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Cuadernos del CILHA

versión On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.12 no.1 Mendoza ene./jun. 2011

 

DOSSIER

Las re(d)vistas latinoamericanas y las tramas culturales: Redes de difusión en el romanticismo y el modernismo

The red(d)vistas latinoamericanas and the cultural plots: Diffusion Networks in the romanticism and the modernism

 

Claudio Maíz

Conicet - UNCuyo - Argentina
cmaiz@logos.uncu.edu.ar

Recibido: 15-XII-2010
Aceptado: 20-II-2011

 


Resumen: Las geopolíticas de la cultura en Hispanoamérica, han puesto en juego determinados lugares (sedes metropolitanas), algunos medios (revistas, empresas editoriales) y las redes. Es así como ciertos estudios se han ocupado de acercar la producción textual con las sedes o espacios de producción en diferentes momentos de la cultura hispanoamericana. Compartimos la inserción de la figura del intelectual que hiciera Christophe Prochasson en una tríada identificada con sus lugares ('lieux') de encuentro y actividad, con sus medios ('milieux') de expresión y comunicación y con la compleja red de relaciones ('réseaux') que teje a su alrededor, y no como un prisionero de su discurso, aislado de su entorno, sino que a la dimensión colectiva del intelectual se somete el orden de su discurso. En este orden, los tres vértices (lugares, medios y redes) cobran especial trascendencia como podremos apreciar en los casos del modernismo y romanticismo.

Palabras clave: Revistas latinoamericanas; Redes de difusión; Papel del intelectual.

Abstract: The geopolitics of the culture in Spanish America, have brought into play certain places (metropolitan headquarters), some media (magazines, publishing companies) and the networks. It is as well as certain studies have been dedicated to approach the textual production to the headquarters or spaces of production in different moments of the Spanish-American culture. We share the insertion of the intellectual's figure made by Christophe Prochasson in a triad identified with his places ('lieux') of meeting and activity, with his means ('milieux') of expression and communication and with the complex network of relations ('réseaux') that he weaves around it, and not as a prisoner of his speech, isolated of his environment, but to the collective dimension of the intellectual one, the order of his speech surrenders. In this order, three vertexes (places, medias and networks) reached special transcendency as we will be able to estimate in the cases of the modernism and romanticism.

Keywords: Latin-American magazines; Networks of diffusion; Role of the intellectual one.


 

Geopolíticas culturales y redes

Como se sabe las publicaciones periódicas constituyen artefactos de variada función. En efecto, no sólo permiten el registro de un momento de la cultura a través de los debates, difusión de estéticas, divulgación de autores extranjeros, traducciones, en fin, el clima intelectual imperante1, sino que además pueden ser vistas como ejes de religación o, dicho en otros términos, como redes. Estas redes no están compuestas nada más que por las publicaciones en sí, esto es, un conjunto de revistas que comparten más o menos ideales similares y que aparecen en etapas coetáneas, sino también que a través de ellas es posible dilucidar las densidades de los movimientos estéticos. En tal sentido, el modernismo, uno de los casos más notables de lo que decimos, habría que pensarlo no como un producto solamente -como en general la crítica lo ha hecho- sino en estado de producción, cuya constatación es posible merced a los textos literarios, las revistas, los ensayos etc., a los que accedemos.

Dicho de otro modo, la gran trama textual que compone finalmente lo que denominamos modernismo es concomitante al movimiento mismo, es la textualidad a la que aludimos la superficie en la que se va definiendo una idea de modernidad literaria. Visto así, es decir, el modernismo en proceso, las publicaciones periódicas cumplen un rol fundamental, porque es en ellas donde se plasma la actualidad de lo pensado o de lo que se está pensando sobre la literatura hispanoamericana. Sería un determinismo condenable creer que el modernismo es una concepción anterior, que antecede a la producción literaria. Lejos entonces de una visión parecida, abordar el estudio de las revistas desde la perspectiva de la metodología de las redes puede resultar de suma utilidad para una genealogía más dinámica de los cambios en la literatura hispanoamericana. En este trabajo nos interesa más las relaciones (contactos, correspondencia, amistades), es decir la trama, que el contenido de las ideas estéticas, ya largamente estudiadas en torno a movimientos como el modernismo o en el mismo orden, el romanticismo.

Las redes en general lo son en tanto y en cuanto sea posible la identificación de un objetivo común, un lenguaje más o menos homogéneo y las políticas de amistad que anima las relaciones. En los casos que hemos mencionado -romanticismo y modernismo- se observa con claridad la existencia de estos componentes, tal como veremos. Cabe aclarar que no pretendemos llevar a cabo un estudio comparativo de ambos movimientos, ni que nuestro interés se detenga en sus contenidos -ya se ha dicho-: estamos centrados en la dinámica de sus vinculaciones. Entre las razones que justifican esta manera de incursionar podemos aludir a la insatisfacción que producen los estudios basados en el método generacional y la noción de influencia. Dos pilares que ha asistido la historiografía literaria hispanoamericana. Como herramienta del comparatismo clásico la influencia resulta un concepto confuso2, que no da cuenta de los procesos mediante los cuales la recepción llega a producirse o plasmarse en una obra, un conjunto de obras, en un autor o en un grupo de ellos.

