Introducción
Durante los últimos años, el interés y la preocupación en torno al acoso entre iguales (bullying y cyberbullying) ha ido aumentando (Garaigordobil, 2013, 2015, 2017). El bullying LGBT-fóbico se refiere al acoso motivado por la fobia al colectivo LGBT, al que le subyace el sexismo y los valores asociados al heteronormatividad. En base a estos valores se somete a una víctima a exclusión, aislamiento, amenazas, insultos y agresión en repetidas ocasiones (Platero-Méndez, 2008). Agustín (2009) define este acoso como cualquier tipo de agresión verbal, física o social entre estudiantes destinada a atacar a determinadas personas por su orientación sexual real o percibida, o la de algún familiar o amigo de la víctima, que puede producirse con otra motivación (por ejemplo, aumentar el estatus en el grupo), pero se ampara en la supuesta orientación sexual de la víctima por considerarla especialmente vulnerable.
Es importante destacar que este fenómeno no solo afecta al colectivo LGBT. Diversos autores han confirmado que las personas que, aun siendo heterosexuales, se alejan del estereotipo masculino/femenino (Barrientos y Bozon, 2014; Collier, Bos y Sandfort, 2013; Elipe, Oliva Muñoz y Del Rey, 2018; Gegenfurtner y Gebhardt, 2017; Mayock, Bryan, Carr y Kitching, 2009) también muestran mayores niveles de victimización en comparación con sus iguales. Para hacerse a la idea de la magnitud con la que afecta este fenómeno, estudios de prevalencia general del bullying han evidenciado un alto uso de insultos homofóbicos al margen de la orientación e identidad sexual. En este sentido, Mayock et al. (2009) encontraron que un 40 % de los participantes en su estudio había sido víctima de agresiones verbales de carácter homofóbico.
Trabajos recientes que han revisado los estudios epidemiológicos muestran que entre el 51 % y el 80 % de las personas LGBT han sufrido alguna vez bullying por su orientación afectivo-sexual e identidad de género/sexual a lo largo de su vida (Generelo, Garchitorena, Montero e Hidalgo, 2012; Mayock et al., 2009; Martxueta y Etxeberria, 2014). En relación con el cyberbullying, una reciente revisión arroja datos de entre 10.5 % y 71.3 % de víctimas de este tipo de fenómenos en el colectivo LGBT (Abreu y Kenny, 2017). Este dato fue confirmado en un estudio realizado por COGAM (2016) en España, ya que se ha podido observar que el 70 % de las personas LGB (lesbianas, gays, bisexuales) ha sufrido o sufre cyberbullying.
Aunque durante los últimos años ha habido un notable aumento de estudios dirigidos a arrojar luz en torno al bullying LGBT-fóbico, existe aún un gran vacío en esta línea de investigación. La mayoría de los/las autores/as que ha trabajado en este campo, ha relacionado este fenómeno con algunas variables de salud mental. Así, se ha podido observar que el bullying LGBT-fóbico genera consecuencias como ansiedad, depresión, estrés traumático, absentismo escolar, ideación de suicidio y suicidio, consumo de drogas, conductas delictivas, conductas de riesgo sexuales, entre otras, en las víctimas (Birkett, Espelage y Koenig, 2009; Collier, 2014; Ferlatte et al., 2015; Gegenfurtner y Gebhardt, 2017; Martxueta, 2014; Mayock et al., 2009; Poteat y Espelage, 2005, Shields, Whitaker, Glassman, Franks y Howard, 2012; Tucker et al., 2016).
Otros autores se han interesado en analizar si existen diferencias en la salud mental entre las personas con una orientación e identidad sexual no-normativa y personas LGBT. Así, Semlyen, King, Varney y Hagger-Johnson (2016) afirman que las personas LGB muestran menores niveles de salud mental en comparación con las personas heterosexuales. Más específicamente, la evidencia demuestra que la prevalencia de intentos de suicidio entre la población LGBT es mayor en comparación con la de las personas heterosexuales (Pérez-Brumer, Day, Russel y Hatzenbuelher, 2017; Silenzio, Pena, Duberstein, Cerel y Knox, 2007). Además, se ha confirmado que las personas LGBT tienen un mayor riesgo a padecer depresión (Lytle, De Luca y Blosnich, 2014) y trastornos de ansiedad (King et al., 2008).
