues los lazos políticos y las lealtades personales persistieron mucho tiempo.

48  Cfr. Carta de Zañartu a O´Higgins, Montevideo, 7-12-1820 (Piccirilli, 1956: 98).

49  Cfr. Carta de Zañartu a O´Higgins, Montevideo, 23-7-1820 (Piccirilli, 1956: 97).

50 Radicalizado en el sentido de ruptura con España y exigente de una conducta enérgica en la definición de la situación jurídica-institucional rioplatense.

51 Para un estudio del grupo de individuos implicados en el plan de reforma económica (Bagú, 1965). La perspectiva política referida a la integración de una clase dirigente por medio de un pacto tácito para asegurar un programa de paz frontera adentro capaz de permitir la reconstrucción económica (Halperín Donghi, 1972: 352-379). El trabajo de Marcela Ternavasio sobre las modificaciones introducidas por la ley electoral de 1821 aporta una rica visión sobre las estrategias que debió desarrollar el grupo gobernante a fin de asegurarse el triunfo y un enfoque particular para observar el predominio del mismo conjunto de individuos en los cargos elegibles hasta mediados del período rosista (Ternavasio, 2002).

52 Santiago Wilde había nacido en 1771, Juan Manuel de Agüero en 1772, Valentín Gómez en 1774, Julián S. de Agüero en 1776, Antonio Sáenz en 1780, Manuel Moreno en 1781, Vicente López y Cosme Argerich en 1784, Esteban de Luca y Juan A. Fernández en 1786, Senillosa en 1789 y José M. Rojas y Tomás Godoy Cruz en 1791. En un período anterior habían nacido Gregorio Funes y Camilo Henríquez (1749 y 1769, respectivamente), mientras existía un grupo más joven representado por Ignacio Núñez (1792), Ramón Díaz (1796),  Avelino Díaz y Juan F. Gil (1800).

53 Argerich recibió el título de médico después de la creación de la Universidad, en 1821. 

54 Ambos participaron en la redacción del reglamento. Algunos de sus objetivos, vinculados a la promoción de la agricultura y a la difusión de las luces en la población, reaparecieron en los de la Sociedad Literaria y Lancasteriana. (Rodríguez, 1921, tomo I: 332), y prospecto de La Abeja Argentina, 15-4-1822.

55 No pensamos en Valentín Gómez porque había sido desterrado luego de la caída de Alvear en abril de 1815. En cuanto a López, si bien había sido afectado por las medidas, el juicio había demostrado que su complicidad no era de gravedad por lo que se lo dejó libre al poco tiempo (Molina, 2000a: 357-358).

56 Recordemos que Henríquez ya había tenido una vida pública política y cultural importante en su país y que debió emigrar luego de Rancagua en 1814 (Cutolo). Por otra parte, durante 1815 había sido redactor de la Gazeta de Buenos Ayres y desde comienzos de 1817 el redactor de El Censor.

57 La relación de éstos era de más larga data pues habían trabajo en la Lotería Nacional, Wilde como administrador y Núñez como segundo secretario. Gazeta de Buenos Ayres, n. 7, 22-5-1812. También  habían editado El Argos (mayo-noviembre de 1821), aunque recientemente se ha considerado que en su primera época el periódico estuvo redactado por Núñez, Esteban de Luca y Manuel Moreno (Myers, 2004, p. 48).

58 Con posterioridad, Wilde siguió apoyando a su amigo, suscribiéndose a El Centinela, n. 28, 9-2-1823.

59 Recordemos que estaban unidos por un fuerte compromiso vinculado a la reforma rivadaviana desde sus cargos en la Sala de Representantes,  aunque no siempre sus posturas fueran coincidentes, sobre todo, en relación con la supresión de los Cabildos (Ternavasio, 2000: 60-63).

60 Moreno había estudiado medicina en Estados Unidos y revalidó su título en el Tribunal de Buenos Aires en 1821.

61 Avelino Díaz había estudiado y accedido por concurso al grado de profesor en la Academia de Matemáticas que lideraba Senillosa desde 1816. Así, la afinidad intelectual junto a la labor en un mismo espacio de trabajo debió crear un fuerte lazo, acompañado de un sentimiento amistoso que explica la persistencia del dúo en otros ámbitos públicos.

62 Ambos se opusieron a la federalización de Buenos Aires al votarse la ley correspondiente en el Congreso.

63 Para el contexto ideológico, marcado por la inspiración utilitarista inglesa y el ideologismo francés ver Chiaramonte (1997) y Gallo (1999).