Por otro lado, el romanticismo ha sido asociado a la denominada "generación del 37", sin que ello deje de tener elementos verdaderos (contemporaneidad, contactos vitales, coincidencia ideológica, elementos propios del método generacional), se ha llegado a naturalizar de tal manera que impide visualizar las razones por las cuales personas de la misma edad no se identificaron con el paradigma ideológico ni tampoco por qué personas mayores o menores cronológicamente sí lo hicieron. Lo dicho podría valer para otras "generaciones". Asimismo la noción de generación dificulta la indagación de las causas que facilitaron el contacto, la identidad ideológica o la actuación conjunta pese a la separación espacial abrumadora en ciertos casos. Estos y otros argumentos son los que esgrime Eugenia Molina a la hora de proponer una relectura del movimiento romántico entre 1830-1852 a la luz de la metodología de las redes. El interés que la autora manifiesta por las prácticas relacionales del romanticismo se explica desde luego por el grado de efectividad que la red tuvo a partir de 1852 en la configuración de la nacionalidad argentina3. Aquí también vale otro parangón con el modernismo, en cuanto al éxito alcanzado en los propósitos propagandísticos del movimiento, aunque se trate de un asunto con altibajos ya que la idea de modernidad e internacionalización literaria tuvo apasionados defensores como detractores.

En suma, compartimos la inserción de la figura del intelectual que hiciera Christophe Prochasson en una tríada identificada con sus lugares ('lieux') de encuentro y actividad, con sus medios ('milieux') de expresión y comunicación y con la compleja red de relaciones ('réseaux') que teje a su alrededor, y no como un prisionero de su discurso, aislado de su entorno, sino que a la dimensión colectiva del intelectual se somete el orden de su discurso4. ¿Relaciones o contenidos?, podríamos interrogarnos. La pregunta puede aparecer como extravagante si se limitara a intentar la proclamación de la supremacía de una de las opciones. Propósito que aquí no se persigue, sin embargo, es nuestra intención echar algo de luz entre los sistemas de religación intelectual y la producción de los textos. Ello en orden a no sucumbir en un repaso de ideas que excluya la dimensión materialmente dinámica que las produce, entre otras, la red de vinculaciones en la que el productor del texto se encuentra. Al fin de cuentas como sostiene Carlos Altamirano, los discursos son las superficies a través de los cuales se nos hace accesible el pensamiento de otros, motivo por el cual el lenguaje adquiere una significación relevante para el examen y la "comprensión histórica de los significaciones"5. En este orden, los tres vértices (lugares, medios y redes) ya aludidos cobran especial trascendencia como podremos apreciar en los casos que nos ocuparemos a continuación.

Ahora bien, es conveniente mencionar las geopolíticas de la cultura en Hispanoamérica, poniendo en juego determinados lugares (sedes metropolitanas), algunos medios (revistas, empresas editoriales) y redes. Es así como ciertos estudios se han ocupado de acercar la producción textual con las sedes o espacios de producción en diferentes momentos de la cultura hispanoamericana. Por ejemplo, para los tiempos de las guerras independentistas, Londres reúne una importante comunidad de hispanoamericanos y españoles comprometidos con los cambios revolucionarios. Un caso singular de lo que decimos es Fray Servando Teresa de Mier (1764-1827). El peculiar religioso tomó contacto con Francisco de Miranda y la sociedad secreta de los Caballeros Racionales, cuyo objetivo era la independencia de Hispanoamérica. Sus principales vínculos amistosos los entabla con Andrés Bello y José Blanco White. Es en Londres donde Fray Servando Teresa de Mier elabora su Historia de la revolución de Nueva España, consecuencia de una especie de "internacional liberal":

Colocado en el centro de la red de amistades que se extendía a ambos lados del Atlántico, no estuvo nunca cortado de Cádiz ni de América ni de su país, lo que, claro, hizo posible la elaboración de la Historia. /.../ Unido por amistad con Bello, Manuel Moreno y Blanco White /.../ Mier disponía en México mismo, de corresponsales excepcionales6.

En orden cronológico correspondería ocuparnos de ciertos pormenores del romanticismo hispanoamericano y luego del modernismo. Sin embargo, como se trata de casos a los que queremos dedicarle un poco más de atención, procederemos a indicar otros ejemplos de religación y comunidad intelectual con propósitos definidos. De tal manera, la revista Repertorio Americano (San José, Costa Rica, 1919-1958) publicada por Joaquín García Monge forma parte del conjunto de revistas aparecidas en los años de entreguerras. Esta publicación podría situarse en la línea de los intereses manifestados en la red con sede en Londres, antes tratada, ya que mientras que en el resto de Hispanoamérica las revistas literarias presentan marcas de evolución que van del modernismo a las vanguardias, en Costa Rica se profundiza la temática política y "las indagaciones acerca de la nacionalidad y la americanización". El Repertorio Americano se ciñe, a diferencia de las revistas coetáneas, a la idea de la unidad continental7. Más adelante haremos alusión a la labor de García Monge como editor de proyección continental.

Por otro lado, la revista Cuadernos Americanos constituye otro modelo importantísimo en la creación de comunidades de intelectuales movidos por determinados fines. El nacimiento de la revista está ligado a las consecuencias del exilio español. Entre 1942 y 1949 los refugiados españoles en México escriben sobre la Guerra Civil española, la política de Francisco Franco o el ambiente de posguerra en España, pero también lo hacen sobre América Latina. Se podría decir entonces que los Cuadernos Americanos en el lapso indicado reúnen a una comunidad española exiliada que alcanza una participación muy activa. Veamos el número de artículos de algunos de ellos: José Gaos (28 escritos), Juan Larrea (21), Eugenio Imaz (19), José María Echavarría (11), León Felipe (10), Francisco Giner los Ríos (9), Joaquín Xirau (9), Mariano Ruiz Funes (8), Guillermo de Torre (8), Juan David García Bacca (7) y José Moreno Villa (7)8.