En este contexto, se puede considerar necesario realizar estudios que profundicen no solo en las variables de salud mental, sino en aquellas variables personales que estén relacionadas con el acoso LGBT-fóbico. En relación con los rasgos de la personalidad, Garaigordobil y Oñederra (2010) encontraron que las personas con un mayor nivel inteligencia emocional tienden a llevar a cabo conductas agresivas hacia sus compañeros/as en una menor medida. De la misma manera, Nolasco-Hernández (2012) relacionó la empatía con menores niveles de perpetración de bullying. En cuanto a las características relacionadas con el bullying y el cyberbullying, se ha visto que ser víctima causa efectos negativos en la autoestima y en la satisfacción con la vida (Estévez, Martínez-Ferrer y Musitu, 2006; Povedano, Hendry, Ramos y Varela, 2011).
Cabe destacar que existe evidencia que relaciona algunas variables personales con la salud mental o con rasgos de personalidad. En esta línea, Morán, Finez y Fernández-Abascal (2017) revelaron que los niveles altos de bienestar subjetivo están relacionados con una mejor salud mental y con unos rasgos de personalidad más adaptativos. Por ello, se pone de manifiesto la importancia de analizar las características que podrían ser clave en el ámbito del bullying LGBT-fóbico y en las personas con una orientación e identidad sexual no-normativa.
El estudio planteado da continuidad a una línea de investigación sobre bullying. cyberbullying que se inició en 2003 y se ha configurado con sucesivos estudios (Garaigordobil, 2013, 2015, 2017; Machimbarrena y Garaigordobil, 2017; Garaigordobil y Martínez-Valderrey, 2018), que han utilizado diferentes metodologías en función de sus específicos objetivos. Algunos de estos estudios son epidemiológicos y se realizan para identificar la prevalencia del bullying y el cyberbullying (Garaigordobil, 2013, 2015; Machimbarrena y Garaigordobil, 2017); otros son experimentales, ya que en ellos se diseñan y evalúan programas de intervención (Garaigordobil y Martínez-Valderrey, 2018) o se construyen instrumentos de evaluación (Garaigordobil, 2017), y todos ellos se fundamentan en revisiones previas que aportan datos de relevancia para la evaluación-intervención en situaciones de bullying y cyberbullying. El trabajo de revisión que se presenta metodológicamente es descriptivo e integra desde la observación retrospectiva los hallazgos de estudios que analizan las conexiones entre bullying LGBT-fóbico, rasgos de personalidad y otras características.
Teniendo en cuenta que el colectivo LGBT muestra una mayor vulnerabilidad a padecer problemas de salud mental y es un colectivo en el cual se observan menores niveles de rasgos y características de personalidad adaptivos (Semlyen et al., 2016), la presente investigación tiene como objetivo realizar una revisión sistemática sobre los estudios que analizan los rasgos de personalidad y las características en el colectivo LGBT y especialmente, la conexión entre bullying LGBT-fóbico y variables personales.
Método
En este estudio se ha utilizado un diseño de investigación de observación en retrospectiva, en el cual se han añadido aquellos artículos que informan la relación entre variables personales y el colectivo LGBT, así como los rasgos y las características sobresalientes de las personas víctimas de bullying LGBT-fóbico y de sus agresores. Se han utilizado las siguientes abreviaciones: LB (lesbianas y bisexuales), GB (gays y bisexuales) y LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales).
Con el objetivo de identificar y examinar los estudios de investigación relevantes de manera sistemática, la búsqueda se ha realizado en las siguientes bases de datos: Scopus, Web Of Science y ERIC. Esta revisión se ha llevado a cabo mediante los siguientes términos de búsqueda (en título, resumen o palabra clave): “LGBT”, “bienestar”, “empatía”, “autoestima”, “inteligencia emocional”, “satisfacción” y “felicidad”. El proceso de selección de los artículos se presenta en la Figura 1.
En total se analizaron 12 artículos: cinco tratan sobre la relación entre diferentes variables personales y el bullying LGBT-fóbico y siete exploran estas variables en el colectivo LGBT. Los artículos encontrados se han realizado con participantes adolescentes, jóvenes y adultos de diferentes contextos geográficos: Europa (64.59 %), Norteamérica (34.54 %), Latinoamérica (0.63 %) y Asia (0.15 %). En cuanto a las variables analizadas, la escasa evidencia encontrada ha arrojado datos sobre la relación del colectivo LGBT y el bullying LGBT-fóbico con la empatía, el autoestima y el bienestar psicológico, la felicidad y la satisfacción con la vida.
Resultados
Bullying LGBT-fóbico: conexión con variables personales
Los artículos que arrojan evidencia sobre la relación entre el acoso LGBT-fóbico y las distintas variables personales se presentan en la Tabla 1.