64 Respecto de la filiación doctrinaria, sólo hace falta consultar los artículos de La Abejacuyos objetivos eran "desenvolver los principios luminosos de esta ciencia; exâminar las bases, sobre que debe formarse un gobierno, para que pueda labrar la fortuna de un estado: desenrollar las nuevas instituciones que han introducido en otras naciones las luces del siglo, y que nos parezcan mas oportunas á nuestra situacion y estado; (...) La industria, la agricultura, y el comercio, que son los manantiales de la riqueza y la prosperidad pública, merecerán también un lugar distinguido en nuestras páginas. No contentos con establecer los principios generales, que enseña la ciencia economica, descenderemos á hacer de esos principios las aplicaciones convenientes á nuestra situacion y á la naturaleza de nuestras producciones. (...) no por esos descuidaremos proporcionar los conocimientos que estén á nuestro alcance en todos los demas ramos cientificos". "Prospecto". La Abeja Argentina, 15-4-1822.

65 Muestra de ello son los recaudos adoptados por la Sociedad Literaria para emitir críticas o elogios respecto de la labor gobernante (Rodríguez, 1921, t. I: 378).

66 García colaboró en la redacción de El Nacional, editado por Alsina y Julián S. de Agüero, aportando sólo un artículo a la edición de La Abeja, que en realidad constituía una traducción referida al tema de Amortización (Rodríguez, 1921, tomo I: 326). Respecto de las relaciones entre Rivadavia y algunos de los miembros basta mirar la correspondencia, tal como las cartas de Valentín Gómez a Carlos María de Alvear, Buenos Aires, 20-6-1824 y 19-9-1824 (Rodríguez, 1921, tomo II: 258 y 262).

67 Muestra de ello son las notas enviadas por ambos en su calidad de ministros a la Sociedad Literaria, vinculadas a la protección que el gobierno le dispensaría o a comisiones que se encargó a la institución (Rodríguez, 1921, tomo I: 312, 330-331, 351 y 354).

68 Desde su inicio se previó la eliminación de las discusiones políticas para evitar divisiones, pues consideraban que estos factores habían evitado en el pasado el desarrollo de las sociedades particulares. (Rodríguez, 1921, tomo I: 284 y 337).

69 Los primeros indicios de división política surgieron por la cuestión de la Banda Oriental, como lo reflejan las palabras de Núñez pidiendo a los socios una toma de posición al respecto para ser volcada en los papeles públicos de la entidad (Rodríguez, 1921, tomo I: 352). Tiempo después, atacó la postura  crítica de la labor gubernamental que había realizado el editor de La Abeja, provocando una contradicción con lo expresado por El Argos, vocero oficial de la Sociedad Literaria: "(...) ella [La Abeja] ha aparecido bajo un nuevo carácter, esto es, el de una hostilidad práctica, olvidándose que ha protestado varias veces que tal marcha era inconciliable con su profesion literaria, y con la existencia independiente de los miembros de la sociedad que la emiten ó la costean, respecto de los gobiernos de los partidos. (...) esta Abeja nos ha puesto en dificultades para descubrir cual és verdaderamente el juicio de la Sociedad Literaria sobre el documento que ella acaba de mortificar con injusticia y tambien con impolítica, esto es, el Mensage de la autoridad egecutiva á la 3a. Legislatura", remarcando la profundización de las fisuras, "(...)no es tanto la contradiccion de sentimientos que ha hecho conocer en menos de cinco dias sobre un asunto tan grave, sino que ellos concurren á acreditar de un modo firme que es fundada la opinion que supone á este cuerpo marchando sin tener adoptado principio alguno para sus taréas tanto políticas como literarias". "Correspondencia". El Centinela, n. 45, 1-6-1823.

70 En este sentido, hemos considerado la opinión respecto de no concebir la relación dentro de una red como sinónimo de solidaridad, por cuanto se olvidan los conflictos que necesariamente hacen a su dinámica.

71 Es posible que Valentín de San Martín haya sido propuesto por Julián S. de Agüero, a quien vemos vinculado luego en la publicación de El Duende de Buenos Aires (Rodríguez, 1921, tomo I: 384). Su inserción a la red quedó manifestada en su aparición en la nómina de miembros de la Lancasteriana y en su colaboración en El Nacional, junto a Núñez.

72 En el caso de Funes su incorporación como socio numerario se debió a la propuesta de López; a pesar de haber obtenido la unanimidad exigida no redundó en una inserción relacional plena, por cuanto sólo estrechó lazos con Wilde, a quien lo unió luego una profunda amistad (Wilde, 1908: 91-92). Malabia se halló entre los fundadores de la entidad, posiblemente invitado por Sáenz debido a su afinidad profesional y a su participación conjunta en el Congreso de Tucumán, o bien por Agüero o Gómez que habían sido sus compañeros en la Sala de Representantes. No obstante, fue expulsado por su desinterés. (Rodríguez, 1921, tomo I: 362-363).