Como se puede apreciar, entonces, las redes demandan para su permanencia de políticas de difusión que se hacen posibles a través de diversos medios. Con todo, las revistas resultan uno de los más eficaces y públicos. Los objetivos que se persiguen pueden estar ajustados más a lo literario como durante el modernismo, aunque de ningún modo deba descartarse lo político. En cambio, en las publicaciones del romanticismo, el Repertorio Americano o Cuadernos Americanos el peso recae sobre lo político, ya sea en tanto reflexión de la identidad americana o como espacio de patrocinio de exiliados españoles, respectivamente. Algo más sobre estos dos últimos proyectos: durante la década de 1940 la cultura se entendía como una dimensión fuertemente espiritual y restringida a una élite (de clara herencia arielista); una confianza en el carácter unitario en torno a la idea de homogeneidad continental; y la aceptación de una comunidad ibérica formada por vínculos históricos, pero fundamentalmente idiomáticos.

La revista como medio y estrategia

Por lo expresado hasta aquí, es preciso detenerse en los sistemas que emergen a partir de las revistas y periódicos. Como es sabido, los principales animadores del mundo intelectual hispanoamericano han sido fundadores, redactores y editores de periódicos y revistas literarias. Tomemos algunas referencias: Andrés Bello, El Repertorio Americano; José María Heredia, El Iris; J. V. Lastarria, El Semanario Literario e Santiago; José Martí, Revista Venezolana; Manuel Gutiérrez Nájera, Revista Azul, Revista Nacional de Letras y Ciencias; Enrique Rodó, La Revista Nacional; Julio Herrera y Reissig, Nueva Atlántica; José Santos Chocano, La Neblina; Leopoldo Lugones, La Montaña; Manuel Gálvez, Ideas; y tantos otros. Tan importante ha sido, pues, la publicación periódica que en ciertos casos han venido a sustituir a las escuelas literarias, ya que "en torno de ciertas revistas literarias, agrupaciones de colaboradores aficionados a ideales estéticos tan idénticos que podría decirse que tienen, en verdad, muchas de las características de escuelas literarias"9.

En general, en la declaración de propósitos de las revistas se hace alusión al ideal de religación que persiguen. Como el caso de la revista Nosotros: "...si estas aspiraciones pudiesen salvar las fronteras de la patria y extenderse a toda América Latina, mejor aún. Nada de más urgente necesidad que la creación de sólidos vínculos entre los aislados centros intelectuales sudamericanos"10. O el de la Revista de América de Darío que se propone "Servir en el Nuevo Mundo y en la ciudad más grande y práctica de América latina, a la aristocracia intelectual de las repúblicas de lengua española; esos son nuestros propósitos"11. Como se puede apreciar, en ambas declaraciones el espacio de acción asignado a la revista excede los límites del entorno en el que nace, es decir, los marcos nacionales. Con todo, estos objetivos de religación no son expresiones abstractas, sino que se fundan en realidades concretas: las que surgen de la situación de América Latina. El peruano Francisco García Calderón, lo manifiesta de esta manera en su Revista de América (París, junio de 1912- julio de 1914): "Diversos signos morales revelan que la América Latina va a entrar en una nueva etapa saludable...Espíritus que llegan a París de opuestos confines, de México y del Plata, de Venezuela y Chile, revelan, sin previo acuerdo, la misma inquietud, traen, para los males de América, soluciones semejantes... Preparemos, por la unión de los elementos intelectuales, la gloriosa epifanía"12. Algunas revistas hispanoamericanas lograron equilibrar una rica distribución geográfica de sus colaboraciones con un marcado tono cosmopolita, como lo demuestra la Revista Moderna de Amado Nervo y Valenzuela (México, 1898-1911) que redundaría en beneficio de "ese vínculo ideal, existente a pesar de las fronteras y las costumbres, entre los escritores de esta América española, tan calumniada"13.

Las revistas periódicas, vistas como un laboratorio, nos permiten acceder a un estado sincrónico de la cultura: discursos dominantes, prestigios construidos, ideologías en funcionamiento, campos de interés, etc. Pero pocas veces se ha señalado el papel de enlace que han ejercido entre los colaboradores. De ahí que Sarlo llame a las revistas "mapa de relaciones intelectuales" que posibilitan reconstruir "una red de comunicación entre la dimensión cultural y la política", aunque no sólo ésa sea la dimensión posible de reconstruir, por cierto, pero resulta una de las más significativas. La sintaxis de la revista está subordinada al momento presente, ya que, por su declarada vocación pública, interviene en él con vistas a modificarlo14. La dependencia contemporánea es evidente desde la hoja periódica en los albores del periodismo hispanoamericano, pasando por los diarios de neto carácter político durante las luchas civiles en el siglo XIX, hasta llegar a la revista cultural del XX. En este último caso, basta repasar algunos de los nombres de las revistas para apreciar la resonancia contemporánea que contienen. Con frecuencia se encuentran las palabras "cosmópolis", "moderna", "contemporánea", "mundial", etc. En general los procesos de modernización han tenido a las revistas como los "bancos de prueba" de los cambios buscados.

Es interesante también la doble "geografía" a la que se sujeta la publicación periódica, de carácter cultural especialmente. "Las revistas -escribe Sarlo- tienen sus geografías culturales, que son dobles: el espacio intelectual concreto donde circulan y el espacio-bricolage imaginario donde se ubican idealmente"15. Esta doble imposición topológica -una real y otra imaginaria- nos permite pensar el desempeño de la lógica de enlace de una red. Ciertamente, la geografía local en la que la revista circula agota en un espacio estrecho las posibilidades divulgadoras de sus contenidos. En cambio la geografía imaginaria, la "topofilia" de la cultura, llega a palparse en tanto la publicación reúna la mayor cantidad de colaboraciones que no pertenezcan al entorno local o nacional, sino que procedan de espacios, en lo posible extra o intercontinentales. Las geografías en cuestión coinciden o están en franco desfase. En el primer caso, reproducen los sentidos comunes de la comunidad a la que se dirigen. En el segundo, colisionan o lisa y llanamente sobreviene una ignorancia mutua. Ocurre especialmente con las publicaciones que procuran una modernización de la cultura, a la que se suele interpretar como una importadora de lo que se deduce como ausente. Dice Sarlo:

Puede suceder que ambos espacios se relacionen bien, sin tensiones mayores, que la revista repita la geografía de su público, del campo intelectual, del sentido común colectivo. Puede suceder que las dos geografías no se superpongan, ni siquiera, se presupongan: se trata de las intervenciones fuertemente originales o importadoras de revistas que se identifican con el pionerismo cultural y, por ello diagnostican las carencias de sus medios locales. Sobre la decisión de qué traducir se juega un aspecto importante del discurso cultural de las revistas, que arriesgan, en la política de traducciones, la provocación a ser leídas como estereotipos culturales. La geografía de una revista es, como el deseo del viaje, una vía regia hacia su imaginario cultural16.