Los resultados indican que existe un gran vacío de evidencia científica en esta línea de investigación, ya que se han encontrado cinco artículos que se centran en estudiar la relación entre las distintas variables personales y el bullyingLGBT-fóbico.
En relación con la empatía, Poteat y Espelage (2005), en una investigación cuyo principal objetivo fue analizar el uso de insultos homofóbicos entre estudiantes de 8.º grado, evidenciaron que las personas que puntuaban más alto en esta variable mostraban menores niveles de uso de insultos homofóbicos en comparación con sus iguales.
Otros autores se han centrado en estudiar el impacto del bullying LGBT-fóbico en las víctimas. Martxueta y Etxeberria (2014), en un estudio realizado de manera retrospectiva, arrojaron datos que afirman que haber sido víctima de bullying LGBT-fóbico durante la infancia o la adolescencia tiene un impacto negativo en la autoestima. En esta línea, Caminos y Quentrequeo (2015) también llegaron a la misma conclusión, ya que pudieron observar que este tipo de acoso afecta negativamente y de manera retrospectiva la autoestima. Blais, Gervais y Hébert (2014), por su parte, observaron que la homofobia internalizada influye en esta relación, de tal manera que aquellas personas que han sufrido bullying LGBT-fóbico y que, además, muestran mayores niveles de homofobia internalizada tienen menores niveles de autoestima en comparación con las personas que puntúan bajo en homofobia internalizada.
Por último, otra de las variables que parece ser afectada por el acoso de carácter homofóbico es el bienestar psicológico. Martxueta (2014) encontró que aquellas personas que refieren haber sufrido bullying LGBT-fóbico a lo largo de su vida muestran menores niveles de bienestar psicológico. Esta relación parece estar mediada por la autoaceptación y el apoyo social, que influyen positivamente en el bienestar psicológico.
Rasgos y características de la personalidad en personas LGBT
Los estudios realizados en torno a las variables personales en el colectivo LGBT se pueden observar en la Tabla 2.
En cuanto a los rasgos de la personalidad en las personas LGBT, una de las variables comparadas entre el colectivo LGBT y el heterosexual es la empatía. En este contexto, Kleiman et al. (2015) encontraron que las personas con una orientación afectivo-sexual e identidad de género no normativa son más empáticas en comparación con la población heterosexual y cisgénero. Aun así, hay que mencionar que en este ámbito se han encontrado resultados contradictorios, ya que Perry et al. (2013) solo pudieron encontrar esta misma relación cuando compararon los niveles de empatía en el sexo masculino. De hecho, en esta investigación se arrojaron resultados que apuntan a que las mujeres homosexuales tienen menores niveles de empatía que las heterosexuales.
En este contexto, Kleiman et al. (2015), en un estudio cuyo objetivo era analizar las actitudes del colectivo LGBT ante la diversidad racial, encontraron que las personas con una orientación afectivo-sexual e identidad de género/sexual no normativa muestran actitudes más positivas ante personas con distinta raza. Además, se pudo comprobar que aquellas personas LGBT que habían experimentado actitudes discriminatorias homofóbicas a lo largo de su vida tenían mayor empatía racial y, a su vez, mostraban actitudes más positivas ante la diversidad cultural.
Otras de las variables estudiadas en esta línea son el bienestar, la felicidad y la satisfacción con la vida. Por un lado, algunos estudios apuntan a que las personas LGB tienen menor bienestar personal en comparación con las personas heterosexuales (Riggle et al., 2009; Semlyen et al., 2016). Martxueta (2014) en su investigación profundizó en esta relación evidenciando que las personas LGB que habían sufrido discriminación, que eran mujeres y que tienen un menor nivel de educación son las que muestran menores niveles de bienestar. Por otro lado, parece ser que las personas LGB se sienten menos satisfechas con la vida (Powthavee y Wooden, 2015) y tienden a ser menos felices en comparación con las personas heterosexuales (Thomeer y Reezek, 2016).
Finalmente, la relación entre ser LGB y la satisfacción con la vida y la felicidad podría estar mediada por otras variables. En primer lugar, Powthavee y Wooden (2015) encontraron que tener trabajo, tener un buen nivel económico, estar casado/a o tener pareja, tener buenas redes sociales, hijos y un buen nivel educativo, aumenta los niveles de satisfacción con la vida en las personas LGB. En segundo lugar, y para terminar, Barringer y Gay (2017) observaron que las personas LGBT que tenían un mayor nivel económico y se identificaban como protestantes, puntuaban más alto en la escala de felicidad en comparación con las personas con un menor nivel económico y las que se consideraban católicas, agnósticas, ateas o que no tenían una religión concreta.
