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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP vol.23 no.2 Buenos Aires jun. 2013

 

LECTURAS EN DEBATE

El deseo como negocio*

 

Cecilia Palmeiro**

* A propósito de Perlongher, Néstor. 1993. El negocio del deseo, Buenos Aires: Paidós
** NYU-Universidad Nacional de Tres de Febrero.


 

Huyendo de una Argentina invivible y luego de experiencias desafortunadas con “la señorita de ojos vendados”, en 1981 Perlongher llegó a San Pablo con una beca para estudiar en la Maestría en Antropología Social de la Universidad de Campinas. Allí desarrolló una investigación sobre la prostitución masculina en San Pablo que produjo O negócio do michê (Perlongher, 1987), traducido luego en Argentina al castellano como La prostitución masculina (1993) y luego como El negocio del deseo (1999), abriendo un campo de investigación original en la antropología urbana, la antropología del género y también un campo de experimentación política “en los márgenes”.1

El negocio del deseo es una indagación de las condiciones sociales del deseo homoerótico y su circulación. Pero si ese libro convirtió a Perlongher en un antropólogo académico en Brasil, su proyecto más amplio podría sr leído como comentario de una experiencia histórico-política: la de la fundación del movimiento LGBT y crisis de lo “gay”, en un primer momento como una contracultura crítica de los estilos de vida y luego, directamente, como un nicho de mercado normalizado. Cabe recordar que, en su tránsito al Brasil, Perlongher llevaba la experiencia del Frente de Liberación Homosexual (FLH) argentino, activo entre 1971 y 1976, y que ya en Brasil colaboró con la fundación de SOMOS (1978-1983), uno de los primeros grupos de acción política gay del Brasil llamado así en homenaje a la revista del FLH. De modo que su trabajo de investigación en la Universidad de Campinas constituía el costado académico de una experiencia política pero también erótica. En varias ocasiones Perlongher se definía como un “exiliado sexual” de la transición democrática seducido por la transformación de los modos de vida del desbunde.2

Esta articulación entre acción erótico-política y refexión empírica socio-antropológica le permitió hacer una elaboración teórica sobre la relación entre capitalismo, prostitución y homosexualidad. Por ejemplo señalaba que:

El capital confunde todo: libidiniza los dineros, monetariza las pasiones –pero también demarca territorios, más o menos fronterizos, donde los marginales reiteran, en una representación que no por grotesca deja de ser virtual, los rituales de la normalidad. Al soltar los fujos de la producción, al volcar indiscriminadamente todos los bienes –cualesquiera ellos sean– al mercado, el capital socava, incluso a pesar (¿en contra?) de sí mismo, los viejos cánones prohibicionistas de que hace uso para sustentar su dominio (Perlongher, 1993, p. 101).

La hipótesis fuerte del trabajo gira en torno al concepto de sordidez: “el matiz de sordidez de la prostitución homosexual está en disimular, bajo la excusa de la moneda, la naturaleza de la pulsión cuya desublimación se remunera” (p. 95). Perlongher entiende la práctica de la prostitución homosexual como resistencia al modelo de la genitalidad impuesto por el judeocristianismo (por oposición a los griegos) y como emergencia del “poliformismo perverso … que, inscripto en la memoria inconsciente, en la ontogénesis freudiana, arroja, al volcarse en los rituales del intercambio social, la contrahecha figura del prostituto –personaje que hace su negocio a la sombra de la marginalidad en que nuestra civilización ha confinado a la homosexualidad” (p. 96). Lo sórdido es, en esta configuración, la pretensión de disimular la naturaleza de esa pulsión. Esa misma pretensión se expresa en la negación de identificar esa práctica (mayormente de “activos”) con la homosexualidad:

La práctica del michê se sitúa en la intersección de una multiplicidad de coordenadas sociales. El interés homosexual de los muchachos pobres no remite sólo al plano del deseo, sino también a la creciente pauperización –y correlativa “lumpenización”– de los adolescentes de clase baja, principales víctimas del desempleo. Este proceso llena las calles de las grandes ciudades brasileñas con cantidad de muchachos. El desempleo propicia el callejeo, el encuentro casi inevitable con los homosexuales que andan sin rumbo buscando un muchacho joven y rudo da lugar a un peculiar contrato, en el cual una “ayuda” otorgada al joven por parte del cliente sirve también de ejecutoria para vehiculizar la consumación sexual, atenuando así los reparos “morales” en nombre de la compensación monetaria (p. 96).