En un análisis de tres revistas colombianas: Revista Gris (1892-1895), Revista Contemporánea (1905, dirigida por Baldomero Sanín Cano), La Gruta (1903, dirigida por Federico Rivas Frade y Rafael Espinosa Guzmán), Rafael Gutiérrez Girardot reconoce el carácter modernista de las mismas, pero cree prioritario trazar una comparación con otras revistas contemporáneas, para alcanzar una mejor comprensión. Cita a La Nueva Revista de Buenos Aires, dirigida por Vicente y Ernesto Quesada, La Biblioteca, de Paul Groussac, y la Revista Cubana, de Enrique José Varona. La propuesta procura averiguar la razón de la corta existencia de las revistas colombianas. Así, se pregunta Gutiérrez Girardot: "¿Se debe la corta vida en realidad a la carencia de hábitos de lectura, de un público lector o a la carencia de colaboradores?/..../¿O los directores de estas tres revistas no supieron responder a las expectativas del público, es decir: no lo orientaron, no lo suscitaron? ¿O sucumbieron a la desigual calidad de las entregas?".

Aunque no puede ser definitiva, puesto que faltan datos sobre la estructura del público lector, los procedimientos de distribución, etc., el crítico colombiano arriesga esta respuesta: "el grupo de escritores que estuvieron presentes en las tres y los grupos de los fundadores vivieron de una ilusión: la de que Bogotá era la Atenas sudamericana"17. La alusión viene al caso, como un modo de entender las distancias existentes entre la realidad y las expectativas, entre el medio y la aspiración. La red contribuye, en ciertos casos, a superar, gracias a una "geografía imaginaria" (o virtual, podríamos agregar) las limitaciones del medio en el que nace. Este contexto, caracterizado como "mesocrático", "fenicio", etc. por los modernistas, alentó los esfuerzos por superarlo.

El modernismo: contextos transnacionales

Los contextos heterogéneos, más allá del estado-nación, estudiados por Pineda Franco nos dan una idea aproximada de la manera como la declaración de "cosmopolita" y "artepurista", dos principios fundantes del modernismo y a la vez de valor simbólico de atracción asociativa adquieren diferentes significados con relación a sus contextos. El estudio lo realiza a través de cuatro revistas consideradas defensoras de aquellos principios: la Revista América (Buenos Aires,1894), el Mercure de France (París, 1890-1933), Revista Azul (México, 1894-96) y Revista Moderna (México, 1898-1911) Como se ve están en danza tres metrópolis: dos latinoamericanas (Buenos Aires y México) y una europea (París). En estas publicaciones la participación de Rubén Darío, Amado Nervo, Pedro Emilio Coll, Enrique Gómez Carrillo, entre otros prominentes escritores impulsores de una modernidad literaria tiene como objetivo claro la de crear una comunidad intelectual que no se reconozca a partir de las fronteras políticas. Las políticas de autopromoción y divulgación de sus ideas que llevan adelante los torna "el primer movimiento transnacional de identidad cultural", al decir de Pineda Franco (p. 28). Los resultados de la mundialización perseguida son escasos, a juzgar por el carácter complementario que tuvo la literatura hispanoamericana en las publicaciones extranjeras, como el Mercure de France. Pedro Emilio Coll, Eugenio Díaz Romero, Enrique Gómez Carrillo y Francisco Contreras tuvieron a su cargo la sección de letras hispanoamericanas en distintos momentos. Escribe Adela Pineda Franco:

Pese a las diferencias, Coll, Díaz Romero, Gómez Carrillo y Contreras manifiestan la intención de integrar la literatura hispanoamericana a un circuito de difusión que incluyera al público francés. La conformación de una comunidad lectora más amplia se vinculó a una exégesis del modernismo como movimiento universal. Esta universalidad, entendida no únicamente en base a una definición ontológica de la literatura, sino considerando al modernismo como un producto cultural aceptable en un mercado transatlántico, fue posible en parte a la labor de estos escritores viajeros, quienes, desde la capital francesa, produjeron las bases de una comunidad hispanoamericana de intelectuales. Sin embargo, pese a que estos escritores respondieron afirmativamente al llamado finisecular de la integración cultural y, pese a sus esfuerzos por generar un público francés, sus crónicas están marcadas por una condición periférica: la del extranjero18 (70).