Discusión
Como se ha podido observar, se encuentra un gran vacío en cuanto a las investigaciones que relacionan variables personales y acoso LGBT-fóbico. En la revisión realizada, las únicas variables estudiadas hasta ahora y relacionadas en este contexto han sido la empatía, la autoestima y el bienestar psicológico.
Las investigaciones que han estudiado la empatía en el acoso escolar LGBT-fóbico han llegado a la misma conclusión que los trabajos que estudian esta variable en el bullying con independencia de las razones que subyacen al acoso, es decir, la conexión entre alta empatía y bajo nivel de perpetración. En la misma dirección, las personas con mayores niveles de empatía muestran una menor predisposición a tomar este tipo de actitudes discriminatorias ante la diversidad sexual y ante aquellas personas que se alejan del estereotipo masculino/femenino (Poteat y Espelage, 2005). Por lo tanto, y aunque solo se haya encontrado un artículo que confirme esta relación, se afirma que el desarrollo de la empatía es clave en la prevención de este fenómeno, cuyas consecuencias son devastadoras tanto en personas LGBT como en personas heterosexuales.
En relación con la autoestima y el bienestar psicológico, la evidencia demuestra que ser víctima de este tipo de bullying afecta negativamente en estas variables. Además, y por lo que se ha podido observar en dos estudios de diseño retrospectivo, esta relación perdura en el tiempo, ya que la autoestima se ve afectada también como consecuencia de experiencias de victimización ocurridas en el pasado (Blais et al., 2014; Caminos y Quentrequeo, 2015; Martxueta, 2014; Martxueta y Etxeberria, 2014). Además, mientras que la homofobia interfiere negativamente en esta relación (Blais et al., 2014), el apoyo social afecta positivamente (Martxueta, 2014). Por consiguiente, los resultados sugieren, por un lado, la necesidad de fomentar la autoaceptación en personas LGBT y, por otro lado, la relevancia de intervenciones comunitarias (por ejemplo, a través de las redes sociales) para fomentar la aceptación de las personas LGBT, ya que ambas directrices podrían ayudar a reducir el efecto del bullying LGBT-fóbico.
En relación con los estudios que analizan los rasgos y características de personalidad en un contexto más general, se han encontrado discrepancias. Mientras que Kleiman et al. (2015) evidenciaron que el colectivo LGBT es más empático que las personas heterosexuales, Perry et al. (2013) observaron que esta conexión solo se verifica entre los hombres. Esta discrepancia podría explicarse por las diferentes metodologías de estudio empleadas en ambas investigaciones, ya que Kleiman et al. (2015) utilizaron autoinformes, y Perry et al. (2013) analizaron la actividad cerebral mediante neuroimagen ante un estímulo para comparar los niveles de empatía entre hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, con una pequeña muestra de 52 participantes. Además, una investigación confirma que las personas homosexuales, al haber sufrido experiencias previas de victimización por su orientación sexual, tienden a llevar a cabo conductas agresivas hacia otras personas (Gómez-Ojeda, Barrientos, Guzmán, Cárdenas y Bahamondes, 2017) y esto, a su vez, cuestiona que las personas homosexuales sean más empáticas que las personas heterosexuales.
En cuanto al bienestar, la felicidad y la satisfacción con la vida, las investigaciones halladas muestran que las personas LGB tienden a tener menores niveles de bienestar personal (Riggle et al., 2009; Semlyen et al., 2016), satisfacción con la vida (Powthavee y Wooden, 2015) y felicidad (Thomeer y Reezek, 2016). En conclusión, y al igual que diversos investigadores que han estudiado la salud mental en este colectivo (Collier, 2014), se puede decir que es una población muy vulnerable en comparación con sus iguales heterosexuales y cisgénero.
La presente revisión aporta información relevante que podría ser clave para futuras líneas de investigación y desarrollo de programas de prevención e intervención. Se ha puesto de relieve la importancia de relacionar el colectivo LGBT con otras variables además de la salud mental. Hay que tener en cuenta que es un colectivo que sufre una gran estigmatización y discriminación cada día y, por ello, se recomienda estudiar las variables que podrían ayudar a estas personas a hacer frente a estas situaciones sufriendo las mínimas consecuencias posibles.