En realidad, en cuanto análisis de prácticas homosexuales, El negocio del deseo es crítico del concepto de identidad y, con variantes de clase funcionando en términos de deseo es una refexión sobre su propia experiencia como marica y como activista. El análisis se produce justamente en el momento en que Perlongher observa el progresivo desplazamiento del modelo latinoamericano arcaico y preidentitario de homosexualidad semiclandestino, que tenía como sujetos privilegiados al par marica-chongo (la “marica” como “homosexual afeminado” y el chongo como hombre viril no identificado como homosexual que eventualmente mantiene relaciones homoeróticas), hacia el modelo masculinizado del “gay”, nacido en Estados Unidos en los 70 y expandido luego al mundo. Modelo que se convertía en identidad defendida por los militantes brasileños de la década de 1980 como liberación del modelo pre-identitario, es decir “de la imagen que hace del homosexual, en el mejor de las hipótesis, un hombre afeminado, en la peor, una mujer fallida” (p. 55). Como reacción a este estereotipo, el ideal afirmativo gay es viril, musculoso y con bigotes como el que encarna la estética popularizada por “Macho Man” de Village People. Esa estabilización identitaria es contemporánea a un proceso de privatización de los circuitos urbanos del deseo en saunas, bares, discotecas, sex-clubs, que reemplazan el antiguo yire:

La inclinación a la “guetificación” –en el sentido de concentración cultural y residencial– implicaría así cierta tendencia a la homogeneización, orientada a la “afirmación de una identidad homosexual” que reglamenta, modela y disciplina los gestos, los cuerpos, los discursos. Según Pollak, ocurre que “el surgimiento en el seno del medio homosexual de una imagen viril en oposición la imagen afeminada” está en la raíz de la instauración de una “identidad homosexual” (p. 55).

Durante la crisis de las dictaduras brasileña y argentina, pero en este particular contexto de orientación “identitaria” del activismo en la región, la homosexualidad pensada desde la teoría de Gilles Deleuze y Félix Guattari mantiene y reformula su interés subversivo en la medida en que los devenires (procesos de desterritorialización de sujetos que salen de las identidades personológicas para entrar en líneas de fuga del orden social) producen puntos de ruptura respecto de ese orden y son capaces de crear redes de sociabilidad alternativas a la cultura oficial y desvíos marginales en relación con la heterosexualidad sedentaria.

Es precisamente ese valor crítico de la diferencia homosexual (es decir, de las prácticas y del tipo de subjetividad que configuran esa diferencia relacional) el que, desde la perspectiva de Perlongher, es puesto en cuestión a partir de las políticas y prácticas de visibilidad que comenzaban a funcionar con el nuevo paradigma. Así, por ejemplo, se sostiene que:

[…] la construcción de una “identidad homosexual” solo puede ser entendida desde la perspectiva del llamado “modelo igualitario”, del cual ésta es una de sus puntas de lanza. Su instauración no implicaría solamente el develamiento de las pasiones “reprimidas” y condenadas a la penumbra a lo largo de los siglos (clandestinidad que imprime sus marcas en muchas de las prácticas actuales, como en el mecanismo del trottoir), sino supondría una especie de traducción, como si las antiguas pasiones pudiesen –gracias a la versatilidad fundamental del deseo humano– ser vertidas en nuevos moldes. Operativo de “modernización” que, después de un cierto estadio de festividad difusa, rápidamente recuperado por el consumismo de las modas y la industria del placer, parece proceder a una redistribución de los enlaces homoeróticos, reagrupando a sus cultores en los nuevos casilleros de la identidad y, lo que es más grave, condenando a los practicantes de las viejas modalidades, las “homosexualidades populares”, a una creciente marginalización que puede conducir a un recrudescimento de la intolerancia popular respecto de la nueva homosexualidad “blanqueada”, beneficiaria de la tolerancia burguesa (p. 176-177).

Junto con un mercado, se creaba así una nueva normativa, una homonorma capaz de producir sujetos “tolerables” que dejaba afuera del paquete identitario otras subjetividades menos definibles como travestis, chongos, andrógin(x)s o marimachos.

Perlongher explica que en Brasil, a pesar de la moda gay, sobrevive el viejo modelo de bichabofe (marica-chongo). Tal supervivencia, indica, se debe a que Brasil no ha pasado por un período de represión tan severa (como en el caso de la dictadura argentina) sino que más bien se ha dado una hipocresía que ha permitido a nivel de las prácticas lo que se reprimía a nivel del discurso moral oficial. Por esa razón, al llegar la moda gay y la política de identidad, el modelo anterior sigue en vigencia y ambos conviven. Pero esta subsistencia del modelo anterior se da bajo una lógica histórica específica de articulación. Las “derivas deseantes” de los michês abren “puntos de fuga libidinales”, pero al mismo tiempo se procede a una reconversión económica de ese fujo deseante. La paradoja del negocio del deseo es la siguiente: se abren puntos de fuga deseantes, al tiempo que se instaura una serie de dispositivos de control. Estos mecanismos sociales de intolerancia, guetificación, homogeneización y estabilización de una identidad, analizados desde las ciencias sociales, funcionan como comentario de una experiencia política: la crisis del movimiento homosexual que el mismo Perlongher ayudó a fundar.