Por otra parte, la revista como introductora de corrientes culturales ignoradas en su entorno, asigna a la traducción un lugar privilegiado. La traducción pertenece al flujo de relaciones transgeográficas y translingüísticas. En ese sentido, la política de traducciones resulta estratégica en los debates sobre las corrientes estéticas a las que se adhiere y se quiere imponer. La mayor parte de las revistas vinculadas al modernismo implementó una política de traducciones que puso como una prioridad la difusión de la literatura francesa. Las revistas que actuaron como difusoras del modernismo (Revista Azul, Revista Moderna, El Cojo Ilustrado, Revista de América, entre otras) incluían entre sus secciones una dedicada a las traducciones. Los nombres de los escritores franceses (P. Bourget, A. Daudet, A. France, T. Gautier, R. de Gourment, V. Hugo, J. Lamaître. C. Mendés y muchos más) abundan, convirtiendo la sección de traducciones en exclusivamente francesa. La traducción, por una parte, puede verse como un medio dinámico del intercambio intelectual y la difusión de ideas, pero también, desde otra, como la expresión más cabal de actualizar o modernizar las expresiones culturales. Las traducciones realizadas por los modernistas tuvieron el mérito de poner en contacto las letras de América Latina con las innovaciones florecientes en Europa, procurando sincronizar la literatura autóctona con la del resto del mundo. Podría decirse que sin las traducciones, la gestación y el afianzamiento del modernismo en el continente americano no habrían sido posibles. Gesto de cosmopolitismo, si lo hubo, que no era aislado de los contextos socio-económicos del momento. En otras palabras, las traducciones también forman parte y a la vez consecuencia del intenso comercio que, tanto económico como cultural, mantenía Latinoamérica con Europa. En suma, los órganos decisivos en la penetración de las letras foráneas fueron la revista (de signo preferentemente modernista) y la publicación periódica. En este último caso, el cosmopolitismo es el espíritu que anima, por ejemplo, a la prensa argentina, siguiendo el modelo francés en boga de Le Fígaro19.

El principal impulso renovador estuvo a cargo de la Revista Azul (1894-1896), de Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo, y de la Revista Moderna (1898-1911), dirigida por Amado Nervo y Jesús E. Valenzuela, ambas mexicanas. No menos modernistas, fueron otras publicaciones hispanoamericanas, como El Cojo Ilustrado (Caracas, 1892-1915), Cosmópolis (Caracas, 18941895), Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (Montevideo, 1895-1897). En la Argentina las publicaciones que contaron en la historia del nuevo movimiento fueron la Revista de América (1894), de Darío y Ricardo Jaimes Freyre, La Biblioteca (1896-1898), creada y dirigida por Paul Groussac, y finalmente El Mercurio de América (1898-1900), debido a la iniciativa y dirección de Eugenio Díaz Romero.

Es interesante constatar que no se trata de casos aislados. Por el contrario, es posible observar una afinidad en las revistas literarias de las más diversas nacionalidades, tanto americanas como europeas. Ello habla de la productividad de las periferias que buscan su propia gran renovación. Desde 1890, Verlaine, Mallarmé, Maeterlinck, tres hitos en la modalidad simbolista, compartían con Edgar A. Poe y Nietzsche las preferencias eslavas en las páginas del Mensajero del Norte, de San Petersburgo, y las de Viessy ("La Balanza"), de Moscú. Los Países Bajos incorporaron los sones de la nueva generación de tres revistas capitales: la holandesa Nieuw Gids ("Nueva Guía"), la flamenca Van Nu en Straks ("De hoy y de Mañana") y La Jeune Belgique. Berlín y Viena se asociaron en Blätter für die Kunst ("Hojas para el Arte"). Ellondinense The Yellow Book ("El Libro Amarillo") surgió en 1894 y al año siguiente, The Savoy, fundado por Arthur Symons, autor más tarde de un valioso estudio sobre el simbolismo francés. Adolfo de Bosis aglutinó en 1895 a carduccianos y d'annunzianos en II Convito Romano, y ese mismo año Eugenio de Castro y Manuel de Silva Gaio abrieron en Coimbra las páginas de Arte a las voces juveniles20.

Por otro lado, los proyectos editoriales al igual que las antologías se rigen por un criterio selectivo. Las diferencias estriban, desde luego, en el carácter asimismo comercial que tiene una editorial, pero en los casos exitosos que a continuación aludiremos el propósito comercial es una de las aristas de la empresa, ni de lejos la más relevante. Al hablar del mecanismo selectivo que activa tanto una colección de libros (editorial) como una colección de textos literarios (antología) salta inmediatamente a la vista que aparece como mediador un sujeto que materialmente -podría decirse- pone en juego sus preferencias. Que el sujeto sea el actor material no significa que la selección esté hecha de manera aislada y atada exclusivamente a sus gustos. Lo dicho hasta ahora bien cabe considerarlo como una mirada muy general del asunto. En rigor y más estrictamente enfocado, los proyectos editoriales constituyen un componente del mecanismo de enlace de las redes, pero también son un resultado eventual de ellas. El proyecto editorial contribuye a conformar, al fin de cuentas, parte de la biblioteca de la red, esto es, proveer los instrumentos necesarios para la configuración de un mapa de lecturas que suministran los tópicos discursivos de la red, y al mismo tiempo, ayuda a reforzar la cohesión y densidad de la red mediante la circulación de los libros que la red consiente21.

Las redes de difusión son un tipo de interconexión cuyo principal objetivo es la propagación de la producción intelectual de los miembros. Las revistas, los diarios, en especial los suplementos culturales, las editoriales constituyen la base para la publicidad dentro y fuera de la red. Un caso paradigmático de la difusión cultural por medio de las editoriales es la que fundó el venezolano Rufino Blanco Fombona. Llamada "América", esta editorial comienza sus actividades en abril de 1915 y las concluye en 1933, cuando Blanco Bombona abandona Madrid. En dieciocho años de existencia pública publicó 324 volúmenes, distribuidos en nueve colecciones: "Andrés Bello" (73 títulos), "Ayacucho" (63), "Autores Célebres" (83), entre otras22. La Editorial tuvo como objetivo central la difusión en España de los creadores y pensadores iberoamericanos, dándolos a conocer al mismo tiempo al público lector de los diversos países de América23. Al no existir una legislación que protegiera debidamente los derechos de autor, y cuando la hubo poca atención se le prestó, un texto de crítica, de creación o la carta de una firma conocida podrían circular por la red de difusión, al margen de la voluntad de sus autores. Un texto de interés aparecido en un diario madrileño se reproducía en una revista hispanoamericana y de ésta a otra.