73 Para la vinculación entre individuos, redes y conglomerados relacionales ver el trabajo de Barry Wellman (1997).

74 Lafinur había nacido en 1797, Godoy y B. García en 1799, Belgrano en 1800, Alcorta en 1801, Alsina y Portela en 1802, y Pico en 1803. Pedro García, el más maduro, nació en 1794 (Cutolo, 1968).

75 Lafinur era originario de San Luis, había estudiado en Córdoba y más tarde en Tucumán, arribando a Buenos Aires alrededor de 1818. Para más datos sobre su vida y obra ver el estudio de Delfina Varela Domínguez de Ghioldi (1938).

76 Belgrano estudiaba Jurisprudencia como Pico y García en la Universidad de Buenos Aires. Por otra parte, Diego Alcorta se casó con su hermana, María Josefa Belgrano de Alcorta (Cutolo, 1968).

77 Ambos estudiaron en la Universidad Jurisprudencia, se hallaban en la oficialidad del Ministerio de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Rivadavia y coincidieron en la Academia Teórico Práctica, aunque Pico como practicante y Alsina como celador hacia 1827-1828. (Cutolo, 1968).  Ambos pertenecieron a la redacción de El Mensajero Argentino, entre 1823 y 1824, y se unieron en el destierro unitario en Montevideo luego de 1829.

78 Redactores del Teatro de la Opinión.

79 Este desplazamiento político comenzó durante los últimos meses de su gobierno.  Los redactores de El Eco de los Andes atribuyeron este cambio de Molina a su manipulación por el sector capitular y eclesiástico que había logrado "ganar" la Sala de Representantes. "Mendoza. Concluye el articulo suspendido en el núm. 2". N.4, 14-10-1824. Una interesante interpretación distinta de estos acontecimientos en Bragoni (2004).

80 El Argos de Buenos Aires, n. 25, 14-4-1825.

81 "Mendoza".  El Eco de los Andes,  n. 2, 30-9-1824.

82 El Centinela,  n. 19, 1-12-1822, y El Correo de las Provincias, n. 4, 1-1-1823.

83 El Eco de los Andes; n. 2, 30-9-1824.

84 Sus críticas y denuncias por corrupción atacaron una de las bases de los poderes capitulares contribuyendo a corroer su prestigio. Esto, sumado a la fricción jurisdiccional con la recién creada Sala de Representantes, preparó el camino para su futura desaparición (Molina, 2001b).

85 Ella recibía una variedad de recursos provenientes de las representaciones teatrales, las suscripciones al periódico y la Sociedad de la Biblioteca Mendocina, acumulando un dinero que debía ser destinado al nuevo sistema de enseñanza.

86 Casos de Luis A. Domínguez, Miguel Irigoyen y el resto de los miembros de las filiales de la Joven Argentina en Montevideo (Bermúdez), Córdoba (Alvarez, Paz, Rodríguez, Ferreira), Tucumán (Silva) y San Juan (Cortínez, Gómez). (Echeverría, 1979: 116 y 120).

87 Si bien López no incorporó los conceptos más atrevidos del sainsimonismo y la filosofía social francesa, sí leyó y admiró a los doctrinarios (Royer-Collard, Guizot) y a los eclécticos (Cousin, Jouffroy), debatiendo sobre sus teorías con su propio hijo por vía epistolar (Molina, 2001a).

88 Lamas constituyó una de las figuras claves de la Generación de 1840 y mantuvo fuertes lazos con los románticos argentinos incluso antes de que se produjese la emigración de 1839-1840.

89 El mismo Alberdi reconocía que hacia 1837 el amigo predilecto de Gutiérrez era Juan Thompson, lo que a su vez explica su acercamiento a la madre de éste y la influencia de ella en su formación intelectual y social.  Ello hace pensar que el acercamiento de Gutiérrez y Alberdi se consolidó durante su labor en la Asociación de la Joven Argentina pues como Echeverría reconoció se apoyó en el dúo para organizarla. 

90 Sarmiento había buscado iniciar contactos con el grupo porteño durante los años de su regreso a San Juan luego de su primer exilio en Chile. A mediados de 1837 compuso un poema que envió para su crítica a los jóvenes del Salón Literario y si bien la respuesta, redactada por Alberdi, hirió su orgullo, fue acompañada con una invitación para asociarse a la institución (Hudson, 1931: 324-325).

91 Conviene remarcar que la identidad grupal y la reivindicación de su liderazgo civilizador dentro del proceso nacional  ya estaban claras en esta etapa, tal como se podía apreciar en las páginas de La Moda y El Iniciador (Molina, 2005).