La importación de las ideas del FLH, las experiencias de los militantes norteamericanos como James Green (cofundador de los grupos brasileños SOMOS y de Convergencia Socialista), el recrudecimiento de la homofobia en los partidos políticos y la liberalización en el plano de las costumbres (proceso en el que se inscribe el desbunde) estuvieron en la base del surgimiento de diversas agrupaciones homosexuales en Brasil. La del grupo SOMOS aparece como la más legendaria, aunque en realidad ya existía un pequeño grupo desde la década de 1960 en Río de Janeiro llamado Turma OK, aunque con poca relevancia política.3 La fundación de SOMOS se inscribe en el marco de un proceso más general de agitación y movilización política de las llamadas “minorías”. En la década de 1980 se produjeron una serie de “agenciamientos colectivos” que posibilitaron la emergencia de movimientos moleculares y focos de resistencia, muchas veces relacionados con reivindicaciones de las llamadas minorías (movimiento afro, feminismo, movimiento de pueblos originarios, movimiento LGTB) que experimentaban con modos contraculturales de subjetivación. Se trataría, en el lenguaje que Perlongher toma de Félix Guattari, de “expresiones colectivas de deseo”. Manifestaciones que no pueden ser encaminadas según los patrones tradicionales de modelización y normalización y que presentan otra racionalidad respecto de organizaciones políticas tradicionales como los partidos. Se trata no sólo de nuevos reclamos sino también de nuevas formas de producirlos. En esa clave Perlongher lee la emergencia de los nuevos movimientos sociales de la década de 1980 con un lenguaje que quiere distanciarse de las “políticas de identidad”. De este modo, advierte que existen riesgos y vicios en los que estos movimientos pueden involucrarse, perdiendo su capacidad emancipadora y contracultural:

Ante esta fuga todavía incierta, dos grandes alternativas se presentan: una, ella pasa a configurar un ‘punto de pasaje’ para la mutación global del orden; dos, corre el peligro de cristalizarse en una mera afirmación de identidad. En este último caso, lo que fuera un principio de ruptura del orden va a transformarse en una demanda de conocimiento por y en ese mismo orden (Perlongher 1990, p. 69).

Es relevante el modo en que Perlongher opera en este contexto, dentro del cual puede ser leído El negocio del deseo. Es precisamente en el marco de estos debates que leemos también sus operaciones de lectura de las teorías de Gilles Deleuze y Félix Guattari, su vínculo entre teoría y práctica política, en el contexto brasilero y argentino. No se trata de una importación teórica como imposición de cánones conceptuales eurocéntricos sobre realidades políticas complejas y extrañas a esas formaciones, sino que Perlongher establece una articulación creativa y original entre teoría y praxis política como intervención concreta. A partir de estas operaciones, la investigación de Perlongher que El negocio del deseo encarna constituye una propuesta de análisis socio-antropológico que es al mismo tiempo una propuesta política y erótica. Si bien su lugar en la acción política y aun su rol en la poética son marcas importantes de la imagen contemporánea de Perlongher, su trabajo como investigador en ciencias sociales permite abrir una clave de lectura para toda su obra que se articula en un movimiento simultáneo donde el conocimiento de las ciencias sociales se erotiza y se politiza al tiempo que se erotiza la política y se politiza el cuerpo.

 

1. En realidad la tesis y el libro son parte de un proyecto mucho mayor que había atravesado distintos momentos y situaciones, iniciándose con la investigación fotográfica y sociológica en Buenos Aires, que realizó junto con su amiga Sara Torres, sobre la prostitución masculina de la calle Lavalle hacia fines de la década de 1970 (Perlongher, 1981) y las relaciones de parentesco y familiares de la trayectoria de muchos de esos “muchachos de la calle” (Perlongher et al 1981).

2. Como se lee en sus cartas y artículos de la época, Perlongher fue inmediatamente seducido por el desbunde brasileño, como se llamó al destape que acompañó los últimos años de la dictadura brasileña (1964-1985) en su transición a la democracia. El llamado desbunde significó la proliferación de formas contraculturales de resistencia a la dictadura en el ámbito de lo cotidiano, como experimentos de modos disidentes de subjetivación. La sexualidad no convencional y las drogas fueron parte fundamental de esos experimentos sociales de transformación inmediata, como una alternativa a los modelos de cambio social propuestos por la izquierda militante. Se trataba de la politización de lo cotidiano como espacio de mutación subjetiva. Sobre ese aspecto ver Perlongher (1984). Para una lectura más amplia de ese proceso ver Palmeiro (2011).

3. Para la historia del grupo SOMOS véase Palmeiro (2011).

Bibliografía

Perlongher, Néstor. 1999. El negocio del deseo. Buenos Aires: Paidós.

Perlongher, Néstor.1993. La prostitución masculina. Buenos Aires: Ediciones de la Urraca.

Perlongher, Néstor.1990. “Los devenires minoritarios”, en Prosa Plebeya. Buenos Aires: Colihue, 1997.

Perlongher, Néstor.1987. O negocio do miché. Brasilia: Editorial Brasiliense.

Perlongher, Néstor. 1984. El mundo gay en Brasil. Visión del paraíso. Cerdos & Peces, 4.

Perlongher, Néstor.1981. Prostitución homosexual: el negocio del deseo. Revista de Psicología de Tucumán, 3-4.

Perlongher, Néstor; Pérez Álvarez, Sergio y Sal Llarguez, Ramón. 1981. La familia abandónica y sus consecuencias. Buenos Aires: EUDEBA-CEA.

Palmeiro, Cecilia. 2011. Desbunde y felicidad. De la cartonera a Perlongher. Buenos Aires: Título.

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