La otra gran empresa editorial es la que llevó adelante el grupo encabezado por Daniel Cosío Villegas a través del Fondo de Cultura Económica, creado en 1934. A diferencia de la Editorial América de Rufino Blanco Bombona, que es el resultado de una iniciativa privada, en el otro caso es el estado mexicano posrevolucionario el que, luego de tomar conciencia de la necesidad de proveer los textos necesarios para el estudio y la investigación en temas como los económicos principalmente, apoyo a través de un fideicomiso la iniciativa. Fruto de estos impulsos serán la colección editorial Tierra Firme (1939) y más adelante los Cuadernos Americanos (1942). La colección estará destinada a la promoción de temas históricos, sociales y económicos de Hispanoamérica24.

Quizás entre ambas iniciativas sea factible ubicar la de Joaquín García Monge, cuya modalidad financiera se basaba en la suscripción. García Monge desde el punto de vista de sus principios es heredero del arielismo, lo que nos permite mirarlo desde una doble vertiente: por un lado como un seguidor de los ideales de la red arielista y por otro como gestor de otra red que trata de sostener -aún después de que el contexto fuera otro- los ideales del uruguayo José Enrique Rodó. De hecho, como editor una de sus colecciones más importantes fue la denominada Colección Ariel. Combinó la publicación de textos de la literatura universal, continental y regional contribuyendo a la creación de una comunidad de lectores con pocos antecedentes en Hispanoamérica25.

Dos sistemas de enlaces

Tempranamente, Juan Montalvo concibió el periodismo en América como una de las invenciones de los tiempos modernos que más han contribuido a la civilización y el adelanto del género humano. El entusiasmo es notable en el ecuatoriano: "La imprenta y el periodismo son, respecto del pensamiento, lo que los ferrocarriles y el vapor respecto de los intereses materiales"26. Y aún redobla la aclamación cuando ve al periodismo como "la arteria maestra: la sangre corre activa por ella, se enciende, hierve y produce esta calentura universal, en cuyos brazos los hombres deliran en los bienes y los males /.../"27. Sanciona, finalmente: "la libertad moral en la imprenta"28. Ha sido numerosas veces señalada la gravitación extraordinaria de las publicaciones periódicas en los procesos político-culturales de América Latina. Las revistas y los diarios han cumplido el papel de "catalizador estético, intelectual y cosmopolita". A través de las páginas del periódico se han dado a la luz los grandes temas americanos: los derechos individuales, los asuntos educacionales, iniciativas económicas, la autoridad y el orden público, la literatura. Estos medios de comunicación pusieron a los lectores latinoamericanos en contacto con la contemporaneidad cultural, literaria y política29. Asimismo ha sido remarcada la estrecha relación existente entre la esfera pública, las asociaciones y la prensa30.

La trascendencia del desarrollo de las publicaciones periódicas puede cotejarse en la actuación de la inmigración política argentina en tiempos de Juan Manuel de Rosas hacia finales de 1830 y hasta su caída en 1852. Esta inmigración recaló en tres sedes diferentes: Bolivia, Chile y Uruguay, Brasil y Europa contribuyendo enormemente al desarrollo de las letras y la cultura de alguna de esas sedes. Se ubicaron en Montevideo: Miguel Cané, Esteban Echeverría, José Mármol, Bartolomé Mitre (quien pasó a Bolivia en 1845 y a Chile en 1847) y José Rivera Indarte. A Chile fueron: Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, Domingo Faustino Sarmiento. A Bolivia: Pedro Echagüe, Juan Ignacio Gorriti, Félix Frías, Benjamín Villafañe. La radicación no fue definitiva en estas sedes hasta la caída de Rosas, sino que viajaron, reagrupándose o desbandándose, pero sin perder la motivación que los enlazaba: la lucha contra Rosas. A modo ilustrativo recordemos algunos de los periódicos que los emigrados fundaron. En Uruguay, entre 1838 y 1852: El Iniciador, El Nacional, El Talismán, El Tirteo, ¡Muera Rosas!, El Guerrillero, El Álbum, El comercio del Plata, La Semana. En Chile: Sarmiento fundó el Nacional (1841), El Progreso (1842) con Vicente Fidel López, La Crónica (1849), Sud América (1852); Mitre, por su parte, redactó El Comercio (1847), El Mercurio (1848) y El Progreso (1849); Vicente Fidel López: El Heraldo y El Progreso (Santiago); El Comercio y La Gaceta (Valparaíso)31. La lista de los que colaboran en estos periódicos nos revela que los nombres se repiten y migran de un periódico a otro. De esta manera, cabe hablar de la red de emigrados argentinos a través de la prensa periódica, pero con sedes diferentes. Las publicaciones que a continuación se detallan aparecieron en Uruguay durante la década 1838-1848. Se consigna asimismo los colaboradores más destacados32.