Sin embargo, este trabajo no está exento de limitaciones. Por un lado, cabe destacar como limitación de esta investigación la ausencia de procesamiento de estos datos en un metaanálisis. Aun así, los hallazgos que derivan de la revisión llevada a cabo (ver Tablas 1 y 2) sugieren que el bullying LGBT-fóbico está relacionado con algunas variables personales, y que las personas LGBT tienen distintos rasgos y características de personalidad en comparación con las personas con una orientación e identidad sexual normativa. Por otro lado, los estudios encontrados con los que se ha configurado esta revisión también han mostrado diversas limitaciones: (1) la dificultad de acceso a la muestra de personas LGBT. El colectivo LGBT estadísticamente forma parte del 10 % de la población aproximadamente y además, dada su estigmatización y la presión social, muchos/as participantes niegan ser de este colectivo, y se sienten más cómodos/as identificándose como heterosexuales o cisgénero (Blais et al., 2014; Caminos y Quentrequeo, 2015; Kleiman et al., 2015; Martxueta, 2014; Perry et al., 2013; Poteat y Espelage, 2005; Riggle et al., 2009); y (2) algunas investigaciones solo se centran en las personas con una orientación afectivo-sexual no-normativa, dejando de lado a las personas transexuales, ya que dentro de este colectivo las personas transexuales son minoritarias y, por lo tanto, las de mayor dificultad de acceso (Generelo et al., 2012).
A la vista de la alta prevalencia del bullying LGBT-fóbico (Generelo et al., 2012; Martxueta y Etxeberria, 2014; Mayock et al., 2009), las graves consecuencias que surgen como efecto de su victimización (Garaigordobil, 2018) y la alta vulnerabilidad que muestra el colectivo LGBT (Collier, 2014), se plantea la necesidad de reducir este tipo de acoso y se indican varias directrices de intervención.
A nivel escolar, se evidencia la necesidad de un protocolo de actuación y de un plan de prevención de violencia. En esta línea, se debe promover la convivencia entre el alumnado para que la prevalencia del bullying, en todas sus modalidades, sea la menor posible. En esta dirección se puede mencionar una propuesta de intervención para prevenir y reducir el bullying y el cyberbullying basada en la evidencia que ha sido desarrollada recientemente (Garaigordobil y Martínez-Valderrey, 2018). En el caso del bullying LGBT-fóbico, se deberían adoptar medidas antidiscriminatorias y políticas que apoyen a la expresión libre de género y a la diversidad sexual en los centros educativos. Además, es importante educar al profesorado y al resto de trabajadores de las escuelas para que tomen un posicionamiento activo en contra del acoso LGBT-fóbico (Duque y Teixido, 2016).
En el caso de las familias, por un lado, es necesaria una sensibilización desde la perspectiva de la diversidad sexual llevada a cabo por las escuelas y los servicios sociales, para que eduquen a los/as hijos/as desde la libertad y el respeto. Por otro lado, se les puede asesorar para que tomen un papel activo en las medidas necesarias para prevenir cualquier tipo de acoso perpetuado por sus hijos/as. Finalmente, es fundamental informar a las autoridades institucionales y a la sociedad para que se conciencien de la magnitud de este problema y se tomen decisiones para la prevención y erradicación de este tipo de acoso (COGAM, 2016).
En conclusión, los resultados encontrados muestran la necesidad de seguir investigando en esta línea. Como se ha podido observar, las investigaciones han abordado el tema desde dos perspectivas diferenciadas. Algunos autores han analizado las diferencias en variables personales entre personas con una orientación e identidad sexual no-normativa y las personas heterosexuales y cisgénero. Otros autores, en cambio, han analizado la relación entre el bullying LGBT-fóbico y las variables personales. Por ello, se recomienda que se realicen estudios en los que se observe si las diferencias entre las variables personales de las personas LGBT y las personas con una orientación e identidad sexual normativas son consecuencia de haber sido víctima de acoso LGBT-fóbico, o si son efecto de las propias características del colectivo LGBT.
Finalmente, los datos indican que, al igual que las personas LGBT tienen una mayor empatía que afectaría positivamente tanto a su propia persona como a su entorno, la discriminación que sufren día a día, así como la dificultad de encontrar su sitio en una sociedad heteronormativa, afectan negativamente variables tan importantes como el bienestar psicológico, la felicidad, la satisfacción con la vida y la autoestima, con el impacto que estas variables tienen en la adaptación personal y social de las personas. Por lo tanto, se puede considerar relevante generar una base científica que arroje la luz suficiente para la realización de programas de prevención y de intervención.