92 Carta de Mariquita Sánchez a Juan Thompson, Montevideo, 8-5-1840 (Vilaseca, 1952: 45).

93 Sarmiento enviaba ciento setenta ejemplares para distribuir del siguiente modo: cincuenta para introducir furtivamente en Buenos Aires, veinticinco para el General Paz, tres para Varela, Echeverría y Rivera Indarte y el resto para repartirse entre los emigrados.

94 Sarmiento pidió a Gutiérrez, por ejemplo, una recomendación para establecer contactos en Europa para facilitarle su inserción social e intelectual.

95 En una carta de Mariquita a Alberdi, ésta lamentaba la situación compartida por los exilados: "¡Si nos volveremos a ver un día! ¡Quién nos hubiera dicho cuántos acontecimientos debían pasar para dispersar a todo nuestro círculo! (...) Y así vamos viviendo, unos ratos como idiotas, otros volando a las altas regiones del pensamiento, corriendo los espacios, viendo que todo el mundo se afana para mejorar, y cada día peor. ¡Quién verá el fin de esta lucha universal!¡Qué se hará después de destruir tanto!". Buenos Aires, 16-1-1851 (Vilaseca, 1952: 345).

96 Se trabajó con las siguientes fuentes:

ÉDITAS

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Berutti, Juan Manuel. "Memorias curiosas". Biblioteca de Mayo. Tomo IV. Buenos Aires: Senado de la Nación, 1960: 3647-4143.
Echeverría, Esteban. "Dogma socialista: ojeada retrospectiva sobre el Movimiento Intelectual en el Plata desde el año 37". La cautiva. El matadero. Ojeada retrospectiva. Buenos Aires: Centro editora de América Latina, 1979: 89-156.
Epistolario Belgraniano. Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 1970.
Gelly, Juan. Apuntes biográficos del Dr. Julián Alvarez, presidente de la Honorable Sala de Representantes, en el año de su fallecimiento. Montevideo, 1844.
Hudson, Damián. Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyo. Mendoza: Revista Mendocina de Ciencias, 1931.
López, Vicente Fidel. Panoramas y retratos históricos, Buenos Aires: Jakson, 1944.
Martínez, Enrique. "Observaciones hechas a la obra póstuma del señor Ignacio Núñez, titulada 'Noticias
históricas de la República Argentina". Biblioteca de Mayo. Tomo I. Buenos Aires: Senado de la Nación, 1960: 513-530.
Matheu, Domingo. "Autobiografía escrita por su hijo Don Martín Matheu. Época primera". Biblioteca de Mayo. Tomo III. Buenos Aires: Senado de la Nación, 1960: 2219-2225.
Mayo Documental. Tomo III. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras-Universidad de Buenos Aires, 1962.
Mitre, Bartolomé. Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Tomo I. Buenos Aires: Kraft, 1940.
Núñez. Ignacio. Noticias históricas de la República Argentina. 2 Tomos. Buenos Aires: Jakson, 1944.
Rodríguez, Gregorio. Contribución histórica documental. 2 tomos. Buenos Aires: Peuser, 1921.
Saavedra, Cornelio. "Memoria autógrafa". Biblioteca de Mayo. Tomo II. Buenos Aires: senado de la Nación, 1960: 1029-1078.
Sarmiento, Domingo Faustino. Memorias. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1961.
Sarmiento, Domingo Faustino. Recuerdos de Provincia. Buenos Aires: Jakson, 1944.
Vilaseca, Clara. Cartas de Mariquita Sánchez. Biografía de una época. Buenos Aires: Peuser, 1952.
Wilde, José Antonio. Buenos Aires desde setenta años atrás,.Buenos Aires: La Nación, 1908.
William Alzaga, Enrique. Cartas que nunca llegaron. Buenos Aires: Emecé, 1967.

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El Centinela (1822-1823), reproducción símil tipográfica. Biblioteca de Mayo. Tomo IX. Buenos Aires: Senado de la Nación, 1961.
El Censor (1815-1819), reproducción símil tipográfica. Biblioteca de Mayo. Tomo VII. Buenos Aires: Senado de la Nación, 1961.
El Eco de los Andes, reproducción facsimilar. Mendoza: Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional de Cuyo, 1943.
El Grito del Sud (1812-1813), reproducción facsimilar. Biblioteca de Mayo. Tomo VII. Buenos Aires: Senado de la Nación, 1961.
El Hurón (1818). Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza. Tomo XI, 1939: 299-325.
Gazeta de Buenos Ayres (1810-1820), reimpresión facsimilar. 6 tomos. Buenos Aires: Junta de Historia y Numismática Americana, 1910.

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