Como se puede observar la columna de publicaciones es variada al igual que el nombre de los colaboradores, sin embargo lo que tiene de especial este entrecruzamiento es el hecho de que la sede de la revista es una: Montevideo, y todos los colaboradores son argentinos. El estudio de Eugenia Molina contribuye a entender el alto grado de cohesión de la red de emigrados argentinos, habida cuenta de los mecanismos de conectividad que ella misma individualiza, entre otros: participación en la redacción de los mismos periódicos; participación en la misma experiencia del exilio; participación en los mismos ámbitos de sociabilidad (Asociación de Estudios Históricos, 1833, Salón Literario de Marcos Sastre, 1835-1837-8, entre otros); estudio y egreso de la Universidad de Buenos Aires (no se cumple en todos)33. De nuestra parte, si nos hemos centrado en una sede como la de Montevideo es porque la ciudad se transformó en el punto de referencia del exilio, al menos en el periodo de 1838-1840 y más allá. A lo dicho habría que agregar que la experiencia del exilio, además de los inconvenientes vitales y los trastornos emocionales sobreentendidos, tuvo un componente colateral: la afirmación de una identidad argentina, un sentimiento de nacionalidad frente al "otro" chileno o uruguayo. Vale destacar este aspecto por el hecho de que si bien la mayoría de los modernistas no sufrió el exilio (salvo el caso más notable de Rufino Blanco Bombona), sí tomó la decisión de emigrar a sedes metropolitanas que tenían su ápice en París. A diferencia de los románticos la ausencia en el país de origen, en lugar de reforzar la identidad nacional no hacía sino disolverla en una mayor de alcances continentales. La identidad hispanoamericana que pregonan los modernistas no es un gesto transitorio o una pose pasajera, por el contrario, se trata de una política de refuerzo de la unidad continental frente a la indiferencia francesa, particularmente.

Ahora bien, al cotejar la red anterior con otro conjunto de revistas y colaboradores, perteneciente al periodo 1890-1920 aproximadamente, salta a la vista el hecho de que la lógica de enlace circunscrita a una nacionalidad ha cesado. La sede obviamente continúa siendo una (a excepción de Mundial Magazine que se edita en París), en cambio los participantes de las revistas se diversifican. Las nacionalidades se abren en un arco comprensivo de gran parte de la geografía latinoamericana (argentina, colombiana, guatemalteca, peruana, mejicana, venezolana).

De este grupo de revistas, se puede apreciar que hay cuatro mejicanas, dos francesas y una por Argentina, Venezuela, Cuba y Uruguay. Sin ser exhaustivo, el cuadro nos brinda una idea aproximada de las sedes culturales más destacadas por entonces. Méjico, Venezuela, Uruguay y Argentina se cuentan entre los países más avanzados culturalmente. Lo dicho marca tan sólo una tendencia. Asimismo, la lista de colaboradores de diversas nacionalidades muestra el grado de circulación al que sus firmas eran sometidas. Entre los que registran más colaboraciones se ubican los que a su vez han residido o residen en el exterior, particularmente en Francia o España (en su defecto): Rubén Darío, Manuel Ugarte, Enrique Gómez Carrillo, José Santos Chocano, Rufino Blanco Fombona. El dato no es irrelevante, habida cuenta de que la estancia en una metrópoli europea brindaba ciertas oportunidades y ventajas, inexistentes en las capitales latinoamericanas. Nos referimos a las relaciones con los editores o directores de revistas o periódicos, que luego alcanzaban una divulgación continental. Un fenómeno que podía resultar novedoso por entonces, pero que se intensificó durante el siglo XX. Muchas editoriales españolas vieron en el nuevo continente un lugar perfecto para la distribución de sus libros y de editar en España a escritores como Rubén Darío, José Santos Chocano, Manuel Ugarte, Enrique Gómez Carrillo, etc.

Algunas conclusiones

Lugares, medios y redes componen la tríada que arrima una explicación a la producción de los textos. Los intelectuales durante el romanticismo y el modernismo (no son los únicos casos desde luego) desarrollan un lenguaje más o menos homogéneo, una afinidad ideológica y algunas estrategias comunes de acuerdo a aquellos componentes. No es lo mismo debatir el destino nacional desde el exilio rosista, ni ser "cosmopolita" y "artepurista" en París que en Buenos Aires o Montevideo. Las redes, al fin de cuentas, aportan lo dicho anteriormente, pero en particular la sensación de pertenencia y contención. Está entre los objetivos románticos y modernistas la creación de comunidades fortalecidas por ideales compartidos y estrategias consentidas. Formar o no parte de la red no es inocuo, podría ser una de las afirmaciones fuertes en estas conclusiones.

Las publicaciones periódicas, entonces, son un medio de la jerarquía de las correspondencias o los encuentros, pero fundamentalmente constituyen el cuerpo textual más sobresaliente para constatar de manera dinámica el desenvolvimiento de los estados de la cultura, en los que están comprometidos los cambios paradigmáticos. En sí mismas pueden formar redes pero también estas publicaciones son el punto de reunión virtual de los miembros de un movimiento, sin atender las edades, lugares, posiciones sociales, y a veces ni jerarquías.

La red del Modernismo anima la vertiente del cosmopolitismo. La ausencia de tonos nacionales de sus miembros es parte de la estrategia de internacionalización. En cambio los románticos el exilio reafirma la nacionalidad. A pesar de tan sustantivas diferencias, la densidad de ambas redes puede medirse por medio de la efectividad que tuvieron en sus propósitos: la difusión internacional de la literatura (el modernismo) y la creación de una idea de nación (los románticos). Las revistas en ambos momentos, entonces, cumplieron su cometido, esto es, servir de medio de enlace de los colaboradores y a la vez contribuir en la forja de resonancias ideológicas comunes.

Notas

1 "Las revistas literarias son un elemento de consulta inapreciable para el estudioso de la literatura. Con su estructura abierta y su diversidad de contenidos nos ofrecen la frescura de sus innovaciones, permitiéndonos seguir el proceso creador del artista mejor que en las obras más elaboradas. Se debaten los temas de actualidad en su momento exacto, por lo que nos dan una visión de primera mano sobre movimientos artísticos, sus relaciones mutuas y las atracciones y rechazos entre los diferentes grupos literarios". S. Miguel Losada. "Presencia de la literatura hispanoamericana en las revistas españolas de vanguardia: 1918-1939". Anales de literatura hispanoamericana, n. 17, Ed. Univ. Complutense, Madrid, 1988: 41.

2 Irmtrud König. "Apuntes para una comparatística en Latinoamérica. el simbolismo de Ariel y Calibán en Rodó". Atenea, n. 498- II, sem. 2008: 75-95.

3 Eugenia Molina. "Aportes para un estudio del movimiento romántico desde la perspectiva metodológica de redes (1830-1952)". Universum, n. 15, 2000: 399-431.

4 Christophe Prochasson. Les intellectuels, le socialisme et la guerre. Paris: Seuil, 1993. "Estos tres niveles de análisis: lugares, medios y relaciones forman la estructura básica del libro y permiten al autor encuadrar mejor la actividad de los intelectuales, sus condiciones de elaboración ideológica y su compromiso político." Reseña de José María Marín Arce. http://www.historiacontemporanea.ehu.es/s0021-con/es/contenidos/boletin_revista/00021_revista_hc09/es_revista/adjuntos/09_16.pdf

5 Carlos Altamirano. Para un programa de historia intelectual y otros ensayos. Buenos Aires: Siglo XXI, 2005: 11.

6 André Saint-Lu et al. Introducción a Servando Teresa de Mier. Historia de la revolución de la Nueva España. París: Publicaciones de la Sorbonne, 1990, vol. I: XII-XIII. Citado por Salvador Méndez Reyes. "Fray Servando Teresa de Mier y la comunidad hispanoamericana en Londres". Cuadernos Americanos, n. 129, jul- set, 2009.

7 Flora Ovares. "Repertorio Americano y el discurso cultural (1919-1949)". Cuadernos Americanos, n. 127, 2009: 31-38.

8 Ana González Neira. "Cuadernos Americanos y el exilio español: nacimiento de una revista universal (1942-1949)". Cuadernos Americanos, n. 127, 2009: 28.

9 Carter pone los ejemplos de El Cojo Ilustrado (Venezuela, 1892-1915), La Revista Azul (México, 1894-1896), La Revista Nacional (Uruguay, 1895-1897), La Revista Moderna (México, 1898-191). Cfr. Boyd G. Carter Las revistas literarias de Hispanoamérica. Breve historia y contenido. México, Ediciones de Andrea, 1959, p.59. Para estudios más recientes véase Saúl Sosnowski (ed.). La cultura de un siglo América Latina en sus revistas. Buenos Aires: Alianza Editorial, 1999 y el número monográfico "Revistas literarias/culturales latinoamericanos en el siglo XX" coord. por Jorge Schwartz y Roxana Patiño. Revista Iberoamericana, nros. 208-209, jul.dic. 2004;

10 "Presentación". Nosotros, 1, n.1, agosto de 1907: 5-6. Las cursivas son nuestras.

11 Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre. "Nuestros Propósitos". Revista de América, 1, n.1, 19 de agosto de 1894: 1.

12 Carter, B., op.cit: 143.

13 Según reza un comentario sobre la Revista Moderna aparecido en El Cojo Ilustrado (1 de agosto de 1905). Carter, op.cit.: 157.

14 Beatriz Sarlo. "Intelectuales y revistas". América. Cahiers du CRICCAL, n. 9-10, 1992: 9-16.

15 Ibidem: 12.

16 Ibidem: 12.

17 Rafael Gutiérrez Girardot. "Tres revistas colombianas de fin de siglo", Mayo 2005. En línea: http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/boleti5/bol27/tres1.htm

18 Adela Pineda Franco. Geopolíticas de la cultura finisecular en Buenos Aires, París y México: las revistas literarias y el modernismo. Pittsburgh: Universidad de Pittsburg, 2006.

19 Carter, op.cit: 62. Para el tema de la traducción y la circulación de ideas véase Gustavo Sorá. Traducir el Brasil. Una antropología de la circulación internacional de ideas. Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2003; Patricia Wilson. Las constelaciones del Sur. Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX. Buenos Aires: Siglo XX, 2004.

20 José Ismael Gutiérrez. "Traducción y renovación literaria en el modernismo hispanoamericano". HISTAL, mayo 2005, en línea: http://www.histal.umontreal.ca/espanol/documentos/traduccion_y_renovacion_literaria.htm

21 Puede verse para el tema de la lectura y sus mapas, Susana Zanetti. La dorada garra de la lectura. Lectoras y lectores de la novela en América Latina. Rosario: Beatriz Viterbo, 2002.

22 El registro completo de los títulos publicados en todas las colecciones puede consultarse en: Yolanda Segnini. La editorial América de Rufino Blanco Fombona, Madrid 1915-1933. Madrid: Libris 2000, 1997.

23 Oscar Sambrano Udaneta. "Rufino Blanco Fombona y su Editorial América". Revista Nacional de Cultura, n. 259, nov-dic, 1985: 65-75.

24 Véase la puntillosa reconstrucción de la red ateneista en: Jorge Myers. "Gênese "ateneísta" da história cultural latino-americana". Tempo Social, revista de sociologia da USP, v. 17, n. 1.

25 Mario Roberto Oliva Media. "Joaquín García Monge: el editor continental" Cuadernos Americanos, n. 118, 2006: 79-92.

26 Juan Montalvo. El Cosmopolita. París: Garnier, 1927: 215.

27 Ibidem: 216.

28 Ibidem: 217.

29 Boyd G. Carter, op.cit.: 19.

30 Hilda Sábato. "Nuevos espacios de formación actuación intelectual: prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)". En: Carlos Altamirano (director). Historia de los intelectuales en América Latina, I. Buenos Aires: Katz, 2008: 387-411.

31 Carter, op. cit.: 44-45.

32 Fuente: Boyd Carter. Las revistas literarias de Hispanoamérica. México: Ediciones de Andrea, 1959.

33 E. Molina, op.cit.: 404.

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